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martes, 9 de abril de 2024

MÚSICA

Para agendar
Mi querido señor Mozart. Dramaturgia y dirección: José Militano, sobre una idea original de Fernanda Morello. Con Fernanda Morello y Marcos Montes. Teatro Picadero, Discépolo 1857. Funciones: los próximos lunes, a las 20

Mi querido señor Mozart: una “sinfonía concertante” dentro de una obra peculiar
Dirigida por José Militano, la obra se adentra en la factible relación entre el maestro y una de sus alumnas predilectas
Cecilia ScalisiZavaroni y MurilloMi querido señor Mozart: una obra de teatro dentro de un concierto, ¿o viceversa?
Un bombón de mazapán de pistacho cubierto con una capa de nougat y un baño de chocolate que se fabrica siguiendo la receta original de un pastelero de Salzburgo desde finales del siglo XIX hasta la actualidad: las populares Mozartkugeln creadas por el maestro confitero Paul Fürst, premiado hace 120 años en París por el invento de esta pastelería perfectamente esférica que hace la delicia típica del turista (en especial el melómano) en tierras germanas.
Un adorable dibujo animado de peluca blanca con colita que aparece en la pantalla de televisión al ritmo de una versión moderna de la célebre melodía de Eine kleine Nachtmusik: la apertura de Little Amadeus, una serie en episodios que cuenta en clave infantil los viajes y aventuras del pequeño Mozart junto a su familia (el padre, maestro y mentor Leopold, la dulce y comprensiva mamá Anna Maria Pertl y su hermana mayor, música y eterna compañera, la talentosa Nannerl), la contrafigura del conde de Colloredo, arzobispo de Salzburgo y patrón de Mozart en la vida real, retratado como “el malo” de la ficción, y por supuesto, la música mozartiana, atravesando la historieta como descollante protagonista.
Un personaje imaginario y pasajero que se presenta en la novela de Hermann Hesse El lobo estepario, mientras en la radio suena un concierto de Händel sobre el que se escribirá una parábola y el protagonista sueña un encuentro con Mozart: el espíritu de Wolfgang Amadeus que le reprocha al autor no haber escuchado nunca nada (no haber “sabido escuchar” la música ni interpretar su mensaje), a la vez que le revela el secreto de la vida: adaptarse a la realidad en lugar de quedarse en la frustración y el escepticismo, entender el mundo con humor y sin complejos de superioridad.
Un chocolate, un dibujo animado, un personaje literario que hace filosofía... Así de dispares e infinitas son las caracterizaciones que ha suscitado Mozart –el músico de músicos, el paradigma del artista inspirado, el non plus ultra del prodigio musical–, desde su nacimiento, a mediados del siglo XVIII, hasta la actualidad, desde la fascinación plasmada en una repostería envuelta en papel de aluminio, pasando por la literatura en todos los idiomas y los diversos formatos del entretenimiento, los videojuegos y la TV, hasta la archiconocida (aunque poco fidedigna) película de Milos Forman, Amadeus, basada en una pieza de teatro homónima que se centra, a su vez, en la obra de Alexander Pushkin Mozart y Salieri, en la cual el célebre poeta ruso inventó para sus fines dramáticos la sospecha (jamás comprobada) de que Salieri estuvo implicado en la muerte misteriosa del joven compositor. A lo largo de la historia, y en el más variado abanico de expresiones, todas las artes se han rendido a la chispa divina del genio musical.
A esa inagotable lista de homenajes se suma ahora en Buenos Aires una encantadora “sinfonía concertante para orquesta, piano y actor”, dada así a llamar la pieza teatral del joven dramaturgo y director José Militano sobre una idea original de la destacada pianista Fernanda Morello, con las interpretaciones del multifacético Marcos Montes en el rol poco frecuentado del “Mozart-maestro de piano, armonía y composición”, a los 27 años, un Mozart expresivo, espontáneo y elocuente en la performance de Montes, que logra una simpatía felizmente lejana de la parodia creada por el cine, y de la propia Fernanda Morello personificando a Barbara Ployer “Babette”, no solo como la ejecutante al piano, sino también como la actriz de cuyo reto sale airosa, cómoda y segura en la figura de la dedicatoria del Concierto en Sol mayor.
“Esto es un concierto dentro de una obra o una obra dentro de un concierto”, explica la talentosa Morello, a cargo también de la dirección musical de esta propuesta llena de frescura y gracia en la cual pianista y actor se complementan con naturalidad, fluidez y sin las falsas pretensiones con que suelen deshumanizarse las figuras históricas. “Mozart amaba componer música para sus amigos y dedicó dos de sus conciertos para piano a Barbara Ployer, una de sus estudiantes predilectas. Mi querido señor Mozart –agrega la productora del proyecto– imagina la relación artística y afectiva que inspiró la música del Concierto en Sol mayor K.453 [ejecutada en vivo, además de otras piezas, con el acompañamiento de un ensamble de cámara, un cuarteto de cuerdas y otro de vientos], explorando la dinámica intérprete-compositor y la amistad como potencia creativa”.
Mi querido señor Mozart le ofrece a la cartelera porteña una combinación excepcional de música e historia en la cual la trama y la complicidad de la ficción (del compositor y su alumna) se entrelazan con la realidad (del actor y la pianista en primera persona), a través de explicaciones oportunas para el público que descubre la música clásica, con puntos de vista contemporáneos, con la valoración de una época pasada y la trascendencia de sus creaciones. Mi querido señor Mozart invita a disfrutar de una ternura poco frecuente en los tiempos que corren, del candor, la belleza y la alegría que habita la obra del genio mozartiano.


Para agendar
Mi querido señor Mozart. Dramaturgia y dirección: José Militano, sobre una idea original de Fernanda Morello. Con Fernanda Morello y Marcos Montes. Teatro Picadero, Discépolo 1857. Funciones: los próximos lunes, a las 20

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jueves, 20 de abril de 2023

MÚSICA


“Costumbres argentinas”: Andrés Calamaro reflexiona sobre este himno del rock argentino, a casi 40 años de su estreno
MÚSICA. Mañana se presentará una nueva versión de “Costumbres Argentinas”, de Los Abuelos de la Nada, y el músico cuenta su génesis y las anécdotas que rodearon a la canción

