TEATRO ASTROS
AV. CORRIENTES 746
VIERNES Y SÁBADO A LAS 21 Y DOMINGO A LAS 20
ENTRADAUNO Y BOLETERÍA
Nacha Guevara. “Llegar a ser joven es la tarea de toda una vida, en eso ando”
A punto de estrenar un nuevo espectáculo, Nacha en pijama, la actriz y cantante habla sobre el éxito, la pandemia y sus 82 años
Texto Gustavo Lladós
“Ya escribí la biopic de mi vida, se va a llamar Desobediente”, dice la actriz, que comienza una nueva aventura en el teatro
Para 2020 Nacha Guevara había previsto festejar su cumpleaños a lo grande, como nunca lo había celebrado. Tal vez porque la cifra de años a honrar le resultaba imponente o quizás porque, tras tanto exilio, amenazas y vaivenes de todo tipo, nunca pensó alcanzarla. Lo cierto es que había decidido hacer de sus 80 años una fiesta imparable. Pero apareció la pandemia y sus planes se desbarataron sin atenuantes. A distancia luz de lo imaginado, el día de su natalicio, el 3 de octubre, la encontró recibiendo solo abrazos y besos virtuales por las redes, y los saludos con distancia social de sus compañeros de Cantando 2020 (el ciclo de eltrece que la tenía de jurado, máscara reglamentaria y cubículo vidriado de por medio). Pero fiel a su estirpe de libriana, no bajó los brazos y ahora, dos años después, se empeña en revalorizar el acontecimiento, trayéndolo a la actualidad. ¿De qué manera? A través de Nacha en pijama, el espectáculo que estrena hoy en el Teatro Astros, en el que a lo largo de 10 únicas semanas soplará las velitas en compañía de sus fans de toda la vida.
“El espectáculo es sobre una persona que vengo a ser yo y no al mismo tiempo, porque el teatro es una realidad aumentada y todo se exagera. Pero digamos que es semi autobiográfico, cuenta el tiempo de pandemia combinado con la imposibilidad de festejar los 80 años”, dice la actriz y cantante.
“Sobre el escenario se verá lo que pasaba en la vida de encierro: la locura, las nostalgias y los disparates, será todo muy variado, con muchos estados de ánimo, esos que se tienen en una situación así y que seguramente hemos tenido todos durante ese período. En el escenario tengo dos compañeros, una planta y un cuadro, y también mantengo diálogos con compañeros invisibles; uno de ellos es Marcelo Polino, que me llama constantemente. Él siempre está en constante actividad y yo estoy siempre sin actividad, como prácticamente me sucedió durante toda la pandemia. Ese es uno de los grandes contrastes que muestra el show, y que moverá a risa”, asegura la hija dilecta del Instituto Di Tella de los 60 y del Café Concert de los 70, que luego devino artista internacional, seguidora de la new age y cultora del pilates y la meditación.
–Hablando de la pandemia, ¿te sirvió para algo?
–Durante la pandemia se me juntaron muchas cosas, no fue un período fácil. Por ejemplo, la muerte de mi madre, y luego una mudanza no buscada. Yo vivía en un barrio cerrado, fuera de la ciudad, con muchas plantas, cielo y pajaritos y de golpe me tuve que venir al centro, a un departamento oscuro. Todo esto acompañado, ni más ni menos, de lo que implicaba la pandemia. Pero de todos modos aproveché ese momento de encierro y soledad. Me dediqué mucho a descubrir lo que la vida tal cual la teníamos planeada no me permitía ver: en principio descubrí el poder de la rutina. Uno siempre se peleá con la rutina, pero cuando cambia te desordena y desorganiza todo, desde tu mente hasta tus emociones y tu manera de comer y de dormir.
–¿Vos cómo lo contrarrestaste? ¿Te inventaste un nuevo orden?
