lunes, 23 de diciembre de 2019

HISTORIAS PARA RECORDAR,


Cartonero y periodista: Damián Céliz, el cronista de las historias anónimas

Lo primero que Damián Céliz recuerda cuando habla de su niñez son esos días en que pedía monedas arriba de los trenes con su mamá y alguno de sus seis hermanos. A cambio, ellos entregaban una estampita. Siente que era una ayuda mutua, que cada uno daba lo que podía. Después lograron comprarse un carro y un caballo, y fue un progreso para ellos: ya no pedían monedas sino que se montaban en el vehículo rústico y juntaban botellas y cartones por las calles de Ezeiza, el partido del conurbano bonaerense cuya pobreza supera históricamente el promedio del país. Trac, trac, trac, el tranco del caballo pasó a ser el sonido de su niñez.

Damián iba a la escuela cuando podía. Con los años, su madre se fue dando cuenta de que no sabía ni leer ni escribir. Por unos estudios supieron que tenía un retraso madurativo de tercer grado. A partir de entonces, cuando tenía 10 años, lo cambiaron de colegio: ingresó a la Escuela Especial 501, de La Unión, en Ezeiza. "Yo quería aprender a leer, pero no podía", dice, ahora, que acaba de cumplir 26 años. De aquella época de cursada agradece haber aprendido a leer. Fue casi al mismo tiempo en que descubrió el periodismo: hacer radio era parte del proyecto educativo, estaba planteado como una herramienta para que los chicos se desarrollaran y, también, para establecer un vínculo con la comunidad.

