jueves, 30 de marzo de 2023

OPINIÓN


Los mensajes ocultos y la sordera de Milei

Luciana Vázquez
Paradojas. El domingo, Mauricio Macri dio un paso a un costado del escenario electoral para producir un hecho político significativo. Su renunciamiento abre tres preguntas claves, algunas con respuestas obvias. Otras se vuelven enigmas. ¿Quién es la “marioneta” a la que se refirió? ¿Cuáles son los líderes mesiánicos que la Argentina tiene que dejar atrás, según insistió el expresidente? ¿Qué significa la decisión de Macri, un “renunciamiento” definitivo o una decisión coyuntural?
“Marionetas” en el gobierno y “mesías” en el poder fueron los principales blancos del diagnóstico macrista en torno a los males argentinos. Pero no hubo nombres propios. La primera de las preguntas tácitas que dejó el discurso en el aire se responde sola. “Nunca más vamos a tener una marioneta como presidente”, dijo Macri en su sugerente frase de cierre. Con esa frase, Macri hizo dos cosas. Por un lado, cuestionó sin vueltas la legitimidad de gestión y la autoridad presidencial de Alberto Fernández: nada demasiado nuevo. Fue el momento más personalizado de su discurso: con esa definición, vibró en la misma cuerda que sus seguidores. “Títere”, suelen llamar al Presidente en las redes sociales. Sabemos: Fernández no logró nunca la autonomía de la mano que meció su candidatura presidencial, su vicepresidenta. La referencia resultó clarísima.
Por el otro, en una sola oración, Macri presentó a la ciudadanía una versión personal de un “Nunca más” actualizado al contexto presente. Esa frase final tiene historia en la Argentina: trae ecos de otra frase, el “Nunca más” del fiscal Strassera en otro cierre de discurso, el alegato contra la dictadura militar en el Juicio a las Juntas. Con el renunciamiento y esa oración, Macri buscó subrayar el sentido de su decisión: el carácter trascendente de su paso al costado. Inscribió su decisión en una saga de hechos políticos de idéntico objetivo, la defensa de la democracia y la institucionalidad. Su desprendimiento político como un garante de la salud institucional de una coalición clave para la alternancia.
La astucia para decir varias cosas sin decirlas explícitamente fue la marca del discurso. En este caso, nunca más a los actos aberrantes de violencia contra la democracia, en aquel 1985; nunca más a designaciones a dedo de figuras sin poder, Alberto Fernández, nombradas por un poder kirchnerista fáctico y renuente a la democracia interna, Cristina Kirchner.
Menos clara quedó la respuesta a la otra pregunta tácita que dejó planteada el anuncio del expresidente. ¿Cuáles son los mesías populistas de los que hay que escapar? “Hace casi 80 años, una parte importante de la sociedad argentina eligió creer en líderes mesiánicos, personajes que supuestamente nos salvarían y nos llevarían a una vida mejor”, planteó Macri. La cuenta de Macri se saca fácil: 2023 menos casi 80, da 1943-1945, la irrupción de Juan Perón en el escenario político nacional con su participación en el golpe militar que derrocó al presidente Ramón Castillo, su crecimiento en la Secretaría de Trabajo, su rol como vicepresidente de ese gobierno de facto y, luego, la consolidación de su figura con el 17 de octubre de 1945, y 1946, su primer triunfo electoral. Detrás de ese origen, Macri alineó implícitamente al “mesianismo” kirchnerista.
Pero ¿dónde queda Milei? “Liderazgo personalista y mesiánico” es una imputación que suele caer sobre el libertario. Macri la dejó picando. Sin embargo, usó esa categoría de manera abierta y ambigua, y evitó aclarar el alcance de esa crítica en entrevistas posteriores a su discurso. Milei tampoco se dio por aludido y no recogió el guante del mesianismo. En cambio, elogió a Macri y su renunciamiento: “Muchos de la casta política tendrían que copiar lo que hizo Macri”.
El enigma Milei no se da solo en el discurso de Macri. Milei también es un enigma electoral: eso explica, en parte, la ambigüedad estratégica de Macri. ¿Cuánto puede condicionar Milei la elección de Juntos por el Cambio? ¿Milei será la Lilita outsider de 2007, que le compitió en una elección presidencial a Cristina y salió segunda, con un 23 por ciento? ¿O será la Lilita modelo 2011, que volvió a ser candidata, pero sacó apenas el 3,3 por ciento?
