miércoles, 23 de febrero de 2022

EL EJEMPLO PORTUGUÉS


El ejemplo portugués en el espejo argentino


Sergio Suppo

El ejemplo portugués en el espejo argentino
El lugar podría pasar por un recóndito bodegón porteño, de no ser por las paredes que denotan una factura centenaria y el fado que suena de fondo.
Los símbolos que invitan a la saudade abundan: cuelgan del techo centenares de billetes de países diversos. Fueron dejados en otros tiempos por los clientes que hacían fila en la calle para esperar una mesa en Ora Viva, este restaurante de Oporto situado casi a la orilla del Duero.

"El turismo masivo que colaboró con la recuperación de Portugal, casi una década atrás, se fue con la pandemia y todavía no regresó"
En las buenas épocas se llegaba solo con reserva previa de varios días. Ahora, basta con abrir su puerta y elegir una mesa. El turismo masivo que colaboró con la recuperación de Portugal, casi una década atrás, se fue con la pandemia y todavía no regresó. “A esta hora, un viernes como hoy, estábamos llenos de coreanos y chinos; trabajábamos en varios turnos sin detenernos ni un día”, nos dice el propietario con una añoranza sin mucho pasado.
“Al menos ahora estamos abiertos y empezamos a recibir clientes. Estuvimos a punto de cerrar. La pandemia nos destruyó, pero los buenos años anteriores nos salvaron para afrontar esta desgracia”, agrega luego de servirnos un bacalao con papas. Su esposa y un ayudante están en la cocina, y él atiende la mesa.
Como un espejo en el que cualquier país podría mirarse, pequeños comerciantes como el dueño de Ora Viva recibieron un poco de ayuda del Estado portugués durante el primer año de pandemia. Después, nada.
Con un gobierno de centroderecha que afrontó la realidad de lo inevitable, Portugal fue sometido a una dieta estricta, empezando por sus gastos estatales
Las críticas contra el gobierno por el manejo de la crisis por el Covid hacen imaginar una derrota electoral inevitable. Sin embargo, apenas dos días después de esa comida en el corazón turístico de la segunda ciudad del país, los portugueses le dieron un contundente respaldo al oficialismo, al punto de liberar al socialismo gobernante de la necesidad de pactar con sus socios más dogmáticos.
Así, tres semanas atrás, los portugueses renovaron su confianza en la fuerza de centroizquierda que, con el nombre de Partido Socialista, lleva una vez más a Antonio Costa como primer ministro. Costa y su partido recogen las brevas maduras del árbol que plantaron sus adversarios cuando el nombre del país aparecía junto a Grecia como los peores alumnos de la escuela europea de gobierno.
Once años atrás, entre la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional le extendieron un cheque de 90.250 millones de dólares. A cambio, el gobierno de entonces presentó un plan de fuertes recortes. Pidió sacrificios que los portugueses, resignados, aceptaron.
Es este el momento de una salvedad inevitable. La analogía con la Argentina que sigue no incluye contextos regionales, monedas controladas por una comunidad de países, indicadores sociales siniestros, inflaciones galopantes, grietas políticas brutales, ni muchos otros factores que diferencian al pequeño país renacido del gigante quebrado que hoy es el nuestro.
La historia de la recuperación conocida como el “capitalismo de la sardina” (producto emblema portugués) ya fue contada muchas veces, pero ofrece un nuevo ejemplo que responde las dudas de los actores políticos argentinos que juegan a la ruleta rusa con el acuerdo de refinanciación con el Fondo.
Con un gobierno de centroderecha que afrontó la realidad de lo inevitable, Portugal fue sometido a una dieta estricta, empezando por sus gastos estatales.
La rígida austeridad planteada por la Troika europea y asumida como propia por el sistema político portugués dio resultado y la fuerza que la llevó adelante decidió aferrarse a ese éxito. Cuando perdió las elecciones, se dio cuenta de que pagó el precio de la derrota por no entender que era necesaria otra etapa. Pero Portugal había ganado una política de Estado. Ahora podía plantearse hacer crecer su economía sin estar encadenado al rojo de sus cuentas públicas.
Los socialistas moderados que llegaron después aflojaron un poco la cincha. Las medidas de austeridad cedieron para que los portugueses se atreviesen a consumir, a invertir, a recuperar su secular tradición de audaces exploradores de mercados desconocidos. La economía arrancó y, por fin, el mundo empezó a tomar a Portugal como ejemplo. No solo eso; antes de la pandemia, disfrutaba de un aluvión de turistas nunca visto que inundaba las calles de sus ciudades y las playas de sus costas. Ya volverán, cuando la peste lo permita.
Otra salvedad imprescindible. ¿La reactivación llegó de la mano de la versión lusa de un peronismo-populismo? Para nada. Aquel partido que puso la cara para hacer el ajuste, como este que disfruta los resultados y encontró que era posible la reactivación, se ajustan a pautas fiscales estrictas que ningún sistema político y económico serio deja de tener en cuenta.
Reducido a los mezquinos cálculos de estos parajes, con solo repasar el caso portugués no es difícil adivinar que la renuencia kirchnerista a someterse a un tratamiento que morigere la adicción argentina al desastre económico guarda una directa relación con el temor a recibir otro castigo electoral.
Fuera de esos cálculos de palacio, queda por saber si los argentinos están dispuestos más de lo que dicen a bancar los sacrificios que se vienen. No porque lo diga el Fondo, sino porque nos toca afrontar las consecuencias de las decisiones que tomamos colectivamente.

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