miércoles, 27 de noviembre de 2019

LA PÁGINA DEL DR. JUAN CARLOS DE PABLO,


Consejos (no pedidos) a Alberto Fernández

Juan Carlos de Pablo
No fue necesario esperar hasta el próximo 24 de noviembre para saber quién presidirá la Argentina durante cuatro años a partir del 10 diciembre de 2019. A Alberto Ángel Fernández le llegan ahora todo tipo de propuestas, invitaciones y felicitaciones. ¿Qué debe hacer con ellas, dado que en menos de un mes comenzará su gestión?
Para consultar a alguien con experiencia, conversé con el italiano Amintore Fanfani (1908-1999), quien, además de su labor universitaria, fue constituyente, ministro de Vivienda, Agricultura, Interior y Relaciones Exteriores, varias veces primer ministro y senador. Según Hernán Pablo Llosas, ocupó un lugar destacado en el desarrollo del pensamiento económico italiano y en los equipos que gobernaron Italia luego de la Segunda Guerra Mundial. Fue una figura importante dentro del grupo de economistas que, como Francesco Vito, Siro Lombardini y Pasquale Saraceno, se formaron y enseñaron en la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán, conocida como La Cattolica.
-Sobre la base de su experiencia como múltiple funcionario público, ¿qué consejos le daría al presidente electo de la Argentina?
-No soy un experto en su país, por lo cual los siguientes consejos no pedidos tienen que ser tomados con pinzas por el destinatario. Pero algunas ideas básicas son universales y permanentes.
-Lo escucho.
-Primero y muy importante, quien ejerce la máxima responsabilidad ejecutiva es el principal responsable de los resultados obtenidos durante su gestión. Él es quien elige a sus colaboradores y organiza operativamente su gobierno. Mira para arriba y no tiene a nadie con quien compartir sus dudas y sus decisiones. En el escritorio de muchos altos ejecutivos de Estados Unidos hay un cartel que dice: "El balde para aquí", que significa que no hay nadie a quien endosarle el problema o la responsabilidad.
-Suena escalofriante. ¿Algo más?
-La segunda cosa que tiene que saber es que nadie se le va a acercar para ofrecerle algo; por el contrario, solo lo van a visitar para pedirle cosas. Cuando en 1962 el presidente Arturo Frondizi defendió a su asesor personal Rogelio Julio Frigerio, comparó la situación con la que, durante las décadas de 1930 y 1940, habían vivido Franklin Delano Roosevelt y su asesor Harry Hopkins. Cuando alguien le cuestionó la estrecha relación que habían desarrollado, Roosevelt respondió: "¿Sabe lo importante que es conversar con la única persona que no viene a pedirme nada?".
-¿Está seguro de lo que dice?
-Me sorprendería gratamente que en la Argentina, a partir del 10 de diciembre de 2019, los dirigentes sindicales se acercaran al Gobierno para ofrecer trabajar gratis un par de horas; los dirigentes empresarios, reducir a la mitad sus ganancias; los profesionales, desregular su actividad para reducir los costos; los dirigentes piqueteros, limpiar la lista de beneficiarios o eliminar a quienes no necesitan los planes. Puede ocurrir, pero mejor que el presidente electo de la Argentina no base su programa económico en hipótesis como estas.
-A la luz de lo que dice, ¿cómo es que alguien en su sano juicio quiere presidir un país?
-Un país, una empresa o un club deportivo. La ambición por el poder no resiste los análisis exclusivamente racionales.
-El presidente de la Nación no puede saber todo. ¿Qué consejos le da con respecto a los economistas que colaborarán con él?
-Que sea absolutamente exigente. Nada de juicios de autoridad, nada de títulos universitarios nacionales o internacionales, nada de recomendaciones.
-¿Está usted diciendo que da lo mismo saber que no saber?
-Estoy diciendo una cosa mucho más importante. Que en la acción de gobierno saber y no saber no tiene que ver tanto con la cantidad de teoremas que se pueden exponer o citar, cuanto con la forma en la cual el ministro o sus colaboradores utilizan la teoría, la historia, su propia experiencia, la introspección y los canales a través de los cuales se informa para elaborar una política económica, comunicarla e implementarla.
-Me hizo acordar lo que Arnold Carl Harberger afirmó sobre las condiciones que tiene que tener un ministro para ser exitoso.
-Vale la pena consignarlas. Primera, el coraje, para resistir las inmensas presiones, porque eso de que los recursos son escasos, y tienen usos alternativos, es en serio y tiene implicancias dramáticas. La segunda condición es tener cierta inteligencia. Pero la brillantez suele ser contraproducente, porque se corre el riesgo de enamorarse de una cuestión intelectualmente atractiva pero irrelevante.
-Volvamos a la relación entre el presidente y su ministro de Economía.
-Como le dije, el presidente tiene que ser absolutamente exigente. El ministro le tiene que explicar, en términos simples, la situación actual y las medidas concretas que habría que adoptar. Y el presidente, por su parte, tiene que formularse esta pregunta: ¿me convence a mí lo que está diciendo? Porque como bien le dijo el bailarín a su pareja: "Si vos no te creés que sos Carmen, ¿quién se lo va a creer?".
-¿Y si no le entiende, o no lo convence?
-Lo tiene que mandar de vuelta a su oficina, para que trabaje más. ¿Con qué argumento? Con uno muy simple: en política económica las balas son de verdad, no de fogueo. Aquí se juega el bienestar de muchas familias y empresas. Te tengo confianza, porque, de lo contrario, no te hubiera confiado el cargo; pero, como responsable último de tu accionar, tengo que ser exigente. Como bien se dijo, el director de una obra de teatro está para decirle a los actores que están haciendo macanas antes de que se lo diga el público.
-¿Qué lugar ocupa el beneficio de la duda en este planteo?
-En un país como la Argentina, el presidente de la Nación debería estar más confiado trabajando con un colaborador que le dice "esto es lo que creo que hay que hacer, pero además crucemos los dedos", que con otro que le dice "sin lugar a dudas...". Ahora bien, a la luz de la historia, y la correspondiente sensibilidad que tiene la población en su país, el presidente no solo no debería pedirle a su ministro de economía que sea creativo, sino que debería pedirle precisiones mayores si encuentra demasiado creativo el planteo de su ministro.
-¿Qué tal arrancar la gestión presidencial con un equipo económico de segunda para luego poner el mejor?
-Pregúntele a Gabriel Heinze, director técnico de Vélez Sarsfield, qué le parece dejarse meter un par de goles en los 10 primeros minutos del partido para entonces reemplazar a tres de sus jugadores por otras tantas estrellas que hizo sentar en el banco de suplentes. Es una mala idea. Las gestiones presidenciales que tuvieron un solo ministro de Economía son la excepción en la Argentina, pero no por diseño, sino por imperio de las circunstancias.
-Don Amintore, muchas gracias.

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