miércoles, 31 de agosto de 2022

EL HOME OFFICE ENGORDA Y ENFERMA


“Cuarenkilos”. Por el aumento de peso, los expertos apuntan también al home office
Los pacientes llegan con entre 8 y 10 kilos más tras la pandemia, según los nutricionistas
Evangelina Himitian Trabajar en casa es solo una pata de un nuevo estilo de vida menos saludable
Encerrados todos los días, a pasos de la heladera. La cuarentena brindó el primer escenario en el que los argentinos empezaron a ganar peso, que originó además un cambio en los mecanismos de placer, más ligados a la comida. Y ahora, en la pospandemia, el trabajo remoto es otro factor sobre el que alertan expertos en nutrición, por su impacto en el sedentarismo y el desorden alimentario. A los consultorios, afirman, los pacientes llegan con entre ocho y diez kilos más que los que tenían antes de la pandemia.
El día que Flavia , de 41 años, se volvió a subir a la balanza, creyó que se trataba de un error. “¿Once kilos y medio? No puede ser”, dijo. Bajó y subió, pero allí estaban esos números en rojo en el consultorio de la nutricionista que le cantaban: 72,5 kilos. “Toda la vida pesé cerca de 60. A veces más, y otras, menos. En la pandemia de coronavirus había aumentado. No sabía cuánto, pero jamás pensé que era tanto. Hasta que me pesé y les puse número a los famosos ‘cuarenkilos’. Y eran más de once”, cuenta Romano, que es madre de dos niños y trabaja desde su casa para una empresa. Desde mayo pasado tiene un plan alimentario y, así, ya consiguió perder cuatro kilos. “No sé en qué momento subí. A mi marido le pasó lo mismo y los chicos también aumentaron de peso. Decidimos hacer todos un cambio”, relata.
El suyo no es un caso aislado. Según explican los nutricionistas, el aumento de peso de la población durante la pandemia y la pospandemia alcanza de ocho a diez kilos en promedio. “Algunas personas más y otras menos, pero prácticamente no hubo persona que no haya engordado en la pandemia”, explica Mónica Katz, médica nutricionista y expresidenta de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN).
“No se trata de estética, sino de salud. Cada uno elige en qué cuerpo quiere vivir, pero la obesidad es una enfermedad y hay que decirlo”, apunta la especialista. “La pandemia nos dejó un setpoint [punto de partida] de peso más alto. Si estos datos eran preocupantes antes de la pandemia, ahora son un tsunami”, concluye.
¿Qué hicimos mal en la pandemia? Muchas cosas. “Comimos más hidratos, en porciones más grandes, y nos volvimos más sedentarios. Mucho picoteo al estar en casa, aburridos, desordenados en horarios, aumentó el consumo de alimentos fuera de la mesa. Además, el cambio en los ciclos de vigilia-sueño también contribuyó a la ganancia de peso. En la pandemia se cocinó mucho, pero no saludable”, agrega Silvina Tasat, nutricionista y actual vocal de la SAN.
“La pandemia nos dejó más gente que sabe cocinar. Pero el problema es que ninguno practicó con ensaladas”, resume Alberto Cormillot, médico especializado en nutrición y obesidad.
Trabajar desde casa trajo cambios en los patrones de movilidad y vestimenta para muchas personas. “Quien trabaja desde su casa transita por un mundo más pequeño. Salir de casa implica un gasto calórico. Además, con el home office desaparecen todas las instancias de bodychecking, como entrar en un jean o en una ropa formal, mirarse en otros espejos, interactuar con otros”, dice Katz.
“La pandemia fue un ambiente obesogénico. Durante el aislamiento, la gente estuvo más cerca de la heladera y de la alacena. El que trabajó en casa ganó más kilos que el que salía todos los días. Con el encierro se perdieron los indicadores de aumento de peso. ¿Te ponés un cinturón o el jogging? La ropa de entrecasa no avisa”, indica Cormillot.
“El home office engorda, porque genera mucho desorden alimentario. Movilizarse por la ciudad, tener que caminar hasta la parada, subirse a un colectivo, tener que vestirse para salir, todo colabora en el sentido contrario”, señala Tasat.
“Fue un gran aumento en poco tiempo. Y fue muy generalizado. Casi no hay personas que no hayan subido. El que menos aumentó subió un kilo. Y lo más relevante es que muy pocos volvieron no digo a su peso anterior, sino a su estilo de vida anterior. Es decir que ese aumento de peso en muchos casos se quedó”, explica Katz.
Este incremento preocupa, advierten los especialistas, en la medida en que las últimas estadísticas del Ministerio de Salud de la Nación indican que el 68% de la población ya tenía sobrepeso antes de la llegada de la pandemia.
Etapas
No ocurrió de la noche a la mañana. Pero cuando Ezequiel se pesó, a fines del año pasado, había aumentado ocho kilos y todavía no bajó ninguno. Ana Inés G., en cambio, no sabe exactamente cuánto subió, pero había sumado dos talles a su ropa. Entonces ella y su familia decidieron recurrir a una nutricionista que los ayudó a volver a un estilo de alimentación adecuado a sus necesidades, y que fue el camino para que todos conectaran a su manera con alguna actividad física.