Mauro ApicellaEl compositor y su frondoso ecosistema de inspiración
“Vamos a cantarles un estreno, ya el segundo estreno. Se llama ‘Costumbres argentinas’ y dice así”. Las voz todavía juvenil de Andrés Calamaro era la antesala a este tema que se transformaría en un hit de Los Abuelos de la Nada y de su carrera como compositor. Desde aquellos conciertos que la banda capitaneada por Miguel Abuelo había dado en junio de 1985 en el teatro Ópera (funciones que quedaron resumidas en el primer disco en vivo del grupo), esa fue la versión oficial de la canción. Nunca tuvo, en la voz de Andrés, una versión de estudio. Sin embargo, fue suficiente para coronarla como uno de los clásicos del rock argentino que ha perdurado, y que vuelve, en diferentes formas.
“Lo grabamos en vivo en el Teatro Ópera, luego Miguel presentó Cosas Mías, un disco en donde no participamos la totalidad de los integrantes de aquella formación operística. Tampoco pensé en incluirlo en otro disco fuera de Los Abuelos. Creo que fue una decisión correcta; o una indecisión honorable”, dice Andrés Calamaro, cuando vuelve su mente sobre aquel tiempo.
Ahora ya hay una versión oficial de por qué Andrés nunca la grabó en estudio y muchas versiones extraoficiales que podrían conformar a los lectores. Una podría ser que, lo que suena en aquel álbum de Los Abuelos de la Nada es tan potente que no fue necesario apelar a rectificaciones ni nuevas miradas.
“Muerdo el anzuelo y vuelvo a empezar de nuevo”, pronuncia ese joven Calamaro que ya venía esparciendo su talento desde la década anterior. “Tengo en la mano una carta, para jugar el juego cuando quieras. Caminando, caminándote, mi calle que quizás yo pueda cambiar. Esperando, esperándote, costumbres argentinas de decir: no”.
¿En qué estaría pensando, con sus 24 años? “En aquellos años, luego de la enjundia estética musical de los setenta, referirse al amor o a la patria consistía en una ironía casi sarcástica, no era el país de ‘Muchachos (nos volvimos a ilusionar)’, éramos contemporáneos a los gobiernos militares, comedores de LSD y oyentes de música de vanguardia. Tampoco hacía falta pensar mucho, éramos ‘nosotros, envase y contenido’. Una melodía cristalina ya suponía un arrebato de micro terrorismo estético. Habíamos fumado toneladas de rock sinfónico y jazz rock, escuchado letras en inglés -que no hablamos coloquialmente- y Artaud de Luis Alberto (Spinetta). Usar rimas redondas, cantar canciones de apariencia sentimental o recurrir a determinadas palabras de uso periódico, era algo contracultural, la malversación de los códigos. Del barro que se subleva”, sostiene Calamaro.
La gramática del tema es muy particular, porque parece que realmente tuviera dos interlocutores al mismo tiempo: “La primera persona singular es prohibitiva en el periodismo y la literatura hasta donde yo sé -reflexiona-, pero en las canciones sirve a la transferencia del yo mismo y ahora mismo. Los oyentes públicos sienten y cantan estas canciones desde su propia perspectiva personal; el cantante y los autores se diluyen en la conciencia del pueblo escuchando una canción. Uno que escucha ‘muerdo el anzuelo’ siente que esta mordiendo su propio anzuelo. Los porteños hacemos de Buenos Aires una primera persona del singular desde el tango y mas allá la inundación”.
Hay otro juego interesante: “El problema es otra vez la situación, cada vez peor del corazón”. Cualquiera que no viva en la Argentina quizá no le encuentre ese doble sentido. Esa ambigüedad. Sentir que cuando habla de “problema y situación” se refiere a una sociedad y cuando escribe “corazón” la referencia es de algo más individual o personal.
“En todas partes entienden las ‘situaciones cada vez peores’ ya sea un doble o un único sentido, el personal sentimental o el plural social. No somos tan distintos, por ende ni mejores ni peores. En las canciones de rock la persona interior y el individuo social plural suelen ser una misma cosa. El ‘Johnny’ de Chuck Berry es el individuo y su raza frente a la nación que le oprime y disminuye. En la literatura, la cucaracha Gregorio de Franz Kafka no es un insecto literalmente, es una minoría étnica o social. Cucaracha como forma despectiva de llamar a los desclasados en Europa en una situación cada vez peor”, agrega el autor.
Y “morder el anzuelo”, con la fuerza que tiene ese primer verso, parece responder a una cuestión idiosincrática que nos sigue interpelando como sociedad, casi cuatro décadas después.
“‘Morder el anzuelo’ está en el texto idiosincrático de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, en ‘Esa estrella era mi Lujo’ : ‘Mordí el anzuelo una vez más, siempre un iluso’ -explica Andrés-. Consiste quizás en un código rockero existencial. Como concepto nos sigue interpelando porque queremos tropezar dos o más veces con la misma piedra, por lo visto”.
Otro de los detalles del tema radica en las “costumbres argentinas de decir: no”. “Quizás entonces estaba queriendo expresar que ‘en este país van a negarme toda la vida’ o , dicho por Atahualpa Yupanqui, ‘pueden negarte y burlarse los otros, desconocerte el mundo, empobrecerte el medio (…)’. En otros términos, el ‘no’ fácil es recomendable apostolado feminista. Support your local musician and respect wimin’”.
Un éxito cantado
Promediaba la década del ochenta y Los Abuelos de la Nada venían de dar en el blanco con discos y canciones. Y ese concierto era el cierre no anunciado de una época gloriosa de la banda. Gustavo Bazterrica había sido reemplazado por el virtuoso Gringui Herrera hacía poco tiempo y Daniel Melingo regresaba como invitado especial tras haber dejado el combinado de Miguel Abuelo para meterse de lleno en Los Twist. El grupo se completaba con Polo Corbella en la batería, Alfredo Desiata en saxo, Cachorro López en bajo y Andrés Calamaro en teclado y voz, y, como invitado, Juan del Barrio en teclados. El repertorio (sobre todo el de las 12 canciones que quedaron seleccionadas para el disco) comprendía esos dos estrenos anunciados por Andrés -”Costumbres argentinas” y el que había sonado antes, “Zig Zag”- más una decena de hits: “Sin gamulán”, “Medita sol”, “Mil horas”, “Guindilla ardiente”, “Sintonía americana”, “Así es el calor”, “Himno de mi corazón”, “No te enamores nunca de aquel marinero bengalí”, “Chalamán” y ”Lunes por la madrugada”.
Sin dudas fue la síntesis perfecta de una banda que marcó a fuego al rock argentino en la primera mitad de la década del ochenta, porque es hija de aquellos años y porque hubo allí una suma de talentos comandados por Miguel Abuelo que generó grandes canciones. Y entre esas estaba “Costumbres argentinas” con su rara gramática, con una versión que, hasta ahora, no necesitó otra más “prolija” de estudio.
Tiene la calidez y la temperatura del vivo, con todas sus imperfecciones pero también con un enfoque musical muy simple, directo y la voz clarísima y bien temperada de Calamaro. Desde ese momento hay unas cuantas interpretaciones que circulan en redes, como la de Personal Fest de 2016, cuando Calamaro reunió a los ex compañeros de banda que estaban vivos.
A instancias de Miguel Abuelo, Los Abuelos de la Nada tuvieron varias reencarnaciones. El germen fue una ocurrencia de Miguel, cuando acompañó a un amigo a una reunión en un sello discográfico. Solo participó de espectador, pero cuando le preguntaron si era músico y tenía banda contestó muy suelto de cuerpo: “Sí, tengo un grupo”. Muchos años después, el cantante contó cada detalle de esos segundos que siguieron: “Mi computadora, que caminaba muy rápido, sondeó el fondo de mi alma y encontró una frase del gran Leopoldo Marechal. (...) Esa frase del libro El banquete de Severo Arcángelo que decía: ‘Padre de los piojos, abuelo de la nada’. Una frase que me pegó mucho. Pintó esa frase, y así como me vino la puse en la palma de mi lengua”.
Claro que aquello había sido la precuela de ese éxito que quedaba perfectamente resumido en el teatro Ópera. Esa primera formación por la que pasaron el baterista Héctor Pomo Lorenzo, los hermanos Micky (guitarra rítmica) y Alberto Lara (bajo), el guitarrista de Manal Claudio Gabis, Eduardo “Mayoneso” Fanacoa en teclados y Pappo, grabó un simple, en 1968, con dos temas. “Diana Divaga” y “Tema en Flu sobre el Planeta“.
Esa formación duró apenas un año. En los setenta Miguel Abuelo vivió en Francia y tras su regreso armó una nueva versión de Los Abuelos de la Nada, la más exitosa, en 1981. Ese combo dejó tres discos de estudio -Los Abuelos de la Nada (1982), Vasos y besos (1983) e Himno de mi corazón (1984)- más el álbum en vivo grabado en el Ópera. A finales de ese año, la partida de Calamaro llevó al grupo a un standby breve que sirvió para reagruparse con otros músicos. En realidad, la banda como tal estaba terminada pero cuando Miguel Abuelo decidió grabar una serie de canciones que tenía escritas, más en plan solista, la compañía discográfica le sugirió que siguiera sosteniendo el nombre Los Abuelos de la Nada. “Costumbres argentinas” está incluida en el puesto 59 de las 100 más grandes canciones de los 80 en español según VH1 Latinoamérica, y aparece en el puesto 14 de las 100 canciones más destacadas del rock argentino. En 2001 formó parte de la banda sonora del unitario de Polka, Culpables. Incluso, una telenovela que se emitió por Telefe entre 2003 y 2004, con Carlos Calvo, Ana María Picchio y María Valenzuela como protagonistas