–Yo lo que hice fue dedicar mucho tiempo a hacer cosas que me interesan mucho en mi camino del autoconocimiento. Todas las mañanas hacía, a manera de rutina, mis meditaciones completas. En fin, a lo que más me dediqué fue a conectar conmigo misma. Porque, además, justo el día en que decretaron el aislamiento, se me quemó el televisor. Así que quedé muy desconectada del mundo exterior. Pero no me molestó porque las desconexiones también tienen sentido, lo importante es que hacés con ellas, como con todo en la vida. Porque cuando llegamos a este plano nos va a pasar de todo a todos, y el punto no es lo que nos pasará sino lo que haremos con eso. Yo elegí eso: si hay que estar aislados, lo voy a acentuar aún más para conectarme más conmigo. Busqué más silencio y tareas de índole introspectivas, y también me dediqué a escuchar a los grandes maestros. Ese fue el costado positivo de la pandemia, que no te creas que en ese momento lo tuve tan en claro.
–Si hubieras podido festejar los 80 años, ¿cómo lo habrías hecho, exactamente?
–No lo sé a ciencia cierta. La fantasía era hacer un gran espectáculo, a lo bestia, del que todo el mundo dijera ‘Uauuu’, con bailarines y cantantes y una retrospectiva de toda mi carrera. Y bueno…eso quedó ahí, en el terreno de la fantasía. Hace cuatro o cinco meses, revolviendo papeles, encontré esto que había escrito, esta especie de disparate que ya había escrito y que luego, en la práctica se modificó mucho. Entonces llamé a Norberto Baccon, que es amigo de hace muchos años, y le dije: ¿no tenés ganas de que hagamos algo juntos? El sólo me preguntó el nombre del espectáculo, porque se rige por los títulos. Le dije Una mujer en pijama, como se llamaba originalmente. Aunque le gustó, luego lo cambiamos y así nació Nacha en pijama.
–Esa fue la primera sorpresa para el público, ¿no? La gente siempre te conoció muy producida, muy pendiente de lo estético y ahora, de repente, te subirás al escenario en pijama.
–¡Ahora hasta salgo a la calle en pijama! Esa es otra de las cosas interesantes que me pasaron durante la pandemia: descubrí lo que es la comodidad, no estar en tacos altos sino en zapatillas, estar en pijama. No es algo superficial, a mí en lo particular me pegó de una manera muy importante. No creo que perdí el interés por la moda, pero ya no me interesa el sufrimiento por la moda ni esos trajes grandes estúpidos que nos pesaban horrores. Tampoco entiendo ahora qué significa la alfombra roja. Digamos que mi concepto de la moda cambió, hoy creo fundamentalmente en la comodidad.
–En Nacha en pijama participa Norman Briski como asesor artístico. ¿Es difícil trabajar con un ex? ¿Cómo se te ocurrió convocarlo?
–Te juro que si fuera difícil no lo haría porque tampoco como clavos ni vidrios, ¿eh? (risas). Fue mi hijo Gastón Briski (también responsable del diseño de sonido de Nacha en pijama) el que me lo sugirió. Él pensó que sumaría varias ideas y así fue, porque Norman es un manantial de ideas, un ser muy creativo. Lo que hicimos fue revisar el texto juntos, pero por teléfono, porque en ese momento no estaba en Buenos Aires. Después empezó a venir a los ensayos dos o tres veces por semana y luego una sola; él veía los progresos o los retrocesos y sobre el eso ofrecía sus observaciones. Como sabe mucho de teatro y tiene un ojo experto fue de una gran ayuda. Él sumó al espectáculo mucho delirio pero también bastante sentido común.
–El año pasado volviste a entrar a un estudio para grabar un disco, a 55 años de haber registrado tu primer álbum. ¿Cómo es ese trabajo discográfico y cuándo será editado?
–Se trata de un disco muy personal, que también refleja lo que viví durante la pandemia. Es un disco duro, muy sincero y muy actual. Tiene canciones que hablan del planeta, de los odiadores y de los maltratadores. No está en la línea de mi primer disco (Nacha Guevara… canta, de 1968), al que aludiste en la pregunta, que era más bien juguetón, pero sí en la del segundo (Anastasia querida, de 1969), que era más bien rebelde y contestatario. Está en ese nivel.
