viernes, 26 de julio de 2019

HISTORIAS DEL CRIMEN,

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Triángulo mortal: el psicólogo, la paciente y el tercero en discordia
Hacía 12 horas que estaban muertos. A él lo asesinaron a sangre fría; a ella la estrangularon. Pero 13 años después, el doble crimen del psicólogo y su bella paciente, la tarde del miércoles 12 de julio de 2006, sigue impune y aún conmueve a la opinión pública en Mendoza.
Los cuerpos de Flavio Heriberto Piottante, de 39 años, y Analía Estrella Libedinsky, de 30, fueron hallados en el consultorio céntrico donde él vivía. Los signos de violencia eran evidentes. El único sospechoso del doble crimen, Mauricio Suárez, que había sido pareja de Andrea Troncoso, novia y colega del psicólogo, sigue prófugo. Mientras, en menos de dos años, la causa prescribirá.
La única certeza que dejó la investigación del caso es que Flavio y Analía tuvieron relaciones íntimas antes de ser asesinados.
Los insistentes llamados de la madre de Piottante, la concertista de piano Beatriz Llin, que vivía en un departamento cercano, revelaron que algo no estaba bien. Alcanzó a dejarle un mensaje en el contestador pidiéndole "un turno".
Estrella Libedinsky y Pablo Piottante
La mañana del jueves 13 de julio, luego de advertir que Flavio no había ido a trabajar al consultorio de la Penitenciaría de Boulogne Sur Mer, lo encontró muerto en el piso del dúplex ubicado en Barcala 484. Tenía el rostro desfigurado; la investigación determinó que fue lo habían matado de dos tiros.
A ella la ahorcaron, atacada por atrás, según reveló la autopsia. Llin contó que se había visto obligada a usar una llave de emergencia para ingresar en la vivienda de su hijo, donde se sorprendió al ver una puerta entreabierta y todos los muebles revueltos. Pero también admitió que había quedado estupefacta al encontrar el cuerpo de una chica que no conocía.
Tras el doble homicidio todos los ojos se posaron sobre Suárez. Él había sido pareja de Troncoso, la novia del psicólogo, hasta pocos meses antes del crimen. Tenían un hijo en común, de 3 años.
Suárez abandonó el hogar abrumado por el fin de la relación. De hecho, había compartido con el psicólogo reuniones y mesas de cumpleaños con sus respectivas parejas de años anteriores. Para los investigadores, todo indica que los celos de Mauricio fueron el gran detonante del crimen.
Las fuerzas policiales el día del crimen
La Unidad Fiscal de Delitos Complejo lo citó a declarar el lunes 17 de julio. Pero, no llegó a cumplir con la orden: el día anterior abandonó su Fiat Uno en las inmediaciones de la Terminal, en Guaymallén, y se esfumó.
Al inicio de la investigación el Ministerio de Seguridad ofreció 10.000 pesos para quien aportara información sobre el paradero del sujeto. Luego elevó la cifra a 50.000; pero todos las pistas recibidas terminaban en vía muerta. Se llegó a realizar un allanamiento en San Luis, en un complejo de cabañas, sin novedades.
Con el correr de los años, trascendió que Suárez podría estar en Chile e incluso en Sudáfrica, pero nada tenía asidero. Hace tiempo se volvió a publicar una recompensa de $100.000. Pero el prófugo sigue lejos del alcance del brazo de la ley, y el pedido de justicia de los deudos se desvanece.
Mientras que los sucesivos fiscales que tuvo la causa creen que el asesino no actuó sólo, para la defensa Suárez no tuvo vinculación con el crimen; considera que no existen elementos contundentes que lo vinculen

