lunes, 21 de noviembre de 2016

TEATRO RECOMENDADO


La boda de Fanny Fonaroff / Libro y dirección: Roxana Berco / Intérpretes: Leopoldo Davis, Maximiliano Frydman, Daniela Godoy, María Gracia Garat, Victoria Marroquin, Agustín Meneses, Julieta Raponi, Pablo Toporosi, Félix Völker / Escenografía: Marcelo Valiente / Vestuario y maquillaje: Silvia Zavaglia / Iluminación: Lamberto Arévalo / Sala: Patio de actores / Lerma 568 / Funciones: jueves, a las 20.30 / Duración: 70 minutos 


Si bien la acción sucede en 1921, durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen, La boda de Fanny Fonaroff es una obra de profunda actualidad. Con reminiscencias a Alberto Gerchunoff y su épica de los gauchos judíos que erigieron colonias de inmigrantes a fuerza de abnegado trabajo, la propuesta es aquí seguir el derrotero de una numerosa familia que cruzó el mar esquivando los pogromos para comenzar una nueva vida en la Argentina, a orillas del Paraná. Viajar con la tradición a cuestas e intentar hacerla crecer en esta fértil tierra es la tarea que los aúna.
Hay un buen uso de la escenografía modular. La obra muta constantemente de espacio, pasa de un muelle a una sala, de ahí a un zaguán o un comedor. Esto se consigue con un inteligente aprovechamiento de pocos elementos que se reformulan varias veces. Esta pieza, que habla de viajes, propone así un constante cambio espacial. La música en vivo es otro punto alto que genera climas muy diversos. A partir de breves fragmentos se deducen los deseos ocultos de cada personaje, ninguno queda sin desarrollo o sin resolución: desde las fantasías de amor adolescente hasta la lucha política, todo sucede a orillas de ese río que parece comunicarse directamente con constantes no resueltas de la historia argentina.
Hay una densidad onírica en la puesta, quizá porque está formada por el cruce de sueños de cada uno de los personajes. El tiempo en el que se juega el relato es durante un festejo de Navidad, cuando una familia de inmigrantes italianos quiere compartir la mesa con los judíos recién llegados. Los nobles propósitos de todos se cruzan con tensiones que se vuelven irreconciliables. El nivel actoral puede resultar desparejo, pero hay enorme potencia y sabia mano de dirección de Roxana Berco al aprovechar las diversas formaciones, edades y capacidades de cada uno para hacer resaltar al grupo, cuyo compromiso termina imponiéndose por sobre las individualidades.
La inmigración fue tema de polémica hace cien años y continúa siéndolo hoy. De ahí la furiosa actualidad de la pieza, donde el conflicto surge por no poder estar junto al otro, por no poder ver en el de al lado, que viene a trabajar la misma tierra, a un igual, sino a un enemigo.

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