martes, 31 de mayo de 2022

LA PUERTA GIRATORIA


Sale Cristina, entra Massa; Fernández solo trata de vivir

Pablo Sirvén
Apertura del 140 período de sesiones legislativas: Sergio Massa, Alberto Fernández y Cristina Kirchner
Curioso devenir sistémico del Gobierno: la bicefalía fallida de Alberto y Cristina, ¿dio paso ahora a un nuevo binomio (Alberto y Sergio)?
En la semana del 212º aniversario de la Revolución de Mayo, Alberto Fernández homenajea involuntariamente a las primeras administraciones patrias, con otro nuevo giro colegiado de su gestión.
Así como la Argentina naciente tuvo una Primera Junta, una Junta Grande y un primer y segundo triunvirato, en los que el poder se repartía entre varias personas, el actual gobierno tuvo, en tal sentido, una primera traumática experiencia que fluctuó entre una guerra fría, inflamables chisporroteos con serios focos de incendio y una desdeñosa indiferencia mutua.
El resultado no pudo ser peor: contradicciones de todo tipo, marchas y contramarchas, política económica errática, diplomacia zigzagueante, elecciones de medio término perdidas, inflación galopante y la autoridad presidencial seriamente dañada no solo desde la oposición, sino principalmente desde adentro de la propia coalición gobernante.
La gris chatura de Fernández le impidió sobreponerse solo a avatares tan complejos y recurrió primero a oxigenar la jefatura de Gabinete con Juan Manzur, pero no fue suficiente. Luego le dio alas a su ministro de Economía, pero tampoco alcanzó.
Ahora quien da un paso al frente para probar ser tutor de ese tallo presidencial tan endeble es Sergio Massa. Aunque también tiene sus bemoles. Subsiste la incógnita de por qué lo hace y en nombre de quién. Hace ya mucho tiempo que se barajaba si Massa se iba a constituir en una suerte de superministro de Economía o de reforzado jefe de Gabinete. Al fin no fue ni una cosa ni la otra. Prefiere obrar informalmente sin perder su condición de titular de la Cámara de Diputados. Un cargo ejecutivo en un gobierno tan voluble como el del Frente de Todos puede incinerar sus tremendas ansias de llegar a la cúspide del poder, una meta peligrosa porque volar por los aires al avanzar por terreno tan minado es una posibilidad. Hay tres alternativas en la “obra de bien” que Massa empieza a insinuar con sus movimientos de apuntalamiento a un gobierno tan desvaído. Con la excusa de acelerar los cambios que logró en Ganancias, podría estar intentando ser un puente que restablezca las líneas cortadas entre los dos Fernández, en acuerdo con Máximo Kirchner y su mamá. O bien podría estar explorando acercarse al Presidente para armar un nuevo eje de poder que aísle aún más al ultrakirchnerismo. Sin embargo, lo más probable, es que Massa esté procurando sucesivas maniobras que permitan destrabar al Gobierno de su inacción, no para hacerles una gauchada a cristinistas o albertistas, sino para quedar colocado, de cara a la carrera electoral del año próximo, en la pole position oficialista. Estaba a sus anchas en medio del minué coreográfico sui generis del viernes, rodeado de los dirigentes cegetistas y el ministro Martín Guzmán.
Esta semana que pasó, el Gobierno archivó su eslogan “Argentina unida” y lo cambió por “Primero la gente”, homónimo del libro escrito en 2007 por el Premio Nobel en Economía Amartya Sen y el consultor y economista Bernardo Kliksberg.
Es algo nuevo que fastidia a los kirchneristas, inclinados a vocablos más militantes como “pueblo” y “trabajadores” (a Perón le gustaba “descamisados” y a Eva Perón, “mis grasitas”, que hoy sería políticamente incorrecto). Aludir a la “gente” tiene algo más impersonal, burgués y desideologizado. Hasta, se diría, con cierto tufillo a Pro.
En https://www.argentina.gob.ar/primero-la-gente/avanzar-conturismo, evidentemente confeccionado por manos no supersticiosas, se presentan trece ítems que proponen, en infinitivo, “avanzar con…” Y a continuación se despliegan rubros de la economía y de la sociedad, con una combinación de más promesas que metas cumplidas.
El Presidente se animó a asistir al tedeum en la Catedral sin rehuir de ese compromiso, como solían hacerlo sus mentores Néstor y Cristina Kirchner para evitar ser sermoneados por la Iglesia. Recibió su recompensa, con una homilía lavada del cardenal Mario Poli.
Si el Presidente hubiese lucido, como la tradición lo indica en las fechas patrias, los atributos del mando, a nadie le hubiese llamado la atención. Pero la ausencia de los mismos (la banda presidencial, cruzando su pecho, y el bastón de mando, en una de sus manos) en momentos en que su autoridad resulta tan cuestionada por la parte más sustancial del oficialismo y por toda la oposición pareció una confirmación de su parte de que no es merecedor de esa distinción. En cambio, en el locro con trabajadores de la economía popular, en Florencio Varela, resultó toda una alegoría triste su perruna versión de tan luego “Solo se trata de vivir” (casi un ruego).

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