–¿Es verdad que en este álbum debutás como compositora?
–Sí, de letras. Muchas de las letras de las canciones del disco son mías. Yo solo había escrito una letra, la de “Mi ciudad”, allá por los ‘80, y nunca lo había vuelto a intentar. Por eso tal vez este sea mi disco más personal. También hay algunas letras que concebí en colaboración con un poeta joven, que se llama Ricardo Monje, al que yo llamo El Poetita porque desde niño escribe cosas muy bellas. Digamos que siete de las letras son mías y el resto escritas a cuatro manos.
–¿Nacha en pijama incluye algunos de esos temas?
–Sí, tres canciones. Una es “80 y cantando”, que es el leit motiv del espectáculo, otro es “Estoy muy cansada”, donde enumero todo de lo que estoy harta, y el tercero es “Andate al carajo”, dirigido a un femicida y a los maltratadores en general.
–¿Cómo te llevás con los ritmos urbanos? ¿Te veremos cantando y bailando algún tema de reggaetón, hip hop, trap o rap en Nacha en pijama?
–No, en el espectáculo sólo hago una canción de El Cuarteto de Nos: “Ya no sé qué hacer conmigo”. También hago una de Joaquín Sabina, “Contigo”, y una canción italiana que supe cantar mucho hace un tiempo y después la dejé: “Me tiro”. Y un tema de Eladia Blazquez, “Cualquiera de estas noches”, que es una hermosa canción de amor. Pero no cantaré un reggaetón ni ahí, a mí me gusta la música que tiene melodía y letra, no solo ritmo.
–Según dijiste en las redes, tu disco dejará al descubierto tu “rebeldía reflexiva”. ¿Siempre desarrollaste ese tipo de rebeldía o podríamos decir que la del principio fue más bien frontal y violenta?
–Sí, soy consciente de que la rebeldía del comienzo era combativa y me enorgullezco de eso. No me arrepiento para nada.
–¿Y cómo se produjo ese cambio, esa transición de la rebeldía combativa a la reflexiva?
–La vida. Se trató de la vida, y de ese trabajo que yo vengo haciendo hace mucho tiempo y que acentué durante la pandemia, hace 40 años que vengo investigando en quién soy de verdad, en el silencio y en todas las cosas que hoy están más a las manos pero que en ese momento eran muy raras para la cultura occidental pero no para los hindúes. Esto hizo y hace que pueda decir lo mismo pero de otra manera. Porque yo sigo creyendo en las mismas cosas, ¿eh?
–¿En qué seguís creyendo y en qué cambió la Nacha de los 60 a la de ahora?
–Esta de ahora se parece un poco más a la de los 60. Y me alegro, porque a la Nacha de los 60 la adoro porque era sarcástica pero a la vez juguetona y divertida, le importaba un carajo la opinión ajena. Así éramos un pequeño grupo de mi generación. No teníamos gobiernos democráticos, pero nos importaba un carajo, hacíamos lo que teníamos ganas y no pensábamos en el éxito. El resultado no era el éxito, era la experiencia. Pero eso lo sé ahora -que lo que buscábamos era tener la experiencia- porque el éxito está en hacer la experiencia. En ese momento simplemente hacíamos lo que hacíamos, no pensábamos si iba a gustar o a disgustar. Nuestra premisa era hacer, hacer y hacer. Y tuvimos al Instituto Di Tella como a una bendición, que nos otorgó el derecho a equivocarnos. Era un centro para experimentar, hoy la experimentación se ha perdido por completo, hay que ir al éxito seguro y rápido.
–Y hoy que sos una figura consagrada, ¿anteponés la experiencia al éxito?
