Salvator Mundi: desestiman denuncia de estafa millonaria
Un empresario ruso había acusado a Sotheby’s de haberlo engañado con sobreprecios por decenas de millones de dólares
María Antonia Sánchez-Vallejo
F. La obra atribuida a Da Vinci es la más cara vendida en subastas
Un jurado federal de Manhattan falló en favor de Sotheby’s en un juicio civil en el que el multimillonario ruso Dmitry Rybolovlev acusaba a la prestigiosa firma de subastas de estafarlo por decenas de millones de dólares en ventas de obras de arte. La pieza que ha protagonizado el litigio, uno de los más resonantes del mercado del sector, es Salvator Mundi, de Leonardo da Vinci, cuyo paradero es desconocido desde que se subastó en 2017 por la cifra récord de 450,3 millones de dólares.
Rybolovlev había acusado a Sotheby’s de connivencia con el marchante de arte suizo Yves Bouvier para engañarlo y hacerle pagar precios inflados por cuatro obras, entre ellas la atribuida al maestro renacentista. Sotheby’s ha asegurado que no tenía conocimiento de que Bouvier pudiera haber mentido y que no era responsable de los tratos del suizo con Rybolovlev. El marchante, que no estaba acusado en la causa, sostiene su inocencia.
Rybolovlev, de 57 años, es dueño de una fortuna de 6400 millones de dólares gracias a su imperio de fertilizantes, según la revista Forbes. También es propietario mayoritario del equipo de fútbol AS Mónaco. Para Sotheby’s, el veredicto reafirma su compromiso de mantener los más altos niveles de integridad, ética y profesionalidad en sus transacciones, además de reflejar una “flagrante falta de pruebas” del supuesto engaño denunciado por Rybolovlev.
Como ocurre en los casos civiles, el demandante debía aportar “pruebas claras y convincentes” de que la casa de subastas conocía las supuestas tácticas manipuladoras de Bouvier, que a menudo consistían en correos electrónicos en los que se detallaban feroces negociaciones con compradores aparentemente inexistentes para incrementar el precio.
El abogado principal de la empresa de Rybolovlev que figuraba como demandante, Accent Delight International, señaló que, aun habiendo perdido el caso, había “logrado nuestro objetivo de arrojar luz sobre la falta de transparencia en el mercado del arte”. Ese secretismo, según el letrado, dificultó la prueba de un caso complejo de complicidad en el fraude. “Este veredicto solo pone de relieve la necesidad de reformas, que deben hacerse fuera de los tribunales”, añadió.
El grado de secretismo imperante en el mercado puede explicar qué fue del cuadro del maestro italiano durante los años en los que se le perdió la pista, con numerosas versiones contrapuestas acerca de su paradero; se cree que está en alguna colección privada de Arabia Saudita o Abu Dhabi. En un juicio que se ha prolongado durante tres semanas, los diez miembros del jurado del tribunal federal de Manhattan han necesitado apenas cinco horas para alcanzar el veredicto. Rybolovlev ha acusado a Bouvier de fraude en múltiples jurisdicciones de todo el mundo, con escaso éxito. Sus demandas contra el marchante en Singapur fueron desestimadas después de que el tribunal considerara que Suiza era una jurisdicción más apropiada para su disputa. En marzo, el juez del distrito sur de Nueva York Jesse Furman permitió a Rybolovlev presentar demandas por fraude en relación con el Da Vinci y con obras de Gustav Klimt, René Magritte y Amedeo Modigliani. Rybolovlev presentó una demanda por 15 obras por las que pagó más de mil millones de dólares y acusó a Bouvier de cobrar cientos de millones de dólares en sobreprecios. En total, Rybolovlev compró 38 obras a lo largo de su relación con Bouvier, aunque a Sotheby’s llegaron solo 12 y el juez Furman admitió cuatro en el juicio: Domaine d’Arnheim, de René Magritte, Serpientes de agua II, de Gustav Klimt; una escultura de Modigliani, Tête, y el Salvator Mundi, la joya del lote.
Como en todas las transacciones en las que Bouvier vendió arte a Rybolovlev, el suizo compró la obra a través de una sociedad antes de revendérsela a Rybolovlev con un fuerte sobreprecio. Según el ruso, Bouvier trabajaba para él como asesor artístico, algo que Bouvier niega, aunque es cierto que en todas las transacciones se llevó una comisión por la venta. Furman desestimó las demandas por fraude sobre otras 11 obras, algunas de Pablo Picasso, Auguste Rodin y Toulouse-Lautrec, pero le permitió proseguir la demanda por el Salvator Mundi. Según los documentos judiciales, Bouvier compró la obra por 83 millones de dólares en 2013 y lo vendió al día siguiente a Rybolovlev por 127,5 millones. Posteriormente, el ruso vendió en 2017 el cuadro en Christie’s por 450,3 millones de dólares.
