miércoles, 11 de septiembre de 2019

LA BELLEZA QUE PREFIRIÓ IRSE....MARILYN MONROE


Epitafio en Ektachrome

Bert Stem no fue el primero que la fotografió, pero sí el último. En julio de 1962, el joven fotógrafo realizó, en un total de tres sesiones, un retrato multifacético de una Marilyn Monroe desenfadada como pocas veces, juguetona, cercana y directa. Algunas semanas después estaba muerta (5 de agosto de 1962). Lo que se había pensado como un homenaje de ocho páginas de Vogue a la estrella del cine se convirtió en una necrológica y ha entrado en la historia con el nombre de La última sesión de Marilyn.


Lo que le dijo él la primera vez que se encontraron fue tan simple como escueto: «Es usted hermosa», aunque tal vez no fuera de lo más original para iniciar una conversación. Pero no parece que fuera un hombre de grandes discursos, por lo demás, ¿qué se dice cuando de pronto se encuentra uno ante una mujer cuyo encanto y atractivo llevan literalmente a la locura a millones de hombres en todo el mundo? Una «verdadera Stradivarius del sexo», la llamó una vez Norman Mailer. Como tal también podría haber sido una mera invención del cine, una creación de maquillaje y rulos, luz y dirección escénica. Visto así, el comentario era nada menos que el traslado de un mito a la realidad. Por lo demás, la frase sonó sincera y espontánea, y parece que a ella le complació. «Muy amable cómo lo dice», dicen que fue su respuesta, lo que a su vez sonó a presunción. El qué se daba por sentado, el cómo, no. Porque ella sabía muy bien que era atractiva. Y también sabía que su aspecto era su capital en un mundo que por lo demás no la había mimado precisamente. Tuvo una infancia triste con intolerantes padres de acogida, pasó por tres matrimonios fracasados y una docena de abortos naturales o provocados. Finalmente tuvo también una relación infeliz con el presidente de Estados Unidos (John Kennedy) y con su hermano (Robert Kennedy). Había tratado de oponerse a la omnipotencia de los estudios cinematográficos, pero perdió. Su balance artístico registra quince películas, todas ellas producciones de las que los críticos opinan que no merecen figurar en los anales del séptimo arte. Y ni siquiera los honorarios eran para lanzar cohetes sí se comparan con Liz Taylor, en cierto modo su rival durante toda la vida, que en el papel de Cleopatra ganaba por semana de rodaje lo que Marilyn Monroe en toda una película. Tal vez la mirada al espejo compensaba muchas cosas. Hermosa sí era, en efecto, esto no se lo quitaba nadie. A lo sumo, el tiempo, el alcohol y las pastillas para dormir, que por entonces ya formaban una alianza ominosa. Es posible que Clare Booth Luce tuviera realmente razón cuando escribió en su necrológica en Life que Marilyn Monroe actuó por miedo a volverse vieja y fea cuando tomo aquella mezcla de Dom Pérignon y barbitúricos que hizo que en la noche del 4 al 5 de agosto de 1962 pasara de una especie de estado crepuscular al sueño eterno. ¿O se trató de un asesinato, como siguen insistiendo muchos, ordenado desde las alturas, las más elevadas, para ocultar no se sabe qué? Su muerte es hasta nuestros días uno de los grandes enigmas irresueltos del siglo xx.


Dobles páginas de Eros (otoño de 1962): en ellas se publicaron también (por primera vez) algunas de las fotos desechadas de Marilyn.

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