¿Y si los libros de historia están mal y la Segunda Guerra Mundial no empezó en 1939?
Dos historiadores expertos en el conflicto, Antony Beevor y Olivier Wieviorka, apuntan que pudo arrancar en 1937 y en 1941
Guillermo Altares
El ataque japonés a la base de Pearl Harbor, 1941
MADRID.– Sobre la Segunda Guerra Mundial se han escrito decenas de miles de libros. Se han analizado cada batalla, el frente o la retaguardia, los generales y los gobernantes, los resistentes y colaboracionistas, por no hablar del Holocausto. Sin embargo, existen pocas investigaciones que tengan la ambición de abarcar en un solo volumen uno de los acontecimientos. Dos de las más importantes, La Segunda Guerra Mundial (pasado y presente), del británico Antony Beevor, y Histoire totale de la Seconde Guerre Mondiale, del francés Olivier Wieviorka, que acaba de salir en Francia, coinciden en una cuestión crucial: ambas ponen en duda que el conflicto comenzara en 1939.
MADRID.– Sobre la Segunda Guerra Mundial se han escrito decenas de miles de libros. Se han analizado cada batalla, el frente o la retaguardia, los generales y los gobernantes, los resistentes y colaboracionistas, por no hablar del Holocausto. Sin embargo, existen pocas investigaciones que tengan la ambición de abarcar en un solo volumen uno de los acontecimientos. Dos de las más importantes, La Segunda Guerra Mundial (pasado y presente), del británico Antony Beevor, y Histoire totale de la Seconde Guerre Mondiale, del francés Olivier Wieviorka, que acaba de salir en Francia, coinciden en una cuestión crucial: ambas ponen en duda que el conflicto comenzara en 1939.
Beevor argumenta en su ensayo, de hace una década, que la Segunda Guerra Mundial comenzó en realidad en 1937, cuando Japón invadió China, mientras que Wieviorka cree que no se puede hablar de una contienda global hasta 1941, con el ataque japonés contra Pearl Harbor y la invasión nazi de la URSS. No son los únicos. El periodista Manu Leguineche arrancaba así su historia general del conflicto, Los años de la infamia (Ediciones B): “La Segunda Guerra Mundial empezó en mi pueblo, Guernica [en 1937]. Así lo aseguró el embajador de Estados Unidos en Madrid, Claude Gernade Bowers, en 1954 en su libro Misión en España. El primer bombardeo de la historia en una ciudad abierta le sirvió a la Fuerza Aérea alemana para ensayar sus aviones y sus bombas”.
Ian Kershaw, uno de los grandes especialistas en el nazismo, divide su historia del siglo europeo en dos períodos. El primero, titulado Descenso a los infiernos (Crítica), abarca de 1914 a 1949, porque considera que, en realidad, hubo una única gran guerra en Europa, que, además, no acabó en 1945, con la capitulación de Alemania, sino en 1949, con los contornos claros de la posguerra.
Según la cronología canónica, la Segunda Guerra Mundial estalló con la invasión nazi de Polonia, el 1º de septiembre de 1939. El 22 de junio de 1941, Hitler lanzó la invasión a gran escala de la URSS, pese a haber firmado un pacto con Stalin. El 7 de diciembre de 1941, Japón atacó por sorpresa la base estadounidense de Hawái, y Estados Unidos entró en el conflicto. El 8 de mayo de 1945 se produjo la rendición incondicional de Alemania (en los países occidentales se conmemora el 8, mientras que en Rusia, se festeja el 9). El 14 de agosto de 1945, tras el lanzamiento de dos bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki, Japón se rindió incondicionalmente y acabó “un conflicto bárbaro en el que murieron entre 60 y 70 millones de personas, un macabro balance en el que los civiles se llevaron la peor parte”, escribe Wieviorka.
Pero en una contienda tan brutal y compleja, que involucró a 23 países y se desarrolló en todos los continentes menos en América (aunque uno de los principales contendientes fuese Estados Unidos), es imposible que no haya debates en torno a su cronología. “Yo mismo y otros historiadores tenemos el sentimiento de que no se puede ignorar la Guerra sino-japonesa que empezó en 1937 y que continuó hasta 1945”, explica por correo electrónico Antony Beevor, el más famoso historiador vivo del conflicto. “Tampoco se puede ignorar el enfrentamiento entre la URSS y Japón en la batalla de Jaljin Gol, conocida también como el incidente de Nomonhan, en agosto de 1939, porque cambió el curso de la guerra: Japón decidió no invadir Siberia, sino atacar en sus territorios en Asia a Estados Unidos, el Reino Unido y Holanda”. De hecho, su libro La Segunda Guerra Mundial arranca con una imagen que une esos múltiples conflictos, que la historiografía más tradicional ha tratado de forma separada: muestra a un soldado coreano, prisionero de los aliados, tras el desembarco de junio de 1944. Aquel combatiente fue reclutado a la fuerza por los japoneses y enviado a Manchuria en 1938. Fue capturado luego por los soviéticos, pero en 1942 lo obligaron a combatir en Járkov, donde fue a su vez capturado por los nazis, que lo obligaron a servir en un batallón de extranjeros durante el desembarco aliado en Normandía. Pasó un tiempo en un campo de prisioneros en el Reino Unido y, ya liberado, emigró a Estados Unidos. Falleció en 1992 en Illinois, después de haber sobrevivido a demasiadas guerras, que fueron una sola.
El libro de Wieviorka, de casi mil páginas, adopta otro punto de vista: la contienda fue, en realidad, una amalgama de guerras diferentes, que no se convirtió en global hasta 1941. “A los historiadores les gusta cuestionar las divisiones cronológicas, incluso cuando parecen obvias”, explica por mail Wieviorka, de 63 años, autor de una amplísima bibliografía sobre el conflicto y un gran experto en la Resistencia francesa. “Por ejemplo, las fechas de la Primera Guerra Mundial (¿terminó en 1918?) o de la Guerra Fría (¿empezó en 1917?, ¿en 1943?, ¿en 1945?, ¿en 1947?) están abiertas al debate. La Segunda Guerra Mundial no es una excepción. El punto de vista de Beevor es totalmente defendible. Por mi parte, creo que debemos fijarnos en el significado de las palabras. Si pensamos en un conflicto mundial, eso ocurre con la entrada en liza de Estados Unidos, Japón y la URSS”.
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