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jueves, 9 de marzo de 2023

MÚSICA


El hit que Lady Di creyó que estaba escrito para ella
música. “The Lady in Red”, de Chris de Burgh, propició la confusión y luego la amistad
Alejandro RapettiChris de Burgh
“The lady in red” es una balada romántica compuesta por el cantautor irlandés Christopher John Davison, conocido popularmente como Chris de Burgh. Fue lanzada en junio de 1986 como el segundo sencillo del álbum Into the Light y, más allá de que para muchos pueda resultar algo cursi, pronto se convirtió en la canción más exitosa del artista hasta trepar a la cima de los rankings de canciones en todo el mundo y convertirse en la composición insignia de De Burgh.
Llegó a la posición número uno en Canadá, Inglaterra e Irlanda, entre otros países. También alcanzó el número tres en los Estados Unidos durante la primavera de 1987 y sirvió de gran impulso para el álbum Into the light.
Lo que muchos desconocen es que Chris de Burgh nació en la Argentina, en el Policlínico Doctor Luis Chapuis de Venado Tuerto, y que vivió su primera infancia con su familia en la estancia Las Magnolias, en la pequeña localidad de San Eduardo. Hijo del coronel Charles Davison, un diplomático británico, y de Maeve Emily de Burgh, una secretaria irlandesa, su padre tenía importantes propiedades agrícolas y pasó sus primeros años de carrera diplomática entre Malta, Nigeria y Zaire, hasta que terminó estableciéndose junto a su mujer en Argentina. Aquí compró tierras en la zona de Venado Tuerto, donde ya existía una profusa colonia irlandesa.
Así las cosas, el pequeño Chris de Burgh nació y se crio en aquella estancia junto a sus padres y su hermano mayor, Richard, hasta los tres años, cuando su madre recibió la noticia de que se había convertido en heredera de un castillo en Irlanda que había sido comprado por su abuelo materno, el general sir Eric de Burgh, exjefe del destacamento británico en la India y procedente de una distinguida familia normanda.
La noticia los impulsó a dejar la Argentina y regresar a su país de origen, donde restauraron el castillo y abrieron un hotel con 23 habitaciones, que su familia administraba. De esta manera, De Burgh creció entre los círculos más selectos de Dublín, un ámbito muy señorial. Después de asistir al Marlborough College, en el condado de Wiltshire (Inglaterra), se graduó en el Trinity College de Dublín con un master en Artes, Francés, Inglés e Historia. Por entonces, su pasión era tocar la guitarra y componer canciones. En el auditorio del hotel realizó sus primeros shows, hasta que en 1974 inició su carrera como músico profesional y adoptó el nombre artístico de Chris de Burgh. Ese mismo año firmó su primer contrato con A&M Records, y actuó como telonero de Supertramp durante su gira Crime of Century.
Después vinieron infinidad de baladas, hits poperos y hasta payadas en inglés. Los resultados fueron más de 45 millones de álbumes vendidos en todo el mundo, con una considerable presencia en los países de Latinoamérica. También fue el primer artista occidental en dar un concierto en el Líbano, una vez concluida la guerra civil en dicho país.
Pero volvamos a “The Lady in Red”. En una entrevista para el programa de la televisión británica, This is your life, el cantante reveló que la canción había sido inspirada por el recuerdo de la primera vez que vio a su mujer.
“Se hace más fácil cuando conocés a las personas para quienes estás escribiendo las canciones. Pero también es sumamente complejo, porque hay muchas personas en el mundo, y personas muy diferentes que escuchan la misma canción. Yo hago canciones para todos, y las hago lo mejor que puedo, porque creo que una buena melodía puede recorrer el mundo”, aseguró.
Un capítulo aparte merece su relación con Diana Spencer. Lady Di era una declarada admiradora de su música. Se habían conocido en un concierto privado y, luego de terminar su actuación, la princesa lo alcanzó detrás del escenario para agradecerle por escribir aquella canción. Ella estaba convencida de que la mujer de rojo de la que hablaba la letra era ella, porque era así como la llamaba todo el mundo desde que se había casado con el príncipe Carlos de Inglaterra. Era uno de los personajes más mediáticos del momento y era habitual verla en las revistas y en la TV luciendo vestidos de color rojo. El músico se sintió muy halagado por su palabras, pero no tuvo más remedio que confesarle que la protagonista del tema no era ella, sino su mujer, Diane Davison, la madre de sus 3 hijos. A partir de entonces entablaron una relación que se prolongó hasta el trágico final de la princesa. De Burgh no solo asistió a su funeral, sino que en el concierto de homenaje a su memoria le dedicó “The Lady in Red”

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sábado, 25 de febrero de 2023

MÚSICA


Los invitamos a un "ENCUENTRO" muy especial el 4 de marzo a las 20 hs. Lorena Astudillo - sitio oficial -e Ignacio Montoya Carlotto los esperan en CIRCE Fábrica de Arte para disfrutar de un concierto que trata de mucho más que un simple "cruce", es más bien un encuentro de dos senderos recorridos en la vida y en la música. Comprá tu entrada anticipada en: https://www.passline.com/.../encuentro-lorena-astudillo...



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domingo, 12 de febrero de 2023

Buenos Aires Ciudad buenosaires.gob.ar #PuentesCulturales 🌞 Danza, música, cine y series

 

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martes, 7 de febrero de 2023

MÚSICA


“Viernes 3 AM”, un himno de Serú Girán que se hizo en 15 minutos
Según contó Charly García, la canción incluida en el disco La grasa de las capitales fue compuesta en tiempo récord
Alejandro RapettiUna banda que duró sólo cuatro años y marcó al rock local
“Viernes 3 AM”: la canción de Serú Girán en la que un tipo se llevaba el caño a la sien y –apretando bien las muelas– gatillaba no una sino tres veces (“bang bang bang”), para muchos es la crónica cantada más poética y perfecta de un suicidio. Fue incluida en el álbum La grasa de las capitales, de 1979, y luego fue censurada por la junta militar.
De esta manera, comenzaba a controlar lo que se podía leer, decir, hacer y hasta qué música había que escuchar, para lo que se confeccionaron listas negras con los temas que no podían ser pasados por las radios. Algunos artistas fueron prohibidos y tuvieron que dejar el país. Charly optó por un sentido más poético, y así logró la difusión de sus canciones donde apelaba a las alegorías o metáforas y no al mensaje directo.
“La fiebre de un sábado azul / Y un domingo sin tristezas / Esquivas a tu corazón / Y destrozas tu cabeza / Y en tu voz, sólo un pálido adiós / Y el reloj en tu puño marcó las tres / El sueño de un sol y de un mar / Y una vida peligrosa / Cambiando lo amargo por miel / Y la gris ciudad por rosas / Te hace bien, tanto como hace mal / Te hace odiar, tanto como querer y más”, comienza la canción compuesta por García. Y todo ese ambiente oscuro se extiende tanto en la letra como en la melodía. Un pasaje instrumental que incluye un solo de bajo de Pedro Aznar que acompaña los arreglos de Charly al piano y Oscar Moro desde la batería. Es el único tema de la banda en cuya grabación original no participó David Lebón.
A Charly siempre le gustó jactarse de haber creado la canción en apenas quince minutos. Contaba que la había compuesto en su departamento en algún lugar de San Telmo, primero la letra y luego la música. La portada del álbum (también idea suya) es una parodia de la tapa de la revista Gente.
“Es un tema que enseguida atrae al oyente por su melodía. Es una de las composiciones más logradas de García (Charly) en los últimos tiempos. Las palabras hablan de la angustia, de la alienación, de un cambio que nunca llegará, y el trágico final. La canción tiene un irresistible y nostálgico clima porteño, subrayado por los coros y el piano”, fue el comentario de la revista Pelo por entonces.
“Cambiaste de tiempo y de amor / Y de música y de ideas / Cambiaste de sexo y de Dios / De color y de fronteras / Pero en sí, nada más cambiarás / Y un sensual abandono vendrá y el fin / Y llevas el caño a tu sien / Apretando bien las muelas / Y cierras los ojos y ves / Todo el mar en primavera / Bang, bang, bang / Hojas muertas que caen / Siempre igual / Los que no pueden más se van”, concluye el himno creado por Charly, sin dudas uno de los temas más celebrados de la banda.
Antes de que García presentara su primer disco solista, Yendo de la cama al living, en diciembre de 1982, en marzo de aquel mismo año Serú Girán dio una serie de shows históricos en el teatro Obras. Durante uno de los cuatro recitales, mientras la banda interpretaba justamente “Viernes 3 AM”, Charly vio cómo una policía arrastraba a un muchacho hacia la salida del estadio. La banda siguió sonando y Charly dijo: “Si esa mujer que está ahí llevándose gente en cana no se va, no tocamos más, loco. Que se vaya ya esa mina. ¡Vos, largo! Esto es un recital, no una comisaría. Quédense tranquilos, está todo bien, loco. Ustedes pagaron para venir acá. Y nos pagan a nosotros. No podemos estar con problemas”, advirtió el artista. Un comentario que no pasó de largo en un contexto como aquel, con la Argentina en plena dictadura.
Aquel álbum, el segundo dentro de la carrera de Serú Girán, tuvo una muy buena respuesta de la crítica y del público: “El primer año de la banda, la gente no nos dio bola, Pero La grasa de las capitales fue derecho al hueso, te vacuna donde hay que vacunar y te dice lo que hay que decir. Son canciones muy fuertes, letras contundentes y todo el mundo lo entendió. Cambió la respuesta del público”, sostuvo sobre este recordado disco Pedro Aznar, en una entrevista a La Viola.
Se sabe: Serú Giran fue una aventura que duró apenas cuatro años, pero marcó una huella indeleble en el rock argentino. Más allá del éxito de La grasa de las capitales, “Viernes 3 AM” fue uno de los temas más versionados de aquel álbum. El mismo García reinterpretó la canción en muchos recitales; más tarde también lo interpretó Lebón como solista, y Fito Páez lo hizo en vivo más de una vez solo y junto a Joaquín Sabina. Otra versión conocida es la de los brasileños Os Paralamas do Sucesso, incluida en el álbum Hey Na Na (1998), cantada en portugués.
Al cumplirse 40 años de su salida, se realizó la remasterización del álbum. La recuperación de las cintas del catálogo de Music Hall fue realizada por el Instituto Nacional de la Música (Inamu) y permitió una restauración del sonido a partir de las cintas originales.

