jueves, 29 de junio de 2023

CAMBIO DE GÉNERO


“No me retes, pero me siento varón”Cada vez más niños y adolescentes quieren cambiar de género desde edades más tempranas
 Lorena Oliva
Por carta. Así se enteraron Malena y Martín que eran papás de un varón trans. En esas líneas, Gael, entonces de 14 años, les pedía por escrito que lo perdonaran por no ser la hija mujer que hubieran querido. Entre Mariana y Alex había un océano de por medio. Desde Europa, y a los 19 años, Alex, que había dejado el país con un pasaporte que lo presentaba como mujer, pudo llamarla por teléfono y decirle a su madre: “No me retes, pero me siento varón”. “Nicole se siente varón y lo vamos a empezar a llamar Nicolás”. Como tenía miedo de quedar excluido de su familia, Nico, de 21 años, se sinceró, primero, con su hermana mayor. Ella supo acompañarlo y fue la encargada de contárselo a sus padres. León, en cambio, pudo decirlo a los 5 años. Fue antes de una muestra de ballet. Eugenia, su mamá, le preguntaba por qué no quería ponerse la malla y el tutú. “No soy una nena”, le respondió. “Mamá, ¿no me vés?”, la cuestionó. Aunque estas familias no se conocen entre sí, en sus relatos hay anécdotas y emociones calcadas. De un día para otro, pasaron a ser parte de un colectivo al que creían fuera de sus hogares. Lo primero que se preguntaron fue si no sería algo pasajero, “de la edad”. Cuando supieron que era algo genuino y profundo, tuvieron que reinventarse en tiempo récord. Lo que viven y vivieron estos grupos familiares se replica en cientos o miles de hogares atravesados por una tendencia que irrumpió en los últimos años: cada vez son más las mujeres que transicionan hacia la identidad de varón trans y lo hacen principalmente desde la adolescencia.


Si la presencia parental es clave en la trayectoria de cualquier hijo, cuando se trata de identidades trans, el acompañamiento lo es todavía más. Nuestras leyes pioneras en materia de género, como la de Matrimonio Igualitario (2010) y la de Identidad de Género (2012) tensionan con el pulso social: se trata, todavía, de un colectivo discriminado e incomprendido. “No es fácil salir al mundo y decir ‘este soy yo’. Hay países en los que se castiga con pena de muerte a las personas trans como yo”, explica Nicolás, que ahora tiene 29 años y vivió su transición en Rosario: “Una vez me quisieron pegar en el baño de un boliche solo por ser trans”. Transiciones que empiezan más temprano En la Argentina no hay datos oficiales sobre la cantidad de personas que se identifican con un género diferente al que les fue otorgado al nacer en función de sus genitales. Sí se sabe que desde 2012, cuando se aprobó la ley de Identidad de Género, hasta abril de 2023, 16.090 personas rectificaron su identidad en el DNI, según datos del Registro Nacional de las Personas (Renaper). Si bien durante los primeros años las mujeres trans que modificaron su DNI eran mayoría, esa tendencia se revirtió en 2019. Desde entonces, los varones trans son el colectivo que más rectificaciones gestionó. Además, lo hacen a edades más tempranas en comparación con las mujeres trans. Esta “salida del clóset” normativa replica una tendencia que registran consultorios médicos del país y del mundo. Según el reporte del Renaper, la edad actual más recurrente entre quienes hicieron esa gestión es de 19 años (en mujeres trans es de 34 años). Además, cuando se hace foco en las personas que rectificaron el DNI y hoy tienen menos de 18 años, el 70% son varones trans.

“Amo el fútbol y soy fan del Manchester United. De grande, me gustaría ser piloto de Fórmula 1”.
LEÓN, 11 AÑOS
“Cuando escuchás a personas trans adultas, todas te dicen que lo descubrieron de chicas, pero que no lo podían expresar”.
