lunes, 30 de diciembre de 2019

TECNOLOGÍA SIN LUZ


Un error de principiante y un experimento con electrones
Por motivos que hasta ahora no he podido develar, hace dos o tres semanas la electricidad en mi barrio se puso, digamos, irreverente. Hubo cortes, qué novedad. Pero de a docena. Los hubo también a repetición, entre tres y seis seguidos. Los hubo de dos minutos y también de varias horas. A veces se iba una sola fase. A veces las dos. Un festival, les aseguro.

En casa, los equipos críticos están resguardados como mínimo con un protector contra las fluctuaciones de tensión y, como máximo, con un UPS (por Uninterruptible Power Supply), o SAI, en español, por Sistema de Alimentación Ininterrumpida. La computadora de mi estudio, que está siempre encendida, es un caso así. Cuando se corta la luz, el UPS le sigue dando energía a la computadora y le avisa de la situación; un minuto después, el equipo se hiberna y nadie sale herido.
Durante la temporada de electricidad rebelde que padecimos, fue por lo tanto normal que me encontrara con el equipo apagado. Me llamó la atención que no volviera de hibernación, sino que arrancara de cero (más sobre esto enseguida). Pero tenía millones de cosas en la cabeza y no le presté mayor atención al asunto. Mal hecho.
Hibernar, tal vez soñar
Para los que están sintiendo mareos y cierta sensación de pánico ante la idea de computadoras que hibernan, haré algunas aclaraciones elementales, pero que suelen confundir. Las computadoras de escritorio (y también las notebooks) pueden permanecer en tres estados. Encendidas, en suspensión o en hibernación (existe también la hibernación híbrida, pero en este caso la dejaremos de lado). El primero se explica solo. Los otros dos tienen una diferencia sutil, pero clave.
Cuando cerrás la tapa de tu notebook casi seguramente el equipo se pone en suspensión. Eso significa que pasa a un modo de consumo muy bajo y parece estar apagada. Pero no lo está. Sigue encendida. Así, cuando abrís la tapa, como en las películas, podés usarla de inmediato.

La hibernación es otra historia. Para entrar en ese estado, la máquina primero copia todo el contenido de la memoria RAM en un archivo (en Windows se llama hiberfil.sys) y luego se apaga. Del todo. Podés desenchufarla y no pasa nada. Al sacarla de hibernación, el sistema restaura el contenido a la RAM y te encontrás con todo exactamente como lo habías dejado; incluso si dejaste un texto a medio escribir y sin haberlo guardado, allí estará, intacto. La contra es que lleva más tiempo que salir de la suspensión.
La diferencia resulta muy significativa al emplear un UPS. Porque cuando la batería del UPS se agota y la máquina está en suspensión, si el corte sigue, eso equivale a desenchufar una computadora que está andando. No es una buena idea. En cambio, si está hibernada, no notará la diferencia, porque en rigor ya está apagada.
Por apurado
Una tarde, después de un corte de menos de un minuto (sí, estuvo variada la cosa), subí a mi estudio a buscar algo y me encontré con la computadora apagada. No podía ser, excepto (y venía aguardando esta situación desde hacía varios meses) que la batería del UPS hubiera completado su vida útil. Arranqué todo de nuevo, abrí la aplicación que intermedia entre el UPS y la máquina y traté de hacer un diagnóstico. Dio error, y se encendió la luz roja en el UPS. La luz roja significa, bueno, lo que ya se imaginan que significa.
Averigüé si todavía era posible conseguir baterías nuevas para ese equipo (un APC bastante veterano) y mi proveedor me informó que no. Por lo tanto, tuve que comprar uno nuevo. Las baterías son el punto débil de estos dispositivos, y me daba mucha pena ya no poder usarlo, porque en todo lo demás seguía andando a la perfección. Es cierto también que lo compré (me da un poco de vergüenza confesar esto) en 2007. Era hora de soltar.