“Hubo una etapa de la pandemia en la que lo que se comía eran directamente carbograsas, ni siquiera carbohidratos. Nos dejaron encerrados, comiendo y engordando. Como animales en un feedlot”, ejemplifica Rosa Labanca, médica nutricionista, docente de la Universidad de Buenos Aires y directora de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios.
“Después fue el boom de los deliveries, de todo tipo”, agrega Cormillot. “Y ante esta rápida ganancia de peso la gente se asustó y recurrió a la pseudo nutrición y a las clases de gimnasia por YouTube. Todos intentos contrapuestos que no alcanzaron, porque lo que había cambiado era el estilo de vida. Más sedentario, más cerca de la heladera, sin horarios definidos, con la comida como centro del placer”, apunta Labanca.
Cuesta mucho perder peso cuando el cambio en el estilo de vida es tan grande, reconocen los especialistas. “Durante la pandemia, se modificaron los neurotransmisores cerebrales. El placer cambió de foco. La comida se volvió la única certeza. En algunos casos, una adicción. Y así, personas que antes no tenían grandes problemas de peso empezaron a tener atracones. Esto cambió el sistema cerebral y la forma de activar los mecanismos de placer, y dejó una huella. Y por más que volvamos a algunas rutinas, reestructurar el sistema cerebral no es sencillo. Va a ser un largo proceso para bajar esos kilos. Es un proceso de cambio en el que no sirven las dietas extremas”, dice Labanca.
Las recetas rápidas no sirvieron, advierten. Las dietas extremas también tienen su capítulo en esta ganancia generalizada de peso.
“Ayudan a bajar en un momento, pero generan un efecto rebote e hicieron que los argentinos ganaran más peso aún. La obesidad es compleja y es una enfermedad que no se revierte con polvitos mágicos. La pandemia acentuó la búsqueda de fórmulas instantáneas. Las redes sociales muestran muchos influencers, personas sin matrícula, que promocionan desde consejos hasta productos que son falsas promesas de adelgazar. Acá los talibanes del ayuno y las dietas desintoxicantes no ayudan. Para tener un peso adecuado necesitamos comer frutas y verduras todos los días, más carne y lácteos o legumbres, y consumir los dos litros de agua diarios. Tan sencillo como eso”, apunta Tasat.
Diez kilos de a 100 calorías
Aunque muchos se sorprendieron al subirse a la balanza, los cambios fueron lentos, progresivos y acumulativos. “Para aumentar un kilo necesitamos consumir 7000 calorías de más. Cinco kilos son 35.000 calorías de exceso. Repartidas en 12 meses, son apenas unas 100 a 200 calorías diarias en exceso. Aumentando muy poco la ingesta diaria y bajando la actividad física, se suben cinco kilos en un año sin notarlo. Eso pasó durante la pandemia. La gente subió sin darse cuenta. En un asado de un domingo al mediodía hay 1500 calorías de más. Un año tiene 200 días hábiles y 104 sábados y domingos, más los viernes. En esos días, la dieta ideal de 2000 calorías pasa a 3000 o 4000 sin que lo notemos”, explica Cormillot.
La gran pregunta es cómo reaccionamos ante la noticia de semejante aumento. Los especialistas describen que hay distintos grupos. “Los que están muy obsesionados con su cuerpo no se lo permitieron y de inmediato hicieron algo para revertirlo, durante la primera ola de aumento. Por ejemplo, los runners que salieron a correr apenas les dieron permiso. Son los nutrifit, saludables, obsesivos, que reaccionaron rápido ante los primeros 3 kilos y los revirtieron”, dice Katz. “Son los que menos lo necesitaban, pero los que primero reaccionaron. Y eso pasa siempre”, agrega.
Después están los que reaccionaron tarde, con más kilos a cuestas. Y que no se dieron cuenta hasta que algún estudio médico les cantó hígado graso, diabetes, o empezaron con dolores en las articulaciones. Y por último están los que no hicieron nada y aceptaron los kilos como parte de su nueva realidad. Son muchos.
“Hay un cambio en el estilo de vestimenta, marcado por una mayor informalidad por el fin de la jornada de oficina, que alberga con mucha comodidad al nuevo peso. Pero no por esto es saludable”, reflexiona Labanca.
Con el inminente inicio de septiembre, debuta la temporada alta de consultas en nutrición y conseguir un turno ya es una odisea. “El aumento en la cantidad de consultas que tenemos es notable. Muchas personas están reaccionando en estos meses, más allá de la llegada del calor, que siempre marca la temporada alta. Y llegan al consultorio con un sobrepeso importante”, apunta Tasat.

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