Teatro Regio, Córdoba 6056.
Miércoles a domingos, a las 20
Adorados por el público argentino, vuelve La Zaranda
El grupo andaluz cautiva a los espectadores locales desde 1985; ahora se presentará en el Regio con La batalla de los ausentes, que hace foco en la guerra
Carlos Pacheco
El grupo La Zaranda, en La batalla de los ausentes
Llegaron por primera vez a Buenos Aires en 1985. Después de realizar unas exitosas presentaciones en el Festival Internacional de Teatro de Montevideo el grupo español La Zaranda recaló en el Centro Cultural Recoleta e hicieron unas pocas funciones de su trabajo Mariameneo Mariameneo. Desde entonces sus visitas fueron multiplicándose y no solo siguieron conquistando al público local, sino que, en algunas ocasiones, también llevaron sus espectáculos a otras ciudades argentinas.
En diferentes ocasiones se presentaron en teatros como el Margarita Xirgu, San Martín, Cervantes, Picadero. El interés del público porteño por sus trabajos se mantuvo intacto. Cada espectáculo de La Zaranda propone ingresar en un campo de ensoñación en el que las imágenes se multiplican. Sus historias parecen pequeñas pero los juegos que proponen los intérpretes las potencian de tal manera que generan una verdadera conmoción.
La compañía española lleva 43 años de trabajo. Si en algún momento se autocalificaron como “Teatro inestable de Andalucía la baja”, desde hace un tiempo decidieron modificar esa expresión por “Teatro inestable de ninguna parte”. Sin duda son conscientes de que sus obras expresan no solo a miembros de la comunidad en la que se originaron, sino que llegan a resultar sumamente atractivas en otros territorios.
La Zaranda regresa a Buenos Aires para presentar La batalla de los ausentes, su última creación, en el teatro Regio, a partir del próximo miércoles. Según ellos definen, en escena aparecerán como “sobrevivientes de una guerra que nadie recuerda, por más que no cejen en su intento vano de ganar una batalla contra el olvido, magnificando aquellas escaramuzas, meras efemérides que a nadie interesan. Una metáfora de la vida como combate, en donde los tres actores clásicos de Zaranda, su núcleo duro, son los restos de un ejército en desbandada, en esta guerra sin cuartel que dura ya más de 40 años. Su lenguaje es su desarbolada bandera en un mundo que amenaza el sentido poético de la existencia. Combate inútil, que parece ser nuestra esencia cultural, lo quijotesco. Épica para tres farsantes, sátira de todo poder humano, la dignidad y la fe como acto de resistencia. Esas fueron siempre sus trincheras”. Con dramaturgia de Eusebio Colange, el espectáculo está interpretado por Francisco Sánchez, Gaspar Campuzano y Enrique Bustos. La dirección es de Paco de La Zaranda quien, en diálogo , sintetizó algunos aspectos que hacen a la labor del grupo.
–Llevás 43 años de trabajo en una misma compañía. ¿Podés recordar aquellos primeros años, los aspectos de esas búsquedas primarias, los objetivos de hacer un teatro que provocara al público? Una España muy distinta, un mundo muy diferente.
–Recordar es reconocerse. El gran interrogante del hombre ante su destino es el principio del mismo teatro. Querer hacer un teatro que surgiera de la necesidad de expresar lo que somos, lo que sentimos. Un teatro vivo, que, desde lo más hondo de nosotros, fuera directo al alma del espectador, que invitara a la reflexión, que buscara la tensión entre el drama y la vida. Un teatro alejado de las modas de la época, el teatro como acto de transgresión dirigido al encuentro del ser humano con lo absoluto. En definitiva, un teatro donde lo importante sea la acción de crear no de fabricar conservas artísticas. Esto y algunas cosas más eran nuestras premisas. Años difíciles, para aquellos que al margen de lo que se marcaba desde la oficialidad intentaran mezclar las leyes del arte con la casualidad de la vida.
–En tiempos en que La Zaranda inicia su carrera se promocionaba mucho en tu país a las denominadas “nuevas tendencias escénicas” (la Fura dels Baus, Els joglars). Unos teatros con improntas muy diferentes a las de ustedes. Sin embargo, La Zaranda lograba promover una emoción particular jugando a repasar la historia de una manera muy elocuente y sin realizar un teatro efectista ¿Por qué sucedió eso?
–La Zaranda nunca buscó hacer nada novedoso. Sí hacer un teatro impulsado por la vida: “el misterio”, “la magia”, “la memoria” son los actores de ese teatro. Uno siempre tiene ante sí todo y no tiene nada. Ese es el misterio, y lo inefable de ese misterio es la magia. Mezcla de ilusión y realidad, de lo que pudo ser y de lo que sucedió, es lo que contiene nuestra memoria. Nuestra misión quizá sea ser escultores de sueños, de escenas efímeras que se queden fijas en la memoria del espectador.
