lunes, 25 de mayo de 2020

HABÍA UNA VEZ...,


Marcos Mundstock:
“Sería muy lindo que un grupo siguiera haciendo nuestro repertorio”
Little tu vieja": el durísimo cruce entre Pablo Sirvén y una ...
■ PABLO SIRVÉN
Fragmento de la entrevista emitida en el programa Hablemos de otra cosa, en octubre de 2018
Partió físicamente hace muy poco, pero como todos los seres muy queridos se quedan dando vueltas a nuestro alrededor, con recuerdos y nostalgias. En el caso particular de Marcos Mundstock, con un plus formidable: una cantidad de sonrisas y carcajadas que muy difícilmente se extingan. Por suerte, hay cantidad de audios y videos para seguir disfrutándolo. Quienes no lo conocieron y se perdieron la experiencia colosal de verlo en acción, en vivo y en directo, no se priven de degustarlo en la buena cantidad de registros con su arte elegante y culto para hacer reír que quedan en la web.
Maestro de ceremonias inigualable de Les Luthiers, su voz nos introducía con juegos de palabras, silencios sugestivos y miradas pícaras, a manera de introducción en los cuadros humorísticos y musicales de sus compañeros, de los que tampoco se mantenía ajeno. Si bien Mundstock era quien siempre nos contaba partes de la vida y de las vicisitudes del inefable compositor Johann Sebastian Mastropiero, luego se sumaba al resto del equipo, con participaciones actorales memorables. Marcos también fue locutor profesional y varios programas y campañas publicitarias de décadas anteriores contaron con su extraordinaria voz. Por suerte, Les Luthiers, del cual fue uno de sus fundadores –Carlos López Puccio, otro de los integrantes de ese grupo, dice que si Gerardo Masana fue el padre del equipo, Mundstock fue su madre–, aunque fue el centro de su vida, en los últimos años le dejó algún tiempo para ser parte del elenco de varias películas nacionales, y hasta condujo un ciclo en Telefe (Pasado de copas).
La conversación con Marcos Mundstock que viene a continuación se emitió en octubre de 2018 y es buena parte de su paso por el programa de entrevistas Hablemos de otra cosa –No hay banda que dure tanto tiempo. Se me ocurre los Rolling Stones. ¿Cuántos años lleva Les Luthiers?
–Oficiales, 51, pero si se quiere, se pueden incorporar los dos anteriores, desde que hicimos el primer concierto, que no teníamos este nombre todavía. –¿Es verdad que hacían terapia de grupo?
–El paciente era la institución.y el doctor era [fernando] Ulloa, todo un nombre. Cuando Gerardo Masana [fundador del grupo] se estaba por morir nos ayudó a sostenernos también en un momento tan crítico. –Marcos, sos locutor y también sos actor. Has estado en varias películas. ¿Cómo es la vida por fuera de Les Luthiers para vos?
–Son changuitas. Les Luthiers es muy básico y muy elemental. Además, tenemos programados dos o tres años de gira. Cuando me llamó [Juan José] Campanella para la película El cuento de las comadrejas, me dijo: “¿Vos cuando podrías?”. Y lo primero que hice fue agarrar el calendario de Les Luthiers. Y dije: “A ver, en estos dos meses que estamos con la temporada del Gran Rex, acá puedo porque sé que voy a estar en Buenos Aires”. Pero es una cosa secundaria. Les Luthiers es lo principal en mi vida. –¿Tu familia eran inmigrantes de lo que después fue Ucrania? –En realidad ellos vinieron con pasaporte polaco. Eran judíos polacos, y la parte de donde eran ellos era la Galitzia, no Galicia, ni las Galias de Julio César. –¿Tu padre era relojero? –Sí, era relojero. –¿Vos sos puntual? –Hago un esfuerzo y creo que últimamente estoy bastante mejor. –¿Aprendiste el oficio de relojero?
–Fui aprendiz de mi viejo durante un tiempo y di los primeros pasos, pero no tuve la paciencia ni la constancia como para seguir. –¿Sos rosarino?
–Soy santafesino de la capital de la provincia. –Pero Rosario es más importante y para Les Luthiers ni te cuento.
–La más importante es Santa Fe de la Vera Cruz. –Rosario es la cábala de Les Luthiers, porque siempre estrenan ahí.
–Eso sí.
