jueves, 20 de abril de 2023

MÚSICA


“Costumbres argentinas”: Andrés Calamaro reflexiona sobre este himno del rock argentino, a casi 40 años de su estreno
MÚSICA. Mañana se presentará una nueva versión de “Costumbres Argentinas”, de Los Abuelos de la Nada, y el músico cuenta su génesis y las anécdotas que rodearon a la canción

Mauro ApicellaEl compositor y su frondoso ecosistema de inspiración
“Vamos a cantarles un estreno, ya el segundo estreno. Se llama ‘Costumbres argentinas’ y dice así”. Las voz todavía juvenil de Andrés Calamaro era la antesala a este tema que se transformaría en un hit de Los Abuelos de la Nada y de su carrera como compositor. Desde aquellos conciertos que la banda capitaneada por Miguel Abuelo había dado en junio de 1985 en el teatro Ópera (funciones que quedaron resumidas en el primer disco en vivo del grupo), esa fue la versión oficial de la canción. Nunca tuvo, en la voz de Andrés, una versión de estudio. Sin embargo, fue suficiente para coronarla como uno de los clásicos del rock argentino que ha perdurado, y que vuelve, en diferentes formas.
“Lo grabamos en vivo en el Teatro Ópera, luego Miguel presentó Cosas Mías, un disco en donde no participamos la totalidad de los integrantes de aquella formación operística. Tampoco pensé en incluirlo en otro disco fuera de Los Abuelos. Creo que fue una decisión correcta; o una indecisión honorable”, dice Andrés Calamaro, cuando vuelve su mente sobre aquel tiempo.
Ahora ya hay una versión oficial de por qué Andrés nunca la grabó en estudio y muchas versiones extraoficiales que podrían conformar a los lectores. Una podría ser que, lo que suena en aquel álbum de Los Abuelos de la Nada es tan potente que no fue necesario apelar a rectificaciones ni nuevas miradas.
“Muerdo el anzuelo y vuelvo a empezar de nuevo”, pronuncia ese joven Calamaro que ya venía esparciendo su talento desde la década anterior. “Tengo en la mano una carta, para jugar el juego cuando quieras. Caminando, caminándote, mi calle que quizás yo pueda cambiar. Esperando, esperándote, costumbres argentinas de decir: no”.
¿En qué estaría pensando, con sus 24 años? “En aquellos años, luego de la enjundia estética musical de los setenta, referirse al amor o a la patria consistía en una ironía casi sarcástica, no era el país de ‘Muchachos (nos volvimos a ilusionar)’, éramos contemporáneos a los gobiernos militares, comedores de LSD y oyentes de música de vanguardia. Tampoco hacía falta pensar mucho, éramos ‘nosotros, envase y contenido’. Una melodía cristalina ya suponía un arrebato de micro terrorismo estético. Habíamos fumado toneladas de rock sinfónico y jazz rock, escuchado letras en inglés -que no hablamos coloquialmente- y Artaud de Luis Alberto (Spinetta). Usar rimas redondas, cantar canciones de apariencia sentimental o recurrir a determinadas palabras de uso periódico, era algo contracultural, la malversación de los códigos. Del barro que se subleva”, sostiene Calamaro.
La gramática del tema es muy particular, porque parece que realmente tuviera dos interlocutores al mismo tiempo: “La primera persona singular es prohibitiva en el periodismo y la literatura hasta donde yo sé -reflexiona-, pero en las canciones sirve a la transferencia del yo mismo y ahora mismo. Los oyentes públicos sienten y cantan estas canciones desde su propia perspectiva personal; el cantante y los autores se diluyen en la conciencia del pueblo escuchando una canción. Uno que escucha ‘muerdo el anzuelo’ siente que esta mordiendo su propio anzuelo. Los porteños hacemos de Buenos Aires una primera persona del singular desde el tango y mas allá la inundación”.
Hay otro juego interesante: “El problema es otra vez la situación, cada vez peor del corazón”. Cualquiera que no viva en la Argentina quizá no le encuentre ese doble sentido. Esa ambigüedad. Sentir que cuando habla de “problema y situación” se refiere a una sociedad y cuando escribe “corazón” la referencia es de algo más individual o personal.
“En todas partes entienden las ‘situaciones cada vez peores’ ya sea un doble o un único sentido, el personal sentimental o el plural social. No somos tan distintos, por ende ni mejores ni peores. En las canciones de rock la persona interior y el individuo social plural suelen ser una misma cosa. El ‘Johnny’ de Chuck Berry es el individuo y su raza frente a la nación que le oprime y disminuye. En la literatura, la cucaracha Gregorio de Franz Kafka no es un insecto literalmente, es una minoría étnica o social. Cucaracha como forma despectiva de llamar a los desclasados en Europa en una situación cada vez peor”, agrega el autor.
Y “morder el anzuelo”, con la fuerza que tiene ese primer verso, parece responder a una cuestión idiosincrática que nos sigue interpelando como sociedad, casi cuatro décadas después.
