sábado, 5 de octubre de 2019

EL ANÁLISIS DE JOAQUÍN MORALES SOLÁ,

ALBERTO NO EXISTE...ES CRISTINA....TODO LO MAL QUE ESTÁ PASANDO, PAROS PROTESTAS, FRAUDES, DINERO PARA COMPRAR VOLUNTADES , LA INQUIETUD GENERALIZADA ESTÁ DIGITADA POR ELLA. HAY MUCHO IDIOTA QUE CREE VOLVER AL PARAÍSO. LA ENTRADA DEL INFIERNO QUE TERMINA EN VENEZUELA. ¡¡ BURROS, VAGOS E IGNORANTES!!!!!

Las oscilaciones de Alberto Fernández

Joaquín Morales Solá
Alberto Fernández oscila permanentemente entre la moderación y la inmoderación
¿Quién le hizo decir al FMI lo que no dijo? ¿Quién puso en palabras de sus funcionarios la necesidad de un adelantamiento electoral? Las respuestas son importantes porque revelarían si existe la intención política del peronismo kirchnerista de que Mauricio Macri termine cuanto antes su mandato. La intención de que a otro presidente no peronista le sea imposible concluir íntegramente su mandato.
¿Por qué Alberto Fernández distribuyó un duro documento en el que culpó a Macri y al propio Fondo de la crisis económica? ¿Quiere, acaso, que el organismo multilateral no desembolse los cruciales 5400 millones de dólares que deberían llegar al país a mediados de septiembre? Si esa decisión del Fondo sucediera, la economía argentina entraría nuevamente en un fárrago crítico (dólar, riesgo país, destrucción de riqueza nacional) insoportable para la sociedad, no solo para los candidatos. Está faltando la conciencia de que son los argentinos los que sufren cuando la política trastabilla. Ayer, el Banco Central debió vender 302 millones de dólares para frenar la escalada de la moneda norteamericana, además de los 60 millones que subasta por encargo del Tesoro. Son dólares perdidos hasta para el propio Alberto Fernández si le tocara acceder al poder.
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Alberto Fernández oscila permanentemente entre la moderación y la inmoderación. Es un candidato que está convencido de que tiene la presidencia a la vuelta de la esquina. Cualquier supuesto escollo para llegar a ese objetivo borra los mensajes moderados y los convierte en misiles decididos a dinamitar la pax cambiaria y financiera, que es extremadamente frágil. El duro documento del lunes es un virtual pedido al Fondo Monetario para que no autorice el desembolso de septiembre. Como abogado que es, le recuerda al organismo que está violando su propio estatuto cuando envía dólares que luego sirven para la salida de capitales.
Puede ser que gran parte de esos dólares del FMI sirvan para la salida de capitales, pero lo cierto es que estamos ante un sistema de libertad en el mercado cambiario y que las reservas sirven también, aunque no exclusivamente, para frenar el alza del dólar. Cuando el Banco Central vende dólares para atenuar una tendencia en alza del precio de la moneda norteamericana, mucho de los que compran dólares posiblemente los saquen del país.
Si la cifra que escribió Alberto Fernández en su documento, unos 36.000 millones de dólares, es cierta -o no- queda para la discusión de los economistas. Otra parte de las reservas sirve para pagar deuda. Por eso es importante el desembolso previsto para el inminente septiembre. "Estamos con lo justo", dijo un funcionario, pero un interlocutor lo corrigió: "Con menos de lo justo". El funcionario aceptó.
La primera precisión que debe hacerse es que la misión que trabaja actualmente en la Argentina es institucional y política. Vinieron solo los dos grandes jefes del área que analiza el país: el argentino Alejandro Werner, director del Departamento del Hemisferio Occidental del organismo, y el italiano Roberto Cardarelli, jefe de la sección argentina. La Argentina es el país con el crédito más grande que concedió el organismo. No se trata, por lo tanto, de una misión de revisión del cumplimiento del acuerdo, porque ese trabajo lo hacen funcionarios de menor jerarquía que no están aquí.
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Puede suponerse que estos llegarán al país una vez que Werner y Cardarelli aprueben la consistencia política del acuerdo, si es que la aprueban. Solo después de la aprobación política, y de la técnica posterior, el directorio del organismo decidirá si envía los 5400 millones de dólares a la Argentina. ¿Habrá tiempo para hacer todo eso hasta fines de septiembre? El gobierno de Macri cumplió sobradamente con el compromiso del superávit hasta el tercer trimestre, que es lo que se analizará. El problema del acuerdo es el desfase que existe entre el país que imaginaban y el que realmente es ahora. Alberto Fernández tiene razón cuando cuestiona esa parte del acuerdo con el Fondo.
Tiene razón en lo que dice, pero ¿era el momento de decirlo? Desde luego que no. Mucho menos era el momento de reclamarle al Fondo que no envíe más recursos a Macri, como lo hizo implícitamente. Desde la desestabilización de Menem a Alfonsín, en 1989, pasaron 30 años. El mundo cambió. Los mercados reaccionan más rápidamente y la información llega con la velocidad de la luz. Un traspié de la economía podría ser ahora un peso más en la mochila de Alberto Fernández. Ese documento estuvo redactado, en realidad, antes del encuentro del candidato peronista con el Fondo.