–Sí. Porque la experiencia me la voy a llevar cuando me vaya y el éxito no. El éxito es una prueba que muy pocos pasan con elegancia. ¿Si yo lo logré? No sé, lo que sí sé es pasar el fracaso con elegancia. He tenido más fracasos de los que te imaginás, pero no tengo por qué exhibirlos. Hoy todo tiene que exhibirse, incluso los fracasos. Yo no creo en eso. Hay cuestiones que son personales, íntimas, y deben ser así. No es que no me interese el éxito para nada, pero cuando estoy creando no es ese mi objetivo sino hacer mi trabajo bien. La búsqueda del éxito por sí mismo ha hecho fracasar a mucha gente. Así que hay que tener cuidado con él.
–Ya encarnaste en teatro a Eva Perón y a Tita Merello, y en cine a Victoria Ocampo, ¿qué otro personaje de la historia argentina te gustaría interpretar?
–A Alicia Moreau de Justo. Fue una mujer muy interesante, una de las primeras sufragistas. No la he investigado del todo, pero sé que es especial, porque además siempre trabajó en pareja. Fue una mujer como Eva, revolucionaria pero al mismo tiempo compartían ese pequeño poder que tenían a la par del hombre.
–Y ahora que están tan de moda las biopics, ¿te imaginás la tuya?
–Sí, ya la tengo escrita. Como no sé escribir para miniserie ni para cine no puedo asegurarte en qué formato la tengo escrita, pero que la tengo, la tengo. Digamos que tengo lista la estructura y el cuentito. Y yo creo que el cuentito es muy interesante porque me han pasado muchas cosas. Hasta tengo el título y todo: se llama “Desobediente”.
–Hace un tiempo dijiste: “Tardé muchos años en llegar a ser joven”. ¿Hoy, a los 82, te sentís más joven que nunca?
–¡Eso que lo diga el público cuando me vea! (risas). Llegar a ser joven es la tarea de toda una vida; todo lo contrario a lo que la gente supone: que toda una vida te lleva a la vejez. ¿Qué quiere decir ser joven? Sería la vuelta a la inocencia, pero de una forma consciente, porque los niños son inocentes inconsciente mente. La última meta es llegar a la inocencia siendo consciente. Se trata de recuperar la inocencia que teníamos previo a que la familia, la televisión y la religión nos inculcara una información que no nos pertenece. Eso sería ser joven. No puedo decir que lo haya logrado del todo, pero estoy en la búsqueda. Y eso ya es mucho.
Nacha Guevara. “Llegar a ser joven es la tarea de toda una vida, en eso ando”
A punto de estrenar un nuevo espectáculo, Nacha en pijama, la actriz y cantante habla sobre el éxito, la pandemia y sus 82 años
Texto Gustavo Lladós
Para 2020 Nacha Guevara había previsto festejar su cumpleaños a lo grande, como nunca lo había celebrado. Tal vez porque la cifra de años a honrar le resultaba imponente o quizás porque, tras tanto exilio, amenazas y vaivenes de todo tipo, nunca pensó alcanzarla. Lo cierto es que había decidido hacer de sus 80 años una fiesta imparable. Pero apareció la pandemia y sus planes se desbarataron sin atenuantes. A distancia luz de lo imaginado, el día de su natalicio, el 3 de octubre, la encontró recibiendo solo abrazos y besos virtuales por las redes, y los saludos con distancia social de sus compañeros de Cantando 2020 (el ciclo de eltrece que la tenía de jurado, máscara reglamentaria y cubículo vidriado de por medio). Pero fiel a su estirpe de libriana, no bajó los brazos y ahora, dos años después, se empeña en revalorizar el acontecimiento, trayéndolo a la actualidad. ¿De qué manera? A través de Nacha en pijama, el espectáculo que estrena hoy en el Teatro Astros, en el que a lo largo de 10 únicas semanas soplará las velitas en compañía de sus fans de toda la vida.
“El espectáculo es sobre una persona que vengo a ser yo y no al mismo tiempo, porque el teatro es una realidad aumentada y todo se exagera. Pero digamos que es semi autobiográfico, cuenta el tiempo de pandemia combinado con la imposibilidad de festejar los 80 años”, dice la actriz y cantante.