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lunes, 23 de enero de 2023

MÚSICA DE LOS 90


Prix d’ami:
La historia del reducto rockero de Belgrano que marcó los 90
Mauro Apicella  / rodrígo néspoloLos Ratones Paranoicos en sus primeros años eran habitués de las noches del ya icónico reducto porteño
“La primera vez que estuve en la Argentina fue en 1994, con King Crimson -decía hace algunos años el baterista Pat Mastelotto-. Robert [Fripp] quería que viniéramos aquí. Estuvimos un mes entero, desde principios hasta finales de septiembre, dimos unos conciertos, tomamos una semana de descanso y nos fuimos a grabar al Real World Studio [propiedad de Peter Gabriel]”. A más de diez años del último long play de King Crimson, Tres de un par perfecto, en 1994 su líder rearmó la banda en formato de doble trío: dos guitarras, dos baterías, dos bajos (o stick en su lugar). Fripp junto a su dream team (Adrian Belew, Bill Bruford, Tony Levin, Trey Gunn y Mastelotto), grabó un EP y meses después llegó a la Argentina para preparar lo que sería el álbum completo de esa nuevaformación,thrak.elbúnker de trabajo fue Prix D’ami, de la calle Monroe. Incluso, allí la banda dio algunos recitales, antes de un show en el Teatro Broadway y del posterior regreso a Inglaterra.
“Nosotros teníamos una oficina en el sótano”, recuerda Claudio Barreiro, el dueño del local. “Fripp hablaba desde nuestro teléfono de línea a Londres y siempre dejaba unos dólares para pagar la llamada. Mirá la educación del tipo. Y también me acuerdo que como Prix tenía unos ladrillos de vidrio en el primer piso, él se tiraba a meditar ahí arriba. Se acostaba vestido de negro, una hora y media. Nadie podía subir ni hacer ruido. Ensayaron mucho, fue la vuelta de King Crimson. Hicimos varias funciones. Fue un lanzamiento a nivel mundial”.
Prix D’ami fue un local porteño de música al que siempre se le adosa su ubicación para tratar de determinar la época en que sucedieron las cosas. La dirección exacta nunca fue importante. Siempre en Belgrano, durante la década del ochenta existió el primero, en Arcos casi esquina Monroe, luego el Prix “de Ciudad de la Paz” y, más tarde, durante los noventa, “el de Monroe”.
Los gloriosos conciertos de Fripp y su troupe sucedieron en el de Monroe, que era grande, con capacidad para 1000 personas, bar, restaurante y sala de música en el primer piso. En esos noventa menemistas ya era un lugar conocido por donde pasaban tanto las bandas locales como las extranjeras. Muchas de las que llegaban daban allí un primer paso para luego tocar en espacios más grandes como el Estadio Obras. Pero Prix tiene una historia previa que se puede recordar con tanto (o más) cariño. Fue la de aquel bar que el “Gallego” Barreiro abrió con un socio que no pudo firmar el contrato porque era menor de edad.
“Empecé de muy chico con el Flaco Martín Mezzina. Compramos un barcito, que era un pool, en Arcos y Monroe. Y le pusimos un escenario -memora el Gallego-. Se fue dando como una necesidad en la democracia. La verdad que era para juntarnos entre nosotros. En ese momento Belgrano era un barrio con muchos militares, en cuanto hacías un poco de ruido te caía la cana. La cosa se empezó a dar, no había muchos espacios para tocar. Estaba La Esquina del Sol, Stud [Free Pub] y Prix”.
En el Prix de Arcos tocaban Alphonso S’entrega, Memphis la Blusera, Man Ray, Clap, Fricción, Los Fabulosos Cadillacs o los Redondos. “Con los años explotó, había mucho glamour de rock. Los martes se hacían grandes zapadas. Charly iba siempre a todos los Prix. Caía tipo cuatro de la mañana y se armaban las zapadas. Me acuerdo que un día también cayó Lebón y se armó una de Serú. Pasaban cosas locas”.
Así es como el local quedó chico. El contrato se terminó y los socios emprendieron la retirada hacia un edificio cercano. El siguiente destino fue en Ciudad de la Paz (entre Blanco Encalada y Olazábal). Ese local había tenido pista de hielo y cancha de bowling. La madera del bowling se recicló y terminó convertida en barra y escenario. Por ese tiempo tocaban Los Ratones, Los Violadores y Don Cornelio y La Zona. “Nosotros creamos la marca pero nunca pensamos en que íbamos a hacer un lugar de rock con un business plan.
Solo queríamos un bar para tomar cerveza con amigos”. El nombre llegó desde Amsterdam, porque uno de aquellos amigos, con todo su asombro sudamericano, les mandó una foto desde un café Prix D’ami donde se podía fumar marihuana. En el Prix D’ami porteño, que nada tenía que ver con la cadena europea, nunca se pudo fumar (de manera legal), pero su espíritu tampoco tenía que ver con eso. Al proyecto argento la música lo fue llevando.
Daniel Morano –creador del programa de radio El Tren Fantasma, músico de Alphonso S’entrega y años después productor de Peter Capusotto y sus videos– se asoció con el Gallego. Para finales de los ochenta, Prix ya era un local de culto, con un lugar bien ganado en las guías del Sí de Clarín, el No de Página 12 y la radio Rock & Pop. “En el primero de los Prix, con la banda tocábamos dos veces por semana. Entraban cien personas apretadas. Era un lugar muy copado, de nicho total. Un día el Gallego me propuso hacer otro Prix D’ami. Alquilamos el de Ciudad de La Paz, el que era un bowling. Se sumó una socia e hicimos un lugar que terminó siendo icónico -asegura Morano-. Porque la gente iba más allá de quién tocara”. La gente de a pie y también los músicos, hecho que quedó rubricado con aquella frase de la canción “Fue amor”, de Fito Páez: “lo que hacés y a dónde vas de tu depto siempre a Prix D’ami”.
“Sabían que había ahí un concepto -continua Morano-. Nos fue muy bien, se armó un mundo muy copado. Pensá que en el 83 recién terminó la dictadura y tocar en algunos lugares era la nueva libertad que mucha gente no conocía. Además, aparecía el nuevo rock nacional, impulsado por la Guerra de Malvinas. Lo que sucedió con Prix es que fue un proyecto artístico. Era un club donde el concepto era que sucediera lo mejor. La gente percibía esto y se generó un imán. En cambio, hoy los venues no tiene identidad, son modelos de negocio”.
Y no faltan las anécdotas en la memoria del guitarrista y productor televisivo: el día que Iggy Pop cayó a las dos de la mañana para sumarse a la gran mesa musical del señor García. El día que Pappo zapó con los Alphonso S’entrega o esas noches en las que Charly caía y enchufaba los teclados en el amplificador de guitarra de Morano. “El tercer Prix tenía, abajo, el restaurante y bar, y arriba el lugar para tocar, pero no había camarines. En realidad, existía un espacio muy chiquito. Entonces, como al lado había un taller mecánico de caños de escape, el Gallego le pidió al vecino si podía hacer una puerta. Por eso los camarines terminaron siendo el taller”.
El local de la avenida Monroe tuvo otros ingredientes. “Para la inauguración, Charly tocó y me regaló un disco que hace poco mi hija me dijo que lo venden en Mercado Libre a 50 mil mangos”, dice Barreiro. “El Prix de Monroe, el de los noventa, era tremendo. Habíamos hecho el diseño de todo. De las mesas y la vajilla, con gente como Churba. Había mucha gente joven de Belgrano. Además, creo que abrió un camino porque en Monroe entraban 1000 personas. [el productor de shows y manager] Daniel Grinbank lo tenía como termómetro. Si vos llenabas varias veces seguidas Prix D’ami ya estabas para tocar en el Estadio Obras”.
Por su escenario pasaron Café Tacuba, Titãs, Iggy Pop, La Ley, Os Paralamas Do Sucesso, Albert Collins, Taj Mahal, Mick Taylor, Héroes del Silencio, entre muchos otros. “Llegaban a la Argentina y sus shows de presentación eran en Prix D’ami”. Entre el pequeño primer local en una vieja casona y el último, que se había convertido en plataforma para tantas bandas locales, quedaron muchas historias. Para el “Gallego” la época del primer local es la que le genera más nostalgia, aunque cada uno tuvo sus perlitas. “En Arcos éramos una familia. Ahí se conocieron Morano y María Carámbula. Y después nació Catalina Morano. Cuando Fito Páez hizo El amor después del amor no tenía donde dormir y me pidió el lugar para ensayar. Después de ese éxito me regaló un show en el local de Monroe. Puso el escenario en el medio y fue alucinante. Antes no había una cosa de show business. No importaba tanto la plata. Claro que había plata de por medio y trabajábamos a porcentaje. Los Divididos tocaban viernes y sábado, metían 990 personas y hacían shows de tres horas”.
De una zapada de Charly García y músicos de su banda salió un disco no oficial. El registro informal terminó copiado en CD y sirvió de invitación, con la gráfica de Prix D’ami, para la apertura del último local. Por supuesto que el que inauguró la sede de Monroe fue Charly.
En Youtube se puede encontrar un video con un fragmento de una de las emisiones de Rocanrol, programa que en los primeros años de la década del noventa conducía Antonio Birabent. Allí se ve parte de un recital de Charly en Prix D’ami de julio de 1993, donde presentó a su nueva banda. En el backstage, un joven Zorrito Von Quintiero fue categórico con sus definiciones, de absoluta trasnoche, y se puso en la piel de presentador de televisión: “Vos te preguntarás: ¿Todo esto que vi es cierto? Posiblemente haya algo de ficción, pero no dudes de que algunos de los personajes que nos acompañaron, existen. Y vos te los podés encontrar en cualquier discoteca. Entrar al mundo del rock no es fácil. Yo me sentí como en familia”, bromeaba. “Lo que nunca pude hacer es que las bandas tocaran temprano”, repasa Barreiro. La ventaja es que esas trasnochadas otorgaban grandes anécdotas. “Las zapadas de Charly son, lejos, los mejores recuerdos”. Fueron pocos los que tuvieron la suerte de ver allí zapar a los músicos de Iggy Pop o parte de los Red Hot Chili Peppers con García. Guillermo Vilas y John Mcenroe también tocaron, cuando el gran Willy dejó por un rato la raqueta y grabó un disco. Fito Páez a veces actuaba con seudónimo. ¿Por qué terminó? “Porque el negocio había cambiado y uno se había quedado afuera”, confiesa el Gallego.

