viernes, 26 de febrero de 2021

AUTORES SINGULARES Y LIBROS RECOMENDADOS


Libros: Cuando Assange y Snowden escriben
¿Héroes o criminales? Tanto el fundador de WikiLeaks, que no será finalmente extraditado a Estados Unidos, y el exempleado de la CIA que denunció al gobierno de su país, explican en sus libros porqué hacen lo que hacen
Tras casi dos años de aislamiento total en Belmarsh, una prisión inglesa de máxima seguridad, las autoridades judiciales de Gran Bretaña confirmaron hace pocos días que el australiano Julian Assange (Townsville, 1971) no será finalmente extraditado a Estados Unidos, donde el Departamento de Estado confiaba en condenarlo a 175 años de cárcel por el robo de todos los secretos militares y diplomáticos que el sitio WikiLeaks publicó entre 2010 y 2011.
 Los hechos y sus repercusiones son conocidos, y el debate sigue abierto: ¿publicar en internet información reservada sobre la muerte de civiles y periodistas bajo fuego estadounidense en Irak, torturas en Guantánamo y espionaje ilegal a distintos dirigentes de primer nivel es un acto de puro periodismo o un acto de puro sabotaje? ¿Es Assange el investigador más valiente de la era digital o es un hacker que llevó hasta una nueva escala criminal el robo de información?
Lo curioso es que, desde el principio de su carrera, fue el propio fundador de WikiLeaks quien registró sus ideas a través de distintos libros centrados en el sentido político, social y técnico de sus acciones (y esta es una cualidad literaria que, según sus abogados, tal vez ya no pueda seguir adelante tras el daño mental ocasionado por las duras condiciones de Belmarsh).
Para darse una idea del tono entre la rebeldía y el atropello, en Cuando Google encontró a WikiLeaks (2014), su último libro publicado hasta el momento, Assange escribe sobre el más poderoso buscador en internet que “la vigilancia en masa funciona como la religión: nosotros decimos a la gente que hay una entidad que ve todo lo que haces, a la que no puedes engañar y que puede influir en tu vida, que es invisible y no lo percibes, pero es lo mismo que han dicho los curas durante miles de años sobre un Dios omnipotente y omnipresente”.


En un libro anterior, Criptopunks: la libertad y el futuro de internet (2013), la premisa es la misma: vivimos en un mundo que nos invita a la interacción y la mirada digital compulsiva, pero la verdadera información acerca del funcionamiento de este mundo y sus intereses se mantiene a resguardo. Solo los hackers pueden entender lo que los propietarios de internet desean y, por lo tanto, lo que hacen con nuestros datos para conseguirlo.

En el prólogo de Criptopunks escrito especialmente para América Latina, este Assange literario sintetizó lo que considera (hasta hoy) que es su misión como destructor de los grandes secretos de los gobiernos y las corporaciones: “La lucha de WikiLeaks es una gesta compleja. En mi trabajo como periodista he luchado contra guerras y para que los grupos poderosos rindieran cuentas ante el pueblo”. Libros colaterales como ArgenLeaks, donde el periodista Santiago O’Donnell analiza los cables diplomáticos de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires revelados por WikiLeaks, son una prueba de las repercusiones de esta “lucha”, incluso, en nuestro país.
Pero Assange no solo enfrentó a las fuerzas políticas del lenguaje binario en una época en que, como señala el politólogo inglés David Runciman, la democracia vuelve a discutir sus antiguos conflictos entre la inteligencia y la responsabilidad. Al narrar sus batallas, Assange también quedó envuelto en los inevitables conflictos de la introspección. Y entonces surgió una paradoja: ¿qué tan transparente quería ser el hombre que forzaba la transparencia de los otros?
Todo empezó cuando en 2010, para terminar con las películas que, según Assange, mostraban versiones manipuladas de su vida, decidió publicar una autobiografía que esperaba convertir en “uno de los documentos emblemáticos de nuestra generación”. Dos años después (y con un contrato editorial de casi 700.000 dólares), apareció el libro cuyo título retrata el conflicto permanente alrededor de Assange: Autobiografía no autorizada.

Escrito por el inglés Andrew O’Hagan, que en otro libro, La vida secreta (2017), traducido el año último al castellano, narra los pormenores de cómo Assange lo eligió como ghost writer de su autobiografía, al parecer el proceso necesario para contar su vida durante más de cincuenta horas de entrevistas grabadas no resultó cómodo para el creador de WikiLeaks. Ya casi terminado el libro, por lo tanto, Assange quiso cancelar el contrato, pero sus editores se negaron y se publicó igual.
Es en La vida secreta, entonces, donde O’Hagan cuenta lo que esa Autobiografía no autorizada es incapaz de reflejar. Como escribió James Boswell en su Vida de Samuel Johnson, “no hay un solo ejemplo de ningún hombre cuya historia haya sido minuciosamente relatada que no descubriese en todas las fases de su vida la misma proporción de vigor intelectual”. Y en ese sentido, O’Hagan descubre (cuando todavía estaba libre) a un Assange más humano de lo que él mismo está dispuesto a mostrar: obsesionado con googlearse y pelear en Twitter, narcisista, sexista y, en algunos momentos, algo antisemita, entre el personaje y el hombre de carne y hueso se descifra a ese hombre que “puesto a sí mismo a cargo de revelar los secretos del mundo simplemente no podía soportar los suyos”.


Es este Assange el que asume una “irritable admiración” por Edward Snowden (Estados Unidos, 1983), otro espía informático que tras siete años de dilemas morales en la CIA hizo público en 2013 que “el gobierno estadounidense espiaba de manera ilegal a sus propios ciudadanos”, como cuenta en su libro Vigilancia permanente, de 2019. Para Snowden la esencia de este problema es el modo en que el sueño originario de internet se convirtió en un “capitalismo de vigilancia dispuesto a manipular la información aún para crear pretextos para la guerra”. Y, al igual que Assange, su idea es que para reestablecer “los valores básicos de cualquier sociedad libre”, a veces, hay que tomar decisiones peligrosas. Lectores de secretos digitales y escritores de libros para divulgarlos y explicarlos, todavía resta averiguar qué tan dispuesto está ese mundo que navega por internet a oscuras para conocer y soportar los peligros que Assange y Snowden señalan desde hace años.


La vida secreta
Por Andrew o’Hagan
Anagrama. Trad.: Antonio Moya Valle
264 páginas. $1595

Andrew O'Hagan, La vida secreta
Vigilancia permanente
Por Edward Snowden
Planeta. Trad. Esther Cruz Santaella
448 páginas. $ 1360

Edward Snowden, Vigilancia Permanente

N. M. 

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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