jueves, 24 de diciembre de 2020

BLA..BLA...BLA..LOS PARLACHINES SEAN UNIDOS


Cristina Kirchner garantiza la unidad a cambio de trazar el rumbo económico

Martín Rodríguez Yebra
En el acto del viernes en La Plata, Cristina Kirchner fijó los lineamientos que considera centrales: una continuidad del modelo que ella instrumentó cuando era presidenta; el gabinete, en la mira, y el sainete de la vacuna
Alberto Fernández pagó con jirones de su autoridad presidencial la foto sonriente de la concordia en el Frente de Todos. Con el eco de un estadio de tribunas vacías, Cristina Kirchner les recordó a funcionarios y legisladores las reglas para integrar el club. Están donde están para continuar el modelo 2003-2015 y al que no le guste que se vaya "a buscar otro laburo".
El acto del viernes en La Plata representó un fin de la inocencia. El entierro sin honores del "vamos a volver mejores".
 No había nada que mejorar, decretó la vicepresidenta, sino retomar las batallas inconclusas. La judicial y la económica, a las que consideró parte de una única misión consistente en doblegar a los poderes económicos que, a su juicio, conspiran contra el desarrollo de la Argentina.
Esos 16 minutos de discurso, en caliente y sin apuntes, superaron la fase epistolar del liderazgo de Cristina. Salió de las rabietas escritas en las que le pedía al Presidente que se hiciera cargo de la economía a comunicarle a dos pasos de distancia, con el país de testigo, cómo debe enfrentar los desafíos acuciantes que le toca resolver.
Las palabras corroboran hechos. Una sucesión de medidas y acciones menos explícitas pusieron en las últimas semanas a la vicepresidenta en control de decisiones económicas de primera magnitud. Su obsesión -blanqueada en La Plata- pasa por evitar un desborde de la inflación, la amenaza más evidente para el futuro electoral de la coalición que inventó hace un año y medio. Lo dijo sin vueltas: "Hay una tarea fundamental, que consiste en alinear salarios, precios, sobre todo de los de los alimentos y tarifas".
La receta es la de los 12 años y medio interrumpidos por el paréntesis de Mauricio Macri. Domar desde el Estado una economía anémica. Alimentar la demanda con subsidios y subas salariales. Tomar "decisiones antipáticas" contra los "vivos" que especulan. Recurrir si es necesario a cepos y medidas como los cupos de exportación, que reivindicó como un hito de valentía institucional.
"Hay una tarea fundamental, que consiste en alinear salarios, precios, sobre todo de los de los alimentos y tarifas", dijo Cristina Kirchner
La unidad electoral de 2019, propiciada por quienes equivocadamente habían dividido el peronismo, solo fue un artilugio táctico. Un Jordán para limpiar de pecados a antiguos traidores. Pero la gente, dijo, votó el modelo anterior. Ofreció como prueba irrefutable que el ministro de Economía de 2015, Axel Kicillof, hubiera alcanzado un triunfo arrollador para convertirse en gobernador de Buenos Aires: "Ganó porque es un economista con compromiso con el pueblo".
Alberto Fernández -uno de los rupturistas del pasado junto al también presente Sergio Massa- aplaudió esa frase. Él, que llegó a decir sobre la gestión de Kicillof cinco años atrás: "Hay un tercer mandato (kirchnerista) donde uno ya no encuentra elementos para ponderar. Donde la economía se destruye, los años del cepo, del cierre de la economía, de la pérdida de la reserva, de la ruptura de la relación dólar-peso, de la pobreza que aumenta y se niega su existencia".
La ceremonia de La Plata alivió al Presidente al final de una semana marcada por el papelón de la vacuna rusa. Cristina, al final de dos meses de frialdad y destrato, pareció indultarlo a la vista de todos.
El camino a la pacificación fue asfaltado con intervenciones concretas de la vicepresidenta. 
El cambio en la fórmula jubilatoria (de suerte todavía incierta en la Cámara de Diputados), la resolución que puso en manos de funcionarios de su extrema confianza la definición del descongelamiento tarifario, el incremento de la ayuda social en la provincia de Buenos Aires (asistida desde Nación) y un creciente peso de la camporista Paula Español (secretaria de Comercio) en la política de precios, a costa del ministro de Producción, Matías Kulfas.
Hay que salir a controlar los precios, les dijeron Cristina y Máximo Kirchner a los funcionarios. Se requiere "coraje" porque habrá represalias de los poderosos, les advirtieron. Cuando ella les pidió renunciar a quienes "tengan miedo o no se animen" tuvo en mente a funcionarios a los que suele calificar de tibios en la disputa con los empresarios, traducen fuentes del Instituto Patria. Kulfas es uno. El ministro de Trabajo, Claudio Moroni, otro. ¿Marcela Losardo, la socia presidencial a cargo de Justicia? Siempre tiene un lugarcito en sus plegarias, apuntan a su lado. Ya empiezan a surgir voces que anticipan cambios de gabinete. Otra vez.