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sábado, 21 de enero de 2023

MÚSICA


Qué hay detrás de las tres canciones más escuchadas de la semana.
Sebastián Chaves
La semana de lanzamientos estuvo marcada por tres canciones de figuras pop, tanto locales como internacionales. Shakira con su BZRP Session (el mayor espaldarazo internacional para el productor argentino hasta el momento) se llevó gran parte de la atención con su diatriba hacia Piqué, pero también Tini y La Joaqui se anotaron una colaboración importante con el DJ Steve Aoki. Mejor sola que mal acompañada, Miley Cyrus entregó “Flowers”, el primer adelanto de su próximo disco, que publicará en marzo. Aquí un repaso por cada uno de esos lanzamientos:
SHAKIRA Y BIZARRAP: BZRP MUSIC SESSIONS VOL. #53 
Desde “Si te vas” a esta parte, las canciones post fracaso amoroso han sido parte nodal en la obra de Shakira. Por otro carril, desde 2010 hasta ahora, Shakira incluyó su relación con Piqué como temática de varios de sus éxitos. La aparición del futbolista en el videoclip de “Waka Waka” había marcado el camino, que incluye temas como “Loca”, “23” y “La bicicleta”, todas mientras la pareja se encontraba conformada, hasta que “Te felicito” y “Monotonía” inauguraron la saga dedicada a la ruptura. Así las cosas, la BZRP Music Session #53 parece ser el epítome de su descargo y el punto de contacto entre el canon de despecho y el canon Piqué de la obra de Shakira. Directo y sin vueltas, la colombiana ataca a Piqué y su actual pareja Clara Chía Marti en una suerte de tiradera pop con la narrativa del hip hop y el freestyle.
Y tal vez allí residan las mayores flaquezas del tema. Lejos de la narrativa de pop confesional que tan bien supo manejar, Shakira se pega a la lógica del punchline, la frase corta y concisa que queda como slogan a replicar en discusiones sobre chimentos, videorreacciones y todo el ruido en redes sociales. “Las mujeres no lloran, las mujeres facturan” es el verso de cabecera de la canción, para la que Bizarrap propone un sonido pop desde el beat, el sampleo a Daft Punk y los varios efectos de voz sobre el reconocido falsete de la cantante. Pero todo queda con gusto a poco cuando Shakira juega con la ostentación de marcas para hacer metáforas sobre su persona y Clara Chía Marti. Las dicotomías del Rolex versus el Casio y la Ferrari versus el Twingo parecen sacadas de un minuto de freestyle mal pensado y fácilmente rebatibles en una improbable respuesta de su contrincante. Tal vez sin que ese sea el efecto deseado, Shakira se aleja de la identificación con lo popular) y la valoración del Casio y el Twingo vía redes & memes terminaron por confirmar que el tiro le salió por la culata.
TINI, LA JOAQUI Y STEVE AOKI: “MUÑECAS” 
Al contrario de la rivalidad de marcas propuesta por Shakira, el junte TINI y La Joaqui apuesta a la pluralidad. A la lluvia de Moët (un champagne de cierto prestigio) se le suma la invitación a tomar Fernet en el reggaeton “Muñecas”, una oda al amor lésbico con los opuestos complementarios como columna vertebral del tema que tiene como productor estrella al DJ estadounidense Steve Aoki. “Vos tan buena, yo tan mala, juguemos al yin y al yang” rapea La Joaqui en su parte para que TINI se haga cargo de las incursiones más melódicas, como si allí también se jugaran los opuestos que ambas plantean para la pista de baile. El punto en común: el perreo.
Si retomamos la sociedad Shakira - Bizarrap, acá también tenemos una inversión: DJ extranjero y cantantes locales. De fondo, Aoki (que ya remixó a Paulo Londra y tuvo su momento de oportunismo argentino en Lollapalooza 2019 cuando subió con una camiseta de Boca) planta la clave de reggaeton con algunos guiños a la milonga y un desplazamiento tímbrico del beat para que tenga también una pátina pop marcada. Entre la infinita inclusividad del pop, las peleas con facas y las visuales lujosas proponen un camino ya muy recorrido pero que no por eso pierde efectividad. Como los elementos (musicales y líricos) no se ponen en tensión, no hay contradicción posible. Todo está nombrado y cada escucha hará propia su parte. Después de todo, TINI y La Joaqui, ambas con pasados muy distintos, le cantan a “las que están solteras y las que no también”.
MILEY CYRUS: “FLOWERS” 
¿Se acuerdan de Miley Cyrus rockera? Fue hace menos de un año y hasta la vimos en vivo en Argentina, homenajeando a Debbie Harry y a Dolly Parton con aires de Joan Jett. Bueno, ahora volvió al pop. No al pop desaforado de su adolescencia sino a uno en sepia, con cuerdas, fraseos suaves y vestigios setentosos. Pero que le haya bajado alglit terno quiere decir que vaya am en os. “Flowers” es una canción de empoderamiento tan sutil como consolidada. Acá no hay lugar para el despecho, hasta avisa que perdona las mentiras de su ex, pero sí hectáreas de autoconciencia y valoración. Puede comprarse flores, escribir ella misma su nombre en la arena, salir a bailar sola y, sobre todo, amarse mejor.
“Flowers” es, además, el primer adelanto de Endless Summer Vacation, su próximo disco de estudio, a editarse el 10 de marzo de este año. Como una canción disco lenta y espesa, la base de bajo lleva el swing hasta que el bombo en negras aparece como pedido y sugerencia de remix. La voz de Miley Cyrus muestra variantes pero sin irse a los extremos. Se la escucha en un registro medio casi de lady crooner, en un estribillo susurrado con superposición de pistas vocales y hasta amagando una carraspera para enfatizar algunos versos. Sin feats y sin grandes declamaciones, Miley armó “Flowers” con el encanto melódico de siempre pero con el ropaje de quien ya pisó los 30 y sabe mirar hacia atrás y adelante, porque así se piensa el pop para sonar en presente. 

