viernes, 29 de mayo de 2020

DANIEL GUSTAVO MONTAMAT, ANALIZA


Para combatir el coronavirus, el mundo debe reconciliarse con la verdad

Daniel Gustavo Montamat

El coronavirus es invisible a los ojos, pero tan real como que infecta, enferma y mata. Los anticuerpos y las drogas con los cuales se procura atenuar su virulencia contrastan su efectividad contra datos objetivos de recuperación. La vacuna que añora el planeta para remediar la pandemia atraviesa etapas de investigación y protocolos para asegurar que su difusión masiva y su inoculación creen defensas concretas y verificables. Las medidas sanitarias que toman distintos países basados en la experiencia comparada y en las restricciones propias de su contexto retroalimentan modelos estadísticos que proyectan curvas de contagio (que se procuran aplanar), y picos de contagios y de muertes que establecen hitos objetivos en la proliferación de la pandemia.
Cuando desde la economía se advierte sobre las consecuencias del "coma inducido" en el nivel de actividad y la necesidad de ir levantando restricciones a la circulación de personas, bienes y servicios, también se apela a datos objetivos de aumento del número de desocupados, de impacto en los números de pobreza, y de la quiebra de muchas empresas. Hay una realidad objetiva y externa a nosotros que no se puede construir ni cambiar con relato. Para combatir este virus malo (una excepción, entre los muchísimos buenos aliados de la vida) el mundo debe reconciliarse con la verdad. El Covid 19 empieza a dinamitar los cimientos posmodernos de las "verdades líquidas" y su descendencia putativa: las fake news.
Cuando Popper publicó su famosa obra La lógica de la investigación científica (1934) todavía no conocía la teoría de la verdad desarrollada por Alfred Tarski. Tarski en definitiva rehabilita la vieja teoría de la verdad como correspondencia entre los enunciados y los hechos (una teoría es verdadera si y solo si corresponde a los hechos). Popper no niega esto, pero sostiene que nunca es posible saber con certeza si algo es verdadero. Por eso, prefiere hablar de "aproximación a la verdad". El conocimiento progresa por ensayo y error. La "verificabilidad" que los positivistas lógicos habían esgrimido como criterio demarcatorio de la verdad de un enunciado científico fue reemplazada por la "falsabilidad": un enunciado debe poder ser refutado. Un enunciado es verdadero hasta que un nuevo dato empírico de la realidad lo desacredite como falso. Es siempre una "conjetura" de una verdad que espera su correspondiente "refutación".
Pero atención, tanto cuando se asume la verdad como "correspondencia" con los hechos como cuando se la asume como "verosimilitud" sujeta a refutación, estamos en el dominio de la razón. De la razón fundante en el primer caso, de la razón crítica en el segundo. En el fondo, lo que propone la razón crítica es una correspondencia atenuada entre el enunciado y el hecho de la realidad para evitar los desvíos dogmáticos del racionalismo y sus "verdades" indiscutibles en las que se han nutrido tantos fundamentalismos políticos y económicos.
El problema serio surge cuando se niega la realidad objetiva contra la cual contrastar el enunciado de verdad, porque entonces desaparece todo criterio de correspondencia o verosimilitud. La "verdad" se vuelve subjetiva y se impone por criterio de relevancia temporal sobre otras "verdades" también subjetivas. Entramos en el reino de la "posverdad". No olvidemos que el mundo para los posmodernos es una construcción humana. Lo creamos con las historias que inventamos para explicarlo, según cómo elijamos vivir en él. La realidad no es una herencia que recibamos, sino algo que creamos nosotros al comunicárnosla. En este mundo de "verdades líquidas" las historias y las representaciones se vuelven tan importantes como los hechos y los datos que otros oponen como evidencia de una realidad objetiva.
Como se ha caracterizado a la lucha contra la pandemia como una "guerra", muchos creen que en esta también "la primera víctima va a ser la verdad". Pero Churchill se refería a las guerras contra enemigos humanos, visibles, de las cuales el planeta tiene horrendos recuerdos de destrucción y muerte. Allí, los relatos de propaganda, de acción psicológica y de mentiras institucionalizadas son instrumentales al objetivo del combate. En cambio, en esta guerra contra el "enemigo invisible", la verosimilitud entre los enunciados para librar la batalla y los hechos que plantea la realidad es fundamental para lograr resultados y atenuar los efectos colaterales. El "bichito" no se doblega a la acción psicológica ni se somete a los relatos. Toma ventaja de las afirmaciones falaces y encuentra atajos cuando las fake news quieren someterlo a la construcción de una realidad subjetiva. Su debilidad, por el contrario, queda expuesta en el microscopio, en la investigación, en las hipótesis que hay que ir testeando contra los datos que aporta la evidencia empírica y en la experiencia comparada y multidisciplinaria.
El reencuentro con la verdad como estrategia en esta guerra impone dilucidar dudas claves para accionar en consecuencia. ¿Cuál es el origen del coronavirus? ¿Se originó en el laboratorio o es un virus natural que mutó y a través de la intermediación de la fauna de mercados exóticos llegó al ser humano? Si los enunciados divergentes retroalimentan relatos alternativos ignorando evidencia empírica u ocultando datos de la realidad, el planeta va a compartir información sesgada y falsa que conducirá a errores de alerta temprana, y de acción preventiva y terapéutica. Puede subestimar rebotes futuros de la pandemia o quedar expuesto a nuevas manipulaciones genéticas que lo sometan al contagio de un Covid 20, un Covid 21, o vaya a saber qué otro enemigo invisible.
¿Cuánto puede extenderse una cuarentena o una política de aislamiento social sin que las repercusiones políticas, sociales y económicas la tornen inocua o contraproducente? Aquí también las "o" disyuntivas tienden a cimentar relatos con sesgos ideológicos que ignoran datos de la realidad. Lo ideal sería extender la cuarentena hasta que la ciencia provea una vacuna o, por lo menos, hasta que haya drogas o anticuerpos con probada efectividad para reducir la virulencia de la pandemia. Pero si privilegiamos ciertos datos de la realidad, e ignoramos o subestimamos otros, también construimos relatos interesados e incompletos de la realidad, que orientan decisiones equivocadas. Por la naturaleza del enemigo invisible, infectólogos, sanitaristas y equipos de salud en general están en la primera línea de batalla; pero cuidado, la política no puede ignorar o subestimar datos y consejos que provienen de otros expertos que libran "la guerra" desde otras posiciones. Aristóteles dixit: "El todo es más que la suma de las partes".

¿Qué están haciendo los otros, cuáles son las mejores prácticas? La comparación de los datos de una realidad con los datos de otras realidades, sin actitudes negadoras o exculpatorias, también es conducente al encuentro con la verdad. Cuando el Presidente sostuvo que en la Argentina había menos contagios que en Chile, su par chileno le recordó que Chile tiene más cantidad de testeos que la Argentina. La polémica no pasó a mayores porque primó la verdad sobre el relato. "La realidad es la única verdad", repetía Perón parafraseando a Aristóteles.

Doctor en Economía y en Derecho

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