Martín Guzmán sigue en el eje del bien del cristinismo, aunque el sendero que le trazan para la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) se va pareciendo a una cuerda extendida en las alturas. Quiere acordar un programa con la oposición, mientras la plana mayor de la coalición oficialista celebra la misa pagana del "ellos contra nosotros".
El dilema de la vacuna
El impacto de la inflación contenida desvela a todo el oficialismo. El veranito del dólar detuvo la caída de la imagen presidencial, pero nadie se engaña. Es una tregua frágil. La alta demanda de pesos de finales de año colabora con un brindis en paz. Enero es el gran desafío.
En grandes empresas argumentan que el atraso de precios se hace insostenible y advierten sobre posibles faltantes en plazos no muy largos. Las compañías de servicios claman por la actualización tarifaria. "A diferencia de otras épocas te tratan con buenos modales, pero los resultados se parecen cada vez más", sintetizó un ejecutivo de una gran productora de alimentos. Contra ellos pide Máximo Kirchner "pelear todos los días" para controlar que no remarquen.
Superar sin turbulencias el verano es el paso previo para un 2021 de crecimiento (al menos de un rebote fuerte) como el que aspira el Gobierno. Si eso ocurre y el peronismo se mantiene unido -ese era en definitiva el mensaje de la foto del viernes-, será complicadísimo para la oposición ganar las elecciones de medio término. Al menos en la provincia de Buenos Aires, que por si hiciera falta Cristina Kirchner se encargó de exhibir como el epicentro de la política argentina.
Bajo el prisma de ese objetivo adquiere un tono de gravedad mayor lo que ocurrió esta semana con la vacuna rusa. El plan de inmunización tiene un evidente fin sanitario, pero su éxito o fracaso tendrá un impacto decisivo en el desempeño de la economía en 2021.
La incertidumbre sobre la Sputnik V, a la que Alberto Fernández y Cristina Kirchner apostaron la mayor cantidad de sus fichas, abre un interrogante mayúsculo. Cada día que se demora el inicio de la campaña de vacunación se corre el arco de la reactivación.
Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Axel Kicillof 
El daño que hizo una expresión de Vladimir Putin -al admitir que la vacuna no está aprobada para mayores de 60, el grupo más vulnerable- pareció derrumbar como un castillo de arena el discurso triunfalista del Gobierno sobre el final inminente de la fase aguda de la pandemia. El plan B de Astra Zeneca-Oxford-Hugo Sigman viene atrasado. Y la fórmula de Pfizer, que ya se inyecta fuera de las fronteras, no llega al país por cuestiones que nadie termina de aclarar.
"Estamos en shock. Jamás nos habían comentado que la vacuna rusa no se podía aplicar en mayores", decía esta semana un funcionario de Horacio Rodríguez Larreta. En la oposición no terminan de saber si el Presidente ocultó el dato o simplemente lo desconocía. "No sé qué es peor", dijo un senador opositor. La saga de intrigas se agrandó con el anuncio de Putin sobre una "vacuna light" para exportar: ¿será la versión low cost la que carguen en el avión de Aerolíneas alistado para ir a Moscú en busca de la salvación?
Fernández y su vice prefirieron ignorar el sainete del plan de vacunación. Los dos destacaron los resultados de la gestión de la pandemia. "El conurbano tenía todos los números para una catástrofe sanitaria sin precedente", dijo ella. Él recordó que en un momento llegaron a decirle que si a la Argentina le iba muy bien tendría 60.000 muertos y se le iba mal, 250.000. Las 41.700 vidas perdidas -11 en el ranking mundial- están "gracias a Dios" por debajo del mínimo: "Ese dato demuestra que las cosas que hicimos sirvieron".
A medida que se achicaron los argumentos para defender la administración de la crisis triunfa el "pudo ser peor". La épica del contrafáctico.
En ese punto también hubo criterio único el viernes. "Todos podemos suscribir lo que el otro dijo", celebró Fernández, después de agradecerle a Cristina un consejo del año anterior. "Hice lo que me mandaste", dijo, acaso sin encontrar a tiempo palabras que expresaran el mismo concepto y fueran menos dañinas para su imagen personal.
Pudo haber sido la emoción que baja al final de un año durísimo. La unidad del frente -por la que tanto bregó- sigue intacta. Podrá callar a quienes lo imaginaban rompiendo la promesa de que "nunca más" se iba a pelear con Cristina. Quizás a ellos les dedicó el cierre de su discurso en La Plata. "Si hay algo que tenemos es palabra. Es nuestro principal patrimonio".

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