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martes, 5 de junio de 2018

AMIGOS DE LA UNIVERSIDAD DE TEL AVIV.......MÚSICA EN AMIJAI



AMIGOS DE LA UNIVERSIDAD DE TEL AVIV

Adhiere a la gala de cierre del Tercer Encuentro Latinoamericano de Música Judía Zamir 2018 en AMIJAI

NOA EN CONCIERTO

13 Y 14 de Junio 20.30 HS

Entradas en venta: www.tuentrada.com/amijai

Más información: zamirlatinoamerica.wordpress.com/ 4254-9100

jueves, 10 de mayo de 2018

¿ SERÁ LA MÚSICA LA VOZ DE DIOS?


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Más que en cualquier otro arte, es en la música donde encontramos una insinuación de trascendencia. La idea romántica de la "música absoluta" no se refiere solamente a la música que renuncia voluntariamente a la palabra, sino que indica sobre todo un pasaje de acceso a lo absoluto, la evidencia de una aspiración. La música rodea lo indecible en vez de aferrarse a lo "dicho". La música es ese lenguaje más allá del lenguaje.
Daniel Barenboim hizo una vez una observación insoslayable sobre este punto. "Hay una cosa que la música tiene en común con la religión: la búsqueda del Uno. Música es cuando todos los elementos musicales entran en una unidad". La frase, como pasa siempre con Barenboim, es muy perspicaz y tiene los pies sobre la tierra, y eso quiere decir que no se sale de la realización musical en su sentido bien material. El Maestro se pone siempre en guardia contra los abusos metafóricos o las sobreinterpretaciones anecdóticas que tienden a escuchar la obra como un efecto de la vida. Para él, cualquier cosa que digamos de una música dice más de nosotros que de la música misma. "Lo único explicable de la música es su inexplicabilidad", me dijo.
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Pero la trascendencia sigue allí como interrogación, y esa pregunta intentaron responder, por un lado, Michael Marissen en su libro Bach &God (sin traducción al castellano) y, por el otro, Fernando Ortega en El Dios de Mozart. El Mozart de Dios, recién publicado por Agape.
Según Marissen, los musicólogos ignoraron o malinterpretaron una fuente privilegiada, que de tan a mano pasa inadvertida: su ejemplar de la Biblia de Calov (la traducción alemana de Lutero con los comentarios de Abraham Calovius). Ya en La música en el castillo del Cielo, el director John Eliot Gardiner había anotado que "Bach comprendió que cuanto más perfectamente realizada fuera una composición, conceptual e interpretativamente, tanto más Dios es inmanente en la música". Marissen no está acuerdo. Un luterano como Bach, dice, habría condenado como un pecado de idolatría cualquier noción de que una pieza de música fuera o pudiera convertirse "en la esencia de Dios". Marissen revisa a fondo los libretos de las cantatas, pero va más allá y encuentra atisbos cristológicos incluso en La Ofrenda Musical, de Bach, puramente instrumental.
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Pero aquello que parece muy claro en el luterano Bach lo es menos en el católico Mozart, aunque, hay que decirlo, uno y el otro nos dejaron ejemplares de sus Biblias muy manoseados de tanto leerlos. Es por eso que el estudio de Ortega resulta tan valioso. El Dios de Mozart. El Mozart de Dios debe ser leído como un díptico. Para el teólogo Gerardo Söding, se trata del doble movimiento de "inspiración" y "aspiración". Ortega no deja ningún rincón sin explorar y su libro es extraordinario por la manera en la que despliega la experiencia mozartiana de la fe católica no solamente en sus misas (la de Coronación, la en Do menor, el Requiem) o en el Ave verum corpus, sino también en las óperas y en piezas menos frecuentadas como el Adagio en Si menor. En la charla informal después de la presentación, el maestro Guillermo Scarabino hizo una recomendación de la mayor sensatez y que conviene a cualquier lector: buscar el disco o la partitura de cada pieza que nombra Ortega.
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Söding contó otra anécdota. András Schiff tocaba en Roma alguna (o algunas) sonatas para piano de Beethoven. Hubo una sola pieza fuera de programa y era un preludio del primer libro del Clave bien temperado. Cuando Schiff terminó, se abrió el claro del silencio. Lo rompió una sola palabra del público: "Grazie!". Ni "Bravo!" ni un aplauso. "Grazie!". Y hablando de gracias, una frase que Benedicto XVI dijo en 2006: "Oyendo la música de Mozart, queda en mí un agradecimiento porque él nos haya regalado todo esto, y un agradecimiento, porque esto le haya sido regalado a él". Démosle también las gracias a Ortega por dejarnos leer la oculta religiosidad mozartiana.

P. G.

miércoles, 4 de abril de 2018

HABÍA UNA VEZ....


Un antídoto contra la soledad

Hay hogares sin libros. En otros, la cocina es menos que un lugar de paso. Están aquellos en los que faltan mascotas, plantas o cuadros. En mi casa no había instrumentos musicales. Tampoco en casa de mis abuelos. Ni en las de mis antepasados, hasta donde se tuviera memoria. Discos, libros, perros, gatos, plantas y la cocina incivilizada de mi abuelo gallego. Pero no instrumentos. Ni siquiera las casi obligatorias seis cuerdas. Nada.
Eso empezó a cambiar en algún momento de 1853, cuando un inmigrante alemán llamado Rudolph decidió fundar su propia compañía en Cincinnati, Estados Unidos. La bautizó con su apellido, Wurlitzer, y al principio se dedicó a importar instrumentos de su país. En 1880, tras ganar cierta notoriedad, se puso a construir pianos. Casi 80 años después, en 1959, lanzó su primer órgano electrónico, el modelo 4100.
Uno de esos gigantes gentiles llegó al país y ofició de atracción exótica en una sala de estar porteña. Hasta que, en otra curva cerrada del destino, esa familia decidió emigrar a Estados Unidos. El 4100 pesaba 100 kilos, así que costaba mucho menos comprar otro allá que pagar un flete. Pero nadie se mostró interesado en un artilugio que pare cía salido de un teatro o una iglesia. Excepto un amigo de esa familia -mi padre-, que reparó menos en el doble teclado y la pedalera para bajos que en el precio de ganga. Su plan era venderlo a un valor mucho más alto y saldar así parte de la hipoteca que pesaba sobre nuestro antiguo caserón.
Recuerdo el día que aquella maquinaria ingresó, fascinante y misteriosa, como el hielo de Aureliano Buendía, por el zaguán de baldosas adornadas. Fue depositado con pompa en el estudio de mi padre, que, para redondear el golpe de efecto, lo encendió. Una solitaria lucecita color rosa viejo se iluminó junto al interruptor. Sin poder evitarlo, toqué una nota con el dedo índice y por primera vez en mi vida oí algo que no salía de los discos o la radio, sino de mis propias manos. Como la existencia suele reservarse paradojas burlonas, mi padre me administró un chirlo y decretó:
-Esto no se toca. Es para vender.

