¿Negocios o venganza? Corina Kavanagh y el misterioso origen de su emblemático edificio
Cora Kavanagh posando en los salones del Plaza Hotel para la revista Atlántida; abril de 1937
Impulsó la construcción del rascacielos porteño que lleva su apellido y la leyenda urbana dice que lo hizo para vengarse de la madre de un novio que impidió que se casaran; ahora un libro pone esa versión en duda
Celina Chatruc
La historia es conocida, y forma parte del libreto cotidiano de los guías de turismo que se detienen en Retiro: cuenta la leyenda que Corina Kavanagh encargó la construcción del monumental edificio ubicado frente a la Plaza San Martín, que lleva su apellido, para vengarse de una suegra que no permitió que se casara con su hijo porque no la consideraba lo suficientemente “patricia” como para integrar su círculo.
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/OSAAC65ROBCQTHWVEEBAM5JVUY.jpg)
El supuesto plan de “Cora”, en el que invirtió los campos heredados de su primer marido, era tapar la vista que tenía Mercedes Castellanos de Anchorena desde su casa -sede actual de la Cancillería- de la Basílica del Santísimo Sacramento, que había mandado a construir en 1914. Aunque no daba directamente a la plaza San Martín, se alcanzaba a divisar desde Arenales y Basavilbaso. Al menos hasta el 2 de enero de 1936, cuando se inauguró el rascacielos de hormigón armado de 120 metros de alto, entonces el más alto de Sudamérica y el primero de rentas en el mundo con aire acondicionado central, que se convertiría en emblema de la modernidad porteña.
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/KJP4RTN7OVESPHP57ZOBSYJKRE.jpg)
“No queda claro si la mitología urbana le suma o le resta identidad y valor a la obra, pero sin dudas alimenta su fama. ¿El edificio es consecuencia de una herida sentimental o una operación inmobiliaria fruto de un buen asesoramiento financiero? ¿Vender tres estancias en Venado Tuerto no fue tal vez demasiado precio para vengar a una suegra mal intencionada?”, se pregunta Marcelo Nougués en el libro Cora Kavanagh y su edificio (Díaz Ortiz Ediciones) presentado esta semana en el Museo Nacional de Arte Decorativo.
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/CXLZV4CXRJBKBBUHJ7JFXAFT4Y.jpg)
“No quiero destruir el mito, sino que tenga fundamento”, aclaró el arquitecto ante cientos de personas reunidas el lunes en el Gran Hall del Palacio Errázuriz. De todos modos, tras una exhaustiva investigación iniciada durante la pandemia y reflejada en un volumen de 572 páginas con textos, fotografías y documentos, opinó que “no es una venganza; nadie invierte esa suma para vengar a una suegra hipotética”.
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/OHZUKKSUNJEALEDCBRVUONE33Q.jpg)
Las fechas no cierran, según él. Hija y nieta de inmigrantes irlandeses llegados al Río de la Plata en la segunda mitad del siglo XIX, Corina se casó en 1912 con Guillermo Ham, un acaudalado amigo de su padre; él tenía 53 años y ella, 22. “El romance no correspondido con Aarón Anchorena pudo haber ocurrido antes de esa fecha, cuando ambos eran muy jóvenes”, admite Nougués, ya que no existen descendientes directos ni testimonios que lo confirmen o lo desmientan. Sin embargo, opina, el hecho de que pasó “prácticamente toda su vida conyugal en Europa anula la posibilidad de que la supuesta suegra y la rechazada novia hayan podido cruzarse o interactuar”.
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/QKMMX5S7BBARPJUUBVWE23RZ24.jpg)
Lo que sí fue registrado en las columnas sociales de revistas de la época es que Corina y Aarón tuvieron un vínculo amoroso en 1932, mientras ella esperaba ansiosa la sentencia judicial y la venia del Papa para dejar sin efecto la unión religiosa de su segundo matrimonio. Ham había muerto en 1928, cuando ella tenía 38 años, y volvió a casarse en 1929 con el médico Carlos Mainini. Al año siguiente, ya estaban en crisis. Tampoco prosperó el affaire con Anchorena: en 1933 él se casó con Zelmira Paz de Gainza, dueña del entonces influyente diario La Prensa y del Palacio Paz, sobre la Plaza San Martín.
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/BU72VI637RGPBAZUK6HNDXDY6I.jpg)
“Aarón había heredado una parte del Palacio Anchorena, ubicado frente a la misma plaza, pero sus finanzas empeoraban a causa de su alto nivel de vida y por la crisis de 1929 -señala Nougués-. Con Zelmira mantenía una relación sentimental de larga data. Cuando decidieron comprometerse en 1931, ella contaba con cincuenta y siete años y Aarón, cincuenta y cuatro. Casarse era para ella una manera de poner orden a la relación, y para él una oportunidad de aclarar sus cuentas”.
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/OLRELRMWHZAM3LQWOEA6X2AHZQ.jpg)
Mientras Zelmira disfrutaba del verano en Biarritz Aarón y Corina frecuentaban los salones porteños y viajaron unos días a Rosario de la Frontera. “El idilio no tardó en llegar a oídos de Zelmira –recuerda el arquitecto-, que sin perder un minuto se embarcó en L’Atlantique para detener el noviazgo que se afianzaba veloz aquel invierno de 1932″.
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/3MOAXPMA4JDW5D5NNKZDQJEMIQ.jpg)
“Lo paradójico de la venganza contra los Anchorena, que teóricamente la habían despreciado, es que Cora compra los terrenos en junio de ese año, en plena aventura con Aarón. También ese mes firma contrato con el estudio Sánchez, Lagos y de la Torre para que comiencen a trabajar en los primeros dibujos del edificio. A fines de ese mismo año, el vínculo sentimental con su vecino queda cancelado”, agrega el autor.
