martes, 3 de enero de 2023

NUEVA ERA EN BRASIL


Lula inició una nueva era en Brasil con fuertes críticas al legado de Bolsonaro
Asumió como presidente por tercera vez; prometió “reconstruir” el país
Lula y su esposa, Janja, junto a Alckmin y su mujer, al recorrer las calles de Brasilia en el día de la investidura presidencial
BRASILIA (AP).– A 12 años de haber dejado el poder, Luiz Inácio Lula da Silva asumió ayer su tercer mandato como presidente de Brasil, en una ceremonia marcada por la ausencia de Jair Bolsonaro en el traspaso de mando y las fuertes críticas del líder del Partido de los Trabajadores (PT) al legado de su antecesor.
Lula prometió en su discurso de investidura “reconstruir” el país sobre las “ruinas” del gobierno del exmandatario, que el viernes pasado se había ido a Orlando, en Estados Unidos, para evitar pasarle la banda presidencial a su rival político. Unas 300.000 personas se congregaron en Brasilia para festejar la asunción.
Además, Lula anunció que su gobierno –que tendrá múltiples desafíos sociales y económicos– reforzará su política exterior basada en la integración latinoamericana en el Mercosur y la Unasur, además de mantener un diálogo “activo y altivo” con Estados Unidos, China y la Unión Europea (UE).
BRASILIA.– En un país muy diferente del que le tocó gobernar hace dos décadas, marcado por una polarización extrema, Luiz Inácio Lula da Silva asumió ayer por tercera vez la presidencia de Brasil con la promesa de “reconstruir” el país y reconciliar a sus compatriotas, pese a que la ceremonia estuvo marcada por la ausencia de su predecesor, Jair Bolsonaro, a quien criticó con dureza en su discurso de investidura.
“Voy a gobernar para 215 millones de brasileñas y brasileños y no solo para quienes votaron por mí”, prometió Lula en su discurso en la explanada del Palacio del Planalto, sede del gobierno de Brasil.
Poco antes, exactamente 20 años después de acceder al poder por primera vez, Luiz, de 77 años, fue proclamado presidente junto a su vice,
Geraldo Alckmin, al pronunciar su “compromiso constitucional” en el Congreso de Brasilia. En el discurso de investidura ante los legisladores, Lula enfatizó que su prioridad en política exterior será América Latina, el Mercosur, la Unasur, los Brics y una relación “activa y altiva” con sus principales socios comerciales extrarregionales, como China, Estados Unidos y la Unión Europea.
Además del presidente Alberto Fernández, a quien le brindó un afectuoso saludo (ver página 4), otros 16 presidentes y jefes de gobierno, junto a cinco vicepresidentes y decenas de cancilleres y primeros ministros de todo el mundo participaron del acto de asunción.
La ceremonia en el Parlamento se inició con un minuto de silencio en recuerdo del exastro brasileño Pelé y de Benedicto XVI, ambos fallecidos esta semana a los 82 y 95 años, respectivamente.
Vestido con traje y corbata azul, Lula destacó ante los legisladores el negativo legado del ultraderechista Bolsonaro.
“Vaciaron los recursos de salud, desmontaron la educación, la cultura, la ciencia y la tecnología, y destruyeron la protección del medio ambiente”, dijo. En este sentido reafirmó su compromiso de reducir a cero la deforestación en la Amazonia. “No hace falta derribar ningún árbol más”, dijo el mandatario, al asegurar que esto no impedirá apoyar al poderoso sector agrícola de Brasil.
Luego de la ceremonia de asunción en el Congreso, a bordo del ya tradicional Rolls Royce negro descapotable, Lula se desplazó junto a la primera dama, la socióloga Rosangela da Silva (“Janja”), hasta el palacio presidencial de Planalto, donde lo esperaba una marea de seguidores vestidos de rojo, el color de su Partido de los Trabajadores.
Contrariamente a la tradición, su predecesor estuvo ausente. Bolsonaro viajó el viernes pasado a Estados Unidos, dos días antes de finalizar su periodo de gobierno.
Ante esa ausencia, en la ceremonia de traspaso de mando en el Palacio de Planalto, Lula fue acompañado por grupos que representaban a la diversidad del pueblo brasileño.