“Sobre el escenario se verá lo que pasaba en la vida de encierro: la locura, las nostalgias y los disparates, será todo muy variado, con muchos estados de ánimo, esos que se tienen en una situación así y que seguramente hemos tenido todos durante ese período. En el escenario tengo dos compañeros, una planta y un cuadro, y también mantengo diálogos con compañeros invisibles; uno de ellos es Marcelo Polino, que me llama constantemente. Él siempre está en constante actividad y yo estoy siempre sin actividad, como prácticamente me sucedió durante toda la pandemia. Ese es uno de los grandes contrastes que muestra el show, y que moverá a risa”, asegura la hija dilecta del Instituto Di Tella de los 60 y del Café Concert de los 70, que luego devino artista internacional, seguidora de la new age y cultora del pilates y la meditación.
–Hablando de la pandemia, ¿te sirvió para algo?
–Durante la pandemia se me juntaron muchas cosas, no fue un período fácil. Por ejemplo, la muerte de mi madre, y luego una mudanza no buscada. Yo vivía en un barrio cerrado, fuera de la ciudad, con muchas plantas, cielo y pajaritos y de golpe me tuve que venir al centro, a un departamento oscuro. Todo esto acompañado, ni más ni menos, de lo que implicaba la pandemia. Pero de todos modos aproveché ese momento de encierro y soledad. Me dediqué mucho a descubrir lo que la vida tal cual la teníamos planeada no me permitía ver: en principio descubrí el poder de la rutina. Uno siempre se peleá con la rutina, pero cuando cambia te desordena y desorganiza todo, desde tu mente hasta tus emociones y tu manera de comer y de dormir.
–¿Vos cómo lo contrarrestaste? ¿Te inventaste un nuevo orden?
–Yo lo que hice fue dedicar mucho tiempo a hacer cosas que me interesan mucho en mi camino del autoconocimiento. Todas las mañanas hacía, a manera de rutina, mis meditaciones completas. En fin, a lo que más me dediqué fue a conectar conmigo misma. Porque, además, justo el día en que decretaron el aislamiento, se me quemó el televisor. Así que quedé muy desconectada del mundo exterior. Pero no me molestó porque las desconexiones también tienen sentido, lo importante es que hacés con ellas, como con todo en la vida. Porque cuando llegamos a este plano nos va a pasar de todo a todos, y el punto no es lo que nos pasará sino lo que haremos con eso. Yo elegí eso: si hay que estar aislados, lo voy a acentuar aún más para conectarme más conmigo. Busqué más silencio y tareas de índole introspectivas, y también me dediqué a escuchar a los grandes maestros. Ese fue el costado positivo de la pandemia, que no te creas que en ese momento lo tuve tan en claro.
–Si hubieras podido festejar los 80 años, ¿cómo lo habrías hecho, exactamente?
–No lo sé a ciencia cierta. La fantasía era hacer un gran espectáculo, a lo bestia, del que todo el mundo dijera ‘Uauuu’, con bailarines y cantantes y una retrospectiva de toda mi carrera. Y bueno…eso quedó ahí, en el terreno de la fantasía. Hace cuatro o cinco meses, revolviendo papeles, encontré esto que había escrito, esta especie de disparate que ya había escrito y que luego, en la práctica se modificó mucho. Entonces llamé a Norberto Baccon, que es amigo de hace muchos años, y le dije: ¿no tenés ganas de que hagamos algo juntos? El sólo me preguntó el nombre del espectáculo, porque se rige por los títulos. Le dije Una mujer en pijama, como se llamaba originalmente. Aunque le gustó, luego lo cambiamos y así nació Nacha en pijama.
–Esa fue la primera sorpresa para el público, ¿no? La gente siempre te conoció muy producida, muy pendiente de lo estético y ahora, de repente, te subirás al escenario en pijama.