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/GKUFLZX5LJD6DHRUPEC37PUNOU.jpeg)
Fue también en esa época, mientras Corina negociaba con la familia Tornquist los terrenos que habían reservado para la ampliación del vecino Plaza Hotel, cuando ella envió al arquitecto e ingeniero uruguayo Gregorio Sánchez con su familia a Nueva York, donde alojaron en el Hotel St. Moritz. Con la misión asignada de “interiorizarse sobre el diseño y construcción de los últimos rascacielos” en Manhattan, él decidió visitar a sus autores. “La ciudad que el viajero descubre a su llegada, en 1932, estaba en plena evolución -recuerda Nougués-, perfilándose hacia lo que sería el más famoso skyline del mundo.”
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/PDROOFHSEJEWJBRS5QFMX4QWDI.jpg)
Bien asesorada en los negocios por su hermano Diego Garrett Kavanagh, a cuyos hijos legaría su herencia ya que no tuvo propios, Corina no tuvo tanta suerte en el amor. “Zelmira estaba decidida a casarse con su antiguo amante, y nadie iba a detenerla –sostiene el autor-. Ni su hermano Ezequiel Paz, que entonces era director del diario y veía con dudas la unión con aquel solterón endeudado, ni mucho menos la propia Cora. Lo cierto es que la boda se celebró el 25 de agosto de 1933 en la iglesia Saint-Pierre de Chaillot, París, en la más estricta intimidad”.
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/QSXO3ZNQVNCGVJUOCKOBQ42SZU.jpg)
Despechada, según el libro, Corina comentó con amigas que su proyecto podría obstruir la vista que el flamante matrimonio tenía hacia la basílica que dos décadas antes había mandado a construir la madre de Aarón, primera condesa pontificia argentina, para que allí descansaran sus restos y los de su familia. Fallecida en 1920, esta última “nunca pudo ni enterarse ni sufrir la ofensa” que hubiera implicado la construcción del edificio, señala Nougués. “Si esta fue la famosa revancha, poco duró el efecto –agrega el autor-. En junio de 1936, los Anchorena venden la propiedad al Gobierno nacional por un millón y medio de pesos, para convertirla en sede de nuestra Cancillería.”
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/6W44MCWXLRCNNGMWAKD7KSHKZY.jpg)
¿Cuál fue su motivación, entonces? El crítico Ernesto Montequin, curador de la obra de Silvina Ocampo, observa en el prólogo del libro que “los volúmenes que contenía su biblioteca, subastada con su colección de muebles y de obras de arte en 1950, permiten suponer que tampoco tuvo la misma educación cosmopolita, reflejo tenaz del humanismo rioplatense, que recibieron y asimilaron algunas de sus contemporáneas nacidas en familias del patriciado criollo […] Es probable que esas limitaciones terminaran por fortalecerla, por impulsarla a concentrar su anhelo de trascendencia en un único proyecto: construir el edificio más alto y moderno de Buenos Aires”.
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/L7NREGMI2BG4ZKIZNOLALFU3LY.jpg)
Ella misma se instaló en el piso 14 y en 1938 se comprometió con Gustavo Casares Lynch, dueño de La Martona -la primera industria láctea del país- y tío de Adolfo Bioy Casares. “Su agenda estaba desbordada –relata Nougués-. El edificio era la nueva sensación de la ciudad y ella era su afortunada propietaria. Como era habitual en Buenos Aires durante los meses de noviembre y diciembre, una sucesión de bailes y fiestas tenían lugar en las grandes residencias porteñas, antes del éxodo de las familias que partían al veraneo en Mar del Plata o a las bucólicas estadías en las estancias. Gran parte de estos elegantísimos eventos contaron con la asistencia de Cora y su nuevo prometido.”
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/BUVDQGQCVVFULLNNENYYEBO5EM.jpeg)
El tercer matrimonio, sin embargo, duró apenas dos años. Corina se mudó al piso 10 y vivió luego entre el 6 y el 7. Allí murió, en 1984. Una década después, la Asociación Estadounidense de Ingeniería Civil distinguió como un “hito histórico internacional de la ingeniería” el Kavanagh, declarado Monumento Histórico Nacional en 1999.
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/QV4EB7DDXRHQPDIG23FV5C4CWE.jpg)
“Para mí Corina fue la primera emprendedora inmobiliaria que tuvo esta ciudad -opinó durante la presentación del libro Marina Gambier, que colaboró en la edición de los textos-. Era una época en la que las mujeres estaban para peinarse, sonreír, viajar, tomar el té. Ella hacía todo eso, pero aun así tenía otros intereses. Era una gran coleccionista de arte, le gustaba viajar, era amiga de sus amigos y fundamentalmente tuvo una idea, apostó a esa idea, vendió tres estancias para financiar esa idea y la concretó una manera monumental, porque hizo un edificio de 33 pisos en una Buenos Aires totalmente chata. Me parecía injusto que ella quedara solapada, oculta, eclipsada por el nombre de tres arquitectos y por un mito, porque finalmente nos dejó un edificio que cambió para siempre el paisaje de Buenos Aires.”
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/UGXSN6JXKFF6XE6P7XZGXQSOAU.jpg)
Nougués coincide: “En plena depresión económica y en una sociedad en la que los desarrollos inmobiliarios eran dirigidos solo por hombres de negocios o importantes compañías comerciales, esta emprendedora y coleccionista mundana condujo su propio proyecto cuando ninguna mujer de su clase y posición se hubiera animado siquiera a soñarlo. Esa supuesta venganza contra una familia que no la encontraba lo suficientemente ‘patricia’ como para integrar su círculo, terminó por legarle a la ciudad el edificio más lindo y querido por los porteños”.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.