–En ciertos países de América Latina La Zaranda ha sido y es una referencia muy importante a la hora de hablar del teatro español contemporáneo. ¿Cuáles son los valores que entendés que en estos territorios hacen que sus proyectos se tornen tan movilizadores?
–Difícil de contestar. Siempre he sentido que en muchos lugares de América Latina el teatro sigue siendo una necesidad del espíritu. De la misma manera que el autor, el director y el actor tienen que desaparecer para que se dé la obra, el espectador tiene que convertirse en comulgante, el teatro es un gran corazón vivo que late en la conciencia del ser humano.
–En La batalla de los ausentes el tema es la guerra (“una guerra que nadie recuerda”). ¿Cómo apareció la necesidad de hablar de ese tema? ¿Hoy la experiencia adquiere una dimensión mayor dado que Ucrania está en guerra y modifica mucho la realidad, sobre todo económica, del mundo europeo?
–La batalla que se libra es la batalla que todos llevamos dentro, nosotros somos nuestros propios enemigos. La guerra siempre es la misma: es nuestro fracaso como seres humanos ante la barbarie. La batalla de los ausentes es una metáfora contra todo y contra todos; la guerra ya estuvo presente en algunos de nuestros trabajos, por ejemplo en Futuros difuntos o en El desguace de las musas. En el final de esta obra descubríamos una trinchera que es el punto de partida de esta Batalla. La guerra de Ucrania nos sorprendió haciendo temporada en el Teatro Español de Madrid y claro que cambió la mirada del público, pero no hablamos de ninguna guerra en particular.
–Como en todos los espectáculos de La Zaranda aquí también, seguramente, aparece reflejado el ser contemporáneo afectado por un mundo que resulta cada vez más caótico y en el que la experiencia de vivir se torna más desafiante. ¿Qué valores se exponen en el trabajo que dan cuenta de esto?
–Decía Ramón Gaya: “La realidad es sagrada no por sí misma, sino por lo que esconde de divino”. Allí donde ha muerto toda esperanza de redención humana nace la fe, ése es el valor fundamental. La Zaranda siempre interroga, bucea no sólo en el plano horizontal de la vida sino en lo vertical, en lo efímero, en la fragilidad y la fugacidad de la vida, preguntas ya planteadas en cierta manera en el Siglo de Oro español.ß
La batalla de los ausentes
Teatro Regio, Córdoba 6056.
Miércoles a domingos, a las 20
Llegaron por primera vez a Buenos Aires en 1985. Después de realizar unas exitosas presentaciones en el Festival Internacional de Teatro de Montevideo el grupo español La Zaranda recaló en el Centro Cultural Recoleta e hicieron unas pocas funciones de su trabajo Mariameneo Mariameneo. Desde entonces sus visitas fueron multiplicándose y no solo siguieron conquistando al público local, sino que, en algunas ocasiones, también llevaron sus espectáculos a otras ciudades argentinas.
En diferentes ocasiones se presentaron en teatros como el Margarita Xirgu, San Martín, Cervantes, Picadero. El interés del público porteño por sus trabajos se mantuvo intacto. Cada espectáculo de La Zaranda propone ingresar en un campo de ensoñación en el que las imágenes se multiplican. Sus historias parecen pequeñas pero los juegos que proponen los intérpretes las potencian de tal manera que generan una verdadera conmoción.
La compañía española lleva 43 años de trabajo. Si en algún momento se autocalificaron como “Teatro inestable de Andalucía la baja”, desde hace un tiempo decidieron modificar esa expresión por “Teatro inestable de ninguna parte”. Sin duda son conscientes de que sus obras expresan no solo a miembros de la comunidad en la que se originaron, sino que llegan a resultar sumamente atractivas en otros territorios.
La Zaranda regresa a Buenos Aires para presentar La batalla de los ausentes, su última creación, en el teatro Regio, a partir del próximo miércoles. Según ellos definen, en escena aparecerán como “sobrevivientes de una guerra que nadie recuerda, por más que no cejen en su intento vano de ganar una batalla contra el olvido, magnificando aquellas escaramuzas, meras efemérides que a nadie interesan. Una metáfora de la vida como combate, en donde los tres actores clásicos de Zaranda, su núcleo duro, son los restos de un ejército en desbandada, en esta guerra sin cuartel que dura ya más de 40 años. Su lenguaje es su desarbolada bandera en un mundo que amenaza el sentido poético de la existencia. Combate inútil, que parece ser nuestra esencia cultural, lo quijotesco. Épica para tres farsantes, sátira de todo poder humano, la dignidad y la fe como acto de resistencia. Esas fueron siempre sus trincheras”. Con dramaturgia de Eusebio Colange, el espectáculo está interpretado por Francisco Sánchez, Gaspar Campuzano y Enrique Bustos. La dirección es de Paco de La Zaranda quien, en diálogo , sintetizó algunos aspectos que hacen a la labor del grupo.
