viernes, 27 de abril de 2018

GABRIEL ROLÓN, PSICOANALISTA, ESCRITOR Y TEATRO


¿Cuál es el "lado B" del amor?
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-Hay que desmitificar esa ilusión ingenua de que el amor es lindo, te salva la vida, es incondicional y un montón de cosas con las que no estoy de acuerdo y no se habla. El amor tiene demasiada buena prensa: "Bueno, si ustedes se aman todo va a estar bien, van a superar todo..." ¡Es mentira! No es un milagro que deja mariposas en el estómago. A veces uno ama a una persona agresiva; a veces el amor es posesivo, celoso, infiel. Quise hablar de esas cosas de las que nadie habla...
Gabriel Rolón -psicoanalista, escritor, guitarrero y actor- es el protagonista de un auténtico fenómeno. Allí adonde se presenta se produce el furor. Agota localidades con la rapidez de una estrella de rock y pone su sabiduría al servicio de una obra teatral que él también protagoniza: El lado B del amor. Porque además de ser psicoanalista y el escritor más vendido de la última década en la Argentina (más de 1.500.000 ejemplares), Rolón es actor y hasta guitarrero. Comparte escena con su hija Malena y con actores como Alejo García Pintos y Cynthia Wila, dirigidos por Carlos Nieto. Desde hace algunas semanas se presentan en El Picadero, de miércoles a domingos. Su anterior propuesta teatral, Historias de diván, fue vista por 120.000 personas en 384 funciones.

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Más que una adaptación de su libro Encuentros, es un desprendimiento de sus recurrencias literarias, que se iniciaran una década atrás, con el best seller Historias de diván: relatos extremos de desamores. Que a veces se convierten en salvajes. "Tenía ganas de contar a través de la comunicación teatral qué puede pasar cuando estamos encerrados en una situación de maltrato, de angustia -expresa el autor y protagonista-. Cuando escribí ese libro no estaba tan instalado el tema de los amores malos, los violentos.
-Los amores tóxicos. Bernardo Stamateas encontró la palabra antes que vos.
-¡Bernardo es un tipo muy inteligente, le tengo sumo respeto! Él también habla de esto. De los celos, la posesión, la humillación, el maltrato. Esa es la primera arista que aparece en la obra: el lado B. Luego viene la contención de esta historia fuerte, el lugar donde se aprovecha para razonar, para pensar.
-La comunicación teatral, ¿es una recreación literaria, la suma de tus experiencias o surgen del dispositivo psicoanalítico?
-Las tres cosas. Tomo cosas de los libros y de mi manera de pensar. Por supuesto que me hago eco del sufrimiento que escucho en el consultorio. Y adapto a la forma teatral algún caso que he sido autorizado a contar.

-¿Es un libreto de hierro o se modifica con la interacción?
-Es un libreto concluido. Pero las sinfonías siempre son inconclusas. Un viejo refrán expresa que el cine es del director; la televisión, del productor, y el teatro, del actor. Creí que era un lugar común hasta que me di cuenta de que era así. El director te marca lo que quiere, pero si en el público se genera algo, te tomás una licencia para convocar otra cosa en el escenario. Quien tiene las licencias para interactuar soy yo.
-Para la gente común lo corriente es llevar el trabajo a su casa. Para vos es al revés: en escena están tu esposa y tu hija. ¿Cómo funciona?
-Siempre traté de prepararme para hacer lo que deseo. Hoy, que tengo la suerte de poder elegir -y eso es un milagro-, elijo el teatro. Lo quiero hacer con mi hermano en la vida, Charly Nieto. Y también con mi familia. Si viajo a presentar una obra, no es lo mismo terminar cenando con Malena que meterme solo en un hotel. Cuando empezamos a hacer estas charlas con Cynthia dijimos: "Hagamos de esto una puesta teatral". Mi hijo también es parte de la producción artística. A esta altura vivo muy bien de mi profesión y puedo escribir un libro cada año y medio. Pero tengo ganas de hacer esto. No quiero trabajar de otra manera.
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"Siempre traté de prepararme para hacer lo que deseo"

