lunes, 22 de febrero de 2021

LITERATURA.....DAVID BYRNE


Buenos Aires, ciudad de vampiros
“¿Cuándo duermen?”, se pregunta el célebre músico al comparar la vida norturna de la ciudad rioplatense con la de Nueva York, mientras visita un club con Charly García y dispara contra Gardel
por David Byrne

Me paro en una tienda de música y libros y elijo unos cuantos cedés, y el dependiente me hace escuchar algunas muestras de grabaciones locales: una de un bandoneón en solitario (ese instrumento parecido al acordeón usado en el tango), otra de jazz candombe (un híbrido inesperado para mí, ya que el candombe es música de carnaval afrouruguaya) y otra de una gran orquesta tocando viejos tangos. Sobre una mesa se extienden numerosos libros que explican la historia de la escena rock nacional, y otros que describen las peculiaridades y los cambios de la vida nocturna porteña.
¡Una historia de la vida nocturna! Qué concepto tan interesante. Una historia de la gente contada no a través de sus tribulaciones diarias o las sucesivas convulsiones políticas, sino a través de cambios en sus celebraciones y esparcimiento nocturnos. En este relato, la historia se acompaña con una botella de malbec, un buen filete argentino, música de tango, bailes y chismorreos, y revela además las actividades ilegales que tienen lugar en el sinnúmero de discotecas, salas de baile y clubes. Su intención, mostrar el modo en que vive la gente, se ambienta en calles a media penumbra, en bares y en restaurantes de madrugada cargados de humo. Esta historia está inscrita en canciones y en menús, a través de conversaciones recordadas a medias, aventuras amorosas, trifulcas de borrachos y años de consumo de drogas.
Hace aproximadamente dos décadas David Byrne descubrió la bicicleta plegable y comenzó a utilizarla en sus viajes alrededor del mundo. Con un nuevo punto de vista, desde el sillín de su bicicleta, nació la vista panorámica de la vida urbana, una manera mágica de abrirle los ojos a los ritmos y secretos de las ciudades. En lugares como Buenos Aires, Estambul, San Francisco y Londres, el foco se dirige sobre todo hacia el gremio de músicos y artistas, mientras que en Berlín o Manila se interesa por cuestiones políticas. A lo largo del camino, David Byrne reflexionará sobre temas diversos: la globalización, la moda, la arquitectura, la soledad o los cambios radicales que están sufriendo algunas ciudades. Todo esto narrado con un gran sentido del humor y de la curiosidad. Reseñas: «Una bicicleta es suficiente para deslizarse por el mundo y capturar el eterno pedalear de la realidad.» David Morán, Rockdeluxe «Excelente medidor de la mediocridad, un crítico para nada melancólico, más bien estético y sarcástico.» Silvia Hopenhayn, La Nación «Sus Diarios de bicicleta son postales urbanas llenas de color y música. Notas sueltas sobre barrios, edificios, galerías, bares, calles, monumentos, prostíbulos, puentes, casas, parques, además de bocetos ágiles de los habitantes de estos rincones.» RollingStone

