jueves, 27 de febrero de 2020

EL TANGO DE LA MUERTE


EL TANGO DE LA MUERTE: Era el tango favorito de Hitler, de Goebbels y de la cúpula nazi y se llama, “Plegaria”. Fue compuesto por el músico argentino Eduardo Bianco y fue usado por los nazis para “animar” las ceremonias macabras de exterminio en los campos de concentración. El "espectáculo" estaba minuciosamente organizado, mientras los judíos marchaban hacia las cámaras de gas, una orquesta integrada por músicos judíos interpretaba “Plegaria”, fue allí cuando comenzó a llamarse “El tango de la muerte”.

En 1929, el violinista argentino Eduardo Bianco había compuesto en Europa el tango “Plegaria”. Es un tango mediocre, la letra es mala y convencional y la música, que cuenta con un ritmo lúgubre y solemne, no es mucho mejor. Bianco era un militante de los movimientos de ultra derecha, de los fascistas y de los nazis. El tango “Plegaria”, Bianco se lo dedicó al rey de España, Alfonso XIII, el mismo año en que el monarca abdicaba y se iniciaba la experiencia de la república, a la que Bianco va a detestar calurosamente. Le dedicó dos tango a Benito Mussolini, “Evocación" y “Destino”. Bianco era un personaje muy conocido en Europa. Había llegado a París en 1924 y, según los críticos de su tiempo, era un buen violinista que, además, sabía tocar tanto el piano como el bandoneón, y se las ingeniaba para cantar aceptablemente. 
Bianco tejía buenas relaciones con las clases altas y, muy en particular, los dirigentes políticos de la extrema derecha. Con muy buenos fundamentos, Enrique Cadícamo les advertía a los músicos argentinos recién llegados a París, que delante de Bianco se cuidaran de hablar de política porque era un agente secreto de los nazis, motivo por el cual había sido detenido por la policía francesa en 1937.
Bianco se relaciona con los nazis a través de Eduardo Labougle, el embajador argentino en Berlín y un reconocido admirador de Hitler, además de un fanático antisemita. Labougle se desempeñó como diplomático argentino en Alemania hasta 1939. Fue durante esos años que se propuso instalar el tango entre los jefes nazis. Según Joseph Goebbels, esa música inventada en Buenos Aires podía llegar a ser una excelente alternativa al jazz norteamericano creado por los negros, una raza que le despertaba tanta repulsión como la de los judíos.

Goebbels lo escuchó a Bianco por primera vez en un teatro de Berlín y quedó fascinado. Había asistido al concierto acompañado por su esposa Magda y al concluir el espectáculo se hizo presente en los camerinos para manifestarle su admiración al violinista argentino.
Poco tiempo después, el Embajador Labougle organizó un asado en la embajada argentina que cintó con la presencia del propio Adolfo Hitler acompañado de sus principales colaboradores. El Führer apreció la calidad de Invitado de Honor. Disfrutó la carne argentina y quedó encantado con los tangos. En la reunión, estaban presentes todos los músicos de la orquesta de Bianco, incluido Lomuto, cuyas simpatías por el fascismo eran indisimulables. Como para que en la ceremonia de la obsecuencia nada faltara, el bandoneonista Juan Pecci se ofreció para cocinar y servir personalmente a Hitler.
En la ocasión, la orquesta interpretó el tango “Plegaria”. A la letra, los alemanes no le prestaron demasiada atención, porque la mayoría ignoraban el español, pero a Hitler le encantó el tono solemne de la música, al punto que solicitó que la interpretaran una vez más. Según trascendió luego, Goebbels le dijo a su esposa: “Yo sabía que Adolfo era un sentimental”.

Hitler no se quedó con que el tango “Plegaria” le gustaba y nada más. Después del asado en la embajada, le ordenó a sus colaboradores que recopilaran esa música para usarla en los campos de concentración. Fue allí que “Plegaria” empezó a llamarse “El tango de la muerte”. Mientras los judíos marchaban hacia las cámaras de gas, una orquesta integrada por músicos judíos interpretaba “Plegaria”.

"A bailar, judíos!", gritaban los oficiales de las SS entre risotadas. La música seguía sonando al tiempo que ellos mataban. Música de fondo para un genocidio. Así los músicos judíos lograban salvar sus vidas. Hasta que llegara otro que tocara mejor su instrumento, hasta que los alemanes se cansaran de ellos. A los músicos también los mataron mientras se oía Plegaria.

El reconocido poeta judío Paúl Celan, que había estado detenido en el campo de Janowaska, nunca olvidó esas circunstancias y esos acordes. Cuando años después recuperó la libertad, escribió uno de sus poemas más bellos y terribles. Y lo tituló “Muerte en fuga” en “homenaje” al tango escrito por Bianco, el tango favorito de los nazis.

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