El tipo de elección de este año complica la respuesta: una cosa es unoutsider en una elección legislativa de medio término y otra, un candidato para un cargo ejecutivo de la relevancia de presidente. El ánimo del votante no funciona igual. En la legislativa, se da permisos que no sostiene en los cargos ejecutivos. La cuestión es si Milei en estas elecciones deja de ser solamente la voz que canaliza la rabia: para eso alcanza con tenerlo como diputado o que vocifere en televisión y redes sociales. O si las percepciones cambian y la ciudadanía concibe a Milei, a pesar de sí mismo y su personalismo, como líder de un partido y un equipo capaz de manejar la botonera del Estado sin llevar el Titanic contra el iceberg.
A lo largo de 6 minutos, Macri evitó con consistencia las menciones personales de sus enemigos políticos, de sus preferidos en la coalición y las definiciones precisas acerca de su futuro. Hay dos lecturas posibles. Una es más terrenal: una necesidad electoral guio la falta de nombres. No mencionar a Milei le permite a Macri colaborar con su coalición: dejó abierta la puerta a los libertarios, ya sea para acuerdos electorales o no desalentando el voto libertario en caso de un ballottage que enfrente al kirchnerismo con Juntos por el Cambio. Al mismo tiempo, con lo de “líder mesiánico” dejó picando la alusión a Milei que conforma a parte de sus socios en la coalición. Y no jugarse por ningún dirigente propio le permite a Macri seguir siendo un factor de poder en la coalición: se guarda la carta de apoyo que necesitan los presidenciables.
Según la otra lectura, el tono generalista colocó a Macri por sobre las disputas del presente. Macri puso en el banquillo no a personas, sino a categorías políticas: “mesianismo”, “liderazgo paternalista”, “caudillismo”, “populismo”. Se quiere mostrar disputando sentido político y valores democráticos, no candidaturas. Se sitúa en el rol de estadista más allá de la puja del poder para consolidar su identidad de garante de la democracia interna y enemigo de la dedocracia.
Pero es precisamente esa estrategia la que le deja abiertas las puertas de un futuro político. El renunciamiento dejó pendiente su alcance. “Quiero ratificar la decisión de que no seré candidato en la próxima elección”, anunció Macri. ¿Seguirá en política esperando un turno para 2027? Otro enigma: ¿se aleja definitivamente de la política activa, la que se pelea con el cuchillo entre los dientes en años electorales, o es un impasse al estilo Néstor Kirchner en 2007, cuando dejó la candidatura para su esposa?
Hay sociedades en las que los políticos se bajan de verdad. En España, Mariano Rajoy fue expulsado del poder en 2018, se quedó en la actividad privada y ni asoma la nariz por la política. Albert Rivera, hombre clave de Ciudadanos y de la política española durante más de una década, renunció a la política luego de la derrota fatal de Ciudadanos en 2019. “La vida es mucho más que la política”, dijo, y se retiró. Pablo Iglesias, de Unidas Podemos, se bajó de su cargo de vicepresidente segundo del gobierno de España después del triunfo de la derecha en la Comunidad de Madrid. “Dejo todos mis cargos”, dijo. “Igual lo de Iglesias es distinto. Sigue hinchando las pelotas”, dice un argentino que desde España ve con ojo crítico el proceso argentino. En agosto de 2022, Iglesias se reunió con Cristina para regalarle su libro Medios y cloacas. Así conspira el Estado profundo contra la democracia.
Cristina Kirchner dio un paso al costado en 2019, pero fue falso. Ahora dio otro y se autoproscribió, pero esa decisión se muestra, por el momento, incierta. Alberto Fernández insiste en su postulación para la presidencia a pesar de todo. Hace una vida que buscan el tinglado político donde ampararse, a pesar de sus errores y derrotas.
Las trampas del poder y del ego estuvieron presentes en los análisis de Macri posteriores a su discurso. Si algún sentido tiene la palabra “casta” en la Argentina, más allá de Milei, es la perdurabilidad de los políticos aun después de estrepitosos errores, fracasos, denuncias y condenas. Por ambición o necesidad de fueros, la política es para muchos una calesita de la que nadie quiere bajarse. Macri por ahora se bajó. Es un datazo para el presente. El futuro está abierto.

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