–Llevás 43 años de trabajo en una misma compañía. ¿Podés recordar aquellos primeros años, los aspectos de esas búsquedas primarias, los objetivos de hacer un teatro que provocara al público? Una España muy distinta, un mundo muy diferente.
–Recordar es reconocerse. El gran interrogante del hombre ante su destino es el principio del mismo teatro. Querer hacer un teatro que surgiera de la necesidad de expresar lo que somos, lo que sentimos. Un teatro vivo, que, desde lo más hondo de nosotros, fuera directo al alma del espectador, que invitara a la reflexión, que buscara la tensión entre el drama y la vida. Un teatro alejado de las modas de la época, el teatro como acto de transgresión dirigido al encuentro del ser humano con lo absoluto. En definitiva, un teatro donde lo importante sea la acción de crear no de fabricar conservas artísticas. Esto y algunas cosas más eran nuestras premisas. Años difíciles, para aquellos que al margen de lo que se marcaba desde la oficialidad intentaran mezclar las leyes del arte con la casualidad de la vida.
–En tiempos en que La Zaranda inicia su carrera se promocionaba mucho en tu país a las denominadas “nuevas tendencias escénicas” (la Fura dels Baus, Els joglars). Unos teatros con improntas muy diferentes a las de ustedes. Sin embargo, La Zaranda lograba promover una emoción particular jugando a repasar la historia de una manera muy elocuente y sin realizar un teatro efectista ¿Por qué sucedió eso?
–La Zaranda nunca buscó hacer nada novedoso. Sí hacer un teatro impulsado por la vida: “el misterio”, “la magia”, “la memoria” son los actores de ese teatro. Uno siempre tiene ante sí todo y no tiene nada. Ese es el misterio, y lo inefable de ese misterio es la magia. Mezcla de ilusión y realidad, de lo que pudo ser y de lo que sucedió, es lo que contiene nuestra memoria. Nuestra misión quizá sea ser escultores de sueños, de escenas efímeras que se queden fijas en la memoria del espectador.
–En ciertos países de América Latina La Zaranda ha sido y es una referencia muy importante a la hora de hablar del teatro español contemporáneo. ¿Cuáles son los valores que entendés que en estos territorios hacen que sus proyectos se tornen tan movilizadores?
–Difícil de contestar. Siempre he sentido que en muchos lugares de América Latina el teatro sigue siendo una necesidad del espíritu. De la misma manera que el autor, el director y el actor tienen que desaparecer para que se dé la obra, el espectador tiene que convertirse en comulgante, el teatro es un gran corazón vivo que late en la conciencia del ser humano.
–En La batalla de los ausentes el tema es la guerra (“una guerra que nadie recuerda”). ¿Cómo apareció la necesidad de hablar de ese tema? ¿Hoy la experiencia adquiere una dimensión mayor dado que Ucrania está en guerra y modifica mucho la realidad, sobre todo económica, del mundo europeo?
–La batalla que se libra es la batalla que todos llevamos dentro, nosotros somos nuestros propios enemigos. La guerra siempre es la misma: es nuestro fracaso como seres humanos ante la barbarie. La batalla de los ausentes es una metáfora contra todo y contra todos; la guerra ya estuvo presente en algunos de nuestros trabajos, por ejemplo en Futuros difuntos o en El desguace de las musas. En el final de esta obra descubríamos una trinchera que es el punto de partida de esta Batalla. La guerra de Ucrania nos sorprendió haciendo temporada en el Teatro Español de Madrid y claro que cambió la mirada del público, pero no hablamos de ninguna guerra en particular.
–Como en todos los espectáculos de La Zaranda aquí también, seguramente, aparece reflejado el ser contemporáneo afectado por un mundo que resulta cada vez más caótico y en el que la experiencia de vivir se torna más desafiante. ¿Qué valores se exponen en el trabajo que dan cuenta de esto?
–Decía Ramón Gaya: “La realidad es sagrada no por sí misma, sino por lo que esconde de divino”. Allí donde ha muerto toda esperanza de redención humana nace la fe, ése es el valor fundamental. La Zaranda siempre interroga, bucea no sólo en el plano horizontal de la vida sino en lo vertical, en lo efímero, en la fragilidad y la fugacidad de la vida, preguntas ya planteadas en cierta manera en el Siglo de Oro español.ß
La batalla de los ausentes
Teatro Regio, Córdoba 6056.
Miércoles a domingos, a las 20
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