miércoles, 10 de agosto de 2016

EL INTERIOR DE LOS ATLETAS.....Y DEL RESTO


Ahora que se inició nuevamente el rito cuatrienal de las olimpíadas, todo el planeta asiste deslumbrado al prodigio del cuerpo humano llevado a su máxima expresión de fuerza, resistencia, velocidad, precisión y coordinación.
Basta pensar en la miríada de diminutos engranajes que intervienen en cada minúsculo movimiento para que empalidezcan los más resonantes logros de la tecnología. En Zoom. How Everything Moves: From Atoms and Galaxies to Blizzards and Bees (algo así como Zoom. Cómo se mueve todo: desde los átomos y las galaxias, hasta las tempestades y las abejas, Little, Brown and Co, 2014), Bob Berman menciona esta maquinaria de la vida que funciona 24/7.



El cerebro, por supuesto, dice Berman, es la joya de la corona. Según el escritor norteamericano está compuesto de 85.000 millones de neuronas y más de 150 billones de sinapsis o conexiones eléctricas, una cantidad mil veces mayor que el número de estrellas de la Vía Láctea. Osvaldo Uchitel, en Qué son son las neuronas (Paidós, 2015), escribe que son 100.000 millones de células "empacadas" en una masa de 1500 gramos.



"El número de neuronas del cerebro es impresionante -dice Berman-. Si contáramos una por segundo, nos llevaría 3200 años. Pero el de sinapsis está más allá de lo creíble: para contarlas al mismo ritmo necesitaríamos tres millones de años", afirma. Si cada neurona o célula nerviosa pudiera conectarse con cualquier otra, el número de combinaciones sería el factorial de 85.000 millones (es el resultado de 85.000 millones x 84.999.999.999 x 84.999.999.998 x 84.999.999.997 hasta llegar a 1, un número con más ceros que los que cabrían en todos los libros de la Tierra).



Cada neurona "funciona" a alrededor de 100 milivolts, lo que lleva el consumo del cerebro a unos 23 watts, o aproximadamente el 20% de la energía que consume todo el organismo, aunque el órgano grisáceo que tenemos dentro del cráneo tiene sólo el 2% de su masa. Estos impulsos viajan a unos 400 kilómetros por hora, millones de veces más lento de lo que lo hace la electricidad por cables de cobre.

Ahora vayamos al corazón: en una vida promedio, late 2500 millones de veces y bombea diariamente unos 15 litros de sangre a entre cinco y seis kilómetros por hora, lo suficientemente rápido como para que una droga inyectada en el brazo llegue al cerebro en pocos segundos. Mientras tanto, hombres y mujeres inhalamos y exhalamos alrededor de medio litro de aire unas 12 a 15 veces por hora. Pestañeamos unas 10 veces por minuto (o una vez cada seis segundos), y cuando observamos fijamente, reducimos ese ritmo a la mitad. Pero la reacción voluntaria a un estímulo, incluso cuando un sujeto está esperando una situación, por ejemplo, mover el pie del acelerador al freno, dura alrededor de un séptimo de segundo.




Para mantener este exquisito mecanismo en funcionamiento durante décadas, casi cada una de sus piezas está en constante recambio. En un video corto para el canal norteamericano NPR, el periodista científico Adam Cole detalla el ritmo al que esto ocurre, sin prisa, pero sin pausa: cada pelo de nuestra cabeza se reemplaza cada dos a siete años (alrededor de 100 por día); las uñas se renuevan completamente cada seis meses; las células del intestino, expuestas a ácidos y sustancias tóxicas, cada dos a siete días; la epidermis cambia completamente cada dos a cuatro semanas, cada cuatro meses, tenemos una armada completamente nueva de glóbulos rojos (se destruyen y se crean 100 millones cada minuto); cada diez a once años tenemos un nuevo esqueleto (los osteoclastos lo remodelan, y los osteoblastos y osteocitos lo reconstruyen); nuestros músculos se reemplazan cada 15 años y nuestras células de grasa, cada 25.



Sin embargo, según Cole, hay "dispositivos" que se mantienen a lo largo de la vida. Alrededor de la mitad del corazón se reemplaza muy, muy despacio. En ciertas partes del cerebro sólo se agregan algunas neuronas a las que traemos desde antes de nacer, y hasta hay algo que nos acompaña siempre (o hasta que lo reemplacemos quirúrgicamente por una prótesis de última generación): un grupo de células que forman el cristalino mientras el bebe está en gestación.



Si los atletas olímpicos ya nos producían admiración por sus logros sin conocer estos detalles, que alcancen la perfección a pesar de lo intrincado de sus individuales microcosmos biológicos los acerca aún más, si cabe, a la maravilla.

N. B. 

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