Sin embargo, cada día, cuando regresaba del trabajo, encontraba a su desobediente primogénito de nueve años concentrado en las teclas. Imagino que intuyó mi enamoramiento y no se animó a vender el 4100. Más tarde, mi hermano, el único verdadero músico que dio la familia, se convirtió en mi compañero de la banda infantil que desvelaba sin piedad las siestas, excepto cuando había fútbol. Hoy nuestros hogares están atiborrados de instrumentos. ¿Y el Wurlitzer? Por supuesto, todavía vive, algo disfónico, conmigo.
Hace unos días, mientras trabajaba en mi huerta, vi a un chico de unos 15 años caminando hacia la laguna. Se sentó y sacó un instrumento. Le pregunté, de lejos, si era un ukelele.
-Sí. ¿Lo querés probar? -me preguntó, entusiasmado.
Obvio que fui, y estuvimos hablando de música un largo rato. Con más de 40 años de diferencia, pudimos entendernos gracias a los acordes de las cuatro cuerdas de su ukelele. Al despedirnos, me di cuenta de que no sabía su nombre.
-Santino -me respondió. Le dije el mío, nos dimos la mano, y entendí que había aprendido una lección.
La música conduce a un paraíso personal. Pero solo funciona si los chicos tienen acceso a los instrumentos. Ese primer contacto le cambia a uno la vida. Guitarras, teclados, ukeleles. Son instrumentos de paz que construyen un universo interior más rico y más feliz. No importa si vas a ser estrella de rock, médico o chef, son un antídoto contra el dolor y la soledad, y contra toda violencia. Un chico nunca vuelve a aburrirse si lo dejamos entenderse con las cuerdas o las teclas. Luego tal vez estudie el pentagrama. Es lo de menos. Santino se junta con sus amigos a crear y recrear. Están aprendiendo un idioma que ya no habrá de abandonarlos y que todos, hasta los adultos, pueden entender.

A. T.

lunes, 19 de marzo de 2018

UNA SALIDA MEMORABLE


Museo Santa Felicitas
Con vino y música en vivo.
Este mes, una noche de Tango en el Templo, con Norma Demi y Marga Ponce de León.
Sábado 24/03 a las 20hs
Pinzón 1480, Barracas
Solo con reserva: visitasguiadas@santafelicitasmuseo.org.ar

sábado, 21 de octubre de 2017

UNA VIDA HECHA EN PENTAGRAMAS Y CLAVES DE SOL

De niños, con mis hermanos tuvimos una formación muy centrada en la música clásica, tocando instrumentos y cantando en un coro, leíamos pentagramas y asistíamos a conciertos.
Desde que nacemos somos indefectiblemente formados y moldeados por la erosión de los días entre sonrisas y lágrimas, fundidos en una estampilla que lleva nuestro nombre, aliento e impronta para siempre. Una suerte de ADN del alma.
En el camino miles de señales nos hacen elegir, discernir, apreciar, distinguir cada gesto y reflejo que forma nuestra individualidad. Una verdadera fotografía tan pura e inequívoca de carne, alma y decoros. Así, vamos dejando los hermosos rastros de nuestro hacer, que incluyen golpes, arrebatos, confusiones, dudas y largos silencios.
Ayer, al sentarme en un avión que me llevaría de Marsella a Londres, me encontré con mis ojos llenos de lágrimas. Había pasado una semana cocinando con las deliciosas verduras, frutas y hierbas de la región en mi restaurante. Ya dentro del avión vi pasar una pareja joven de millennials que se sentó cerca de mí. Ella, ligeramente bonita, estaba perdida dentro de un par de auriculares escuchando música o un podcast; él estaba tan compenetrado escribiendo en su teléfono que parecía no darse cuenta de que estaba con ella.
En ese momento recordé que en mi teléfono tenía algunas listas de reproducción de música y decidí imitarla. Por la ventana de la primera fila veía los reflejos del sol de Provenza que, como siempre, me había recibido con sus augurios de sol y las mejores sonrisas de cocineros, mozos y clientes. Al elegir una lista que compilé hace unos años bajo el nombre Vida me di cuenta de que la música que escuchaba a los 13 años fue la que me dio la verdadera esencia de libertad que luego rigió mi vida.
 Aquellos acordes y voces que van de Joni Mitchell a Bob Dylan y Jimi Hendrix, pasando por Crosby, Stills, Nash & Young, Sui Generis, Vox Dei o Simon & Garfunkel,entre muchos otros, fueron quienes elevaron mis sueños a un lugar tan ajeno al mundo en que vivía; incitándome a una búsqueda no muy académica que ha continuado por casi cinco décadas. Cierto es también que en aquella edad tan temprana es fácil abrazar sentimientos que completan las muchas dudas que riñen todo lo establecido, echando por tierra mandatos y siguiendo una intuición que nos deja de a pocos en gloriosos paraísos y de a muchos en interminables tormentas.
A veces me sigo preguntando cómo algunas centenas de canciones pudieron lograr tal impacto en mi formación y acompañarme durante tanto tiempo, llenando otra vez mis ojos de lágrimas a mis casi 62 años.
Todo esto me hizo pensar en lo mucho que esta música me ayudó a formar, cruzar puentes, volver a empezar tantas veces, cuando la adversidad parecía querer llevarse las cosas que amaba.
En ese momento, sentado allí, me di cuenta de que mis lágrimas estaban homenajeándo a cada uno de ellos, al flower power que hizo poner de pie a toda una generación que defendió la no violencia y el amor libre, cuestionando todo lo establecido. Fue entonces cuando comenzó a sonar la primera canción: Both Sides Now, de Joni Mitchell. Me trasladó al exacto mismo lugar que ocupó siempre dentro de mí. No eran lágrimas de tristeza, más bien un grato reconocimiento a una vida plena y, sobre todo, a la emoción de reconocer a los músicos que me otorgaron aquel pasaporte para viajar con mucho esfuerzo hacia la vida que elegí.
Dos horas más tarde nada había cambiado: ella se había dormido sobre su hombro y él aún continuaba escribiendo. Por mi parte, sentía una paz extensa y llana. Mientras caminaba enérgicamente hacia Migraciones, en mis auriculares sonaba Muchacha ojos de papel, de Luis Alberto Spinetta.

