miércoles, 28 de febrero de 2024

El Nido del Águila, la casa de montaña que los jerarcas nazis le regalaron a Hitler

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El Nido del Águila, la casa de montaña que los jerarcas nazis le regalaron a Hitler y que hoy es una atracción turística
El Nido de Águila es visitado por miles de turistas al año por su panorámica y su interés histórico
La casa fue construida en una loma a la que se accede en un ascensor dorado a más de 1800 metros de altura y balconeando sobre la inmensidad de los Alpes; fue un regalo del partido por el 50 cumpleaños del Führer
Ramiro Pellet Lastra

Solo unos meses antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, con la invasión de Polonia, Adolf Hitler todavía se mostraba paseando por los Alpes, donde se sacaba fotos y se filmaba saludando a niños sonrientes y perros moviendo la cola. Hitler miraba con afecto a las cámaras, a la vida y a la naturaleza, en un paisaje idílico de prados y montañas. Pura propaganda, casi como el cuento de Heidi, y muy eficaz.
El lugar era la región de Obersalzberg, a 120 km de Munich, donde la plana mayor nazi le regaló una casa para su 50 cumpleaños, el 20 de abril de 1939. En septiembre siguiente, se desataría el infierno con el ataque a Polonia y la declaración de guerra de Francia y Gran Bretaña.
Hitler disfrutaba del horizonte alpino en Baviera, punteado de picos nevados. Luego disfrutaría, de otra manera, marcándole el paso al resto de Europa con sus ataques fulminantes. Entonces, la prioridad parecían ser los paseos campestres con su mujer, Eva Braun, las producciones fotográficas para venderse al mundo como un buen hombre, y el aire puro de montaña que oxigenaba sus días.
Hitler saluda a un niño en los Alpes de Baviera, en una típica imagen destinada a robustecer la imagen del Führer
“A Hitler le encantaba la zona de Obersalzberg. Cuando se pregunta cuál era la importancia para Hitler y su círculo, yo diría precisamente eso. Le encantaba la región, y su círculo íntimo de funcionarios quería estar siempre cerca de él. Así que estaban encantados de que los invitaran a visitarlo allí o de tener la oportunidad de pasar una temporada en la zona”, dijo Pamela Swett, experta en historia moderna alemana y decana de la Facultad de Humanidades de la Universidad McMaster, de Canadá.
El Führer dijo alguna vez que cuando iba a Obersalzberg se sentía “lejos de las pequeñeces y con la imaginación más despierta”. También afirmó que todas sus “grandes decisiones” las había tomado ahí. Fue con esas vistas nevadas de fondo desde su ventana, quizás junto a una chimenea crepitante y escuchando valses vieneses en el gramófono, que completó el segundo volumen de Mi lucha, el manifiesto donde expuso su visión del mundo.
Primeros pasos
Hitler frecuentaba la zona de Obersalzberg desde la década de 1920. Pasaba largas temporadas en Berghof, como se llamó su primera casa, una cabaña que conservó hasta el final de sus días. Primero la alquiló y años más tarde pudo comprarla y ampliarla con las regalías de Mi lucha. Antes de conquistar Europa, Hitler era best-seller.
Entrada la década de 1930, consolidado su poder absoluto en Alemania y a punto de tomar Europa por asalto, el resto de la cúpula nazi se instaló también en la zona. Toda el área fue transformada por el militarismo nazi. Se fueron sumando casas de campo de los máximos jerarcas, así como barracas para los SS y otras instalaciones castrenses. En total se erigieron cerca de 80 construcciones, y quedó todo rodeado por una cerca. Por debajo se construyó una especie de cuartel militar subterráneo, con túneles y bunkers.
Si bien las dos son parte de la historia nazi, no es la Berghof sino la segunda casa, la así llamada Kehlsteinhaus que le regalaron sus camaradas, la que más dio que hablar. Quizás porque la Berghof fue destruida y la Kehlsteinhaus resistió la caída del régimen, el bombardeo enemigo y el paso del tiempo. Ahora es un restaurante visitado por miles de turistas, llegados desde Munich o de Salzburgo. Pero también por la megalomanía que acompañó el proyecto.
La Kehlsteinhaus, mejor conocida como Nido del Águila, corona un pico de montaña a 1834 metros de altura, donde cuelga de las nubes con una panorámica gloriosa frente a los Alpes. Más que residencia, era un sitio de reuniones donde los altos mandos nazis recibían a diplomáticos y dirigentes extranjeros. Entre ellos, Benito Mussolini, el Duce, que le regaló al Führer una chimenea de mármol que al día de hoy sigue adornando el salón principal.
Quien manejó el proyecto fue Martin Bormann, el secretario privado de Hitler. La casa estuvo lista en 13 meses, con 3000 personas trabajando a toda marcha.
Los operarios trabajaron incluso de noche, en condiciones de extrema dificultad, suspendidos en el aire y oscilando sobre el vacío, para cumplir con los plazos de la inauguración antes del cumpleaños del Führer. Doce trabajadores murieron en la construcción, también ellos víctimas a cuenta del régimen.
Soldados estadounidenses en el salón del Nido del Águila, tras la captura en 1945. La chimenea era un regalo de Mussolini
