martes, 16 de mayo de 2023

LA POLÍTICA CHILENA


DAVID ALTMAN

“EN CHILE, AHORA HAY UNA NOSTALGIA POR ESOS 30 AÑOS CUESTIONADOS POR EL ESTALLIDO DE 2019 Y BORIC”
 Luciana Vázquez —
Esta elección y el plebiscito que rechazó la Constitución nueva en 2022 muestran que la media chilena es mucho menos progresista de lo que mucha gente creyó en la elección de Boric o en la elección de la Convención anterior en 2021”, analiza. “Los resultados de una elección obligatoria resultan un espejo más fiel que una manifestación en la calle. Los estallidos sociales pueden catalizar y mover ciertas estructuras, pero no se compara con la legitimidad que tiene un proceso de eleccionario”, plantea.
Desde Santiago de Chile, el politólogo David Altman participó de La Repregunta. Altman es un reconocido experto en política comparada y calidad de la democracia. Es profesor de ciencia política en la Pontificia Universidad Católica de Chile y es director del centro regional del proyecto Variedades de Democracia para América Latina. Es doctor en Ciencia Política por la Universidad de Notre Dame en Estados Unidos.
¿En la izquierda o en la derecha? ¿Dónde están paradas las sociedad latinoamericanas hoy? Chile tuvo elecciones hace una semana para conformar un Consejo Constituyente que redacte una nueva Constitución. Ganó la derecha más a la derecha. En 2021, al inicio del proceso de reforma constitucional, había ganado la izquierda más a la izquierda. Desde 2019, el giro a la izquierda se presentó como el signo de la época en Chile. El triunfo de Gabriel Boric pareció confirmarlo. ¿Qué pasó? ¿Puede una sociedad girar de la derecha a la izquierda y otra vez a la derecha en apenas 3 años y meses? ¿Qué lecciones trae para la Argentina? Aquí, pasajes destacados de la entrevista.–¿Cómo una sociedad como la chilena pasó de aquellas revueltas callejeras de 2019, de un avance de la izquierda con Gabriel Boric en el gobierno en alianza con el Partido Comunista, a la situación actual, con el triunfo de José Antonio Kast y el Partido Republicano, la derecha más a la derecha que había perdido las elecciones presidenciales frente a Boric? ¿Cuán capaz es la política de representar efectivamente qué quiere esa sociedad?
–Es la pregunta del millón de dólares: cómo entendernos a nosotros mismos y entender un poco mejor lo que está pasando en Chile. Kast, del Partido Republicano, es un legislador que se separa de la derecha tradicional. Viene de los sectores más conservadores de la UDI. En la primera vuelta de aquella elección presidencial de fines de 2021, ganó Kast: no hay que olvidar ese dato. Y es en la segunda vuelta, frente a esta dicotomía, la tiranía de una elección tan polarizada, que Boric recibe muchísimos votos prestados. A mediados del año pasado, en el plebiscito de salida, Boric endosó muy positivamente la opción del “apruebo” de la nueva Constitución y perdió como en la guerra. Y esta última elección fue ciertamente sorpresiva no por la correlación de fuerzas, es decir, no porque la derecha, la oposición, haya mejorado, sino por el margen de esta mejora. Dejó a todos los analistas un tanto boquiabiertos.
–¿Cuán representativa fue la revuelta callejera de 2019 versus El politólogo chileno, profesor en la Pontificia Universidad Católica, asegura que la “pregunta por el millón de dólares” es si la política será capaz de representar lo que efectivamente quiere la sociedad de su país; como hipótesis, arriesga un progresivo regreso a consensos ligados a un centro “más normal y tradicional” cuán representativos logran ser los sistemas electorales? Llama mucho la atención que el plebiscito de salida del año pasado rechazó el texto constitucional, que se había corrido muy a la izquierda, por el 62 por ciento de los votos. En esa votación, se dio la mayor participación alcanzada en las elecciones chilenas de los últimos 40 años: llegó al 85,7 por ciento del padrón habilitado. ¿Quiere decir que cuando la sociedad chilena participa mayoritariamente queda en evidencia que está mucho menos corrida a la izquierda y mucho más corrida a la derecha?
–El acuerdo del 15 de noviembre de 2021, que condujo a la reforma constitucional, en una de las cláusulas más debatidas, que fue el gol de arco a arco que le metió a la derecha la izquierda, estableció que el plebiscito de salida tenía que ser con voto obligatorio. En 2021 fue obligatorio votar. Indiscutiblemente, los estallidos sociales pueden catalizar y mover ciertas estructuras pero es la ley de la calle, del grito, de la violencia tanto del aparato estatal como de los manifestantes. No se compara con la legitimidad que tiene un proceso eleccionario donde los votos son observados, contados, mirados y analizados y donde todos somos exactamente iguales. La votación tiene esta carga de legitimidad que nunca va a tener una manifestación en la calle. Las elecciones del domingo fueron obligatorias y, consecuentemente, se dieron números abultados en la participación [Ndele: hubo una participación cercana al 82% pero el voto en blanco o nulo alcanzó el 21%], aunque fue menor que la del plebiscito de salida.
