miércoles, 31 de agosto de 2022

DE UN MUNDO A OTRO


Espacio: hacia la colonización y privatización de la Luna y los asteroides
La humanidad se encuentra en el umbral de una era clave de la historia, comparable a los descubrimientos y exploraciones del siglo XV; a la conquista de un escenario exuberante de promesas económicas
Carlos A. Mutto Especialista en inteligencia económica y periodista
La humanidad se encuentra en el umbral de una era clave de la historia, comparable a las exploraciones y los grandes descubrimientos del siglo XV. La exploración espacial, que exaltó la imaginación de los hombres hace 50 años, comenzó a ser reemplazada por un objetivo más ambicioso: la colonización del espacio. Ahora no se trata solo de exhibir el avance tecnológico de una potencia, como en 1969, cuando los primeros astronautas caminaron sobre la Luna y colocaron la bandera norteamericana para demostrarle su supremacía al adversario. El espacio representa en la actualidad un escenario exuberante de promesas económicas y abierto a las conquistas más audaces, como eran América y África en la época de las insensatas aventuras de Cristóbal Colón y Vasco da Gama.
El duelo de hace medio siglo entre Estados Unidos y la URSS fue sustituido por la competencia con China, nueva gran potencia que demostró sus capacidades espaciales y ahora ambiciona instalar una presencia permanente en la Luna.
Los gobiernos, que siempre monopolizaron las expansiones territoriales y el control del cosmos, fueron reemplazados –a su vez– por nuevos conquistadores resueltos a privatizar el espacio para explotar sus riquezas y convertirlo en un manantial de dividendos.
Los nuevos exploradores sueñan con multiplicar las constelaciones de satélites para extender la red internet de banda ancha hasta el último rincón del planeta, implantar bases permanentes en la Luna o auscultar las nuevas riquezas –como las tierras raras– que cobijan los asteroides. El Instituto Tecnológico de California (Caltech o CIT) calcula que un solo microasteroide de 30 metros de diámetro contiene entre 20.000 y 50.000 millones de dólares de platino. Desplazado a una órbita cercana a la Luna, podría resultar factible explotarlo industrialmente. Esos proyectos son mucho más fáciles de realizar y menos contaminantes que la explotación de nódulos polimetálicos de los fondos oceánicos.
Los científicos fantasean con instalar centrales solares orbitales y transportar energía a la Tierra por haces de microondas. Desde hace medio siglo, los expertos estudian la factibilidad de ese proyecto y lo adaptan en permanencia a las nuevas tecnologías, al igual que la compleja idea de deslocalizar las industrias más contaminantes a un asteroide. Aunque resulta poco rentable trasladar plantas petroquímicas o de metalurgia pesada al espacio, resulta perfectamente verosímil –en cambio– externalizar las actividades más voraces de energía, en particular las granjas de servidores, que requieren enormes capacidades de refrigeración por climatización y son una de las principales fuentes de emisión de CO2. Trasladadas al verdadero cloud físico en un asteroide o en una estación espacial, esas capacidades de cálculo no solo servirían para almacenar datos –y duplicarlos por razones de seguridad–, sino que su fabulosa potencia resolvería las necesidades de las aplicaciones informáticas más sofisticadas, como el proceso de identificación por blockchain.
Todo ese mundo, que parece pertenecer a la ciencia ficción, estará al alcance de la mano en menos de 30 años y es solo el preámbulo de lo que será, en poco tiempo, la fabulosa conquista de Marte. El primer paso es el programa Artemis de la NASA, que debe trasladar una tripulación mixta a la Luna en 2024; su primer vuelo, para preparar la instalación de una base permanente destinada a alojar a los astronautas en las misiones de larga duración, se iba a realizar ayer, pero fue suspendido por problemas técnicos.