No obstante, la estrategia sigue siendo mantenerse lejos de la Justicia provincial, al menos por un par de años más. Es que aunque se comprobara pericialmente que fue el homicida, terminaría sobreseído por la extinción de los plazos.
Según surge de los reportes judiciales de las antenas de telefonía celular de la época, Suárez habría estado cerca de la zona el día del homicidio, pero eso no fue una prueba suficiente para implicarlo. Lo que sí puso en duda a los investigadores meses después fue la negativa de su padre a someterse a un cotejo de ADN; de la escena del crimen se levantaron rastros que podían comprometerlo.
Amigos
Lo que más alertó e indignó a las autoridades judiciales fue lo que ocurrió con los amigos del sospechoso. La noche previa a la fuga de Suárez, uno de sus principales allegados, Diego Coronel, exfuncionario del Ministerio de Seguridad y actual secretario de Ambiente y Obras Públicas, se presentó ante la Justicia para contar que el sábado se había reunido con su amigo en un bar de la calle Arístides y allí le contó que se había mandado una "cagada".
"Sólo sé que una persona que es allegada a la pareja de la víctima me dijo: 'Me mandé una cagada y me tengo que ir del país'. Esta persona se llama Mauricio Suárez. Yo no puedo decir de manera fehaciente que es o no el culpable, pero hablando con los que viven con él, hablamos de venir a declarar", fueron las palabras de Coronel, repudiadas hasta hoy por los investigadores, por la demora en contarlo, ya que consideran que podrían haber atrapado al sospechoso antes de fugarse. De hecho, se comprobó que el domingo Suárez alcanzó a almorzar con su padre, antes de desaparecer.
El hallazgo
"Encontramos dos personas de sexo femenino, una de ellas recostada sobre la vereda. Eran como las 8.30. Desciende el cabo Orlando Arias a verificar la situación. En ese momento pedimos por frecuencia una ambulancia. En ese instante, el comando nos dice que nos desplacemos a Barcala y Chile por un posible doble fallecimiento y les contestamos que ya estábamos en el lugar porque habíamos visto a las mujeres. Se me acerca el cabo Arias y me dice que la situación es complicada, porque la mujer que estaba en la vereda le pregunta 'dígame si están muertos'... Ingreso al domicilio de Barcala 484, que estaba abierto. En el interior se escuchaba la voz de una mujer que decía '¡no, mi hijo no!'... Vimos a una mujer mayor llorando arrodillada sobre un cuerpo que estaba tirado. Nos acercamos y vimos a un masculino y a un femenino. Los dos se encontraban con sangre en distintas partes del cuerpo". Palabras textuales del reporte de los primeros policías que llegaron a la escena del crimen, según publicó por esos días el diario local El Sol.
Mauricio Suárez, el sospechoso
Según los investigadores, Piottante y Libedinsky eran amantes. Constataron que la joven, alumna suya de la carrera de Ceremonial en la Universidad Aconcagua, iba tres veces por semana a la cita con el psicólogo y marcaba esas visitas con corazones rojos en su diario íntimo. Según relataron sus allegados, se enamoró "platónicamente" del psicólogo desde que comenzó las sesiones, cinco años antes. Pero él intentaba evitarla, afirmaban allegados al profesional de "ojos celestes cristalinos y cuerpo robusto". Los análisis de ADN arrojaron que ambos habían tenido relaciones sexuales antes del crimen. Un protector femenino que usaba ella ese día contenía semen de Piottante, según los peritajes.
Esa tarde, Flavio había llegado a su consultorio traído por Andrea Troncoso, en su auto, y se despidieron. Más tarde, Libedinsky tocó el timbre e ingresó. Todo indica que un rato después, alguien entró a la fuerza, empujó a Piottante y, tras un breve forcejeo, le asestó dos tiros. Ese mismo intruso, de inmediato, sorprendió a Libedinsky por atrás y la ahorcó hasta matarla. La investigación arrojó además que en la escena del crimen se había hallado una nota que Troncoso le había dejado a Piottante debajo de la puerta a la madrugada; le avisaba que iría a buscarlo pues temía que le hubiera pasado algo, ya que realizó previamente le había hecho varios llamados, sin respuesta.

P. M.

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