La caída de Illia nos sigue interpelando hoy
el libro 1966, de maría sáenz Quesada, ayuda a entender mejor no solo el pasado, sino también el presente
Jorge Casaretto
Con enorme gozo he leído el libro 1966, de Illia aOnganía, de María Sáenz Quesada (Sudamericana), que además de generar recuerdos imborrables de aquella época, me ha ayudado a entender mejor los diversos contratiempos de nuestra historia que tanta influencia siguen teniendo en la actualidad.
porque, aunque pretendamos juzgar los hechos que hemos vivido con la mayor objetividad posible, siempre nuestra mirada estará signada por los condicionamientos intelectuales, psicológicos, etc., que hemos acumulado a lo largo de la vida. Entiendo que la misión de un académico, en este caso una renombrada estudiosa de nuestra historia, es la de ampliar nuestro horizonte y mostrarnos la compleja red ideológica que interviene en los repentinos cambios políticos; concretamente, lo que significó la caída del gobierno constitucional del doctor arturo illia y la asunción del general Juan carlos onganía.
Encontramos en este libro no solo la sucesión de acontecimientos políticos, sino también una nutrida descripción de esa época en su dimensión cultural y ambiental. En el orden personal, yo me había ordenado sacerdote en la diócesis de San isidro en septiembre de 1964.
Entré al seminario a los 22 años, con una activa participación en la FUBA desde la corriente Humanista. Vivíamos en la iglesia en pleno postconcilio y se vislumbraban corrientes ideológicas controvertidas. Muchos aceptábamos con enorme alegría los documentos conciliares. pero los grupos más integristas se mostraban reacios a aplicar las reformas propiciadas por el Vaticano ii.
Mi obispo era monseñor antonio María aguirre, y en el seminario, el rector era el padre Justo laguna. ambos vislumbraron que la llegada al gobierno de arturo Frondizi había sido un paso muy positivo para nuestro país. Yo no tardé mucho en convencerme.
nos encontrábamos ante un proyecto de desarrollo integral y de la posible reintegración del peronismo a la vida pública.
Además, Frondizi nunca había ocultado sus simpatías hacia el papa de esos tiempos, hoy San pablo Vi, y a su famosa encíclica “populorum progressio”, que alentaba el “desarrollo de los pueblos”.
Por esa razón, la llegada de Arturo illia, que inmediatamente anuló los contratos petroleros, no me inspiró confianza. Mucho menos su caída y la asunción posterior del general onganía, porque en él veía representado el nacionalismo católico, cuya visión era opuesta al humanismo integral, heredero de Jacques Maritain, en el que me había formado.
Siendo sacerdote, mi amistad con los compañeros humanistas de la universidad permanecía intacta. En la catedral de San isidro teníamos habitualmente en misa al ingeniero Hilario Fernández long, rector de la Universidad de Buenos aires. De hecho, en la famosa “noche de los bastones largos”, con el entonces padre laguna lo fuimos a saludar a su casa, lo cual le produjo una gran emoción, y puedo decir que desde ese día nació entre nosotros una amistad que perduró hasta su muerte.
¿a qué vienen todos estos relatos? a revalorar las reflexiones que me inspiró la lectura de 1966, de María Sáenz Quesada.
Arturo Frondizi, por razones políticas, no apoyó el gobierno de illia. lo valoraba y lo quería. alguna vez él mismo me contó que, compartiendo trabajos en común, el otro don arturo viajaba toda la noche en tren desde córdoba y, antes de ir a la cámara, llegaba temprano al departamento de Frondizi en caballito para ponerse al tanto de la situación.
Pasado el tiempo, muchos pudimos comprobar qué equivocados estuvimos los que no pudimos ver claro que la ruptura del orden constitucional, concretada en la caída de illia, sumaba un hito más al descalabro nacional.
Es el gran aporte de los historiadores ayudarnos a interpretar los sucesos ocurridos, de modo que podamos entender con más ecuanimidad nuestro presente y aceptar que cada uno de nosotros, de algún modo, con nuestras acciones y omisiones, hemos contribuido a vivir en el país una especie de “crisis permanente”. Sáenz Quesada nos ayuda a ver que esa ruptura del orden en la vida de un pueblo no la gestaron solo “tres o cuatro iluminados”. Fueron muchas personas e instituciones las que crearon un clima propicio.
personalmente, la conclusión fundamental para este momento histórico que nos toca vivir es que difícilmente podremos encontrar un camino favorable para que todos los argentinos podamos vivir dignamente, sobre todos los más pobres, hasta que no lleguemos a generar ciertos acuerdos.
Lo intentamos en el año 2001 y no pudimos. ¿lo intentaremos nuevamente alguna vez? ¿podremos renunciar a ciertos intereses corporativos a fin de privilegiar el bien común del país, es decir, de todos los argentinos?
Me alegró mucho enterarme de que unos cuantos golpistas, pasado el tiempo, le llegaron a pedir perdón al doctor illia. ciertamente, una rara excepción en nuestro pasado. Y aunque pueda caer en un lugar común, también me alegró constatar que este libro nos recuerda la verdad de ese concepto que aprendimos en el colegio secundario: la historia sigue siendo “maestra de la vida”.
Obispo emérito de San Isidro y expresidente de Cáritas Argentina
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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