Con las condiciones eléctricas deteriorándose rápidamente, compré sin preguntar demasiado y en cuanto llegó a mis manos corrí a instalarlo. Ahí me di cuenta de que había cometido un error de principiante. El nuevo UPS, también de APC, no tiene conexión con la computadora. Ofrece mucha autonomía (algo así como 40 minutos con una PC estándar y su monitor), pero es incapaz de avisarle a la máquina que se fue la la luz. Así, cuando se agota la carga ocurre lo mismo que durante un corte: la máquina se apaga sin anestesia. Eso no es bueno. Puede corromperse una cuenta de usuario de Windows, por ejemplo.
O sea, tenía un problema. Podría haberlo cambiado, pero tengo una regla: no devuelvo equipos que son básicamente una caja llena de baterías (salvo, claro, que estén fallados). ¿Por qué? Porque aunque sea en una proporción mínima, el cliente que termine recibiéndolo no tendrá un dispositivo cero kilómetro. Parece una pavada, pero no me sale.
Me lo quedé e hice lo que posiblemente están pensando. En lugar de dejar la máquina siempre encendida, la programé para que se hibernara a los 15 minutos de estar ociosa. ¿Por qué no hago esto siempre? Por dos motivos. El primero es que, por algún recóndito capricho del hardware, a esa computadora le lleva algo así como una era geológica empezar a arrancar, si tiene una placa de video adicional. Con la integrada, sale andando enseguida. Raro, ya sé.
Segundo, porque la hibernación a veces se encapricha un poco con los controladores de algunos dispositivos; el audio, por ejemplo. Además, como saben, Windows se toma un año sabático para iniciarse. Así que para no abusar mi paciencia, que es escasa para estos asuntos, el equipo está siempre encendido; solo se apaga la pantalla, cuando no lo uso.
Trabajo en equipo
La solución, sin embargo, no me gustaba. Por todo lo dicho, claro. Además, había una lucecita titilando en mi tablero mental, allá atrás, en un rincón. Es decir, había encontrado una posible solución, pero todavía no la había hecho consciente. Me ocurre a menudo y es muy molesto.
Dos o tres días después, la lucecita se apagó y exclamé:
-¡Pero claro!
Paso a explicar: si tenés dos UPS, uno que puede comunicarse con la computadora, pero al que no le quedan baterías, y otro que tiene baterías, pero no puede hablar con la máquina, ¿por qué no combinarlos?
Desenchufé el nuevo UPS de la corriente, empezó a lanzar sus alarmas sonoras, las cancelé para poder trabajar en paz (para eso, hay que apretar durante menos de dos segundos el botón de encendido), y enchufé el viejo equipo a la corriente. Lo encendí y le conecté el nuevo UPS.
O sea, el nuevo UPS estaba tomando ahora electricidad del viejo. La PC, que seguía alimentándose del nuevo, nunca se enteró del corte.
Luego, tomé el cable USB del viejo UPS y lo conecté a la PC. Si todo salía como me imaginaba, ante un corte, le avisaría a la máquina que debía hibernarse en un minuto, y la computadora podría cambiar de estado sin problemas gracias a las baterías del nuevo UPS. Listo. Ahora era cosa de probar. Así que desenchufé el viejo UPS, como si se hubiera cortado la luz, emitió las alarmas sonoras y 50 segundos después la PC, que seguía funcionando gracias a la energía que le proveía el nuevo, avisó que iba a entrar en hibernación. El truco había funcionado.
Pero a no entusiasmarse
Por supuesto, no es una solución definitiva. Un experimento divertido, sí, pero no una solución. Por dos motivos.
Primero y principal, no es una gran idea usar un equipo cuando sus baterías ya se han agotado. Es decir, no intenten esto en sus casas.
Segundo, para que esto funcione, a la batería debe quedarle algo de carga. Y la poca energía que le quedaba al viejo UPS alcanzó para esta prueba de concepto, que repetí dos o tres veces. Pero después de eso se apagó y tiró la toalla. Doce años de servicio con un solo cambio de batería en el medio (se supone que duran dos o tres); francamente, no podía quejarme.
Así que de momento he vuelto a la hibernación. Me consuela, eso sí, la idea de que es un procedimiento mucho más ecológico que dejar la máquina siempre encendida. Algo es algo.

A. T.

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