domingo, 23 de febrero de 2020

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Vértigo, de Andrea Cavalletti

Un examen en la facultad, una declaración amorosa, una entrevista de trabajo, el balcón de un piso elevado pueden convocar a un peligro en común: el vértigo. Una situación que segundos antes parecía estable, firme, confiable, repentinamente se torna agobiante. Suben las pulsaciones, el aire resulta escaso, el suelo pierde su horizontalidad. Algo, exterior al sujeto, lo paraliza pero, al mismo tiempo, lo atrae. La voz del abismo lo insta a arrojarse al seno de aquello que amenaza con disolverlo.

El joven filósofo italiano Andrea Cavalletti ofrece en Vértigo. La tentación de la identidad un minucioso recorrido por los componentes filosóficos del concepto. Si bien hay una larga serie de autores abordados (de Montaigne a Deleuze, entre muchos otros), sus principales puntos de referencia serán dos: Edmund Husserl -y su análisis fenomenológico de la conciencia-, y Robert Klein, un filósofo e historiador del arte que, a partir de ligeros matices, introduce importantes diferencias con los planteos husserlianos. Sirviéndose de estos autores, Cavalletti desarrolla una particular relación entre el vértigo y la identidad que irá desplegando a partir del análisis de Vértigo, la película de Alfred Hitchcock. No es casual. Según Cavalletti, el cine es el mejor exponente de lo que llama "efecto-vértigo", la "transformación del movimiento vertiginoso en espectáculo".

"El vértigo es miedo y al mismo tiempo voluptuosidad, es un terror que atrae, un mal que se hace inevitable cuanto más temible es, un yugo de la imaginación que une a sí y explota la razón reluctante", afirma el filósofo en una de las tantas definiciones. Uno de los mayores peligros que acompaña al vértigo es la disolución de la identidad. El yo cómodamente posicionado por aquello que le resulta habitual se encuentra sorpresivamente tentado de arrojarse a un vacío que pone en crisis todo lo que él mismo ha sido hasta ese momento. Su "aquí" ya no es el entorno habitual, sino que se encuentra desplazado hacia ese abismo que lo invita dar un paso al frente. Poco importa que el riesgo "real" esté controlado (el vértigo puede aparecer hasta en el balcón más seguro) porque, de algún modo, el vértigo es interno a la constitución de la subjetividad misma. Se torna efecto en cuanto abre la posibilidad de hacer estallar la habitualidad, "rompiendo -argumenta Cavalletti- la unidad de lo propio, lacerando el hábito".

VÉRTIGO
Por Andrea Cavalletti
Adriana Hidalgo. Trad.: María Teresa D'Meza. 352 páginas. $ 890

G. S. 

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