–En base a los niveles de participación en esta elección o en el plebiscito de salida del año pasado, ¿se puede concluir que Chile tiene una sociedad históricamente consolidada hacia la derecha y que el proceso del 2019 lo había sesgado hacia la izquierda de manera imprecisa? ¿Lo que sucede hoy es más representativo de esas aspiraciones de la sociedad chilena?
–En cierto sentido, sí, porque el voto obligatorio te da la posibilidad de votar en blanco, de anular o de tomar alguna opción, sea aleatoriamente o ideológicamente, o como quieras que cada uno tome la decisión. No nos podemos olvidar de que el plebiscito de entrada de 2020, donde la mayoría votó que quería una nueva Constitución, se realizó meses después de un estallido social. Mucha gente temía por la violencia, y mucha gente dejó de participar por el miedo al Covid. La mitad del país decidió no ir a votar. Y dentro de los que votaron, una abrumadora mayoría votó a favor del cambio constitucional [Ndele: el 78,28% votó en favor de avanzar con la reforma constitucional]. El medio país que no había participado eran personas mayores, personas del mundo rural. Estadísticamente, tienden a estar más del lado conservador que del lado progresista. La participación viene asociada al nivel educativo, los niveles de urbanización, los ingresos per cápita, el estado de salud. Todo eso tiende a concentrarse más en los centros urbanos grandes. Y eso también venía de la mano de una gran movilización social. Consecuentemente, hubo un voto mucho más joven, más militante. En cambio, cuando se mete toda la sociedad y, en cierto sentido, se fuerza a la gente a participar a través del voto obligatorio, se hace una suerte de rastrillo de toda la sociedad: los resultados resultan espejo un tanto más fiel que la manifestación en la calle.
–¿Esta elección termina funcionando como un plebiscito en relación al desempeño del gobierno de Gabriel Boric? Como una muestra de una decepción social ante una izquierda joven, más a la izquierda que la Concertación chilena, que llega al gobierno y pierde su oportunidad histórica de producir algunos cambios necesarios, pero no tan extremos como los que Boric intentó hacer.
–Hay muchísimo de eso. Es uno de los dramas que tenemos los que estudiamos los mecanismos de democracia directa: en qué medida la gente está votando por lo que está votando y en qué medida esgrime lo que se conoce como “un voto de segundo orden”. Es decir, el votante usa la respuesta que se le está pidiendo como una forma de protesta frente a otra situación. Es muy difícil saber cuánto hubo de castigo al gobierno en este voto pero, indiscutiblemente, hubo voto castigo. Chile está inmerso en muchos problemas: inmigración ilegal, crisis económica, dislocación del funcionamiento económico, inflación, problemas del servicio de salud, de las pensiones. Y ciertamente hubo errores muy importantes y otros, ingenuos. El cambio del discurso del presidente es muy evidente. Durante el estallido, hubo un lema muy famoso: “no son $30, son 30 años”. Todo el estallido comienza por el aumento de $30 en el peso del metro, con la protesta de los estudiantes. Boric era de una de las voces más fuertes a la hora de insistir en que la Concertación fue un fracaso, que Chile tenía una deuda histórica. Con el tiempo, fue moderando ese nivel de crítica.
–También se cuestiona el aumento de la tasa de homicidios, que se duplicó en los últimos diez años. 2019 puso en jaque los logros de la Concertación chilena y de esos 30 años de democracia. Pero, por ejemplo, la pobreza de Chile, con la mitad del gasto social de la Argentina, es de un tercio de la pobreza argentina. Desde la Argentina, ese oasis macroeconómico había dado sus frutos sociales. ¿Los resultados de hoy pueden deberse también a una corrección de la interpretación de todo ese proceso, desde una crítica absoluta en 2019 y ahora, después de un gobierno de izquierda que no logra hacer grandes transformaciones, una vuelta a leer esos 30 años desde un balance más objetivo e, inclusive, positivo?
–Sí, ciertamente. Ahora hay una suerte de nostalgia por esos 30 años. Lo que llama la atención es la velocidad del viraje. La Convención Constituyente anterior fue electa exactamente hace dos años. Fue en mayo de 2021 y ahora, en mayo de 2023, tenemos este terremoto político.
–¿Es viraje de la sociedad o es que ahora hay mayor precisión acerca de la sociedad a partir de esta mayor participación?
–Es una hipótesis. Ya estamos viendo imágenes de la película y posiblemente ya nos podamos imaginar qué puede pasar en un futuro. Ciertamente, el plebiscito de salida y esta elección del Consejo Constitucional marcan fuertemente que la media chilena es mucho menos progresista de lo que mucha gente creyó en la elección de Boric o en la elección de la Convención anterior. Y un comentario muy breve sobre la inseguridad en Chile: es cierto que ha aumentado la criminalidad, pero sigue siendo muy baja comparada con el resto de América Latina.