–¡Ahora hasta salgo a la calle en pijama! Esa es otra de las cosas interesantes que me pasaron durante la pandemia: descubrí lo que es la comodidad, no estar en tacos altos sino en zapatillas, estar en pijama. No es algo superficial, a mí en lo particular me pegó de una manera muy importante. No creo que perdí el interés por la moda, pero ya no me interesa el sufrimiento por la moda ni esos trajes grandes estúpidos que nos pesaban horrores. Tampoco entiendo ahora qué significa la alfombra roja. Digamos que mi concepto de la moda cambió, hoy creo fundamentalmente en la comodidad.
–En Nacha en pijama participa Norman Briski como asesor artístico. ¿Es difícil trabajar con un ex? ¿Cómo se te ocurrió convocarlo?
–Te juro que si fuera difícil no lo haría porque tampoco como clavos ni vidrios, ¿eh? (risas). Fue mi hijo Gastón Briski (también responsable del diseño de sonido de Nacha en pijama) el que me lo sugirió. Él pensó que sumaría varias ideas y así fue, porque Norman es un manantial de ideas, un ser muy creativo. Lo que hicimos fue revisar el texto juntos, pero por teléfono, porque en ese momento no estaba en Buenos Aires. Después empezó a venir a los ensayos dos o tres veces por semana y luego una sola; él veía los progresos o los retrocesos y sobre el eso ofrecía sus observaciones. Como sabe mucho de teatro y tiene un ojo experto fue de una gran ayuda. Él sumó al espectáculo mucho delirio pero también bastante sentido común.
–El año pasado volviste a entrar a un estudio para grabar un disco, a 55 años de haber registrado tu primer álbum. ¿Cómo es ese trabajo discográfico y cuándo será editado?
–Se trata de un disco muy personal, que también refleja lo que viví durante la pandemia. Es un disco duro, muy sincero y muy actual. Tiene canciones que hablan del planeta, de los odiadores y de los maltratadores. No está en la línea de mi primer disco (Nacha Guevara… canta, de 1968), al que aludiste en la pregunta, que era más bien juguetón, pero sí en la del segundo (Anastasia querida, de 1969), que era más bien rebelde y contestatario. Está en ese nivel.
–¿Es verdad que en este álbum debutás como compositora?
–Sí, de letras. Muchas de las letras de las canciones del disco son mías. Yo solo había escrito una letra, la de “Mi ciudad”, allá por los ‘80, y nunca lo había vuelto a intentar. Por eso tal vez este sea mi disco más personal. También hay algunas letras que concebí en colaboración con un poeta joven, que se llama Ricardo Monje, al que yo llamo El Poetita porque desde niño escribe cosas muy bellas. Digamos que siete de las letras son mías y el resto escritas a cuatro manos.
–¿Nacha en pijama incluye algunos de esos temas?
–Sí, tres canciones. Una es “80 y cantando”, que es el leit motiv del espectáculo, otro es “Estoy muy cansada”, donde enumero todo de lo que estoy harta, y el tercero es “Andate al carajo”, dirigido a un femicida y a los maltratadores en general.
–¿Cómo te llevás con los ritmos urbanos? ¿Te veremos cantando y bailando algún tema de reggaetón, hip hop, trap o rap en Nacha en pijama?
–No, en el espectáculo sólo hago una canción de El Cuarteto de Nos: “Ya no sé qué hacer conmigo”. También hago una de Joaquín Sabina, “Contigo”, y una canción italiana que supe cantar mucho hace un tiempo y después la dejé: “Me tiro”. Y un tema de Eladia Blazquez, “Cualquiera de estas noches”, que es una hermosa canción de amor. Pero no cantaré un reggaetón ni ahí, a mí me gusta la música que tiene melodía y letra, no solo ritmo.
–Según dijiste en las redes, tu disco dejará al descubierto tu “rebeldía reflexiva”. ¿Siempre desarrollaste ese tipo de rebeldía o podríamos decir que la del principio fue más bien frontal y violenta?
–Sí, soy consciente de que la rebeldía del comienzo era combativa y me enorgullezco de eso. No me arrepiento para nada.
–¿Y cómo se produjo ese cambio, esa transición de la rebeldía combativa a la reflexiva?