EUGENIA, MAMÁ DE LEÓN
“La mayoría de los pediatras no tiene perspectiva de género”
EUGENIA, MAMÁ DE LEÓN
La tendencia es muy clara en los consultorios especializados en diversidad, como el Grupo de Atención de la Niñez y Adolescencia Transgénero del Hospital Durand, centro de referencia en el tema. “Si en 2005 la relación era de 1 varón trans cada 3 mujeres trans, hoy por cada mujer trans, consultan 4 varones trans. Y vemos que bajó el promedio de edad. De 35 años, en 2005, a 16 en la actualidad”, detalla el director del equipo, Adrián Helien. En 18 años de recorrido, Helien también percibe un cambio de actitud de las familias. “Siempre digo que las familias también transicionan y lo hacen junto a sus hijos. Hoy vemos que acompañan más. Y si no aceptan o no entienden lo que implica una transición, igual quieren estar cerca de ese chico”, explica el psiquiatra especializado en sexología. Heilen considera que el cambio de predisposición de las familias es una buena noticia. “Si la familia acompaña, disminuye el riesgo de suicidio. Hay estudios internacionales que afirman que eso reduce ocho veces el riesgo de suicidio y seis veces el riesgo de tener depresión”, puntualiza. Ocurre que existen informes que exponen una tasa más alta de ideas suicidas entre los adolescentes trans. Acompañar es, también, prepararse para dar una batalla cultural al asumir que ese hijo amado puede convertirse en blanco de prejuicios y discriminación. Un enigma para muchas escuelas (“no estamos preparados” es una frase recurrente), un cuerpo que no se encuentra en ningún manual de Biología y parte de un colectivo que tiene una expectativa de vida que ronda los 40 años y al que le cuesta acceder al trabajo formal. “A veces me dicen que mi hijo es valiente. Y no, no es valiente, otra no le queda. Él no quiere ser una disidencia, me lo ha dicho. Es la sociedad la que le hace sentir que no hay lugar para él. Hay chicos que se suicidan por eso”, se lamenta Malena, mamá de Gael. “Tu hijo te necesita más que nunca” Después de aquel incidente en la muestra de ballet, Eugenia Prieto, de 45 años, fue a buscar respuestas al Durand. “Cuando se habla de personas trans, se piensa en adultos. Pero la identidad nace con la persona. Cuando escuchás a personas trans adultas, te dicen que lo descubrieron de chicas, pero que no lo podían expresar”, dice Prieto, que estudia Trabajo Social, y reconoce que los inicios no fueron fáciles. “Te toca plantarte frente a familiares que no entienden, cuando vos misma estás construyendo tus certezas. Pero tenés que informarte porque tu hijo te necesita más que nunca”, agrega. Hoy, León tiene 11 años. Va a sexto grado en un colegio religioso del barrio porteño de Congreso, dónde lo acompañan de manera contenedora. Ama el fútbol y es fan del Manchester United. Después de aquella muestra de ballet, su mamá le prometió no volver a obligarlo a vestirse con ropa que lo incomodara. “¿Me puedo cortar el pelo?”, le preguntó un día. Cuando el peluquero terminó su trabajo, León se miró al espejo y dijo: “Ahora sí soy yo”. El primer día de clase de primer grado fue el último en el que usó la pollera del uniforme. “Le costaba adaptarse a ciertas lógicas escolares, como escuchar su nombre de nena cuando pasaban lista”, recuerda Eugenia. Una mañana, el chico se acercó a la maestra y le preguntó si no podía llamarlo de otra manera. Le respondió que lo hablara con su mamá. “Quería un nombre fuerte. Propuso Rayo. Después Tigre. Al final le gustó León”, agrega su mamá. Después, hicieron el cambio en el DNI. Rosa Pappolla, pediatra especializada en adolescencia, sexóloga clínica y miembro de la Sociedad Argentina de Pediatría, también observa el aumento de consultas de varones trans. En parte, arriesga, porque ya no se patologiza el tema. “Es un fenómeno que ocurre ahora mismo y está en estudio. Históricamente, los cuerpos femeninos cargaron con muchos mandatos. Había que aguantar, había que ser sumisa. Pero ahora tenemos familias que acompañan y existe mayor visibilización de este colectivo. Entonces, al llegar a la pubertad y comenzar con los cambios corporales, se puede poner en palabras esta necesidad vinculada a la identidad”, explica Pappolla.
