jueves, 31 de diciembre de 2020

LA HORRIBLE EVOLUCIÓN Y UN PAR DE CONSEJOS


2020, el raro año que nos internó en la montaña mágica





"Si cada día es como todos, todos acaban pareciendo el mismo".
Así piensa un personaje de La montaña mágica, obra cumbre del alemán Thomas Mann (1875-1955), Premio Nobel de Literatura en 1929. Publicada en 1924, la novela es un clásico de la literatura universal, y como tal encuentra hoy potentes evocaciones. Narra la estadía de un grupo de personajes en una clínica para tuberculosos en Davos, Suiza, allí donde hoy el poder económico del mundo decide, desde sus propios intereses siempre mezquinos, el destino de miles de millones de personas. Hans Castorp, el protagonista del relato, pasa siete años en esa clínica tras llegar allí como simple visitante temporario de un primo. Aprenderá muchas cosas a lo largo de su experiencia, y la primera es que nadie está al margen ni puede ser simple testigo del padecer de otros. Verá morir a varios de sus compañeros de hospedaje, será oyente y participante de discusiones, reflexiones y discursos acerca del arte, la filosofía, la política, el sufrimiento, la ciencia, y la muerte, esa presencia y amenaza cotidiana para todos los huéspedes de la clínica.
Hasta su internación Castorp tenía otros planes, especialmente iniciarse en su reciente profesión de ingeniero naval. Pero, como suele ocurrir, la vida le había preparado otro menú, y sería un menú fijo. El aprendizaje de Hans Castorp se hizo extensible durante 2020 a toda la humanidad, que pretendía saltearse la materia. Fue el año en que vivimos confinados, en que los planes y proyectos se postergaron o desaparecieron, en que la incertidumbre resultó (como lo es siempre, aunque lo neguemos) lo único cierto. El año en que cada día fue como todos y todos terminaron pareciendo el mismo, como en El día de la marmota, la extraordinaria película dirigida en 1993 por Harold Ramis, con Bill Murray y Andie MacDowell. Más allá de sus profundas excavaciones en cuestiones existenciales, el tema central de La montaña mágica es, según su propio autor, el que lo llevó a llamarla una "novela del tiempo".
Otro alemán, el físico y ensayista Stefan Klein, dedicó uno de sus libros, El tiempo, a ese tema. Y lo aborda nuevamente, con claridad, sencillez y una mirada no solo científica sino también poética, en el más reciente de sus trabajos, La belleza del universo.
 



Es la intensidad y no la cantidad de las vivencias la que influye en nuestra percepción del tiempo, explica Klein. Cuando los llenamos con acontecimientos las horas y los días parecen transcurrir velozmente. En la reciente prehistoria (es decir antes del Covid-19) vivíamos raudamente, con la agenda completa, con default de tiempo, un default que empobrecía nuestros vínculos, postergaba proyectos soñados, acallaba nuestras voces interiores, las voces de nuestras necesidades emocionales, psíquicas y espirituales. Por esa razón, instalados en una renacida montaña mágica, "unos recordarán estos meses como agradables y otros como tristes, pero todos tendrán pocos recuerdos de ellos porque, aunque los días pasaran rápido, se parecían unos a otros", advierte Klein en una entrevista reciente con el periodista Lluis Amiguet de La Vanguardia, de Barcelona. 


Hubo una etapa de la evolución humana en la que bastaba con saber cuándo cazar, cuándo comer, cuándo dormir, pero hoy la cultura nos exige un tiempo social compartido, el de las citas, los compromisos, las tareas, las vacaciones. Un tiempo artificial, creado por nosotros. Ese tiempo ha volado por los aires. "Sin acontecimientos el tiempo se evapora", dice Klein. A la salida de su estadía en la clínica Hans Castorp se encuentra con un mundo que se asoma al precipicio. Es 1914, comienzo de la Gran Guerra, en la que él morirá. Hoy también nos espera un mundo en penumbras. Dependerá de cada uno, de sus actitudes, elecciones, decisiones y transformaciones reales, que haya más luz o que se acentúe la oscuridad.

S. S. 

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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