domingo, 19 de marzo de 2023

TEMA DE CONVERSACIÓN...MICHELLE YEOH


Michelle Yeoh. Su origen malayo, una carrera “sin querer” y el sueño del Oscar
Cine. La historia poco convencional de la actriz que llegó a la cima por su papel en la película Todo en todas partes al mismo tiempo
Natalia Trzenko
El domingo pasado Michelle Yeoh ganó el Oscar a la mejor actriz principal por su papel en la película Todo en todas partes al mismo tiempo y al hacerlo se convirtió en la primera mujer asiática en llevarse ese premio. Pero, más allá de hacer historia en Hollywood, lo más interesante de la actriz nacida en Malasia es su propia vida, una aventura que comenzó hace sesenta años en Kuala Lumpur en el seno de una familia china que tenía grandes planes para su “pequeña princesa”, como la llamó su madre de 84 años en una conferencia de prensa que brindó en Kuala Lumpur pocos minutos después de ver a su hija levantar el Oscar en Hollywood.
Si Todo en todas partes al mismo tiempo -todavía en cartel en las salas locales y disponible en Amazon Prime Video- imagina para Evelyn, el personaje de Yeoh, una infinidad de mundos alternativos en los que la inmigrante dueña de una lavandería puede dejar atrás los límites de su rutina diaria, curiosamente en la realidad la actriz se construyó su propio multiverso en el que fue una bailarina de ballet entrenada en Londres, una reina de belleza, una estrella del cine de acción de Hong Kong, una “chica Bond” y, ahora, a los sesenta años, una de las intérpretes más admiradas y solicitadas de la industria audiovisual.
“Tengo que dedicar esto a mi madre y a todas las madres del mundo porque ellas son las verdaderas superheroínas y sin ellas ninguno de nosotros estaría aquí esta noche”, dijo Yeoh ayer en su discurso de agradecimiento . “Para todos los niños y niñas que lucen como yo y que están viendo esta noche, este es un faro de esperanza y posibilidades. Y señoras, no dejen que nadie les diga nunca que ya ha pasado su mejor momento”, continuó la actriz que con su triunfo se transformó en un símbolo aunque, de hecho, ya llevara décadas siéndolo para buena parte del público global. Un estatus que sorprendió a muchos pero especialmente a ella.
Es que, según contó la intérprete en varias oportunidades, su llegada a la gran pantalla fue más accidente que una decisión consciente. “Nunca pensé: ‘quiero ser actriz’. Siempre imaginé que sería dueña de mi propia escuela de ballet”, explicaba Yeoh a la revista The Hollywood Reporter en plena campaña para conseguir el premio que ganó el domingo. Claro que aunque el sueño de ser bailarina la llevó de Malasia a la Real Academia de Danza en Londres con apenas quince años, también le enseñó las primeras frustraciones cuando una lesión la dejó fuera de juego y la impulsó a estudiar teatro, aunque no la pasara precisamente bien al hacerlo.
Afectada por un pánico escénico que la hacía escaparse de cuánta clase pudiera y convencida de que ninguno de sus profesores la tomaba en serio como actriz, Yeoh probó suerte en el circuito de los concursos de belleza dónde en 1983, a los 21 años, consiguió su primer corona como Miss Malasia y luego compitió en el certamen de Miss Mundo. Casi al mismo tiempo, un amigo la recomendó para un comercial que se filmaría en Hong Kong con el ya legendario Jackie Chan. Fue la primera de varias ofertas cambiarían su vida. Y aunque no sabía hablar bien en cantonés, Yeoh pronto tenía un contrato firmado con una productora de la vibrante industria cinematográfica de Hong Kong.
Con el seudónimo de Michelle Khan, la delicada reina de belleza decidió que si iba a lanzarse al terreno desconocido del cine al menos debía hacerlo con algo que se sintiera más o menos familiar para ella. Y eso fue el cine de acción, ya que esas escenas de peleas requerían de unas coreografías que la hacían sentir de nuevo como una bailarina. De las zapatillas de punta a las patadas, así nació una de las estrellas del cine de acción más admiradas de Asia, una que en la década del noventa dominaba la taquilla de ese continente junto a Chan y Jet Li y que luego de su trabajo con directores como Johnnie To se ganó el título de primera dama del cine de Hong Kong.
Hacia mitad de la década, después de sufrir un accidente en el set que la dejó seriamente lesionada y profundamente decepcionada con el rumbo de su vida, solo un fanático llegado de Los Ángeles logró sacarla de su depresión. El fan era un tal Quentin Tarantino, tan ávido espectador del cine de Hong Kong que cuando visitó la ciudad sólo estaba interesado en poder encontrarse con sus ídolos: Jackie Chan, Jet Li y Michelle Yeoh. De esa reunión con el entusiasta director de Perros de la calle y Pulp Fiction, según contó ella misma, Yeoh salió con un nuevo aire. Si el talentoso Tarantino veía en ella a una actriz cuando tantos sólo la consideraban una experta en artes marciales, tal vez era tiempo de creer en sí misma. Poco tiempo después de esa decisión y con el resto del mundo empezando a revalorar al cine de acción del que era reina, llegó la oferta de participar de El mañana nunca muere, una nueva película de James Bond en la que interpretó a Wai Lin, una espía china que trabajaba junto al agente 007 para evitar la guerra entre sus dos países.
Aquel primer papel en el cine de occidente la puso en la mira de Hollywood, que en principio no supo muy bien qué hacer con ella. Hasta que su participación en El tigre y el dragón, de Ang Lee, probó que Yeoh podía desplegar su talento coreográfico en pantalla y al mismo tiempo evocar los modos de una heroína romántica en una interpretación que conmovió al mundo entero y la colocó en las inmediaciones de los premios Oscar gracias a las cuatro estatuillas que consiguió aquel film.
Durante casi dos décadas de trabajo incesante, Yeoh, que reparte su tiempo entre Kuala Lumpur, París y Ginebra, donde vive con su pareja, Jean Todt, empresario ligado a la Fórmula 1 y ex presidente de la Federación Internacional del Automóvil, aportó su estampa y habilidades como estrella de acción en proyectos que no le permitían salir de esos esquemas. Hasta que llegó la propuesta de interpretar a la elegante y despiadada Eleonor Young en la comedia romántica Locamente millonarios. Un papel que dudó mucho en aceptar porque sentía que interpretar a la suegra malvada que le hacía la vida imposible a la novia de su hijo no era lo suficientemente interesante hasta que el director del film, Jon M. Chu, la convenció de que Eleonor era la más realista y bondadosa de todo el elenco de personajes entre ingenuos y exagerados. Transformado en un éxito inesperado y una bandera en defensa de las historias culturalmente diversas en Hollywood, el film volvió a impulsar a la actriz y la condujo al proyecto que le volvería a cambiar la vida: Todo en todas partes al mismo tiempo.

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