León va a sexto grado en un colegio parroquial ubicado en Congreso que lo acompaña de manera amorosa y contenedora; cuando sale de la escuela, disfruta de juntarse con sus amigos a jugar a la pelota en la plaza y correr carreras de Fórmula 1 en la Play
“Ser parte de una minoría” Gael tiene 18 e hizo el cambio de DNI cuando tenía 16. “Mi identidad no pasa por lo que diga el DNI, pero te evita situaciones incómodas, como ir al médico y que te llamen con un nombre que no te representa”, explica con voz pausada y un tono que comienza a dar señales del proceso de hormonización que arrancó hace un año. Cuando entendió por dónde pasaba su identidad, hablarlo con la familia no fue sencillo. “Decirle a tus padres que sos parte de una minoría es muchas cosas, menos divertido”, dice con ironía. Por eso les escribió una carta. “Mi mamá se re calentó. ‘Pero, entonces, ¿te odiás?’”, me decía. Y yo no sabía bien qué era ser trans. Tenía 14. Les dije: ‘Sólo sé que lo siento muy fuerte y necesito este cambio’”, recuerda el joven, que vive con su mamá en Belgrano y quiere ir a la universidad para estudiar psicología. Gael califica su infancia como “libre de encasillamientos”. “Mis padres me dejaron ser libre con los juegos y la ropa. El problema era que no me sentía cómodo entre las nenas y tampoco entre los varones”, dice. A los 13 años, y por una amiga, se enteró de que existían las identidades trans masculinas. “Nos preguntaba a mí y a su papá si sabíamos qué eran las identidades trans y no sabíamos. Sólo teníamos el concepto que está más presente, que es pensar en la orientación sexual, es decir, si una persona es gay o lesbiana”, asume la mamá de Gael, Malena, de 49 años. Tras recibir aquella carta en la que su hijo se les presentaba como varón, Malena se recuerda inflexible. “Les pedíamos explicaciones, hasta que se puso a llorar. Ahí entendí que no tenía que dar explicaciones de nada ni a nadie. Que si uno es ignorante, tiene que informarse y acompañar con humildad y apertura”, recuerda Malena, que es traumatóloga. Desde entonces la familia decidió acompañarlo. “Me di cuenta del lugar de soberbia y negación, de ignorancia, de sobreadaptación al orden establecido en el que me movía. Y entendí que mi realidad y la de nuestra familia había cambiado para siempre”, agrega. A partir de ese momento surgieron nuevas preocupaciones. “La familia lo abraza, pero me preocupa su futuro, abrirse paso en la sociedad”, se sincera Martín, que tiene 52 años y es profesor.

“Mi identidad no pasa por lo que diga el DNI, pero me evita que me llamen por un nombre que no me representa”.
GAEL, 18 AÑOS
“Al principio, la construcción de la identidad se da en solitario”
GAEL
“Cuando el juego se aleja de los estereotipos” “Es importante que el analista dé tiempo al fluir de los niños y adolescentes sin prejuicios ni preconceptos teóricos que obstaculizan la escucha. Es frecuente ver, entre adolescentes, que se enamoran de personas, independiente de su género. Entre ellos ya no hay un binarismo tan marcado”, explica Clara Schejtman, doctora en Psicología (UBA), profesora en la Facultad de Psicología de la UBA y especialista en niños, niñas y adolescentes. Y sigue: “Escuchar a niños y niñas es escuchar, también, su producción lúdica. Si el juego se aleja de los estereotipos, no hay que limitar las actividades ni asignarles una identidad. Debemos dejar que fluya, porque la sexualidad es un proceso a lo largo de la infancia y la pubertad”.
Cuando hoy repasa la historia de su hijo Alex, Mariana (50) ve un quiebre durante la adolescencia. De haber tenido una infancia superfeminizada, Alex empezó a sentir incomodidad con su cuerpo. “Vivía con buzo en verano. Y me decía que sentía incomodidad con sus lolas y que quería usar una faja”, cuenta esta mujer, que vive en zona norte y es fisioterapeuta.