En la reunión con los directivos del Fondo, Alberto Fernández fue mucho más moderado, aunque les precisó una condición que también es cierta: "Soy tan candidato como Espert. No tengo otro rango. No puedo hacer cosas para las que no estoy institucionalmente habilitado". Y agregó algo más: "Hablaré con ustedes y trataré de llevarme bien desde el 28 de octubre (el día después de las elecciones en serio), cuando sea presidente electo, y también después del 10 de diciembre, si es que soy presidente. Mientras tanto, la responsabilidad es del actual gobierno".
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Su problema es la cacofonía periodística, cercana al kirchnerismo, que posteriormente le atribuyó al Fondo la preocupación por el supuesto "vacío de poder" y un pedido para que se adelantaran las elecciones. El Fondo desmintió esas versiones tajantemente. Tiene razón. Nunca existieron esa inquietud ni ese reclamo. Lo que sí expresaron los funcionarios del Fondo es su preocupación por la incertidumbre electoral. Señalaron que nunca vieron una situación como la argentina, donde hay un candidato que ganó una elección presidencial, pero que no es presidente electo, y donde gobierna un presidente que perdió la elección, pero que no está definitivamente derrotado. Punto.
Todo lo demás son deducciones políticas surgidas de una preocupación genuina que, como sucede solo en rarísimas oportunidades, hacen coincidir al Fondo con los propios argentinos. ¿Qué argentino no está preocupado por una incertidumbre electoral que puede durar hasta tres meses más? Aquellas voces periodísticas con terminales en el kirchnerismo sí existieron. ¿Pusieron en boca del Fondo lo que ellos quieren, que es un adelantamiento electoral? ¿Hay una operación en marcha para desestabilizar a Macri y mandarlo a su casa antes de tiempo? La suspicacia y la conspiración supuesta son las compañeras infaltables de la política.
La llegada de una misión del Fondo más política que técnica señala que la autorización del desembolso de más de 5000 millones de dólares ya estaba en discusión antes del encuentro con Alberto Fernández. El documento del candidato peronista le agregó un dato más para esa discusión (y un argumento adicional a los escépticos) que hace vacilar el desembolso. Sea lo que sea formalmente, Alberto Fernández no puede ignorar que su papel en la política argentina no es el mismo que el de Espert, para usar su propia comparación. Una palabra suya, solo un gesto, les dice mucho a los mercados, al Fondo y a los propios argentinos.
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Alberto olvidó, incluso, una vieja premisa: "Nunca hay que enojarse con el banquero". Ni siquiera lo hizo Néstor Kirchner cuando el país tenía deudas con el Fondo. Al contrario, invitaba a cenar a Olivos al entonces director general del organismo, el alemán Horst Köller, y nunca dejó de pagarle al ente. La Argentina nunca estuvo en default con el FMI. Solo después de que pagó toda la deuda, en 2006, el Fondo se convirtió en el centro de sus diatribas. Pero nunca retiró al país del organismo ni la Argentina abandonó la silla que le corresponde en su directorio. Pícaro, no sabía si algún día necesitaría de nuevo al banquero.
¿Por qué Alberto Fernández cambió el rumbo moderado que había elegido en las semanas posteriores a las elecciones del 11 de agosto? Alberto se regodeaba con un Macri deprimido, casi resignado a la derrota después del 11 de agosto. Pero el sábado último sucedió algo que no estaba en los planes de nadie. La Plaza de Mayo, y otras plazas del país, se llenó de simpatizantes del Presidente. No solo pedían la continuidad de Macri, sino también, y sobre todo, la vigencia del sistema de libertades y garantías.
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"Ahora saca pecho", se ofuscó un albertista que observaba a Macri. Para peor, en esas mismas horas, el ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, le pidió a Alberto que apoyara ante el Fondo el desembolso de los 5400 millones de dólares. "Sacan pecho y piden ayuda", agregaron los albertistas. El peronismo perdona traiciones y deserciones, pero nunca perdona que le saquen el dominio de la calle. Es un capital que hizo propio desde 1945. Cuando cambia el dueño del espacio público, aunque sea solo por un instante, los otros intereses pierden sentido. Nada tiene más valor que esa pérdida, aunque sea breve y fugaz. ¿Cómo pedirle al Fondo que entienda la Argentina, si una manifestación pacífica (y política, sin duda) pudo más que la tranquilidad económica y social durante los próximos tres meses? Los funcionarios del Fondo regresarán a Washington más confundidos que cuando llegaron a una Argentina inexplicable.

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