[Martín O’connor, uno de los integrantes más nuevos del grupo acerca desde un video su pregunta.] –Quiero saber si alguna vez voy a tener la suerte de que me diga la misma letra en dos funciones seguidas en La hora de la nostalgia. Te quiero. –[Se ríe] Yo también, te quiero, Martín. Pobre, es un santo. Es un papel, del número del vejete, que se olvida todo y que incluso en su origen surgió así, con improvisaciones, pero él tiene que acordarse. El día que él se olvide un pie, nos vamos de paseo. –¿Qué recuerdos tenés de tu relación con la música de chico?
–En casa se escuchaba Radio del Estado, que no era Radio Nacional todavía, y en La hora de las colectividades, la hora judía y la hora italiana, porque los grandes cantores de sinagogas solían ser grandes tenores. Richard Tucker fue uno. Escuchaba también canzonettas napolitanas. [Miramos una foto en la que aparece Daniel Rabinovich.]
–Vos sabés que Daniel no escribía ni música ni textos, pero fue mucho su aporte al formato, a cierto componente del humor que tenemos. –Y acá, posan con el Negro Fontanarrosa, querido aportante creativo también, ¿no?
–Durante muchos años. Decíamos que nos aportaba repuestos. Nosotros le contábamos la idea de un episodio y él mandaba hojas con réplicas y chistes, de los cuales a veces usábamos un montón y a veces nada. [Mira la foto de la última formación.]
–Esta es la formación actual de Les Luthiers, que a veces la gente más adicta y que nos sigue más se desorienta un poco. Este es el sexteto actual, con los históricos más Tato Turano, que ya pronto va a ser histórico, porque hace mucho que está; Martín O‘connor, y el más chiquitito de todos, que es Tomás Mayer Wolf. Roberto Antier está en el banco y en cualquier momento entra a reemplazar a cualquiera de nosotros. Es un capo [precisamente desde que Marcos se enfermó, Antier cubrió su lugar]. [Desde otro video, Lucía, la hija de Mundstock y productora ejecutiva de Les Luthiers, recuerda una patinada que tuvo sobre el escenario.]
–Estábamos ensayando con la Camerata Bariloche. En un momento trato de dar el platillazo y se me vuela un platillo durante el concierto. Empiezo a buscarlo y salgo de escena, supuestamente a buscar el platillo. Ellos siguen tocando, termina la obra, con el pianista, que era en ese momento Carlitos Núñez, dando una voltereta que cae al piso, se arma una debacle terrible, y cuando empiezan a saludar, entro corriendo y pego el platillazo. Ese era el gag. El asunto es que en ese ensayo tropecé y salí volando para adelante y voló el platillo. Los de la Camerata en principio lo festejaron y pensaban: “Uy, qué gracioso, ¿lo hace igual todas las noches? No me lastimé feo de casualidad. Entonces eso es motivo de escarnio hasta el día de hoy. Fue pura torpeza. –¿Es verdad que van probando los temas del siguiente espectáculo para ver la repercusión?
–Lo hacíamos con cada obra nueva. La intercalábamos en un espectáculo para ver cómo resultaba. Eso creo que era lo más arduo.
–Es como un estudio de mercado que ustedes hacen en tiempo real durante una función. Como un prototipo que lo sacan, regresa a boxes y vuelve a salir.
–A veces vuelve a boxes, a veces se tira a la basura. –¿Se tira mucho?
–A veces va a la chatarrería. Se tira bastante, pero el mayor porcentaje son cosas que se arreglan. Se ve dónde falló, se corrige y termina bien. –¿Les Luthiers es un coro?
–Por momentos, sí. –Mayo Francés, en 1968; Cordobazo, al año siguiente en la Argentina, y Les Luthiers dando sus primeros pasos.
–Éramos realmente muy jóvenes. En el 69 se nos cortó la temporada en el Di Tella por el golpe de Onganía. Me acuerdo de que estábamos preparando un espectáculo y con el golpe se cortaron los festivales de coros universitarios. Cada facultad propiciaba un coro, al cual venían estudiantes de
otras, incluso por cercanía. Imaginate que el coro de Ingeniería no hubiera conseguido sopranos en aquella época porque las chicas no estudiaban esa carrera. La gran fiesta y la gran efervescencia, que era un poco fruto de esos años, ese interregno lamentablemente fue muy corto, entre la reposición de la autonomía universitaria y Onganía, los años en que florecían las actividades de extensión universitaria, una de las cuales eran los coros y los festivales de coros, que se hacían en todo el país. –¿En ese fragor de aquella época se fue gestando Les Luthiers, años 68-69? –Claro, a la par del Di Tella, que se terminó con Onganía. Pero ahí ya, por suerte, habíamos aprendido a caminar y podíamos hacer nuestra vida propia en contacto con el público en general. –¿Estás desde el minuto uno en Les Luthiers? –Te diría que estoy desde el minuto menos tres y más atrás también porque el personaje de Mastropiero lo escribí en el 61. –Johann Sebastian Mastropiero atraviesa todo Les Luthiers.