Gael se prepara para estudiar psicología en la universidad, convencido de la importancia de que todos los terapeutas tengan perspectiva de género
A los 19 y ya en el exterior, Alex le dijo que se sentía varón. “Fue como si me dijera que era extraterrestre. Después sentí que el vínculo que nos une va más allá de cualquier manera en que exprese su género”, dice Mariana, quien si bien pudo contarle a su entorno sobre la transición de Alex, notó “miradas y silencios incómodos”.
Hoy acompaña a su hijo a la distancia y aprendió a aceptar aspectos con los que no está de acuerdo, como la adecuación física mediante un tratamiento a base de testosterona. Ese es uno de los puntos que genera reparos en muchas familias. “Le decía que entendía que él se sintiera varón, pero le pedía que escuchara a su cuerpo. Al ver que ese tema se interponía entre nosotros, le di la plata para que hiciera el tratamiento” agrega Mariana.

“Soy feliz pudiendo ser quien soy. Lo vivo en los pequeños detalles, como cuando me llaman Nicolás, me estalla el corazón”.
NICOLÁS, 29 AÑOS
“La sociedad ya los excluye demasiado como para que encima la familia los rechace”.
PATRICIA, MAMÁ DE NICOLÁS.
“Tener trabajo, casa, amigos y familia me dio tranquilidad para afrontar la transición”
NICOLÁS
“Adecuarse a lo que se supone que es un varón” Malena tampoco está convencida del tratamiento con hormonas que inició su hijo Gael. “Me preocupa su impacto a futuro. Pero vivimos en una sociedad que quiere encasillarte. Si decís que sos un varón trans, tenés que adecuarte físicamente a lo que se supone que es un varón”, se queja la mujer. En el país y según el artículo 26 del Código Civil, a partir de los 16 años el adolescente es considerado como un adulto para las decisiones relacionadas al cuidado de su cuerpo. Por eso puede acceder a un tratamiento hormonal para adecuar su apariencia física al género autopercibido, sin que se requiera el acompañamiento de un adulto. Los tratamientos son gratuitos y los cubren las obras sociales y prepagas.
Para las personas que quieren feminizar su cuerpo se administran hormonas femeninas y bloqueadores de las hormonas masculinas. Mientras que para las personas que desean masculinizar su cuerpo se utilizan hormonas masculinas. “Esto sucede una vez que confirmamos que se trata de algo consistente y persistente en el tiempo. Cuando eso ocurre, al chico o chica se le da acompañamiento de un equipo de endocrinólogos, pediatras, hebiatras, psicólogos y asistentes sociales”, detalla Helien y explica que, a edades más tempranas, las intervenciones son de otro tipo y requieren del asentimiento de la familia. “El consentimiento sólo lo puede otorgar el chico o chica. El familiar, en todo caso, asiente”, puntualiza.
“Cuando son más chicos, se empieza con una transición social, por ejemplo, durante unas vacaciones. Se cortan el pelo en el caso de los varones trans, comienzan a usar ropa y pronombres acordes con su género. Y ven cómo se sienten”, agrega el médico.
Más adelante, cuando el chico o la chica llega a la pubertad, si el equipo evalúa que la expresión de los rasgos físicos que empiezan a manifestarse, pero que son contrarios al género autopercibido, pueden afectar la salud psíquica, una opción es prescribir medicamentos que frenan este proceso. Este tratamiento es reversible y la medicación que se utiliza es la misma que se prescribe en cuadros de pubertad precoz.
En este sentido, hay una organización internacional que marca lineamientos en esta materia. Se trata de la Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero (Wpath, por sus siglas en inglés), que parte de un diagnóstico, el de la disforia de género, que es el malestar o angustia causada por una discrepancia entre el género asignado y el autopercibido. El organismo marca que con ese diagnóstico, la persona puede acceder a tratamientos. En niños, niñas y adolescentes, se suelen tomar como referencia los marcadores biológicos de la pubertad y, en caso de que generen incomodidad, se interviene para frenarlos.