Un jurado federal de Manhattan falló en favor de Sotheby’s en un juicio civil en el que el multimillonario ruso Dmitry Rybolovlev acusaba a la prestigiosa firma de subastas de estafarlo por decenas de millones de dólares en ventas de obras de arte. La pieza que ha protagonizado el litigio, uno de los más resonantes del mercado del sector, es Salvator Mundi, de Leonardo da Vinci, cuyo paradero es desconocido desde que se subastó en 2017 por la cifra récord de 450,3 millones de dólares.
Rybolovlev había acusado a Sotheby’s de connivencia con el marchante de arte suizo Yves Bouvier para engañarlo y hacerle pagar precios inflados por cuatro obras, entre ellas la atribuida al maestro renacentista. Sotheby’s ha asegurado que no tenía conocimiento de que Bouvier pudiera haber mentido y que no era responsable de los tratos del suizo con Rybolovlev. El marchante, que no estaba acusado en la causa, sostiene su inocencia.
Rybolovlev, de 57 años, es dueño de una fortuna de 6400 millones de dólares gracias a su imperio de fertilizantes, según la revista Forbes. También es propietario mayoritario del equipo de fútbol AS Mónaco. Para Sotheby’s, el veredicto reafirma su compromiso de mantener los más altos niveles de integridad, ética y profesionalidad en sus transacciones, además de reflejar una “flagrante falta de pruebas” del supuesto engaño denunciado por Rybolovlev.
Como ocurre en los casos civiles, el demandante debía aportar “pruebas claras y convincentes” de que la casa de subastas conocía las supuestas tácticas manipuladoras de Bouvier, que a menudo consistían en correos electrónicos en los que se detallaban feroces negociaciones con compradores aparentemente inexistentes para incrementar el precio.
El abogado principal de la empresa de Rybolovlev que figuraba como demandante, Accent Delight International, señaló que, aun habiendo perdido el caso, había “logrado nuestro objetivo de arrojar luz sobre la falta de transparencia en el mercado del arte”. Ese secretismo, según el letrado, dificultó la prueba de un caso complejo de complicidad en el fraude. “Este veredicto solo pone de relieve la necesidad de reformas, que deben hacerse fuera de los tribunales”, añadió.
El grado de secretismo imperante en el mercado puede explicar qué fue del cuadro del maestro italiano durante los años en los que se le perdió la pista, con numerosas versiones contrapuestas acerca de su paradero; se cree que está en alguna colección privada de Arabia Saudita o Abu Dhabi. En un juicio que se ha prolongado durante tres semanas, los diez miembros del jurado del tribunal federal de Manhattan han necesitado apenas cinco horas para alcanzar el veredicto. Rybolovlev ha acusado a Bouvier de fraude en múltiples jurisdicciones de todo el mundo, con escaso éxito. Sus demandas contra el marchante en Singapur fueron desestimadas después de que el tribunal considerara que Suiza era una jurisdicción más apropiada para su disputa. En marzo, el juez del distrito sur de Nueva York Jesse Furman permitió a Rybolovlev presentar demandas por fraude en relación con el Da Vinci y con obras de Gustav Klimt, René Magritte y Amedeo Modigliani. Rybolovlev presentó una demanda por 15 obras por las que pagó más de mil millones de dólares y acusó a Bouvier de cobrar cientos de millones de dólares en sobreprecios. En total, Rybolovlev compró 38 obras a lo largo de su relación con Bouvier, aunque a Sotheby’s llegaron solo 12 y el juez Furman admitió cuatro en el juicio: Domaine d’Arnheim, de René Magritte, Serpientes de agua II, de Gustav Klimt; una escultura de Modigliani, Tête, y el Salvator Mundi, la joya del lote.
Como en todas las transacciones en las que Bouvier vendió arte a Rybolovlev, el suizo compró la obra a través de una sociedad antes de revendérsela a Rybolovlev con un fuerte sobreprecio. Según el ruso, Bouvier trabajaba para él como asesor artístico, algo que Bouvier niega, aunque es cierto que en todas las transacciones se llevó una comisión por la venta. Furman desestimó las demandas por fraude sobre otras 11 obras, algunas de Pablo Picasso, Auguste Rodin y Toulouse-Lautrec, pero le permitió proseguir la demanda por el Salvator Mundi. Según los documentos judiciales, Bouvier compró la obra por 83 millones de dólares en 2013 y lo vendió al día siguiente a Rybolovlev por 127,5 millones. Posteriormente, el ruso vendió en 2017 el cuadro en Christie’s por 450,3 millones de dólares.
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