–La tasa de homicidio de Chile es de 5 homicidios cada 100 mil habitantes contra 19 de Brasil y 26 de Colombia.
–Por eso, sigue siendo extremadamente baja. Chile sigue siendo un país seguro. Pero el Partido Republicano y otros actores políticos inflaron un poco esto como polea de campaña.
–Después del resultado del domingo, una intepretación es que, a través de Kast, Chile va a volver a la Constitución actual. En esa lectura, es: “va a volver la Constitución de Pinochet”. ¿Pero la Constitución actual de Chile no es la Constitución de Pinochet?
–La Constitución actual de Chile sí tiene su andamiaje principal construido bajo el gobierno de la dictadura militar, pero esta Constitución fue reformada cientos de veces. De hecho, el presidente Ricardo Lagos, hablaba de “su Constitución”. La Constitución de ahora no es la de Pinochet sino la del presidente Lagos, que se siguió cambiando. Cambiar la Constitución, que nos rige ahora y que es heredera de la dictadura militar, es mucho más fácil que cambiar lo que se proponía en el borrador del plebiscito de salida. Un ejemplo de las paradojas de la vida.
–¿Chile corre el riesgo de llegar un texto constitucional muy de extrema de derecha que otra vez sea rechazado?
–El Partido Republicano consiguió 23 bancas. La derecha tradicional de la Alianza por Chile tiene 11. Con esos 34 escaños, la derecha ya tiene suficiente para vetar cualquier tipo de cambio. Tiene el control completo del Consejo Constitucional. De los 17 consejeros de la coalición oficialista, Unidad para Chile, 6 son del Partido Socialista, un partido tradicionalmente de la Concertación. Es decir, son votos prestados. Boric por sí mismo tiene 8 bancas de esas 16. A los comunistas también les fue bastante mal: sacaron solamente 2. No creo que ocurra que la derecha vaya a hacer un borrador muy derechista o ultraderechista. Posiblemente veamos una nueva Constitución que le pondrá un poco de botox a la Constitución de ahora. No va a haber un cambio sustantivo. Si el Partido Republicano hubiese ganado lo que se creía que iba a ganar, entre 12 y 14 bancas, se podría haber dado el lujo de ir al Consejo Constitucional a despotricar. Ahora que todo el mundo lo ve como el gran responsable, tiene la responsabilidad de jugar un juego republicano. No creo que apunten a dinamitar todo.
–Cuando está en el poder, esa extrema derecha tiene que moderarse. Tiene que evitar que le pase lo que le pasó a Boric y a la Constitución de la izquierda, rechazados por el voto de la gente.
–Ciertamente. Como se dice aquí, otra cosa es con guitarra. El año que viene hay elecciones municipales y, más adelante, elecciones presidenciales. Si este proceso constitucional es un fracaso, le va a torpedear a Kast la posibilidad de una elección. Y si esto es un éxito, lo va catapultar aún más. Lo que está claro es que el gobierno está en una situación de pato cojo, de lame duck. Quedó muy debilitado.
–¿Los extremos políticos pierden la conexión con ciudadanías que son más conservadoras y situadas más en el centro? Una encuesta sobre el litio de Cadem, uno de los centros de estudios de opinión pública más creíbles, muestra que el 75 por ciento de los chilenos cree que lo mejor es un control público privado compartido, frente al 56 por ciento que quiere el control predominante del Estado y un 43 por ciento que prefiere el control mayoritario de los privados. En un tema tan sensible y estratégico como el de litio, hay una visión balanceada.
–Sí. Coincide con la perspectiva en general que hay sobre el cobre, que es de lo que come Chile. El salario de Chile es el cobre. Esta frase no es mía, es de un presidente. El litio está adquiriendo este calibre estratégico nacional. A la larga, se reconocen las bondades de que las ganancias se redistribuyan entre la población, pero también se reconocen las bondades de una cierta agilidad privada. Es como se entiende el cobre en Chile, donde hay una gran empresa nacional ciento por ciento pública que convive con empresas privadas. En relación a los resultados, se podría decir que el votante medio chileno está bastante más corrido a la derecha. Pero no creo que signifique un cambio de época. Es más una reacción a lo que hemos vivido en los últimos tres años. Hay otra hipótesis, aunque es temprano para confirmarla: que posiblemente se vuelva a un centro más normal y tradicional. No creo que todos los chilenos sean republicanistas de Kast. Muy lejos de eso
“Se podría decir que el votante medio está bastante más corrido a la derecha; es una reacción a lo que hemos vivido en los últimos tres años” Los resultados de una elección obligatoria resultan un espejo más fiel que una manifestación en la calle”

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