-¿El público va a ver a un actor o a un autor de autoayuda?
-Hay gente que me abraza llorando y me dice que un libro mío le cambió la vida. Eso pasa todo el tiempo y sé que no es así. Puedo llegar a ayudar a alguien con quien trabajamos juntos dentro del consultorio. Con un libro, en todo caso lo puedo ayudar a pensar: si lo movilizan, lo ayudan a pensar; si piensa, se angustia; si se angustia, a lo mejor va a ir a un analista. Esa es mi manera de ayudar a la gente.
-¿A vos qué te cambió la vida?
-Si algo me reconozco es estar atento. Me preparé para cada cosa que hice, como en el amor. Esa preparación sirve para que cuando el azar te pone la oportunidad adelante no te la pierdas. Hay una conjunción entre el deseo y el azar. Cuando tuve la posibilidad de hacer radio con Alejandro Dolina ya me había preparado mucho: era músico, profesor de guitarra, psicoanalista, había enseñado canto y mitología.
-¿Preparado para qué?
-Quería ser músico, dirigir una orquesta sinfónica, ser concertista de piano. Era mi sueño. Cuando era chico, para la casa de un trabajador un piano significaba mucho dinero. Mi papá no me lo pudo comprar, pero me compró una guitarra. Fue una emoción maravillosa que mis padres hubieran escuchado mi deseo de estudiar música. Estudié guitarra, canté folclore, compartí grandes escenarios con cantores como Hernán Salinas. En un momento me dije: "Bueno, no va a ser el arte". Y cuando estaba establecido en la psicología me llamó Alejandro: "¿Querés venir una semana a reemplazar a Guillermo Stronati? Tocás la guitarra y cantamos". ¡Cómo no iba a ir! ¡Les iba a poder decir a mis hijos que trabajé una semana con ese tipo! Fue azaroso. Lo que no fue azaroso es que me preparé de la mano del deseo. Pasa mucho en el amor: a lo mejor conociste a alguien y lo encontrás quince años después y decís: "Cómo no nos dimos cuenta antes".

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-¿Qué te pasaba cuando el azar no coincidía con tus sueños?
-La vida tiene un costado cruel. No todo el mundo puede trabajar de lo que quiere. Hice cosas que no me gustaban nada. ¡Fui vendedor de chacinados para un frigorífico! Yo no sé vender: no podría ni vender dólares a mitad de precio en la calle Florida. Me daba vergüenza poner cartelitos de "Enseño guitarra" en los negocios. Pero al menos el trabajo me daba la posibilidad de hacer lo que me gustaba cuando no trabajaba. "Cuando cobre el mes, voy a ver una función al Colón", decía. La vida no es más que una eterna encrucijada. Todo el tiempo te salen calles cortadas, desvíos. Lo importante es tomar aquellas calles que no son las que querías tomar, pero que no te desvían de lo que querés.
-¿También percibías la desmitificación del amor como algo romántico?
-Las experiencias te van dando pautas: "Si yo pudiera como ayer querer sin presentir". No sé si quisiera querer igual que a los 17, de aquel recuerdo de que el amor todo lo puede, que el primer beso es para siempre. Me gusta sentir que el amor es un territorio riesgoso. Aprendí que el amor es algo muy complejo, que requiere mucho cuidado, mucha atención. Y casi suscribiría el titulo del libro de (Erich) Fromm: el amor es un arte.
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Tomando el título de un libro tuyo, ¿somos padecientes de amor?
-Todos somos potencialmente padecientes. Desde el útero materno, la teta, la infancia, la cama de los padres, siempre vas perdiendo cosas. Nadie puede tener vida sin dolor: da cuenta de la lucha por la vida. No estoy en contra del dolor. El padecimiento es otra cosa: es cuando empieza a minar las cosas que te rodean y se vuelve patológico.
-¿Cuál es el lado B del amor que todavía no entendés o no podés resolver?
-Entiendo que alguien sea hincha de Inglaterra. Lo que no puedo es participar de la emoción cuando Inglaterra hace un gol. Con el amor ocurre lo mismo: no puedo entender que alguien se quede en una relación cuando está sufriendo ni participar de esa comprensión de las parejas que todo el tiempo te dicen que es inevitable porque "es parte de la vida". Cuando uno es adulto no tiene la obligación de que sea para toda la vida. Son dos neurosis que se encontraron. Y a veces la neurosis va acompañada de perversión: entonces además tenés un crimen. Si alguien discutiera mucho, yo preguntaría para qué. Muchos pacientes me dicen: "Porque nos amamos". Y yo les digo: "¿Qué tiene que ver?". ¿Quién le hizo creer a la gente que con el amor alcanza? El amor es una condición necesaria, pero no suficiente.
Las cifras de un fenómeno
1,5 millones de ejemplares vendidos. Lo convierten en el escritor más vendido de la última década en la Argentina.
120.000 espectadores. Vieron su primera propuesta teatral: Historias de diván
500.000 espectadores. Tuvo su película Los padecientes, una de las cinco más vistas en la Argentina, en 2017.
6500 entradas vendidas. En el Luna Park, el 6 de octubre de 2015, en la primera presentación de un libro realizada en ese estadio, con entradas pagas.

N. CH.

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