jueves, 20 de enero de 2022

POLÍTICA EXTERIOR


Hace falta una estrategia ambiciosa y realista para la política exterior
Una prioridad debería ser el Mercosur y la relación con Brasil; en el nivel global, promover el multilateralismo, que ofrece reglas de juego claras y estables necesarias para proteger nuestros intereses

Francisco de Santibañes Especialista en Relaciones Internacionales


La elección de la Argentina para presidir la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) despertó un intenso debate respecto de la conveniencia de asumir este rol. Si bien es cierto que ocupar espacios en foros internacionales resulta positivo, la cuestión de fondo consiste en saber qué es lo que hará el Gobierno durante su presidencia. Para entender las opciones que enfrenta debemos repasar algunos de los cambios que vienen ocurriendo en el mundo.
La política internacional está atravesando profundas transformaciones. Observamos por ejemplo un creciente descontento popular con las clases dirigentes, un malestar que impulsa la polarización y la búsqueda de soluciones radicales. A esta altura también resulta clara la existencia de un conflicto estratégico entre China y Estados Unidos. Una disputa de la que ya somos testigos, como lo muestran las disyuntivas que enfrenta el gobierno nacional al tener que decidir sobre cuestiones en las que las agendas de las potencias difieren, como sucede con la posible adopción de la tecnología 5G o la compra de armamento militar del país asiático. Estas diferencias también se dan en los organismos regionales, ya que Washington impulsa a la OEA como principal foro mientras que Pekín hace lo mismo con la Celac, de la cual Estados Unidos no forma parte.
Por otra parte, hace años que las economías latinoamericanas no crecen a los niveles que deberían para superar el subdesarrollo. A esto debemos sumarle las consecuencias económicas y sociales que dejará el coronavirus, una pandemia que parece haber acelerado el malestar popular y la polarización política. Otro fenómeno preocupante es la tendencia a subordinar la política exterior a consideraciones de tipo doméstico, práctica que dificulta el diálogo entre los gobiernos e incrementa la conflictividad. Un ejemplo de esto es la ideologización de los procesos de integración. Este fue el caso de la Unasur, impulsado por gobiernos progresistas, y luego del liberal Prosur. Al no estar basados en consensos internos, estos proyectos duraron lo que duraron los gobiernos que los impulsaron.
Pero el mundo también le ofrece oportunidades a la Argentina. Como lo demuestra el éxito de las empresas tecnológicas del país, los cambios tecnológicos deberían favorecernos. Algo similar ocurre con el campo, ya que el crecimiento de las clases medias en Asia continuará incrementando la demanda por sus productos. Además de contar con grandes reservas de gas, somos competitivos en la producción de las energías renovables que las naciones están demandando para combatir el cambio climático. Como estos, existen muchos ejemplos más.

¿Qué debemos hacer entonces para aprovechar estas oportunidades y evitar las amenazas? Para comenzar, necesitamos contar con una estrategia que le permita a nuestra política exterior aportar al desarrollo y a la seguridad del país. ¿Cuáles son nuestros objetivos? ¿En qué situación nos encontramos actualmente? ¿Qué amenazas y oportunidades enfrentamos? ¿Con qué recursos contamos y cuáles deberíamos desarrollar? ¿Con qué naciones deberíamos formar alianzas? Estas son solo algunas de las preguntas que tendríamos que estar haciéndonos para elaborar una estrategia de largo plazo.
Una de nuestras prioridades debería ser el Mercosur y la relación estratégica con Brasil. Recordemos que el establecimiento de esta relación, que ha sido mantenida por gobiernos de distinto color político a través de los años, ayudó a traer paz y estabilidad a Sudamérica. Lejos de perder importancia, esta asociación gana hoy relevancia debido a la necesidad de evitar que el conflicto entre China y Estados Unidos se traslade a nuestra región. Para lograr esto tendremos que coordinar
Sería un error pensar que con una estrategia alcanza, ya que si no contamos con las instituciones para llevarla a la práctica, se transformaría en un mero ejercicio teórico

Nuestras políticas.

A nivel global, la diplomacia argentina debe promover el multilateralismo. Este ofrece el tipo de reglas de juego claras y estables que necesitamos para proteger nuestros intereses. La implementación del acuerdo estratégico entre el Mercosur y la Unión Europea sería un paso en esta dirección. Y no solo por motivos políticos, sino porque las instituciones que adoptaríamos gracias al acuerdo nos volverían más previsibles, algo que a la vez ayudaría a incrementar las inversiones.
Pero quizás el mayor desafío consista en mantener buenas relaciones con las grandes potencias ya que necesitamos de ambas para desarrollarnos. Necesitamos a China debido a su importancia como socio comercial y al financiamiento que puede proveernos para mejorar nuestra infraestructura. A Estados Unidos lo necesitamos no solo porque compartimos valores democráticos, sino por el poder económico y militar que mantiene. Washington es y seguirá siendo por muchas décadas más la potencia militar del hemisferio occidental.
Como vimos, los desafíos y oportunidades que enfrentamos son muchos y requieren de una estrategia que ordene nuestro accionar. Sería sin embargo un error pensar que con una estrategia alcanza, ya que si no contamos con las instituciones para llevarla a la práctica esta se transformaría en un mero ejercicio teórico. En términos prácticos esto significa que tenemos que modernizar nuestras Fuerzas Armadas y continuar profesionalizando la diplomacia argentina. Un marco institucional sólido servirá asimismo para desarrollar un sector privado dinámico y capaz de generar la riqueza que necesitamos para vivir mejor, pero también para ganar influencia internacional. Al igual que los ciudadanos, las empresas requieren reglas de juego claras y Estado de Derecho.
Finalmente, una estrategia no debe ser entendida como responsabilidad de un solo gobierno, sino de la dirigencia argentina en su conjunto, que incluye, entre otros, a empresarios, sindicalistas e intelectuales. Es por esto que el diálogo entre los distintos sectores y la construcción de confianza entre los dirigentes resulta clave. Esto puede parecer difícil, pero en su momento la Argentina ya fue capaz de implementar una estrategia exitosa. Esto sucedió durante gobiernos conservadores y radicales de fines del siglo XIX y principios del XX. Período en que la política exterior ayudó a impulsar la paz y el desarrollo del país a través de una agenda que promovió el comercio, la inmigración y la resolución pacífica de los conflictos internacionales.
De lo que hemos discutido aquí podemos concluir que las decisiones de política exterior deben estar subordinadas a una estrategia más amplia. Y esto incluye nuestro posicionamiento en foros y organizaciones internacionales como la Celac, la OEA, las Naciones Unidas y el G-20. Por lo tanto, si la presidencia argentina de la Celac termina ahondando las divisiones ideológicas que observamos en América Latina, o queda atrapada en las disputas entre las potencias, seguramente fracasará y traerá aún mayor inestabilidad a la región, perjudicando así nuestros intereses. Si, por lo contrario, fomenta el crecimiento económico y la colaboración con nuestros vecinos, será un éxito.
Sin embargo, el principal desafío sigue siendo elaborar y consensuar una estrategia que sea ambiciosa y realista a la vez. El bienestar de nuestra sociedad dependerá de que logremos hacerlo.

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