–Escribí la primera biografía, porque este hombre tuvo tantas vidas. Ese fue un primer texto que cuando nos invitaron a hacer nuestro primer espectáculo en contacto con el público teatral, que fue en Artes y Ciencias, año 66, teníamos un repertorio de cosas del conjunto de instrumentos informales pero… ¿cómo lo unimos? ¿Salimos y tocamos? No daba para eso y se nos ocurrió unirlo con aquella primera historia de Mastropiero y se convirtió en un homenaje a ese supuesto compositor. –Les Luthiers no ha necesitado de la televisión y se ha salvado de la televisión.
–Con el grado de elaboración que tenemos nosotros, de hacer un espectáculo cada tres años, no da. De todas formas, como decís, nos salvamos porque ya teníamos organizado nuestro boliche de otra manera. Fabricamos un producto que lo ve mucha gente, no tanta como en televisión, pero que nos permitió durante 50 años tener gente que lo consume. –Compartieron una cumbre musical en el Teatro Colón con Daniel Barenboim y Martha Argerich.
–Es uno de los galardones más grandes que tenemos en la vitrina, y tenemos unos cuantos. El concierto con Barenboim y Martha Argerich creo que es de lo más alto.
–No era fácil unir a la música clásica con el humor y lo lograron, y después también desacartonaron otras zonas de la cultura, porque el de ustedes parece un humor de elite, pero termina siendo masivo.
–Eso demuestra que hay una cantidad mayor de la que uno supone de gente que busca un producto elaborado, ingenioso y más conceptual. Son los que nos vienen a ver al teatro y que nos han mantenido durante cincuenta años.
–Les Luthiers no cae en grietas y funcionan para un público muy heterogéneo. En estos años, ¿ustedes cómo lo sintieron? Porque la Argentina fue cambiando: arrancaron a finales de los 60. ¿Les modifica la situación de cada época o el espectáculo siempre está dentro de una burbuja?
–No nos modifica. Hemos tenido la suerte, el instinto y el buen gusto de que nunca hicimos personajes con nombre y apellido. Siempre apuntamos a describir situaciones y prototipos. El número de los dos políticos corruptos que van y modifican el himno nacional según su conveniencia [“La comisión”], lo escribimos en el 96, con Menem. Lo seguimos haciendo y el resultado es exactamente el mismo. Parece que siguió la corrupción. –No pasa de moda.
–No pasa de moda. Pero no solo sigue funcionando a lo largo de los años, sino que funciona en España, en Colombia, en México. Es un halago para nosotros, porque esa intención y gusto por no hacer algo del momento, coyuntural, al final sin que no los hubiéramos propuesto, sigue dando resultados. –Y lo mismo, de pronto, se meten muy elegantemente con otras instituciones: las religiones, por ejemplo, con San Ictícola de los Peces. Se asoman a temas sensibles que hacen reír por igual a una persona que es religiosa y otra que es atea. Y lo hacen con cierta inocencia. –Creo que San Ictícola es inocente en apariencia. La forma en que se describe a todo un pueblo creyendo ciertas cosas y el cura que los reta por ciertas otras no es ingenuo. Por supuesto que está mucho más a la vista en otra pieza, en donde concretamente se ve a unos monjes que dan consejos sobre educación sexual [“Educación sexual moderna”]. Ahí está muy explícito. –¿Qué piensan que va a pasar con Les Luthiers para adelante, pero muy adelante?
–Mientras podamos, seguiremos con el sexteto actual, que somos tres históricos y tres nuevos, que son fantásticos y jóvenes. Más jóvenes. No hay nada en la vida que me guste más que subirme al escenario con Les Luthiers, ver cómo la gente festeja y hacer giras. Mientras yo pueda hacerlo, y creo que nos pasa a todos, lo seguiremos haciendo. Pero, bueno, si no, una cosa que está en la lejanía probable es que Les Luthiers siga sin nosotros. Ya hay tres, a lo mejor pasa con seis, que no sea ninguno de los históricos. Hay repertorio, las letras están escritas y las músicas, también. Son números que están hechos. Tenemos eso ahí listo, además probado y ensayado para que buenos actores y buenos músicos vayan y lo hagan con los instrumentos de Les Luthiers. Sería muy lindo que un grupo siguiera haciendo nuestro repertorio. Sería una pena que no se hiciera.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.