“‘Morder el anzuelo’ está en el texto idiosincrático de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, en ‘Esa estrella era mi Lujo’ : ‘Mordí el anzuelo una vez más, siempre un iluso’ -explica Andrés-. Consiste quizás en un código rockero existencial. Como concepto nos sigue interpelando porque queremos tropezar dos o más veces con la misma piedra, por lo visto”.
Otro de los detalles del tema radica en las “costumbres argentinas de decir: no”. “Quizás entonces estaba queriendo expresar que ‘en este país van a negarme toda la vida’ o , dicho por Atahualpa Yupanqui, ‘pueden negarte y burlarse los otros, desconocerte el mundo, empobrecerte el medio (…)’. En otros términos, el ‘no’ fácil es recomendable apostolado feminista. Support your local musician and respect wimin’”.
Un éxito cantado
Promediaba la década del ochenta y Los Abuelos de la Nada venían de dar en el blanco con discos y canciones. Y ese concierto era el cierre no anunciado de una época gloriosa de la banda. Gustavo Bazterrica había sido reemplazado por el virtuoso Gringui Herrera hacía poco tiempo y Daniel Melingo regresaba como invitado especial tras haber dejado el combinado de Miguel Abuelo para meterse de lleno en Los Twist. El grupo se completaba con Polo Corbella en la batería, Alfredo Desiata en saxo, Cachorro López en bajo y Andrés Calamaro en teclado y voz, y, como invitado, Juan del Barrio en teclados. El repertorio (sobre todo el de las 12 canciones que quedaron seleccionadas para el disco) comprendía esos dos estrenos anunciados por Andrés -”Costumbres argentinas” y el que había sonado antes, “Zig Zag”- más una decena de hits: “Sin gamulán”, “Medita sol”, “Mil horas”, “Guindilla ardiente”, “Sintonía americana”, “Así es el calor”, “Himno de mi corazón”, “No te enamores nunca de aquel marinero bengalí”, “Chalamán” y ”Lunes por la madrugada”.
Sin dudas fue la síntesis perfecta de una banda que marcó a fuego al rock argentino en la primera mitad de la década del ochenta, porque es hija de aquellos años y porque hubo allí una suma de talentos comandados por Miguel Abuelo que generó grandes canciones. Y entre esas estaba “Costumbres argentinas” con su rara gramática, con una versión que, hasta ahora, no necesitó otra más “prolija” de estudio.
Tiene la calidez y la temperatura del vivo, con todas sus imperfecciones pero también con un enfoque musical muy simple, directo y la voz clarísima y bien temperada de Calamaro. Desde ese momento hay unas cuantas interpretaciones que circulan en redes, como la de Personal Fest de 2016, cuando Calamaro reunió a los ex compañeros de banda que estaban vivos.
A instancias de Miguel Abuelo, Los Abuelos de la Nada tuvieron varias reencarnaciones. El germen fue una ocurrencia de Miguel, cuando acompañó a un amigo a una reunión en un sello discográfico. Solo participó de espectador, pero cuando le preguntaron si era músico y tenía banda contestó muy suelto de cuerpo: “Sí, tengo un grupo”. Muchos años después, el cantante contó cada detalle de esos segundos que siguieron: “Mi computadora, que caminaba muy rápido, sondeó el fondo de mi alma y encontró una frase del gran Leopoldo Marechal. (...) Esa frase del libro El banquete de Severo Arcángelo que decía: ‘Padre de los piojos, abuelo de la nada’. Una frase que me pegó mucho. Pintó esa frase, y así como me vino la puse en la palma de mi lengua”.
Claro que aquello había sido la precuela de ese éxito que quedaba perfectamente resumido en el teatro Ópera. Esa primera formación por la que pasaron el baterista Héctor Pomo Lorenzo, los hermanos Micky (guitarra rítmica) y Alberto Lara (bajo), el guitarrista de Manal Claudio Gabis, Eduardo “Mayoneso” Fanacoa en teclados y Pappo, grabó un simple, en 1968, con dos temas. “Diana Divaga” y “Tema en Flu sobre el Planeta“.
Esa formación duró apenas un año. En los setenta Miguel Abuelo vivió en Francia y tras su regreso armó una nueva versión de Los Abuelos de la Nada, la más exitosa, en 1981. Ese combo dejó tres discos de estudio -Los Abuelos de la Nada (1982), Vasos y besos (1983) e Himno de mi corazón (1984)- más el álbum en vivo grabado en el Ópera. A finales de ese año, la partida de Calamaro llevó al grupo a un standby breve que sirvió para reagruparse con otros músicos. En realidad, la banda como tal estaba terminada pero cuando Miguel Abuelo decidió grabar una serie de canciones que tenía escritas, más en plan solista, la compañía discográfica le sugirió que siguiera sosteniendo el nombre Los Abuelos de la Nada. “Costumbres argentinas” está incluida en el puesto 59 de las 100 más grandes canciones de los 80 en español según VH1 Latinoamérica, y aparece en el puesto 14 de las 100 canciones más destacadas del rock argentino. En 2001 formó parte de la banda sonora del unitario de Polka, Culpables. Incluso, una telenovela que se emitió por Telefe entre 2003 y 2004, con Carlos Calvo, Ana María Picchio y María Valenzuela como protagonistas

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