F. M.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

TECNOLOGÍA; APPS GRATIS....MÚSICA CON LA TABLET


15 apps gratis para hacer música con la tablet
Y algunas más de yapa. También un par de programas comerciales; entre otros, la que creó el gran Jordan Rudess, de Dream Theater
No sé si es cierto, como aseguraba TechCrunch en febrero del año último, que las tablets han muerto. Pero el objeto mágico de Steve Jobs se ha transformado en un anotador carísimo (se lo ve mucho en la tele) o en una notebook muy limitada. Pensaba en eso el otro día, mientras volvía a ensamblar mi estudio MIDI, mudado dos veces en los últimos 18 meses, y entonces caí en la cuenta de algo. Hay un espacio donde las tablets se han ganado un lugar de honor: la música.
Tanto, que Jordan Rudess, uno de los tecladistas más destacados de la escena del rock progresivo, de formación clásica, pero con un hambre tecnológica insaciable, ha creado su propia app, un instrumento musical increíble, del que hablaré en un rato.
La cosa es que mientras nunca logré que mi tablet se impusiera en ninguna de las cosas que normalmente hago con las computadoras y smartphones (escribir, leer, ver cine, oír música, editar fotos y video, redes sociales e Internet en general), me resulta indispensable en mi modesto estudio MIDI.
Como ocurrió en otra época con Atari y, sobre todo, con Apple, la marca de computadoras asociada con la música sigue siendo la de la manzanita. La iPad es la herramienta que eligen los profesionales.
Ahora, si como es mi caso, tenés una tablet con Android, a no desesperar. Han ido mejorando su velocidad de respuesta -que durante años fue su talón de Aquiles- y la oferta de apps aumentó en consecuencia. Hoy, con unos 50 o 100 dólares se pueden adquirir programas excelentes.
OK. Entendí. Más bien tenés ganas de jugar un rato o aprovechar las vacaciones de invierno para que tus chicos hagan algo más creativo que mirar videos en YouTube. Ahí vamos. Prometido, todas las apps que propongo aquí (en algunos casos las vengo usando desde hace años) son gratis. Todas, excepto una. Y, si te gusta hacer música, te garantizo que no vas a dudar un instante en invertir los dos dólares que esa app en particular cuesta. La dejaré, claro está, para el final.
Dos asuntos antes de ir a la lista. Primero, hablamos recién de niños. Bueno, algunas de estas apps pueden ser muy, pero muy divertidas para un chico. Y también pueden resultar muy, pero muy bochincheras. Por ahí no está mal tener auriculares a mano.
Segundo, hay en la tienda de Apple 3 millones de apps. Seguro que conocés otros programas de música que están buenos, son gratis y no piden permisos absurdos. En los comentarios podemos completar esta lista de recomendados.
ORG 2017
Simula una estación de trabajo y, no me pregunten cómo, sus autores lograron poner en una pantalla ínfima muchísimos controles y opciones. Tiene varios formatos de teclados, joystick y cinta, conexión MIDI y una decente oferta de sonidos y ritmos, que puede ampliarse por alrededor de 72 pesos.
En un teléfono, es perder el tiempo. ORG 2017 pide a gritos una tablet de 10 pulgadas como mínimo. El teclado MIDI externo no está en absoluto de más, porque tocar el piano en un display es como tipear textos largos en la tablet. Inviable.
La app sufre algunos problemas al momento de comprar sonidos y ritmos adicionales, aunque a la larga funciona. Pide, lo mismo que la serie G-Stomper que cito más abajo, acceso al teléfono; muy probablemente esto es para detenerse en el caso de que entre una llamada, pero se trata de un permiso sensible. El fabricante (Sofeh Sunrise) tiene en su sitio un programa similar, pero para Windows. ORG 2017 parece derivado de aquél.
ORG 2017.
Plasma Sound
La instalé hace mucho y no se actualiza desde 2012, pero sigue siendo una app extraordinaria. Se trata (como la de Rudess) de un programa creado para una banda real, Shy Guy Says. Obra de R. J. Marsan, es de código fuente abierto y se trata, en rigor, de una nueva clase de instrumento musical. Al revés que ORG 2017 o los innumerables pianos y sintetizadores que hay para Android y iOS, Plasma Sound se olvida de los teclados tradicionales y transforma la pantalla táctil en un nuevo medio de expresión. Suma a esto un vistoso despliegue de efectos visuales para un resultado no sólo sorprendente, sino innovador e hipnótico. Incluye un secuenciador. Imperdible.
G-Stomper Rhythm
La serie G-Stomper, de Planet-H, tiene varias apps musicales, algunas comerciales y otras gratis, como Rhythm, que, como indica su nombre, es una máquina de ritmos. Clásica, nada nuevo en este sentido, pero bien completa. Se pone densa con los avisos por momentos. Menos ambiciosa, aunque más fácil de usar y con varias máquinas de ritmo clásicas preseteadas (Roland TR-707, 808, 909 y 606; Korg R-55, Casio RZ-1, Yamaha RY-30, batería de rock y de pop y hasta la Commodore 64), Drum Machine es una buena alternativa. Ofrece un secuenciador sencillo.
G-Stomper Rythm.
Ethereal Dial Pad
Inspirada en el Theremin, aunque en este caso hay que tomar contacto con el instrumento, Ethereal Dial Pad hace muchísimo tiempo que está en la tienda de Android, y sin cambios. Sigue siendo, sin embargo, de las más interesantes y originales. Tiene la onda de Plasma Sound, pero sin multitoque (o sea, es monofónica), por lo que es más fácil de usar. Se recomienda mantenerla lejos del alcance de los niños. Sé por qué lo digo.
Ether Pad
Subiendo rápido en mi ránking está Ether Pad (a veces aparece como Ether Surface), que también usa la pantalla táctil como una forma innovadora de controlar el instrumento musical. Pero en este caso tiene más opciones, es más versátil y ofrece multitoque. Necesita ampliarse, sobre todo en los timbres, pero vale la pena probarla. Semejante, con algunas opciones adicionales y una interfaz verde que a uno le dan ganas de salir corriendo, está Saucillator.
Oval Synth
Una de las posibilidades que da una pantalla táctil es la de explorar nuevas formas de ejecutar los instrumentos. Oval Synth es un excelente ejemplo de cómo apartarse del teclado tradicional y obtener muy buenos resultados. trae toneladas de sonidos y ya está entre mis favoritas.
Otra, también interesante, es Sphere Tones. Todavía le tengo que tomar la mano.

Oval Synth.

Sphere Tones.
Sintetizadores
Hay docenas de sintetizadores en las tiendas de apps. En general, existe una relación inversamente proporcional entre lo divertido de la interfaz y la calidad del instrumentos. Los que más me gustan son:
* EasySynth, austero, pero repleto de opciones.


* Common Analog Synthesizer y Common FM Synthesizer; ambos con interfaces simplísimas, pero con un trabajo estupendo al emular sintetizadores analógicos (como los Moog, digamos) y de FM (como el Yamaha DX-10), respectivamente.
Common Analog Synth.
* SynPrezFM, otro sintetizador por síntesis de FM, pero esta vez con 1024 sonidos ya programados, arpegiador y varias opciones más. Tiene (qué casualidad) una interfaz sencilla que pide a gritos una pantalla grande. Ofrece un Modo Experto -un agujero negro de tiempo para los que programamos sintetizadores- y conexión MIDI.
SynthPrezFM.
* ModSynth es del mismo autor que EasySynth, pero en este caso se trata de un sintetizador modular. Pese a que viene con algunos instrumentos ya preparados, su potencial se despliega al crear nuestros propios sonidos. Requiere, sin embargo, de algunos conocimientos técnicos. Otro modular altamente recomendable es SunBox; vale mucho más que su precio de 5,99 dólares.
* DRC es un sintetizador polifónico con buenas opciones y, otra vez, una interfaz sin adornos, pero efectiva.
Ready to rock!
Quedan en mi lista (antes del plato fuerte que prometí al principio) tres representantes de nuevas formas de creación musical. Esto es, aquellos instrumentos que combinan sonidos y fragmentos preparados de antemano.

Drum Pads 24.
Una es Drum Pads 24 y su prima todavía más percusiva, Electro Drum Pads 24 (en rigor, esta serie tiene varias versiones). La otra, Music Maker Jam. Con diferentes estilos visuales, ambas permiten crear música en muy poco tiempo. Y en tercer lugar, por lo que me pareció, muy prometedora, RemixLive.
Remix Live.
Desde la perspectiva tradicional, estas apps pueden caer en el prejuicio de "esto no es hacer música". Disiento. En mi opinión, cualquier cosa que acerque la creación musical -especialmente a los a los más jóvenes- es beneficiosa. Después verán si siguen el conservatorio o si estudian cualquier otra cosa. Será tema de una columna, tal vez.
MorphWiz
Y finalmente, con ustedes, la app que Jordan Rudess usa en el estudio y en vivo, la que ha ganado los premios Mejor App para Hacer Música de la revista Billboard, el premio Mejor App de Todos los Tiempos para Hacer Música (eso suena exagerado, muchachos) y que fue uno de los elegidos del editor de la revista Electronic Musician: MorphWiz. Fue creada por el músico junto con el programador Kevin Chartier y es algo así como un Plasma Sound recargado y muy profesional. Con una buena pantalla, algo de conocimiento de música y bastante experimentación, MorphWiz da resultados extraordinarios. Aquí, una muestra más que elocuente, ya que la interpretación combina instrumentos separados por casi 250 años.
MorphWiz, la app para crear música de Jordan Rudess, el tecladista de Dream Theater, y el programador Kevin Chartier.
A. T.