martes, 30 de agosto de 2022

ECONOMÍA CON EL DR. JUAN CARLOS DE PABLO


La eficiencia y la “paternidad” de los aumentos salariales
Con índices de inflación crecientes, las subas de ingresos que se pactan van quedando rezagadas y los empleados pierden poder adquisitivo; ¿convienen los montos fijos para compensar, como los que se dijo que estudia disponer el Gobierno?

Juan Carlos de Pablo
Las recomposiciones salariales se vuelven un tema protagónico en una economía con inflación
Cuando la tasa de inflación crece, los aumentos de los salarios nominales pactados originalmente quedan rezagados con respecto a la suba de los precios. En otros términos, disminuye el poder adquisitivo de lo que los empleadores abonan como contraprestación de los servicios laborales. Esto es lo que ocurrió durante el primer semestre de 2022. Para remediar la situación, el Gobierno piensa en otorgar un aumento de suma fija, por decreto, mientras que los sindicatos prefieren que las modificaciones salariales surjan de negociaciones paritarias. ¿Por qué es importante quién y cómo se logra esto?
Para que me esclareciera, conversé con el irlandés George Bernard Shaw (1856-1950), quien se inmortalizó como novelista y autor de exitosísimas obras de teatro, como Pigmalion, que en la Argentina es conocida como Mi bella dama.



 Pero me interesó conversar con él porque, junto con Beatrice Potter y Sidney Webb fue uno de los teóricos del socialismo fabiano y de la Sociedad Fabiana. Según George Joseph Stigler, quien en 1959 publicó una monografía sobre el socialismo fabiano, “Shaw era un hábil diletante, pero su chispa y genio literario hicieron que sus escritos económicos fueran extremadamente influyentes”.

–¿Cómo llegó a interesarse por la economía?


–Me persuadí de la necesidad de una reforma económica radical cuando, en 1882, entré accidentalmente en un salón de Londres y escuché una de las influyentes conferencias pronunciadas por Henry George sobre un impuesto a la renta de la tierra. El estudio de Progreso y pobreza me encaminó hacia el socialismo. Me convertí en un completo seguidor del pensamiento de David Ricardo y William Stanley Jevons: generalicé la teoría de la renta, transfiriéndola de la tierra al capital y, aunque en menor medida, también al trabajo.

–Con el matrimonio Webb participó en la creación de la Escuela de Economía de Londres (LSE), una institución cuyo prestigio deriva de la rigurosidad con la que se estudia, y el cuerpo de profesores que la integró y la integra.

–Como estábamos convencidos de que el socialismo finalmente vencería al capitalismo, no la fundamos para adoctrinar, sino para preparar a los profesionales idóneos que habrían de hacerse cargo del futuro gobierno socialista. En 1946, Friedrich August von Hayek reseñó el primer medio siglo de existencia de la LSE.

¿Qué nos puede aportar sobre el debate planteado en la Argentina, reseñado en los párrafos previos al inicio de esta conversación?

–La cuestión debe dividirse en dos partes: 1) ¿aumentos de suma fija o proporcionales a la estructura de salarios existente?, y 2) ¿otorgados por el Gobierno, o como resultado de negociaciones entre representantes de los asalariados y de los empresarios?

–Lo escucho.


–El salario es la contraprestación por servicios laborales prestados por los asalariados. Existe una estructura salarial, porque el valor de esos servicios no es igual en todos los asalariados. Ejemplo: el dueño de una empresa que, llevado por su sensibilidad, pretenda pagarle lo mismo al portero que al experto en computación, solo conseguirá muchos porteros. Cuando la estructura salarial se basa en criterios diferentes a ese valor, la empresa se resiente, y si la distorsión es suficientemente grande y la firma opera en mercados competitivos, puede terminar fundiéndose.

–¿Qué tiene esto que ver con la actual discusión en la Argentina?

–Una medida que busca restablecer los salarios reales pensados cuando se negociaron los aumentos nominales, pero que resultaron desfasados por el aumento de la tasa de inflación, tiene que ser proporcional a los salarios existentes, es decir, no tiene que afectar la estructura salarial.

–De manera que, según usted, un aumento de suma fija es una mala idea.

–Es una pésima idea, copiada de los aumentos de suma fija otorgados en las jubilaciones y las pensiones, práctica que ustedes aplicaron con tanta frecuencia y con tanto entusiasmo, que hoy la mayoría de los integrantes de la denominada clase pasiva cobran lo mismo, independientemente de lo que aportaron. Además de los millones de seres humanos que, gracias a las “moratorias”, también cobran sin haber aportado nada. No sorprende que en estas condiciones no se pueda hacer “milagros” con las jubilaciones.

¿Por qué, en el caso de los salarios, la idea es pésima?

–Porque le quita sentido a querer progresar. Cuando producto de los aumentos de suma fija se achata la estructura salarial, nadie quiere dejar de ser maestra para pasar a directora de una escuela. Y esto es trágico. Pero no solo eso…

–¿Hay más?

–Claro, porque un aumento de suma fija no tiene más remedio que ignorar la heterogeneidad de situaciones. Seguramente que los empresarios de algunos sectores podrán pagarlo sin mayores dificultades, y otros no tanto y, por consiguiente, se fijará un valor del aumento suficientemente bajo para tener en cuenta a estos últimos. Perjudicando a los asalariados que laboran en sectores que pueden pagar más.

También existe la cuestión de quién tiene que otorgar el aumento, el Gobierno o los sindicatos.

–La cuestión viene de lejos. En su país, antes de la presidencia de Juan Domingo Perón existía una tensión objetiva entre los diputados de orientación socialista y los dirigentes sindicales. Imaginemos casos, como los de la extensión de la jornada laboral, el “sábado inglés” o la denominada “ley de la silla”. Que la jornada diaria máxima sea de ocho horas significa una mejora para los trabajadores, pero ¿quién se lleva “los laureles” de tal logro?

Eso, ¿quién?

–El diputado socialista García le decía al dirigente sindical Pérez: “Usted tráigame a mi despacho la inquietud, que yo la convierto en una ley y se soluciona el problema”. A Pérez esta forma de operar no le resultaba atractiva, porque los asalariados iban a hablar de la “ley García”. Entonces organizaban marchas, protestas, etcétera, para que los legisladores terminaran, presionados, aprobando la ley, que los asalariados denominarían “ley Pérez”.

Todo el mundo quiere ser el “padre” de las mejoras salariales.

–Así como los fabricantes de helados piensan en sus clientes, los legisladores y los dirigentes sindicales piensan en sus próximas elecciones. Por exactamente la misma razón, nadie quiere ser el padre de los ajustes tarifarios, cambiarios, etcétera.

–Bueno, pero esto en la Argentina 2022 se va a resolver en el plano político.

–Como siempre ocurre, la clave está en medir el poder relativo que tienen hoy el Poder Ejecutivo por una parte y la dirigencia sindical por la otra. Que pueden ser aliados, cuando se trata de protestar contra el Fondo Monetario Internacional, o el conflicto entre Taiwán y China continental, pero que ciertamente no lo son cuando hay que dirimir quién otorga los aumentos salariales. Veremos.

–Don George, muchas gracias.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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