viernes, 23 de octubre de 2020

LOS RECOMENDADOS....JÓVENES PRODIGIOS


Seis artistas nacidos en el siglo XXI que pueden marcar el futuro de la música clásica
Alexander Malofeiev tiene 18 años, y hace cinco ganó el concurso Chaicovski
Para muchos,
Jascha Heifetz -nacido en Vilna, en 1901- fue el más extraordinario de los niños prodigio. Sus maravillas eran conocidas en Rusia, en los países bálticos y en los escandinavos. Cuando tenía once años llegó con su violín hasta Berlín. Para conocerlo de cerca, el gran Fritz Kreisler lo invitó a su casa el 20 de mayo de 1912. Entre los presentes estaban Bronislaw Huberman, Carl Flesch, Willy Hess y Jan Kubelik. El mismo Kreisler lo acompañó en el piano y el chiquito tocó el Concierto para violín y orquesta de Mendelssohn. Al final, Kreisler se dirigió a los presentes y, con voz firme y alguna solemnidad, dijo: "Señores, ya podemos comenzar a romper nuestros violines".
Así como Heifetz, muchos de los más grandes instrumentistas del siglo XX también mostraron su genialidad desde edades tempranísimas. Ahí están, asombrosas, las precocidades de Claudio Arrau, Yehudi Menuhin, Martha Argerich, Daniel Barenboim, Itzhak Perlman, Yo-Yo Ma, Gil Shaham, Maxim Vengerov o Yevgeny Kissin, entre muchos más. ¿Y hoy? Pues sí, hay muchísimos chicos y chicas con enormes talentos en Europa, en América y, en abundancia, en diferentes países asiáticos.
La idea, en esta ocasión, es ofrecer una mínima galería de algunos de esos jóvenes pianistas y violinistas que hoy aparecen como fascinantes y esperanzadores. Por supuesto, la elección es absolutamente parcial, más que subjetiva e inevitablemente incompleta. Es imposible tomar en cuenta a todos los pianistas y violinistas jóvenes que ya se están destacando en Asia, Europa o América. Además, de manera discrecional, hemos puesto un límite de edad y solo consignaremos a músicos nacidos en el siglo XXI. De mayor a menor, estos son nuestros prodigios.


El violinista sueco Daniel Lozakovich, de 19 años, ya es artista exclusivo de Deutsche Grammophon
Nació en Estocolmo, en 2001, y, desde pequeño, mostró habilidades y talentos llamativos. Cuando tenía doce, el pequeño Daniel llegó hasta Praga para interpretar Introducción y Rondo caprichoso, de Saint-Saëns, en el concierto de fin de año.
Ya consolidado como un artista exclusivo de Deutsche Grammophon, hace dos meses, Lozakovich, en el último Festival de Verbier -con su modalidad virtual- maduro y asentado tocó tres obras para violín solo de dificultad extrema y de diferentes tiempos y estilos. De su arco y su violín así suenan Bach, Paganini e Ysaÿe.

Alexander Malofeiev, Rusia, 18
Un nuevo exponente de la célebre escuela pianística rusa, Alexander Malofeiev ganó el 8º Concurso Internacional Chaikovski para jóvenes músicos cuando tenía trece, en 2015. Ciertamente, su interpretación del Concierto para piano y orquesta Nº2, de Saint-Saëns, en aquella ocasión, revela no solo una técnica admirable sino una comprensión musical y expresividad inauditas. La fluidez y la seguridad para interpretar la tarantella, el último movimiento (17.50), son, sencillamente, inexplicables para un chico de trece años.
Desde entonces, viene desarrollando una carrera importante. Más alto y tan rubio como siempre, Malofeiev, hace un año, fue convocado por la Orquesta de Filadelfia para que, con su titular, Yannic Nézet-Séguin, interpretara la parte solista del Concierto para piano y orquesta Nº3, de Prokofiev, en el imponente Centro Nacional de las Artes Performáticas de Beijing.


Yu Lei, China, 17 años
Con solo 17 años y con el primer premio del Concurso Internacional de Ettlingen para jóvenes pianistas en su haber, Yu Lei, nacido en China, puede oficiar como ejemplo de la gran pléyade de jóvenes músicos orientales que, de manera sostenida y de modo creciente, están tomando lugares destacadísimos dentro del mundo de la música clásica. En 2018, para la radio de Kansas, con una técnica pasmosa, se paseó con muchísima seguridad por entre las tremendas dificultades de la transcripción para piano que hizo Liszt de la célebre Danza macabra, de Saint-Saëns


Yoav Levanon, Israel, 16
Este joven pianista israelí sorprendió a absolutamente todos cuando a los 7 años obtuvo el primer premio de una institución privada que, junto al Carnegie Hall, promueve una competencia de jóvenes talentos de hasta catorce años. En el recital que ofreció en la sala de cámara del teatro neoyorquino, Yoav tocó el Impromptu op.29, de Chopin.
Nueve años después, este ahora adolescente de dieciséis años, con una importante carrera internacional en su mochila, no le teme a la segunda sonata para piano de Rachmaninov. Sin público, en plena pandemia, en Jerusalén, se adentra dentro de sus misterios sin inconvenientes técnicos o expresivos de ninguna índole.



Alexandra Dovgan, Rusia, 13
Cuando tenía 11 años, en Moscú, en 2018, Alexandra Dovgan obtuvo el primer premio en el Gran Concurso para Jóvenes Músicos. Desde entonces viene llevando adelante una carrera portentosa como recitalista y junto a grandes y prestigiosas orquestas. Aquí está, a los doce, interpretando el último movimiento del segundo concierto para piano y orquesta de Chaikovsky.
Sola, para la radio holandesa, Alexandra ofreció un recital íntimo, delicado, preciosista y altamente refinado interpretando una miniatura de Rameau.

Christian Li, Australia, 12
Hijo de padres chinos (él ingeniero; ella, contadora) y nacido en Australia, Christian Li fue el competidor más joven en obtener el primer premio de la Yehudi Menuhin International Competition para jóvenes violinistas. Tenía diez años. También es el músico más joven en ser contratado por el sello Decca en toda su historia. Cuando ganó el Menuhin, a los diez años, tocó una pieza para violín solo del compositor coreano contemporáneo Jaehyuck Choi y después, El verano, de Vivaldi. Brillante, desinhibido y muy musical, este es Christian Li, un chiquito que, además, está cursando su último año en una escuela primaria de Melbourne.

Qué será de las vidas de estos chiquitos y adolescentes notables es un misterio. La historia dará su veredicto. Grandes promesas infantiles, innumerables, no se consolidaron, como adultos, en las grandes alturas. Pero lo que sí sabemos es que, en contra de todas las malas predicciones y los peores vaticinios que se le auguran a la música clásica, con ellos y con ellas, hay futuro.

P. K. 

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