Un cacique raoni junto a representantes de otras minorías y clases populares de Brasil fueron los encargados de entregarle en la explanada de Planalto la banda presidencial, una cinta de seda verde y amarilla bordada en oro y diamantes, que Lula recibió sin poder contener las lágrimas. “Es inaceptable que continuemos conviviendo con prejuicios, discriminación y racismo. Somos un pueblo de muchos colores y todos deben tener los mismos derechos”, dijo.
“Cuando digo gobernar, quiero decir cuidar. En estos últimos años, Brasil pasó a ser uno de los países más desiguales del mundo”, afirmó Lula. Y luego enumeró como postales de esa desigualdad a la gente que busca comida entre la basura, niños fuera de la escuela, trabajadores desempleados y que piden dinero en los semáforos con carteles que dicen “Por favor, ayúdenme”. Fue entonces cuando tuvo que interrumpir el discurso ante la emoción y debió tomar agua para recuperarse.
“Por eso asumimos el compromiso de combatir durante día y noche todas las formas de desigualdad en
El diagnóstico que recibimos es desastroso. Vaciaron los recursos de salud, desmontaron la educación, la cultura, la ciencia y la tecnología, destruyeron la protección del medio ambiente”
Es sobre estas terribles ruinas que asumo el compromiso, junto con el pueblo brasileño, de reconstruir ahora el país y hacer de nuevo un Brasil de todos y para todos”
En estos últimos años Brasil pasó a ser uno de los países más desiguales del mundo. Por eso asumimos el compromiso de combatir todas las formas de desigualdad”
nuestro país”, retomó después.
Lula se dirigió también a la mitad del electorado que no votó por él en el ballottage del 30 de octubre (50,9% de los votos ante 49,1% para Bolsonaro), un resultado que dio cuenta de una nación partida.
“No existen dos Brasiles. Somos un único país, un único pueblo”, dijo Lula. “Voy a gobernar para los 215 millones de brasileños [...] mirando hacia nuestro futuro luminoso y no por el retrovisor de un pasado de división e intolerancia”, aseguró.
Como había prometido, Lula firmó varios decretos para revertir medidas de su predecesor que facilitaban el acceso a las armas, y reforzar las instituciones medioambientales en la Amazonia.
Detención
El mensaje de Lula tuvo una positiva repercusión entre los asistentes. “Fue un discurso maravilloso, de reconciliación”, dijo Suellen Campos Leopoldo, una mujer de 33 años que viajó desde Santa Catarina (sur) junto a su esposo para asistir a la ceremonia, que contó con un dispositivo de seguridad inédito, con miles de agentes desplegados en la apacible capital.
Los preparativos para la toma de posesión se habían visto sacudidos luego de la detención de un bolsonarista que colocó un explosivo cerca del aeropuerto de Brasilia para provocar la declaración de un estado de sitio y evitar así la asunción, según su propia confesión.
Desde el ballottage, miles de seguidores de Bolsonaro se movilizaron en varias ciudades para rechazar el resultado en las urnas y pedir una intervención militar.
El flamante presidente tendrá desafíos inmediatos mayores a los que enfrentó en sus otras dos presidencias, que dejó con una inusual popularidad de más del 80%.
Unos 30 millones de brasileños pasan hambre y la economía a duras penas logra recuperarse tras el golpe de la pandemia.
“En los primeros 100 días deberá demostrar qué rumbo tomará. La victoria electoral fue apretada y enfrentará un país dividido con una oposición aguerrida”, explicó Leandro Consentino, politólogo del instituto Insper de San Pablo.
El exlíder sindicalista deberá conquistar “credibilidad” sobre el manejo de las cuentas públicas ante una situación fiscal delicada, pese a que sus promesas de campaña requieren un aumento del gasto para financiar programas sociales, según Consentino.
Según una encuesta del instituto Datafolha de anteayer, solo 51% de los brasileños considera que Lula gobernará mejor que Bolsonaro.

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