Estos lineamientos tienen bastante consenso en el mundo, aunque con excepciones. Si bien en Europa, países como España, Francia y Portugal tienen una legislación específica que va en sintonía con las recomendaciones de la Wpath, Reino Unido y Suecia están revisando su posición: el aspecto que genera debate es el acceso a tratamientos a edades tempranas. En los Estados Unidos la mayoría de los estados permite tratamientos en niños, niñas y adolescentes transgénero, excepto en ocho jurisdicciones, con Florida a la cabeza.
“En Argentina seguimos los lineamientos de la Wpath, pero no diagnosticamos disforia de género, porque entendemos que es patologizar, cuando ser transgénero no es una patología”, aclara Helien.Nicolás junto a Patricia, su mamá, y su hermanita Zoe: “Mi familia es mi escudo protector. Sé que soy un afortunado. Lamentablemente, no todos los chicos trans cuentan con el apoyo familiar”
“Acompañen a sus hijos, para ellos eso es muy sanador”.
Patricia, mamá de Nicolás.
Además del Durand, en la ciudad de Buenos Aires hay equipos especializados en los hospitales Elizalde y Gutiérrez.y en centros de salud de diferentes comunas. En la Provincia de Buenos Aires son por lo menos 140 los equipos especializados de hospitales y centros de salud.
“Los padres llegan con una pregunta concreta: ‘No sé qué hacer con esta decisión de mi hijo’. Muchas veces son ellos los que necesitan el acompañamiento. Pero cuando se habla de la baja expectativa de vida de esta población, uno entiende los miedos”, sostiene César Bissuti, coordinador de Implementación de Políticas de Género y Diversidad Sexual en Salud del Ministerio de Salud bonaerense.
Hace pocos días, el Ministerio de Salud de la Nación publicó un documento para los equipos de salud de todo el país con lineamientos para acompañar a niños, niñas y adolescentes trans. Dice que “es imprescindible entender las experiencias trans, travestis y no binarias como vivencias legítimas… que deben ser reconocidas y garantizadas acorde al paradigma de derechos humanos, y no como patologías, anormalidades o incongruencias”.
Datos del Registro Nacional de las Personas (Renaper) 
“Cada vez que me dicen Nicolás, me estalla el corazón” “La sociedad ya los excluye demasiado como para que encima la familia los rechace”, sostiene, desde Rosario, Patricia (49), mamá de Nicolás, de 29. “Lo acompañé desde el primer momento y mientras yo hacía el duelo por esa hija que no se iba a casar ni tener hijos. Tuve que soltar a Nicole para poder abrazar a Nicolás. Aunque conservo su vestido de bautismo y las primeras zapatillitas que usó”, agrega.
Nicolás cuenta el paso a paso de su transición en las redes sociales. Hizo tratamiento con hormonas y además una mastectomía. Es chofer en una empresa de Rosario y desde hace cinco años vive en pareja con Barbie.
“Soy feliz pudiendo ser quien soy. Cada vez que me dicen Nicolás, me estalla el corazón”, dice este joven, que antes de transicionar fue operado del corazón para corregir una comunicación interauricular, una señal, según él, imposible de desconocer: “Lo que tenía era, básicamente, un agujero en el corazón”.

MÁS INFORMACIÓN
• El Hospital Durand cuenta con un Grupo de Atención a la Niñez y Adolescencia Transgénero. Recibe consultas por mail.
• La Ciudad tiene equipos de atención de personas trans, travestis y no binarias. Podés conocer dónde funcionan aquí.
• En la provincia de Buenos Aires hay una red de equipos que brindan atención a la salud integral de las personas LGBTIQ+. Para conocerla, podés hacer click acá
• Algunas de las organizaciones de la sociedad civil que cuentan con programas destinado a las infancias y adolescencias trans y sus familias son la CHA, Infancias Libres y Familias Diversas
• La línea 102 es nacional, gratuita y ofrece orientación ante situaciones de vulneración de derechos de chicas y chicos.
• La línea 144 brinda atención, asesoramiento y contención ante situaciones de violencia por motivos de género.
• La línea 137 ofrece contención, información y asistencia por violencia familiar y/o sexual contra niñas y niños.


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