La mañana en que Damián abre su casa para conversar es un domingo de junio, de los más fríos del año. Su hogar en el barrio Santa Angela, de La Unión, que comparte con su pareja y su hijo de tres años, tiene dos ambientes: una cocina y una habitación de cuatro por cinco metros que es también su espacio de trabajo. Allí produce y edita los materiales del Canal 4 de Ezeiza, una señal que él creó hace cinco años. Frente a un colchón de cama grande sólo hay lugar para una computadora de escritorio conectada a un televisor. Dos celulares y un trípode completan el equipo con el que se las arregla para transmitir vía internet. Afuera tiene la bicicleta, su medio de transporte para cubrir las noticias.
Damián Céliz, en su casa, junto a su carro y su bicicleta, sus herramientas de trabajo
"Los vecinos son los que me llaman y me pasan información. Ayer uno me paró y me dijo: 'Damián, sos el único que está con el pueblo' -dice-. Si me llaman, yo estoy. Les pongo la cámara para que cuenten su historia". Anoche, pasadas las 23, una vecina de la ciudad de Carlos Spegazzini le avisó que se estaba quemando una casa, que fuera. Buscó la bici y fue.
Entre los informes que puso al aire están el de la escuela que da clases en los pasillos porque le faltan aulas, el de vecinos a los que estafaron con promesas de viviendas, mujeres que son víctimas de violaciones, barrios donde no entra ningún colectivo, familias que perdieron todo por las inundaciones, gente con discapacidad que vive en casillas, entre muchas otras pequeñas historias.
"Mi idea es que los vecinos de Ezeiza sean escuchados", dice. Y cree que lo valoran: "Me reconocen en la calle, me saludan, me cuentan cosas. Incluso choferes, policías, maestras". Sonríe, dice que es feliz si puede colaborar con otros. "Cuando me quieren pagar porque consiguen algo, no lo acepto. Yo no coimeo a la gente. Con un abrazo, estamos".
"Este es un loco", es lo primero que dice Laura Oberman, su madre, que entra sin golpear y se presenta. "Acá, la Bruja del 71", bromea en referencia al personaje del Chavo. Ella vive en el mismo terreno, sólo que en una casa atrás de la que se construyó Damián con su ayuda y la de sus hermanos. Entre las casas de ambos se acumulan cartones, restos de muebles, tirantes, un carro, cajones. "Esto no lo va a llevar a ningún lado -dice-. Él sale corriendo o con su bicicleta: sol, frío, lluvia, lo que sea. Y tiene un hijo, que hay que darle de comer. Y él va y viene con su hobby", dice, casi a los gritos. Habla, se queja, tose, tose. Su voz raspa. Son 64 años de una vida sin amparo.
Ella se dedica a juntar botellas. Lo hace desde que sus hijos son chicos, ya son más de 30 años. A veces, Damián también toma su carrito de mano, una carcasa de hierro forrado de chapas que reforzó con sogas, de dos ruedas. Tiene pintado su nombre. Entre eso y una pensión por discapacidad que cobra -ahora está alrededor de 7000 pesos- sobreviven como pueden. "Yo salgo a cartonear y me despejo la mente", dice.
Damián Céliz se las arregla con lo mínimo para las coberturas periodísticas: llega en bicicleta con una cámara, un micrófono y su celular
Afuera hay calles de tierra, parvas de basura para reciclar, de escombros, de chapas. Hay construcciones a medio hacer, hileras precarias con ladrillos a la vista. También Damián está en medio de una construcción: arriba del cuarto hará un espacio más, que será su canal de TV. A un costado de la cama conserva una antena que cree que podría adaptar para cuando le den los permisos. Quiere transmitir por aire. "Muchos vecinos no tienen internet acá".
Una sombra rápida se desplaza sobre el piso sin baldosas. "No es nada, es una rata. Por los cartones", dice. Su madre insiste en enumerar las carencias, lo poco que alcanza la pensión, lo que estira esos pesos que recibe por tener siete hijos (tuvo nueve, pero dos murieron). "No puede ni pagar Internet, que está a mi nombre", se queja ella. Damián suele ir para que le den una prórroga hasta que cobra la pensión. "El está todo el día ahí, aplastado", señala la computadora y la única silla que hay en la pieza.
Su madre tiene razón. El pasa muchas horas allí. Lo de aplastado es relativo. Se levanta cerca de las 8 y lo primero que hace es prepararle la leche a su hijo Eduardo. Si un día no hay leche, como suele suceder algunos finales de mes, sale más temprano a hacer alguna changa, lo que sea: cortar el pasto, juntar botellas, latas de aluminio o cartones que vende enseguida y así sale del paso. Después enciende la computadora y revisa el celular: tanto en su página personal de Facebook como en la del canal y en su WhatsApp recibe mensajes, pedidos de ayuda, denuncias. Organiza las notas del día y sale en bicicleta o, cuando llueve o las distancias son muy grandes, usa su pase libre y viaja en colectivo o en tren. De regreso, edita los materiales -aprendió con tutoriales de youtube-, graba algunas introducciones a las notas y luego se dedica a difundirlos por su canal y también en las redes sociales y con colegas, más que nada con una red que se dedica al periodismo barrial. No se acuesta nunca antes de la medianoche. Lo obsesiona que se sepa lo que él hace.
Damián Céliz recibió un premio por su labor en periodismo comunitario
Damián no pudo seguir el secundario porque se dedicó a trabajar. "Mi idea es terminar y estudiar Locución", dice. Cuenta que hizo un curso en la escuela de comunicación Éter, pero tuvo que dejar porque no llegaba a pagar la cuota. En medio de la conversación, Damián coloca voz de locutor y empieza a narrar algo de lo que se ve en la televisión, que está encendida. Es una especie de demostración de lo que sabe y puede. Siempre cierra con: "Informó Damián Céliz, para el Canal 4 de Ezeiza". Son esos momentos los únicos en los que su mamá se calla y escucha. Parece orgullosa de su hijo, el raro de la familia, el loco, el distinto de los demás, que son amas de casa u obreros en fábricas de las que no recuerda el nombre. "Cada día habla mejor él", dice Laura. "Hasta la voz cambió". Saluda y sale.
Damián Céliz, un periodista que pone el foco en las demandas de los vecinos
Damián podría quejarse, decir que su mamá no lo entiende, criticarla. No lo hace. No hay lamentos ni desesperanza. En cambio, se pone a buscar el mejor informe para mostrarlo. Le da play. No está dispuesto a distraerse del periodismo, que es su forma de vida, lo que le da identidad, saber, la admiración de otros.
Desde aquel invierno hasta hoy a Damián se le rompió la bicicleta y pasaron unos meses hasta que pudo comprarse otra; le dieron un premio por su labor en el periodismo comunitario; lo invitaron al estudio de televisión de Crónica para una entrevista con un periodista que admira, Santo Biasatti; se le rompió uno de sus dos celulares (el que usaba de micrófono), pudo conseguir otro. Sigue con la intención de retomar la obra en su casa; y con la ilusión de entrevistar a algún famoso, para que lo levanten de otros medios: le gustan Marcelo Tinelli, Adrián Suar, Lionel Messi.

-¿Podés vivir de esto?

-Mi sueño es morir del periodismo.

V. D.

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