viernes, 29 de noviembre de 2019

DANIEL GUSTAVO MONTAMAT, OPINA


Hay que desarrollar el potencial de Vaca Muerta

Daniel Gustavo Montamat
En una de sus últimas ediciones, The Economist incluye un reporte cuyo título es: "¿El final de la inflación?". En casi todo el planeta la inflación ha dejado de ser un problema, e incluso modelos que hace algunas décadas repetíamos y enseñábamos como un axioma, tal el caso de la curva de Phillips (correlación inversa entre tasa de desempleo y tasa de inflación), han perdido valor predictivo. En muchas economías, baja el desempleo a mínimos históricos y la inflación no sube. Tras la lectura del informe, como argentino me identifiqué con aquellos ciudadanos de algunos países en desarrollo que todavía no pueden erradicar enfermedades endémicas (cólera, tuberculosis, fiebre amarilla) que en otras geografías ya son historia. En la región la inflación no es un problema (con la excepción de Venezuela), pero entre nosotros sigue siendo un problemón. Y no porque la economía convencional no proporcione remedios de eficacia probada en otras latitudes, sino por la resistencia institucional a abordar las terapias.
Luego de décadas la inflación crónica se ha institucionalizado, y aunque nos deja sin moneda, se ha transformado en un instrumento perverso de la mala política para recaudar impuestos no coparticipables gravando pasivos monetarios no remunerados sin pasar por el Congreso. El engaño de financiar un gasto insostenible para que el argentino de a pie crea que puede vivir por encima de sus posibilidades en un presente fugaz. La inflación crónica, y la consiguiente recurrencia al endeudamiento externo supletorio y a las anclas cambiarias de ocasión para evitar el desenfreno del aumento de los precios relativos, nos someten cíclicamente a los tsunamis macroeconómicos, que hacen explotar las cuentas públicas y externas y se llevan puestos reglas de juego y compromisos contractuales. Empiezo por esta reflexión, porque creo que hay mínimos consensos en el nuevo gobierno electo y la mayoría en la oposición sobre la necesidad de desarrollar el potencial de Vaca Muerta; han transcendido incluso propuestas de leyes para promover la inversión y "blindar" a Vaca Muerta con un régimen de estabilidad tributaria y previsibilidad de reglas.
Por prueba y error podemos asegurar que el blindaje va a ser efímero y no va a lograr el objetivo deseable de duplicar o triplicar las inversiones en la formación, en la infraestructura y en la cadena de valor, si las señales a la microeconomía sectorial no están ensambladas con acuerdos básicos que despejen a futuro el horizonte de una macroeconomía estable en la que pesifiquemos el peso (volvamos a tener moneda) y la cuestión de pesificar las tarifas devenga una cuestión abstracta. Antes de que la tasa de riesgo país se disparara a los niveles actuales los proyectos de inversión en Vaca Muerta se descontaban a tasas del 12/13%. Pero si el país exhibiera horizontes estables con inflación controlada de menos de un dígito y tasas de riesgo equivalentes a las de Chile o Uruguay, los flujos se podrían descontar a tasas más bajas del 10/9%, y muchos proyectos que hoy no son rentables pasarían a serlo multiplicando las oportunidades de negocio y el volumen de inversión. La vida de Vaca Muerta depende de ingentes inversiones en capital fijo y la base de todo régimen promocional de esas inversiones debe ser consistente con la voluntad política e institucional de erradicar la inflación crónica, que, dicho sea de paso, es también clave para erradicar los lacerantes niveles de pobreza con que convivimos.
Con las señales correctivas de la macro, el desarrollo intensivo de Vaca Muerta y los otros recursos no convencionales depende de la competitividad que podamos alcanzar reduciendo costos. Somos tomadores de las referencias de precios de petróleo (con excedentes exportables nos vamos a guiar por la paridad de exportación) y si queremos exportar gas al mercado asiático vamos a tener que tomar como referencia para competir el precio Henri Hub, que rige en Estados Unidos, aprovechando en operaciones spot la contraestacionalidad con el hemisferio norte. El desafío es entonces reducir la tasa de descuento y los costos de capital y operativos para bajar las llamadas referencias de break even (recupero de costos y utilidad) que viabilicen las decisiones de inversión.
Entre los componentes que fijan el precio de break even están los costos de capital (instalaciones, equipamiento, perforaciones, infraestructura, abandono y otros), los costos operativos (algunos variables relacionados con mano de obra, mantenimiento, combustibles, productos químicos, y otros fijos, como servicios públicos, cánones de explotación, alquiler de equipamiento, seguros, gastos generales y administrativos). A estos se agregan los de transporte y logística, de personal y materiales y otros costos operativos no incluidos anteriormente. El tercer componente es el impositivo (gravámenes nacionales, provinciales y municipales). En la consideración de los flujos también hay que considerar el aporte de subproductos (líquidos asociados al gas o gas asociado al petróleo).
Despejadas las dudas sobre el congelamiento de precios del petróleo y los combustibles, la explotación de shale oil tiene precios de break even que la hacen rentable tomando en cuenta las cotizaciones actuales del petróleo. El problema es el gas natural. Sus valores de break even deben seguir bajando si aspiramos a un desarrollo masivo del que también se va a beneficiar el mercado doméstico.
Ya dijimos que una baja en la tasa de descuento reduce los costos para todos los proyectos, pero eso no alcanza. Hay que trabajar mucho sobre los otros componentes de los costos, permitiendo el acceso a una apropiada oferta de servicios petroleros en competencia. Los costos de perforación y terminación de pozos dependen del alquiler de equipos de perforación, set de fracturas, entubamiento, entre otros. La mejora de las técnicas a utilizar en el recorrido de la curva de aprendizaje ha sido clave para aumentar rendimientos y reducir costos. Un ejemplo ha sido el cambio de técnicas de perforación vertical a horizontal, lo cual permitió una mayor recuperación por pozo, y por lo tanto un menor costo unitario, aunque se haya incrementado el costo de capital al inicio. Es así como se ha logrado una mayor producción por equipos activos en Vaca Muerta.
Pero también se requiere una baja en los costos de perforación de pozos, y para ello las mejoras en las técnicas también son importantes. Todavía los costos de perforación en Vaca Muerta son 30% mayores que los de Permian en Estados Unidos. Las perforaciones multi-pad han permitido una considerable mejora en las economías de escala mediante la utilización de las mismas instalaciones por parte de varios pozos con el consiguiente reparto de costos entre los diferentes pozos. Todos estos ya son logros que siguen las mejores prácticas y reducen costos. El Estado nacional y el provincial tienen su parte con el régimen impositivo, con obras de infraestructura y consolidando acuerdos regionales que habiliten nuevas oportunidades de mercado. Finalmente, con mayores rendimientos podrá compensarse el diferencial inevitable de costos que por escala y disponibilidad de financiamiento impone la geología del norte. Hay que mantener con vida a Vaca Muerta y allanar el camino a su desarrollo intensivo con políticas macro y microeconómicas que hagan competitivos sus costos.

Exsecretario de Energía y extitular de YPF

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