lunes, 21 de diciembre de 2020

HABÍA UNA VEZ UNA BRUJA Y UN CONEJO....


La constante improvisación del Gobierno



Por Eduardo Van Der Kooy



Con nueve meses de pandemia, se comprueba el fracaso de la estrategia sanitaria. La gestión del Gobierno parece tener atada su suerte sólo a la vacuna Sputnik V.


Alberto Fernández anunció el 3 de diciembre –hace 13 días— que 300 mil argentinos iban a ser vacunados antes de fin de año con la vacuna rusa Sputnik V. Añadió que el ciclo sería completado en enero y febrero, con otras cinco millones de dosis cada mes. Este martes el ministro de Salud, Ginés González García, puso en duda aquella previsión. Bien que hizo: quedan apenas doce días utilizables para concluir el 2020. Ocho si se descontaran los dos fines de semana. No se computan, por supuesto, ni los días de Navidad ni de Año Nuevo.
Ese lapso torna imposible aquel anuncio presidencial. No es la primera vez que sucede durante la pandemia. Ni con el virus ni con otros asuntos de política doméstica. Frente a los cuales Alberto ha encontrado un atajo. Si opina una cosa y Cristina Fernández otra –por ejemplo sobre el conflicto con la Justicia— termina compartiendo siempre las posturas de la vicepresidenta.
El permanente zigzagueo desnuda dos cosas. La musculatura política de uno y del otro. También el modo en que el Gobierno improvisa sus políticas y sus decisiones. Es grave en cualquier caso. Mucho más si de por medio figura la política sanitaria. La salud colectiva que el coronavirus coloca muchísimas veces entre la vida y la muerte. La Argentina enfilará este verano, por lo menos, hacia los 45 mil fallecidos.
A nueves meses del aterrizaje de la pandemia en nuestro país existen comprobaciones fehacientes del fracaso de la estrategia sanitaria. Con contradicciones flagrantes que descubren las estadísticas. La larga curva de contagios está ahora, en el último mes del año, casi en el mismo estamento que en julio. En el invierno regía una estricta cuarentena –en el AMBA— que había arrancado el 20 de marzo. El propio Gobierno, en este presente desordenado, decidió abandonar los cuidados y los consejos públicos. Incluso, detrás sólo del rédito político, auspició acontecimientos multitudinarios. El velatorio de Diego Maradona en la Casa Rosada, en ese sentido, pareció la expresión máxima. Ahora se alarma porque los contagios dejaron de caer.
Desde el 8 de noviembre desaparecieron las protestas de un sector importante de la sociedad por los atropellos políticos oficiales. Algunas veces contaron con el respaldo opositor. El Gobierno se encargó en cada ocasión de descalificar esas manifestaciones. Las tildó de anticuarentena. Un riesgo para toda la sociedad. Después del impresionante adiós a Maradona permeó movilizaciones sindicales y de organizaciones sociales. Incluso, el lunes, se alentó la marcha al Palacio de Tribunales –el Presidente debió mediar para que no se hiciera frente a la Casa Rosada, como era el plan original— por una Navidad “sin presos políticos”. Ocurrió después de la condena firme (5 años y 10 meses de prisión) que la Corte Suprema dejó en contra del ex vicepresidente, Amado Boudou, por la causa Ciccone.
El Gobierno tampoco adoptó ninguna previsión cuando decidió enviar al Congreso la Ley de Legalización del Aborto. Que, como sucedió en 2018 con Mauricio Macri, produjo movilizaciones a favor y en contra de la norma –sin cuidados— cuando recibió la media sanción en Diputados. Resta la aprobación del Senado, que sucedería el 29 de este mes.
Resulta entendible el relajamiento colectivo después de tantos meses de encierro. Resulta mucho menos entendible, en cambio, que el Gobierno haya dejado de prestar atención a esa conducta. Pasó del tono imperativo y paternalista del comienzo de la pandemia a la casi desaprensión. Quizás porque en el ADN del peronismo-kirchnerismo la persuasión resulta una herramienta accidental.
Frente a ese vacío y el desorden el Gobierno resolvió modificar su enfoque. Superada de hecho la cuarentena y sin un mensaje persistente sobre la necesidad de conservar los cuidados, apeló a la magia de la vacunación para intentar levantar las expectativas populares deprimidas. Por la enfermedad y también la crisis económico-social.
A mediados de agosto Alberto inició su raid de supuestas novedades con el anuncio del acuerdo con el laboratorio británico-sueco, AstraZeneca, para la producción de una vacuna. En combinación con México. Después llegó el trato que Cristina despuntó con Rusia por la Sputnik V. Más adelante el refuerzo que podría significar la estadounidense-germana de Pfizer BioNTech. Hubo otros comentarios oficiales sobre posible inmunidad –el experimento de biotecnológico de Moderna, estadounidense-suiza– de menor volumen.
Aquel primer anuncio se aguó cuando AstraZeneca blanqueó algunas dificultades en el desarrollo de la vacuna que atrasa su producción. En las últimas horas Ginés criticó a Pfizer por sus exigencias que no terminó de detallar. Recordó que el laboratorio pidió una ley –que aprobó el Congreso— en la que se establece que solo podría hacerse algún juicio, ante la chance de inconvenientes, en el país de origen de los laboratorios. Todas las empresas hicieron en el mundo la misma demanda.
Quizás parte de la verdad resida en otro lado. La vacuna de Pfizer, por sus condiciones y mantenimiento por debajo de los 70 grados, requiere de una logística de traslado y conservación que supera la capacidad de la Argentina.
​Hay otro detalle. El grueso de su producción fue comprometido con EE.UU. y la Unión Europea. La EMA (Agencia Europea del Medicamento) está acelerando los tiempos de aprobación para que pueda empezar a ser utilizada en el Viejo Continente antes de fin de año. Recortaron plazos del 29 al 21 de diciembre frente a la severísima segunda ola de coronavirus que estalló allá. Alemania aún no lo confirmó oficialmente –contraste con la Argentina— pero espera iniciar la campaña de vacunación el 26.
El Gobierno de Alberto y Cristina parece ahora tener atada su suerte únicamente a la vacuna Sputnik V. La viceministro de Salud, Carla Vizotti, y una delegación de la ANMAT (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica), viajaron a Moscú para certificar la calidad del producto. Ginés admitió, de todos modos, que su traslado se dificulta por la ocupación de los aviones por motivos sanitarios de las grandes potencias.
Tantos desmanejos podrían conspirar contra un objetivo clave del Gobierno: la generación de confianza en la sociedad con las vacunas. Tampoco la reticencia seria exclusiva de estas tierras. En Moscú reina cierta desconfianza. Hasta con la Sputnik V que se fabrica en Rusia. En la ciudad capital se inició la campaña de vacunación. Pero los locales destinados a tal fin están todos los días casi semi-vacíos.
El Gobierno de los Fernández, con motivo del primer año de su asunción, apeló a un spot publicitario para compensar la debilidad de su política sanitaria. En el relato, con la voz en off del Presidente, se asegura que en estos nueve meses la Argentina logró reconstruir su sistema de salud pública. ¿Será por los respiradores comprados o las camas añadidas en terapia intensiva? No solo suena a improvisación. También a puro cuento.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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