Uno se pregunta si lo que la gente hace para relajarse después del trabajo y a altas horas de la noche refleja su fuero más interno, esto es, si expresa esperanzas, temores y deseos no confesados. Lo que se piensa y se opina se reprime durante el día, en público, y queda oculto bajo el discurso político habitual. La vida nocturna podría dar entonces una visión más profunda y real de un determinado momento político e histórico que las típicas manipulaciones que mandatarios y oligarcas deciden sacar a la luz pública. O, al menos, podría hablar de un mundo paralelo, de la otra cara de la moneda. […]
Después del concierto, Charly García, que ha venido a ver la actuación, me invita a ir con él a un club. Charly, uno de los instigadores del movimiento nacional de rock que emergió en los años sesenta, se hizo muy conocido a principios de los setenta. Era contemporáneo de los artistas folk y de la nueva trova antes mencionados, pero para la gente como Charly, aunque respetuosa con aquella música, el folk era un estilo contra el que había que rebelarse. Él y muchos otros representaban sexo, drogas y rock and roll: la decadencia en oposición a la causa política.
Man Ray, la banda de esta noche, acaba de empezar a tocar. Son las dos y media de la mañana. Al frente de la banda está una mujer que a veces canta con Charly. En el aspecto de vida social, esta ciudad se parece a Nueva York –conciertos a altas horas de la madrugada, gente de fiesta hasta el alba–, pero en más de un sentido la vida nocturna se alarga más que en Nueva York, tanto ahora como antes. Los restaurantes, en su gran mayoría, no cierran hasta las cuatro, mucho más tarde que en Nueva York. A las tres y media de la madrugada, ¡las calles están abarrotadas! Los cines ofrecen regularmente pases que empiezan a la una y media, y no se trata de The Rocky Horror
Picture Show u otras películas típicas de la medianoche: ¡hasta El Rey León acaba a las tres de la madrugada! Entonces, al salir del cine, el público va inevitablemente a comer algo o a tomarse una copa. ¡Se puede ver a familias enteras paseando a altas horas de la noche! ¿Cuándo duermen? Igual que en las grandes ciudades de España, la gente cena tarde –nunca antes de las nueve y media–, y luego puede salir a ver un espectáculo que empieza bien entrada la noche.
Una ciudad de vampiros. ¿Acaso esa gente no trabaja de día? ¿Hacen estos horarios toda la semana? Quizá existan dos sociedades separadas: la diurna y la nocturna; dos turnos, dos poblaciones urbanas que nunca se encuentran y cuyos caminos nunca se cruzan. ¿Tal vez consumen cocaína o enormes cantidades de hierba de mate para mantenerse despiertos? ¿O es que después del trabajo se echan una pequeña siesta mientras el resto de nosotros cenamos según el horario de Nueva York?
Hacia las cuatro de la madrugada me esfumo, vuelvo al hotel y me desplomo en la cama. Mauro y otros miembros del equipo no se retiran hasta las siete: después del club de rock fueron a otro local, cuya música describieron como una mezcla de zydeco y cumbia, pinchada por disc-jockeys. Dicen que el lugar empieza a animarse a las cinco o las seis de la madrugada.
En esta gira me acompaña Glover Gill, líder de la Tosca Tango Orchestra, afincada en Austin, Texas, cuyos instrumentistas de cuerda tocan también en la banda. Aprovechando su presencia en la ciudad, se las han arreglado para dar un par de conciertos. Varios de nosotros vamos a ver un grupo de tango tradicional en un palacio barroco, el palacio de San Martín, una de las sedes del World Tango Festival. Es un edificio increíble, con una balconada de estilo Beaux Arts y, al fondo, una vidriera de colores con un san Jorge matando al dragón. Una orquesta de tango tradicional ocupa el escenario mientras bailarines de exhibición actúan en la pista de baile antes de que el público la invada.
El público, excepto nosotros, luce sus mejores galas: trajes ceñidos, todo muy elegante y sensual. Algunos bailarines son realmente excepcionales, lo cual intimida un poco. Más tarde vamos a La Cumparsita, una especie de garito de tango para turistas, en el distrito de San Telmo. Fotos del omnipresente Carlos Gardel llenan las paredes… muchas, demasiadas. Estoy un poco harto del mito Gardel. Me dan ganas de decir: «Lleva muerto mucho, mucho tiempo. ¡Superadlo de una vez! ¡Seguid adelante!».
Por la mañana tengo que hacer un esfuerzo para levantarme. Pedaleo hasta la Casa del Tango, a unos cuatro kilómetros, y me uno a los instrumentistas de cuerda para asistir a un ensayo de El Arranque. Me siento en una de las oscuras butacas de su local de ensayo, un antiguo y modesto teatro–, y observo cómo se preparan. Se ponen a hablar de los arreglos y de cómo interpretar las diferentes secciones de la pieza. Luego tocan varios temas completos, todos magníficos.


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