miércoles, 31 de marzo de 2021

LA PÁGINA DEL DR. JUAN CARLOS DE PABLO


Caso M: ¿por qué una vecina sabía más que la policía?
El episodio resalta la importancia que tiene la información específica, que solo poseen quienes viven o trabajan en la cercanía de los acontecimientos.


Juan Carlos de Pablo

Recorrido por el Barrio Cildañez donde vivia M, la niña que estuvo secuestrada durante tres días
Que sobre el paradero de M, una niña de 7 años, una vecina supiera más que la policía no tiene nada de sorprendente. La burla al gigantesco operativo policial, entendible en el plano periodístico y político, no debe hacernos perder de vista la importancia de la información específica, que rara vez puede ser reemplazada por tecnologías sofisticadas, pero que operan sobre la base de información general.
Para aclarar más la cuestión conversé con el ruso Jacob Marschak (1898-1977), quien desarrolló su carrera en cuatro países: Rusia, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos. Nacido en Kiev, fue ministro de trabajo en Georgia, al comienzo de la revolución menchevique.




 Según Tjalling Charles Koopmans, Marschak es un buen ejemplo de aquello de que se puede sacar a un ruso de Rusia, pero no se puede sacar a Rusia de un ruso. En Estados Unidos enseñó en la New School for Social Research, y en las universidades de Chicago, Yale y California-Los Ángeles. Presidió la Asociación Americana de Economía, pero falleció mientras ejercía el cargo, por lo cual no existe la conferencia presidencial que se pronuncia al final de cada mandato. Según Roy Radner, se pueden identificar por lo menos tres áreas donde realizó contribuciones fundamentales: decisión estocástica, valor económico de la información y teoría de los equipos.

–En Chicago usted presidió la Comisión Cowles, que se había mudado desde Colorado Springs, mostrando su capacidad de liderazgo mantenimiento de los equilibrios.

–Así es. En aquella Cowles participaron economistas de la talla intelectual de Koopmans, Lange, Arrow, Klein, Hurwicz, Patinkin, Debreu y –ocasionalmente– Modigliani, Papandreu, Stigler y Friedman. En sus memorias, Hebert Alexander Simon apuntó que la primera impresión que se llevaba un visitante al seminario de la Comisión era que todos hablaban al mismo tiempo, cada uno en un idioma diferente. La impresión no era totalmente incorrecta. Había acentos austríacos, polacos, italianos, noruegos, ucranianos, griegos, holandeses y del centro de los Estados Unidos. El enfoque de la Cowles era muy diferente al del departamento de economía de Chicago, y por esto más tarde la Comisión se trasladó a Yale.

–En 1967 usted hizo un punto muy importante, referido a cómo los seres humanos y las máquinas procesan información y decodifican. ¿Sigue estando vigente?

–Sí, pero permítame que plantee la versión 2021. El cerebro humano es muy inferior a las máquinas para retener números telefónicos, multiplicar o recordar cómo formaba la delantera de su club de fútbol preferido hace medio siglo; pero, en cambio, en decodificación la cuestión es diferente. Escriba en su computadora una instrucción que contenga un error tipográfico y la máquina se detendrá o, en el mejor de los casos, le preguntará si lo que quiso escribir es esto o aquello. Por el contrario, pídale a cualquier mozo de bar un café con “liche” y no tendrá ningún inconveniente en servirle un cortado.

–En la Argentina, hace poco, se montó un gigantesco operativo policial para dar con el paradero de una niña de siete años, quien finalmente fue localizada por el llamado de una vecina. ¿Qué enseñanzas surgen del referido evento?

–La primera cosa que hay que aclarar para entender lo que ocurrió es que no fue una sola vecina la que estaba alerta, sino muchísimas personas. Una de las cuales tuvo el buen tino de advertir la similitud entre lo que estaba viendo, lo que se decía en los medios de comunicación, y de llamar a la policía.

–Buen punto. ¿Qué más?

–El episodio resalta la importancia que tiene la información específica, que solo poseen quienes viven o trabajan en la cercanía de los acontecimientos. Cada uno conoce, en su casa, en el edificio donde vive y en el barrio por el que circula, cosas que los extraños no saben. No es que cada uno de nosotros es más inteligente que el resto; es la proximidad la que nos proporciona información imposible de lograr desde una central de inteligencia, por más modernos que sean los equipos o lo inteligente que sea su personal.

–Entiendo. A la luz de esto, ¿qué le parece habilitar más líneas telefónicas para hablar con el 911 y despedir a parte del personal policial?

–Una exageración. Porque tampoco nos vayamos al otro lado. La información específica es importante, pero no siempre es precisa. ¿Cuántas vecinas llamaron al 911 jurando haber visto a M? No me extrañaría que varias. A propósito: además de los vecinos, quien también tiene información específica es el “vigilante de la esquina”. Me refiero al personal policial que no rota. Quizá la rotación busca evitar la colusión entre el policía y las contravenciones o los delitos menores, pero en términos informativos es costosa. Ahora bien, más allá de este episodio, corresponde hacer un punto más importante.

–¿Cuál es?


–Que para tener buenos diagnósticos hay que evitar lo que se denomina la falacia de composición, que significa que lo que le ocurre a “la Argentina” es lo que le pasa a alguien multiplicado por el número de habitantes. Si en 2020 un local vendió la mitad de la unidades que había vendido en 2019, la economía “no cayó 50%”, porque algunas personas dejaron de comprar en el referido local para comprar en otro o vía Internet.

–¿En qué quedamos entonces?

–En que hay que combinar las dos fuentes informativas. Hace bien el comerciante que atiende con la radio encendida, no sea cosa que hubiera cambiado la política económica y fuera necesario adoptar decisiones. Pero, más allá de la macro, ningún comerciante adopta sus decisiones ignorando lo que le “dice” el mostrador.

–¿Los funcionarios tienen que hacer lo mismo?

–Efectivamente. Tienen que mirar los indicadores estadísticos, que en el caso de las cuentas nacionales, empleo, pobreza, etcétera, se publican con mucho retraso, dada la vertiginosidad que tienen los acontecimientos en su país; pero, además, tienen que saber lo que está ocurriendo en la calle en ese momento. La fantasía es que el ministro de Economía de una nación invita a tomar un café a un economista para anunciarle que va a devaluar; la realidad es que el ministro lo convoca para preguntarle qué es lo que está palpando y qué preocupaciones les plantean sus clientes. Porque, lamentablemente, los ministros no pueden caminar por la calle, mientras que los economistas sí.

–El caso M desnudó otro aspecto de la realidad.


–En efecto: que la indigencia, la pobreza y la situación de calle son categorías heterogéneas y que incluso a un Estado gigante, como el que hoy tienen ustedes, le cuesta llegar a determinada porción de la población. Lo menciono haciéndome cargo de la dificultad de la tarea. Es muy complicado hacer funcionar un país integrado por ejecutores chambones y fiscales severísimos.

–Don Jacobo, muchas gracias.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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