Ese salto vertiginoso al espacio es posible gracias a la reducción de costos que permiten las nuevas tecnologías y la llegada de empresarios privados dispuestos a invertir millones de dólares para asegurarse una posición de virtual monopolio en la nueva aventura. Algunos magnates, como Jeff Bezos y particularmente Elon Musk, cambiaron radicalmente los códigos de la industria espacial: la adopción de combustible líquido permitió construir lanzadores reutilizables que son diez veces más económicos que los cohetes tradicionales. El Startship de Musk, ese mastodonte de 120 metros de altura, debe realizar su primero vuelo antes de fin de año. A diferencia de la NASA, que funcionaba en circuito cerrado con empresas cautivas y sometidas a normas de seguridad paralizantes bajo el control paranoico de la CIA y el Pentágono, los capitales privados estimularon la cooperación con startups de biotech y fintech pletóricas de ideas revolucionarias.
Pero la rivalidad es desigual. Se trata de una lucha de colosos contra enanos. Las comparaciones de costos son alucinantes: los recursos de la Agencia Espacial Europea son cuatro veces inferiores al presupuesto de la NASA y apenas la mitad de los que tiene Space X, el gran programa de Musk. Rusia recientemente anunció su retiro de la estación espacial y se ilusiona con crear un proyecto binacional con China, pero todo sugiere que no está en condiciones tecnológicas ni financieras de continuar en carrera. Elon Musk, que continúa desarrollando sus ambiciones lunares, prevé por su parte una misión experimental de seis meses en 2026, el lanzamiento a la Luna de un vehículo totalmente automatizado en 2028 y un vuelo tripulado en 2030.
Ese programa no tiene nada de cándido. El sistema de propulsión de Starship está dotado de una treintena de motores Raptor, que, por el momento, lo colocan como la mejor opción para equipar a la futura generación de lanzadores SpaceX concebidos para la exploración y colonización de Marte, hacia 2050.
Cuando esos sistemas estén operacionales en la Luna y el cosmos, podrá comenzar la fase de explotación. Musk y las nuevas startups estarán en condiciones de explotar su negocio: cada kilo de flete se factura a un promedio de 120.000 dólares.
Jeff Bezos parece seriamente rezagado en esa carrera. Su programa sufrió demoras considerables frente a su rival Musk: a diferencia del Falcon 9 de SpaceX, considerado como el lanzador más utilizado del mundo, el cohete New Glenn de Bezos aún no consiguió despegar. El mismo retraso existe sobre las constelaciones satelitales: Starlink ya lanzó más de 2000 artefactos en una órbita baja, pero su objetivo –lejano por el momento– era colocar 12.000 en 2025 y llegar a 40.000 en la próxima década.
Las nuevas posibilidades abiertas por la participación de actores privados amplían el escenario de confrontación entre las grandes potencias, una inquietante perspectiva que indujo a Estados Unidos en 2019 a crear la Fuerza Espacial, que será la sexta rama del sistema de defensa norteamericano. En la práctica, el futuro del espacio se juega entre Washington y Pekín. La prueba es que Estados Unidos continúa invirtiendo 50.000 millones de dólares anuales en ese sector y China, según estimaciones, entre 10.000 y 15.000 millones. El tratado sobre utilización pacífica del espacio –firmado en 1967 por 113 países– estipula que la Luna, Marte y los asteroides son res nullius (no tienen dueño) y nadie puede reivindicar su propiedad ni explotarlos. Pero todos reclaman por anticipado “zonas de seguridad” y “santuarios” en torno de las futuras bases. Unos 25 países firmaron acuerdos de exclusión, al margen de la ONU, que China compara con los tratados que le impusieron las potencias coloniales en el siglo XIX y Rusia define como un intento de exportar al espacio el principio de extraterritorialidad del derecho norteamericano. “Será imposible regular el cosmos mientras subsista el caos en la Tierra”, estima William Wiltshire, experto en temas jurídicos espaciales.
Los capitales privados estimularon la cooperación con startups de biotech y fintech pletóricas de ideas revolucionarias; pero la rivalidad es desigual

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.