lunes, 24 de enero de 2022

DEPORTE Y PSICOLOGÍA

 


A inflar... y remar

Llegar a la playa, inflar la tabla y adentrarse en el mar. Sin dudas es una de las postales de esta temporada y lo que explica, en parte, la explosión del stand up paddle. Más allá de sus beneficios, lo que revolucionó esta práctica hasta convertirla en el deporte del verano son las tablas inflables. Vienen en una mochila súper cómoda para trasportar sin ocupar lugar en el auto (incluso se pueden llevar en moto o bicicleta) y un inflador que las llena de aire en apenas minutos. Esta comodidad es la que hizo que muchos (sobre todo principiantes) se animaran a pararse en la tabla y remar. El precio varía según la marca, pero hay que calcular a partir de los 70.000 pesos.

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¿Para qué sirve recordar?

Miguel Espeche


Hay momentos caprichosos en los que emergen los recuerdos. Tal vez un aroma, un tema musical, un rostro o simplemente el misterioso emerger de la memoria que trae aquello vivido antaño, con sus emociones y circunstancias a cuestas.
El pasado visita al presente cuando eso ocurre. Le regala volumen y matices a lo que estamos viviendo al punto que de alguna manera lo recordado ya no es solo pasado, sino que es parte de ese presente que hoy caminamos.
Suele decirse que no hay que vivir en el pasado, y es verdad. Pero eso refiere a cuando la conciencia viaja hacia atrás y es “secuestrada” por por la idealización de los tiempos idos, por el impacto del trauma vivido en la infancia o por tantas otras cosas que nos “llevan” hacia el ayer. En esos casos el pasado no alimenta al presente, sino que se lo come. Las cosas andan mejor cuando es el recuerdo el que visita el presente y le regala su riqueza, y no tanto cuando es dicho presente el que es llevado hacia “atrás”, perdiendo contacto con los vínculos frescos del hoy.
Es bueno tener en cuenta que el recuerdo no es lo que pasó, sino una idea o un eco de lo que pasó. El dolor de una situación dura vivida en el pasado es una evocación de aquello, no es que aquello se esté repitiendo literalmente. La vivencia puede ser similar, pero el hecho ya no está ocurriendo (siempre en referencia a cosas duras acontecidas). De hecho, muchas veces los procesos terapéuticos tienen que ver con la toma de conciencia de esta diferencia, para poder liberar el dolor y dejarle lugar a otras vivencias del presente.
A veces compartimos con personas muy mayores que nos cuentan una y otra vez las mismas historias. Obviamente pueden existir cuestiones ligadas a la edad que favorecen ese estilo de comunicación, pero no hay dudas de que quien relata la situación hoy está viviendo la emoción que aquello le produjo, y esa emoción es parte del presente de dicha persona, no solamente de su pasado. Por eso es bueno acompañar no solamente a la anécdota sino en particular a la emoción presente dentro de esa anécdota, sabiéndola apreciar en su significado y no ahogándola con un “ya lo contaste” fácil. En todo caso, tras la escucha, se puede ayudar a agregar matices del hoy a dicho discurso, pero no descalificando la evocación que trae una emocionalidad significativa.
El pasado parece que se repite, pero no. Podemos apropiarnos de sus versiones (la política se ha especializado en eso) y creer que hay ciclos que se cumplen a rajatabla, pero la novedad que trae el presente es algo parecido al punto de libertad que todos tenemos. Por eso se dice que somos lo que hacemos con lo que nos pasó. Es que, como se sabe, el pasado influye, pero no determina, y es por eso que la vida es aún una aventura y no una biografía con final cerrado.

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