viernes, 25 de diciembre de 2020

HISTORIAS SOLIDARIAS


Alimento y contención. Un comedor también es refugio
La pandemia obligó a reforzar la asistencia a los chicos en situación de calle o con problemas de consumo
L. O.
 ¿CÓMO AYUDAR?: Ingresá a www. elcomedordelfondo.org. Si buscás iniciativas similares, el Banco de Alimentos colabora con numerosos comedores del país (www. bancodealimentos.org.ar). También Cáritas Argentina brinda asistencia alimentaria a nivel nacional www.caritas.org.ar
Los comedores comunitarios se convirtieron, a lo largo de este año, en uno de los actores sociales más exigidos por la pandemia. La crisis socioeconómica que desencadenó el coronavirus y el aislamiento los colocó en la primera línea de fuego, teniendo que reinventarse y multiplicar esfuerzos para poder contener a la población más golpeada.
“El comedor del fondo” no fue la excepción. Ubicado, literalmente, en el fondo de la villa 31, este espacio se ocupa, desde 2013, de la que quizá sea la población más marginada del barrio: los chicos en situación de calle y con problemas de adicciones que viven en ranchadas en ese sector. Pero, a lo largo de este año, las 30 personas –entre voluntarios y personal rentado– que trabajan en él, debieron reconvertirse para que el espacio que brindaba alimento y contención a 70 chicos y chicas pudiera resolver la urgencia del hambre de cientos de personas.
“Durante la pandemia hubo un hito en nuestra historia y es que la mayoría de los chicos que dormían en la puerta del comedor se contagiaron de coronavirus. En los hoteles era muy difícil tenerlos por cuestiones de conducta, ya que no es fácil aislar a un pibe en consumo sin un referente cerca”, explica Javier Luzuriaga, referente de la organización junto a Katy, una vecina del barrio.
La solución que se encontró a esa situación fue que los chicos contagiados realizaran el período de aislamiento en el Centro Costa Salguero. “Ahí tampoco era fácil aislarlos, pero nos ofrecimos a acompañarlos y contenerlos. Así que los íbamos a ver a diario, les llevábamos cigarrillos y comida del comedor”, recuerda Luzuriaga.
Durante esas semanas, los chicos contaron con un techo y cuidados, algo de lo que carecen el resto del año. El momento del alta llegó cuando el invierno mostraba su mayor crudeza. “En ese momento, el ministro de Salud de la Ciudad, Fernán Quirós, consciente de que el sistema de salud es expulsivo para esta población, tuvo un gesto muy noble y nos ofreció una de las casas vacías que tiene el gobierno de la ciudad. En una semana tuvimos las llaves de la casa. Ahí recibimos a ocho chicos en consumo. El arranque fue difícil, debido a crisis de abstinencia de algunos de ellos, pero nos fuimos acomodando”, afirma.
La nueva sede de “El comedor del fondo” funciona en Heredia 390, en el barrio de Chacarita. “La llamamos una casa de medio camino, o de transición hacia una internación más intensa para superar las adicciones, o hacia una salida laboral. Tratamos de que, a través nuestro, puedan reconectar con el sistema de salud y con el sistema educativo”, explica Luzuriaga, docente alfabetizador de adultos, quien agrega que actualmente en la casa viven cinco chicos y otros dos que alquilan cerca pasan el día ahí. “Les generamos actividades diarias, buscamos que salgan a trabajar, tenemos una huerta y además un taller de serigrafía”, puntualiza.
En forma paralela, el comedor continúa brindándoles una solución alimentaria a unas cuatrocientas personas: parte de ellas se encuentra en situación de calle y, el resto, son familias del barrio que se sumaron durante la pandemia. Ubicado a diez metros de la zona de containers, considerado, por muchos vecinos, como un punto de venta de drogas importante, actualmente el espacio permanece abierto de 7 a 13.
“La puerta del comedor sigue llena de pibes. Algunos vienen a pasar el día a la casa de Chacarita. La renovación es permanente, porque están los chicos que vienen del conurbano a comprar y se quedan un día, un mes o un año”, explica Luzuriaga, quien sueña con que se repliquen otros espacios, con funcionamiento similar al de su nueva sede, para los chicos en situación de calle y con problemas de consumo.
“Se nos han muerto pibes en los brazos por tiros o cuchillazos, porque la zona en la que están es tierra de nadie. Los prejuicios hacia ellos se sienten, incluso, dentro del barrio. Sobre ellos escucho que son chicos que no van a salir, que es tiempo perdido. Pesa mucho el estigma de que no van a cambiar. Que es una pérdida de tiempo y plata y que encima te roban”, reconoce Luzuriaga.
Él, sin embargo, lo ve de otra manera: “Son pibes expulsados de sus casas, que vienen de entornos familiares muy violentos, en muchos casos, víctimas de abuso, que están en la calle aspirando Poxiran desde los 7 años. ¿Cómo sería la vida de los que los acusan si hubieran pasado por la mitad de lo que tuvieron que soportar ellos? La vida fue muy injusta para ellos. Alguien tiene que devolverles algo de todo lo que les robaron.”
Actualmente, el equipo está pensando cómo retomar las actividades tradicionales del espacio sin desamparar a toda la nueva población que asisten. Mientras tanto, celebran el cierre de un año bisagra que marcó a todos para siempre.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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