–La vida. Se trató de la vida, y de ese trabajo que yo vengo haciendo hace mucho tiempo y que acentué durante la pandemia, hace 40 años que vengo investigando en quién soy de verdad, en el silencio y en todas las cosas que hoy están más a las manos pero que en ese momento eran muy raras para la cultura occidental pero no para los hindúes. Esto hizo y hace que pueda decir lo mismo pero de otra manera. Porque yo sigo creyendo en las mismas cosas, ¿eh?
–¿En qué seguís creyendo y en qué cambió la Nacha de los 60 a la de ahora?
–Esta de ahora se parece un poco más a la de los 60. Y me alegro, porque a la Nacha de los 60 la adoro porque era sarcástica pero a la vez juguetona y divertida, le importaba un carajo la opinión ajena. Así éramos un pequeño grupo de mi generación. No teníamos gobiernos democráticos, pero nos importaba un carajo, hacíamos lo que teníamos ganas y no pensábamos en el éxito. El resultado no era el éxito, era la experiencia. Pero eso lo sé ahora -que lo que buscábamos era tener la experiencia- porque el éxito está en hacer la experiencia. En ese momento simplemente hacíamos lo que hacíamos, no pensábamos si iba a gustar o a disgustar. Nuestra premisa era hacer, hacer y hacer. Y tuvimos al Instituto Di Tella como a una bendición, que nos otorgó el derecho a equivocarnos. Era un centro para experimentar, hoy la experimentación se ha perdido por completo, hay que ir al éxito seguro y rápido.
–Y hoy que sos una figura consagrada, ¿anteponés la experiencia al éxito?
–Sí. Porque la experiencia me la voy a llevar cuando me vaya y el éxito no. El éxito es una prueba que muy pocos pasan con elegancia. ¿Si yo lo logré? No sé, lo que sí sé es pasar el fracaso con elegancia. He tenido más fracasos de los que te imaginás, pero no tengo por qué exhibirlos. Hoy todo tiene que exhibirse, incluso los fracasos. Yo no creo en eso. Hay cuestiones que son personales, íntimas, y deben ser así. No es que no me interese el éxito para nada, pero cuando estoy creando no es ese mi objetivo sino hacer mi trabajo bien. La búsqueda del éxito por sí mismo ha hecho fracasar a mucha gente. Así que hay que tener cuidado con él.
–Ya encarnaste en teatro a Eva Perón y a Tita Merello, y en cine a Victoria Ocampo, ¿qué otro personaje de la historia argentina te gustaría interpretar?
–A Alicia Moreau de Justo. Fue una mujer muy interesante, una de las primeras sufragistas. No la he investigado del todo, pero sé que es especial, porque además siempre trabajó en pareja. Fue una mujer como Eva, revolucionaria pero al mismo tiempo compartían ese pequeño poder que tenían a la par del hombre.
–Y ahora que están tan de moda las biopics, ¿te imaginás la tuya?
–Sí, ya la tengo escrita. Como no sé escribir para miniserie ni para cine no puedo asegurarte en qué formato la tengo escrita, pero que la tengo, la tengo. Digamos que tengo lista la estructura y el cuentito. Y yo creo que el cuentito es muy interesante porque me han pasado muchas cosas. Hasta tengo el título y todo: se llama “Desobediente”.
–Hace un tiempo dijiste: “Tardé muchos años en llegar a ser joven”. ¿Hoy, a los 82, te sentís más joven que nunca?
–¡Eso que lo diga el público cuando me vea! (risas). Llegar a ser joven es la tarea de toda una vida; todo lo contrario a lo que la gente supone: que toda una vida te lleva a la vejez. ¿Qué quiere decir ser joven? Sería la vuelta a la inocencia, pero de una forma consciente, porque los niños son inocentes inconsciente mente. La última meta es llegar a la inocencia siendo consciente. Se trata de recuperar la inocencia que teníamos previo a que la familia, la televisión y la religión nos inculcara una información que no nos pertenece. Eso sería ser joven. No puedo decir que lo haya logrado del todo, pero estoy en la búsqueda. Y eso ya es mucho.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.