Pero los albañiles, ebanistas y decoradores de la Kehlsteinhaus no eran trabajadores forzados. Eran personal contratado, y de los más calificados que el régimen pudiera costear. La casa era además un alarde de ingeniería, por la complejidad de haber levantado una vivienda de gran tamaño en el pico de una montaña, y donde, a pesar de lo enrevesado del acceso y del rebuscado emplazamiento, no debían faltar los lujos y comodidades de la ciudad. Contaba incluso con calefacción central abastecida con un motor de submarino diesel. Sí, de submarino. En las alturas.
“El edificio se alza desafiante sobre una escarpada pared rocosa. Se abrió una carretera en la montaña a través de un terreno hasta entonces intransitable. Aunque se trata de una obra maestra de la arquitectura, no deja de ser un acto de despilfarro de la naturaleza y otros recursos. Para llegar a él, hay un ascensor dorado enterrado en el corazón de la montaña, a través del cual se puede alcanzar ‘la cima del poder’: todo esto se ha creado con el único propósito de impresionar y deslumbrar a la gente”, dice la página web del Nido del Águila como reseña para el turismo.
Adolf Hitler y Eva Braun en los Alpes, en una toma de propaganda oficialista
No era cuestión de hacer una módica cabaña. Diseñada para visitas de Estado, el objetivo era deslumbrar. Por eso la construcción fue ricamente decorada con diseños de Paul László, un talentoso diseñador húngaro… y judío. Se dice que sus diseños se habrían destinado allí sin su conocimiento, y al parecer también sin el conocimiento de Albert Speer, el arquitecto principal del Tercer Reich, que puso el grito en el cielo no bien se enteró del asunto. Con todo, sus muebles superaron el paso del tiempo, lo que no puede decirse del régimen.
Ausencias
La Kehlsteinhaus pronto sería un reducto frecuentado por los altos mandos nazis y elegantes diplomáticos, como el embajador francés, André François-Poncet, que fue quien acuñó el nombre de Nido del Águila tras conocer la fastuosa casa durante una reunión con el Führer. Esa recepción fue una rareza en la historia de la casa. La verdad es que Hitler la visitó a cuentagotas: estuvo solo 14 veces.
La escasa presencia del Führer disparó con los años una serie de leyendas que se añadieron al anecdotario nazi, tan dado a los mitos y al esoterismo. Se atribuyó su renuencia a visitar el Nido del Águila, por ejemplo, a que tenía miedo a las alturas, al aire enrarecido por la falta de oxígeno, y hasta a la posible caída de un rayo que destruyera la casa y mandara a todos a pique.
Benito Mussolini y Adolf Hitler despidiéndose tras un encuentro. Mussolini le regaló una estufa de mármol para el Nido del Águila en los Alpes
Según Pamela Swett, estas leyendas no necesariamente coinciden con lo que se conoce de Hitler. Para empezar, su casa original de veraneo era lo bastante amplia, cómoda y accesible para recibir visitas, por lo que al Führer no le resultaba funcional, ni necesario, trasladarse con frecuencia al Nido del Águila. Y tampoco las presuntas fobias parecen encajar con los hechos.
“No creo que tuviera miedo a las alturas. Le encantaban las vistas de la región y el senderismo por las montañas. Y hay que tener en cuenta que la Kehlsteinhaus no se inauguró hasta la primavera de 1939. La guerra comienza solo unos meses después. El tiempo disponible de Hitler para entretener a otros líderes disminuye durante la guerra. Así que el hecho de que solo lo visitara 14 veces no es realmente tan sorprendente para mí. Es cierto que los rayos eran comunes. Puede que eso le preocupara, aunque no tenía un miedo exagerado a los rayos, así que creo que eso no influyó mucho en su toma de decisiones”, dijo Swett.
El Nido del Águila se salvó no solo de los rayos, sino también de las bombas. Los aliados, en su avance sobre Alemania en 1945, destruyeron las demás estructuras militares de Obersalzberg, que pasó de ser un complejo nazi a una pila de escombros de la edad de piedra. La llegada de los soldados aliados a la zona, luego de feroces combates, se coronó con saqueos y con la destrucción del complejo de edificios y de la mayoría de los túneles bajo suelo
“Cuando llegamos el lugar era por supuesto magnífico. Tenían todas las cosas del mundo, tenían todo el whisky que se pudiera tomar, toda la comida que se pudiera comer”, dice el oficial de infantería estadounidense Edward Shames, de la 101 Airborne Division, en una entrevista de 2014 para el American Veterans Center. “Y les dije a mis hombres, ok, no los dejé que saquearan en Bélgica, en Holanda, en Francia. Pero ahora que están en Alemania, es suya. Tomen todo lo que puedan, excepto vidas inocentes”.
Shames también contó que se paseó durante tres días por la zona con una limusina que le atribuían a Hitler, hasta que el comandante se enteró y le ordenó que se dejara de juegos y se deshiciera de alguna manera del coche.
Pero ni durante ni después del conflicto los aliados le hicieron daño a la casa. En cambio, se convirtió en un cuartel de las tropas ocupantes en la región. Tras la ocupación le fue devuelta al gobierno estatal de Baviera, que cedió su control a un fideicomiso que garantiza que los ingresos del turismo fueran a fines benéficos. ¿Y la limusina de Hitler? Shames la tiró por un barranco.

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