domingo, 27 de noviembre de 2022

EL TODO Y LA PARTE


Cristina y Perón, cincuenta años después
Sergio Suppo
Con más de ochenta años y la necesidad de contar, Juan Manuel Abal Medina publicó en las últimas semanas Conocer a Perón, un libro de memorias que encierra los días que precedieron y siguieron al regreso del expresidente a la Argentina, cincuenta años atrás.
Último secretario general del Movimiento Nacional Justicialista –como destaca varias veces el propio autor–, el texto de Abal Medina aporta la versión de un protagonista relevante de aquellos primeros años de la década del setenta.
En el libro, habla de su propia transformación de nacionalista católico a peronista; describe la trágica historia de su hermano Fernando, uno de los montoneros que asesinó al expresidente Pedro Eugenio Aramburu y, a su vez, fue ultimado en un tiroteo con la policía en una pizzería de William Morris.
La memoria política de Abal Medina explica con mucho detalle dos conflictos centrales de esos años: la dificultad que supuso para Perón delegar en Héctor Cámpora la candidatura presidencial y luego el propio cargo y, más relevante, el error del viejo líder de creer que, débil y enfermo, podría administrar su herencia política y, en particular, lograr la subordinación de Montoneros.
El aporte que para los historiadores supone el testimonio convertido en libro de Abal Medina es significativo. El racconto de aquellos hechos, según la particular visión de uno de sus protagonistas, es también una invitación inevitable para establecer paralelos con la última líder del peronismo, tercera en conducir la fuerza nacida en 1945 luego de la muerte de su creador.
A Cristina Kirchner le tocó ese papel luego de Carlos Menem, en los años noventa, y de la jefatura de Néstor Kirchner, desde 2003 hasta su muerte, en octubre de 2010.
Ninguno de sus antecesores utilizó esos años descriptos por Abal Medina como Cristina para establecer su propia versión del pasado. El uso de la historia con beneficio propio es un rasgo que distingue a la vicepresidenta.
No solo en palabras Cristina usa el pasado. También construyó una memorabilia setentista y la incorporó al presente de su jefatura desde que la muerte de su esposo la dejó al mando.
Abrazada a organismos de derechos humanos convertidos en facciones de la interna peronista, la reivindicación de los “luchadores” de los setenta se expresó hasta en la elección del nombre de la agrupación que le fue creada a su hijo desde el poder.
Otro secretario general, pero de La Cámpora, Andrés “Cuervo” Larroque, contó durante una entrevista con Carlos Pagni, el lunes pasado, que conoció a Máximo Kirchner durante la presidencia de su padre en la Casa de la Provincia de Santa Cruz. Ese lugar no es otra cosa que una oficina estatal usada como sala de partos de la “orga”, tal como la llaman sus propios militantes, a imagen y semejanza de como denominaban los Montoneros a su agrupación. Una imitación que resume el viaje del drama a la farsa.
El kirchnerismo incorporó con novedad una tácita reivindicación de la violencia armada que el peronismo que reapareció luego de la dictadura se había negado especialmente a hacer. ¿La razón? Quienes en 1983 lo lideraban habían quedado del lado del bando que hizo o justificó la represión del ala izquierda del movimiento.
Néstor y Cristina Kirchner, solo una vez que llegaron a la Casa Rosada, recordaron que habían formado parte de los miles de militantes de la Juventud Peronista, aunque sin integrarse a las “formaciones especiales” habilitadas por Perón durante su exilio.
Aunque es habitual diferenciar al peronismo del kirchnerismo, la ausencia de jefaturas alternativas dejó a Cristina como la única líder con capacidad de maniobra aun sobre sectores que no se sienten representados por ella, pero que no se atreven a oponérsele.
El liderazgo de Cristina encontró un problema en 2019 cuando, frente a la posibilidad de ganar las elecciones, se dio cuenta de que no podía postularse porque no podía garantizar la unidad del peronismo, desperdigado tras sus últimos años en la Casa Rosada.
A fines de 1972, Perón encontró una chicana legal impuesta por Alejandro Lanusse que lo obligó a resignar su aspiración a ser candidato y debió ubicar a Héctor Cámpora en su lugar, con el compromiso de que su gestión se limitaría a organizar un nuevo llamado a elecciones.
Abal Medina cuenta que un problema que nunca se saldó es que Cámpora se negó a decir en público que sería un presidente efímero, con lo que su desplazamiento quedó luego presentado como una situación violenta.
Ahora que queda claro que el mandato de Alberto Fernández resulta un fracaso que conduce a la posibilidad concreta de perder el poder, el kirchnerismo dice que el Presidente poco menos que traicionó a Cristina y se dedicó a gobernar por su cuenta y riesgo. Una pirueta histórica convierte al “Cámpora” de Cristina en un réprobo como terminó siendo el Cámpora real para el propio Perón.
Hay, además, una segunda analogía con el presente que permite hacer la lectura del libro. Perón murió habiendo perdido el control de una parte importante del peronismo, la Tendencia. Y, peor, se encargó de repetir en sus últimos meses de vida que no estaba dispuesto a tolerar esa insubordinación. Luego, vino la Triple A.
Cristina no tiene ese problema a su izquierda, sino a su derecha, donde en forma pacífica el peronismo de los gobernadores y el de los grandes gremios corren hacia refugios seguros, aunque en público no se atrevan a desafiarla.
Por fortuna, cincuenta años después, no abundan los tiros, las bombas ni los crímenes. No todo tiempo pasado fue mejor. •

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.