Una obra que interpela las formas del amor
libro: Patrick Marber. dirección: Corina Fiorillo. intérpretes: Gonzalo Valenzuela, Sofía Gala Castiglione, Juan Gil Navarro y Carolina del Carmen Peleritti. sala: Multiteatro. funciones: de miércoles a domingos. duración: 90 minutos
Pablo Mascareño
Se estrenó hace veinticinco años en Londres, ubicando a Patrick Marber, su autor, como uno de los dramaturgos más interesantes de su tiempo. Esta vez, se trata de una versión muy lograda en la espesura de la tensión generada entre los cuatro personajes, mérito de los actores y de la reconocida directora Corina Fiorillo.
Gonzalo Valenzuela, Sofía Gala Castiglione, Juan Gil Navarro y Carolina del Carmen Peleritti dan vida a esas cuatro almas que interpelan los parámetros culturales y los mandatos sociales en torno a los vínculos, la posesión sobre el otro, la artificialidad de la monogamia, el deseo y la violencia a la hora de amar. El multipremiado texto de Marber nació anticipado y hoy, cuando las formas de los vínculos están expandidas y en busca de modos más auténticos, goza de una sorprendente vigencia.
El cuarteto de actores elegidos es perfecto para instalar en la escena eso inquietante que pide el material. Juegan con sus cuerpos y con sus miradas empoderándose del espacio y de las emociones. Son cuatro seres desconocidos que se encuentran para entrelazarse en la imposibilidad de la felicidad. Hacen lo que sienten, ¿o lo que pueden? Juan Gil Navarro es potencia y madurez, Sofía Gala es frágil y vulnerable, Gonzalo Valenzuela desborda abatimiento y Carolina del Carmen Peleritti imprime misterio y manipulación.
Fiorillo le imprimió a la versión la tensión necesaria que se corona en una asfixia perturbadora que sobrevuela permanentemente. El espectador asiste a una orgía medieval plasmada en la palabra y el sentimiento. Los cuerpos estallados no necesitan mostrar la genitalidad para hacer brotar lo liminal de los lazos.
La directora ancló el material en un aquí y ahora que potencia la vigencia del texto original. El cuarteto de actores les imprime a los personajes la idiosincrasia que cada uno pide a gritos. Enigmáticos, sensuales, violentos, padecientes.
La escenografía planteada en dos niveles cuenta con una pantalla de fondo que irradia texturas oníricas y metafóricas. Las escenas se sostienen en paletas de colores donde la luz deja ver algo y sugiere lo demás, algo así como un juego de luces y sombras que espejan el alma de estos seres deseantes y desesperados.
Closer se estrenó en el Cottesloe Theatre de Londres, un 22 de mayo, hace un cuarto de siglo. Sin embargo, parece escrita ayer. O quizás, mañana. Es que en la obra se espeja un mundo donde el amor es patológico y el sexo se tensiona. ¿Qué será eso llamado fidelidad? ¿Existe? ¿Es posible vincularse desde el mandato o la posesión?
Closer no excluye a nadie y se planta como un material adulto y valioso. ●
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