
Esto es lo que hacemos mal cuando compramos una notebook o un celular (y a veces no tiene arreglo)
Todo equipo informático esconde cuellos de botella; de eso no se habla, y al final gastás plata en algo que solo sirve para aumentar tu estrés
Pero en otros casos se puede resolver; acá, lo que no te dicen sobre los cuellos de botella ocultos en los dispositivos digitales, cómo comprar bien y, llegado el caso, cómo corregir una mala adquisición
Ariel Torres
Me escribe una colega para consultarme por su notebook. Encuentra problemas al cargarla. Si mueve el cable, carga, después deja de cargar, vuelve a cargar, y así. Sin el equipo a mano, basándome solo en su relato y en un video que me pasa por WhatsApp, sospecho de un falso contacto. Es un clásico, además. Es todo tan pequeño y delicado en estas máquinas que el trabajo mecánico, si no somos extremadamente cuidadosos, puede terminar dañando el zócalo.
Nos quedamos hablando sobre el equipo y al rato se queja de que esa máquina, que compró en 2018, “es una carreta”. Le digo que es bastante nueva, sobre todo si solo la usa para escribir y buscar algunas cosas online. “Sí, pero es una carreta”, insiste. No tiene mucho sentido. Así que le pregunto el modelo, busco las características, y doy con una serie de configuraciones. Entonces le digo: “Dejame adivinar, compraste la de 4 GB de RAM con disco mecánico de 500 GB, ¿cierto?”

Me lo confirma. Le explico entonces lo que está ocurriendo, le paso un soporte técnico oficial y le digo que, cuando vaya a ver el tema del cargador, pida que le lleven la memoria RAM a al menos 8 GB. Si puede ser el doble, mejor. Le explico también el porqué (ya llega); se lamenta de su error y me comenta en ese punto algo que es tristemente cierto: “El vendedor no me advirtió nada y mi técnico me dijo que esa configuración estaba bien”. Es la tormenta perfecta. Uno va con el dinero justo, la máquina tiene un talón de Aquiles oculto, el vendedor o no sabe o solo quiere despachar, y adiós. El técnico posiblemente ni se molestó en mirar las especificaciones, de otro modo habría visto el baldón en las características de esa notebook. Es obvio que 4 GB no sirven para nada.
Esperen, ¿es obvio?
El orden de los factores
Puesto que la escena anterior no es infrecuente –más bien al revés–, quizás ayude explicar porqué cuando compramos un smartphone, una notebook, una tablet o una computadora de escritorio (que no, no han muerto) hacemos, simplemente, todo mal. No es nuestra culpa. Las especificaciones son agobiantes, confusas, herméticas y en ese amasijo de números y siglas se esconden datos que pueden transformar una inversión no menor en un desperdicio de dinero épico.
Primer consejo: si nadie de mucha confianza (no un técnico que ni siquiera le eche un vistazo a las especificaciones) puede mirar lo que estás por comprar, entonces vas a tener que hacerlo vos. No te fíes de los argumentos de venta, porque acá hay cosas muy contra intuitivas. ¿Qué deberías mirar? A eso vamos.
Dejando de lado la marca (que sí importa) y el tamaño de la pantalla, el tipo de teclado, número y tipo de puertos, autonomía y otras características de esa clase (la cámara del celular, ponele), el desempeño de cualquier computadora personal, desde el smartphone hasta la desktop, va a depender de tres variables:
El CPU o cerebro electrónico
El tipo de almacenamiento de largo plazo (léase: el disco rígido o el almacenamiento del celular)
La memoria RAM
Solo que de la memoria RAM casi no se habla, del disco se menciona solo su volumen, y el CPU, bueno, siempre te dicen que es de última generación; después de todo, ¿cómo podrías saberlo sin meterte en los sitios de Intel o AMD y bucear en especificaciones que suenan a Estación Espacial Internacional? Incluso el orden en el que nos detallan estos datos es equívoco. Una enumeración más realista del orden en el que deberíamos observar las características de un equipo (en términos de su desempeño) es este:
Memoria RAM
Tipo de disco interno
CPU
¿Por qué? Porque el CPU puede ser de última generación, pero salvo que uses la máquina para tareas muy específicas (en cuyo caso no necesitarías leer esta nota), solo vas a usar del 10 al 12% de su capacidad; promedio, si está encendida todo el tiempo, 7 por ciento. Así que excepto algunos modelos nefastos de Celeron que lanzó Intel hace muchos años, el procesador difícilmente se convierta en un cuello de botella. Además, si querés cuellos de botella, acá vienen.

Mirá el disco rígido (HDD, por sus siglas en inglés). Te dicen que es muy espacioso (500 GB, 1 TB), pero no te dicen que estos componentes vienen en diversas calidades. Así, he visto notebooks de buena marca con un HDD tan lento que tardaban ocho minutos en arrancar (ocho en serio). Lento significa que invierte mucho tiempo en acceder, leer y escribir datos. Bastaría ponerle un disco veloz (más sobre esto enseguida) para que ese cuello de botella desaparezca o casi no se sienta. Pero lo peor está por venir.
La RAM aparece en primer lugar en la segunda lista porque, de todos, es el componente más crítico. La razón es doble. Primero, el microprocesador usa la memoria RAM como espacio de trabajo; grosso modo, es el pizarrón donde el cerebro electrónico hace sus cuentas. Analogía imperfecta, pero útil: vos podés ser un crack sacando cuentas a mano, pero si te dan una pizarra del tamaño de una tarjeta de crédito, vas a pasar más tiempo borrando que haciendo números.
Es lo que le ocurre al CPU cuando hay poca RAM. Le falta espacio de trabajo. ¿Por qué 4 GB no sirven para nada hoy? Porque un Windows 10 u 11 con lo básico va a usar entre 6 y 7 GB de RAM. Te estarían faltando de 2 a 3 GB de pizarrón. Y acá viene el tiro de gracia. Fijate.
Sobre llovido, mojado
El segundo motivo por el que poca RAM despedaza el desempeño es el siguiente: ¿las computadoras acaso se apagan cuando no tienen más espacio de memoria? Oh, no. Dejando de lado algunos tecnicismos, cuando la máquina se queda sin memoria, empieza a usar el disco duro como RAM. Imaginate ahora que el disco encima es lentísimo. El CPU, que es muy veloz, se va a pasar el 80% del tiempo de brazos cruzados, esperando que la RAM (escasa) y el disco (lento) intercambien datos. Ahí es cuando a vos te parece que la máquina “se queda pensando” cada vez que intentás cambiar de aplicación, de pestaña del navegador o iniciar otro programa. Y está haciendo todo lo contrario de pensar. Está moviendo datos sin parar entre la memoria RAM (que es el único interlocutor del CPU) y el disco duro (que en este escenario catastrófico encima es muy lento). Esa retroalimentación negativa convierte una buena notebook de 2018 en la proverbial carreta.
Con los teléfonos pasa lo mismo. Poca RAM (no almacenamiento, sino RAM) deriva en un smartphone que parece diseñado para ponernos los pelos de punta.
Pregunta al margen: mi teléfono me da error de que no tiene espacio de almacenamiento, ¿es lo mismo? No. Eso es equivalente a quedarse sin espacio de disco. Sin entrar en detalles, un dispositivo digital no puede funcionar si se queda sin espacio de disco. En todo caso, esa circunstancia se puede resolver liberando espacio de almacenamiento interno en el smartphone. La memoria RAM de los teléfonos, sin embargo, no se puede ampliar. ¿O sea que si compré un teléfono con poca memoria no hay arreglo? No, no hay arreglo (salvo ser muy cauto con las apps que usamos; ¿pero acaso se puede elegir mucho en este terreno?).
En números
¿Cuánta memoria comprar hoy? (En tres o cuatro años esto muy probablemente aumente). Acá va un ayuda memoria:Notebooks: de 8 a 16 GB (salvo que la uses para videojuegos, simulaciones matemáticas, diseño 3D u otras cosas muy específicas y demandantes)
Computadoras de escritorio, que casi seguro vas a usar para algo más exigente: de 16 a 32 GB de RAM
Teléfonos y tablets: de 6 a 8 GB de RAM. Con 4 GB puede andar razonablemente bien, pero siendo muy cauto, insisto, con las apps que instalás
Vamos al tema de los discos, segundo en nuestra lista de prioridades. Los teléfonos tienen discos internos (lo que se denomina almacenamiento) de estado sólido. Hay de diversas velocidades y eso va a relacionarse con el precio del equipo. Pero, simplificando, ahí sí tiene sentido mirar solo cuánto espacio de almacenamiento vas a tener. Cuanto más, mejor. Si no, hay que verificar si tiene slot para tarjeta microSD, así podrás expandir el espacio de almacenamiento. Por ejemplo, podrías configurar la cámara para que guarde las fotos y videos en la tarjeta, y de ese modo dejás espacio en el disco interno del teléfono para todo lo demás. De hecho, muchas aplicaciones pueden apuntarse a la tarjeta microSD. (Eso se hace desde Ajustes> Aplicaciones.)
En notebooks y PC, es preferible gastar un poco más y ponerle discos de estado sólido (SSD, por sus siglas en inglés, por si te habías perdido con todas estas siglas), que, grosso modo, son entre 3 y 10 veces más rápidos que los discos rígidos mecánicos (HDD, en inglés), y por lo tanto hacen que todo ande más fluido. Los hay de diversas velocidades, pero siempre serán una mejor opción que los HDD.
Si necesitás cantidades masivas de almacenamiento, los SDD te pueden resultar demasiado onerosos. En ese caso tenés que ir por una desktop, colocar el sistema operativo, el archivo de memoria virtual y las aplicaciones en un SSD, y agregar un HDD grande (1 o 2 TB) como almacén de datos. En mi desktop hay dos SSD y dos HDD. Los SSD se usan para todo lo que requiere escribir y leer datos constantemente. Los HDD son depósitos de datos. No me preocupa si el backup a la noche tarda un poco más; lo que quiero es que el equipo funcione de forma ágil cuando lo uso. Eso requiere mucha memoria RAM, espacio de disco veloz (o sea, discos de estado sólido, no mecánicos) y, claro, sí, agregale un buen CPU, y entonces vas a tener un avión a chorro por unos cuantos años.
Dicho más simple, si ese modelo de computadora que compró mi colega en 2018 tuviera 8 o 16 GB de RAM y un SSD, con exactamente el mismo cerebro electrónico (un i7 de décima generación), volaría. Ninguna carreta.
Nota gramatical: como me señala un querido amigo, por concordancia en género y número debí usar en esta nota la frase “la CPU”, puesto que se trata de las siglas de Central Processing Unit. Le di varias vueltas, hasta que decidí que como “el CPU” es un uso muy instalado, cambiar por “la CPU” iba a ser un motivo más de confusión para este artículo plagado de siglas (CPU, RAM, HDD, SSD, microSD, GB, TB). Pasa algo semejante con “el iPad”. Desde que fue lanzada, aunque se decía originalmente el “iPad”, algunos mantuvimos el uso en femenino, porque es una tablet. Hoy está empezando a imponerse esta forma, más correcta. Haré lo posible por usar “la CPU” en próximas notas donde no haya tal superpoblación de tecnicismos.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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