domingo, 27 de febrero de 2022

EL PSICÓPATA Y LA DEGRADADA


Putin, un experto en amagos de inversiones rusas que nunca llegaron

Diego Cabot

Cristina Kirchner y Vladimir Putin, en uno de sus varios encuentros
Vladimir Putin es el único presidente del mundo que puede exhibir una foto con cada uno de lo últimos cuatro jefes de Estado argentinos. Es posible encontrarlo con Néstor Kirchner en Nueva York y Cristina Kirchner en Buenos Aires o en Moscú. También se retrató con Mauricio Macri en el G-20 y con Alberto Fernández en su reciente gira.
Con todos firmó decenas de acuerdos y les prometió que invertiría miles de millones de dólares en infraestructura, energía y transporte. Sin embargo, más allá de las palabras, jamás acompañó ningún proyecto importante. Eso sí, acaba de vender casi 900 millones de dólares en trenes eléctricos que comprará la Argentina para un ramal que no está electrificado. Un verdadero experto en amagos.
Desde aquel primer encuentro en Nueva York con Néstor Kirchner, Putin ilusionó a todos. Era septiembre de 2005, el presidente ruso esperó a Kirchner en un salón del piso 18 del Hotel Waldorf Astoria. Las charlas fueron sobre energía y desarrollo petrolero. “Son temas en los que podemos dar un salto cualitativo muy grande”, dijo Kirchner, acompañado por el entonces canciller Rafael Bielsa; el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido; la senadora Cristina Fernández, y el secretario legal y técnico, Carlos Zannini.
El ruso tiró un número antes de que terminara la reunión: les recordó que su país tenía US$150.000 millones en reservas y que pretendía invertir en el exterior. Fue música para los oídos argentinos. Aquel encuentro marcó el camino de los primeros amagos.
Mientras se sucedían los gestos de buena voluntad entre los dos países, la relación comercial creció y alcanzó su pico en 2013, cuando el intercambio llegó a un pico de casi US$2500 millones. Luego vino un tobogán descendente que volvió a tomar cierto camino inverso cuando la Argentina empezó a comprar las vacunas Sputnik para el coronavirus. Pero más allá de la compra de productos, las inversiones siempre fueron promesas.
En aquel 2013, De Vido viajó con varios empresarios a Moscú. El ministro tenía varios laderos de peso: el secretario de Obras Públicas, José López; Gustavo Weiss, titular de la Cámara de la Construcción; Juan Chediak, vicepresidente de la Cámara; Hugo Dragonetti, presidente de la empresa Panedile –años más tarde todos involucrados en la causa cuadernos–, y Juan Collazo, titular de Helport, firma del grupo Eurnekian. Estas dos últimas integraron el consorcio que participó en la licitación de las represas Kirchner y Cepernic, junto a las rusas Inter Rao y Power Machines. Todos se ilusionaban con el dinero ruso; no llegó un peso.
Walter Fagyas, que era presidente de la petrolera estatal Enarsa, fue el más ambicioso: firmó un convenio con Rushydro para “explorar el desarrollo de la energía mareomotriz”. Nunca se produjo un mega ni se avanzó en ningún proyecto que contemplara esa fuente de electricidad. Pero a Moscú peregrinaron.
En julio de 2014, Putin hizo una gira por La Habana que concluyó en la ciudad brasileña de Fortaleza en la cumbre de los entonces pujantes Brics (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica). Antes, se hizo tiempo para hacerse una corrida a la Argentina. Cristina Kirchner y su par ruso firmaron acuerdos de “cooperación en materias como comunicación, asistencia legal recíproca en temas penal y cooperación en el uso de la energía nuclear pacífica”.
El plan nuclear ruso en el país
Un año después, la actual vicepresidenta llegó a Moscú. Se trajo decenas de convenios rubricados por ambos. Entre varios hubo uno que despuntó. Se trató del “memorando de entendimiento” entre el Ministerio de Planificación Federal y la Corporación Estatal De Energía Atómica Rosatom sobre la cooperación en la construcción de una central nuclear en territorio argentino.
Allí se estableció un esquema de consultas “para la construcción de la sexta central nuclear de diseño ruso con una capacidad total de hasta 1200mW”. A eso se sumó otro acuerdo preliminar con Nucleoeléctrica Argentina Sociedad Anónima (NASA) para la contratación y construcción de una central nuclear con un reactor de uranio enriquecido y agua liviana.
Hubo más papeles que prometían millones que llegaron desde aquel viaje por el contrato de financiamiento de la represa Chihuido I, en Neuquén. Se trataba de un proyecto hidroeléctrico con aprovechamiento del agua para riego que se hacía en conjunto con el grupo Eurnekian. De acuerdo con la comunicación oficial, los trabajos comenzarían a más tardar en septiembre de 2015. En 2022, nadie hincó una pala en el lugar.
El gobierno de Mauricio Macri intentó reflotar aquella licitación. Ante los primeros llamados, los rusos decían que estaba el dinero. Solo hubo que hacer doble clic el punto para confirmar que jamás nadie autorizó el crédito a la Argentina.
De ese viaje de 2014 también llegó un acuerdo entre el Banco Nación y la entidad financiera rusa Vnesheconombank sobre cooperación en materia de financiación de las exportaciones.
Finalmente, el último capítulo. Alberto Fernández volvió a traer proyectos de inversiones de su viaje a Moscú. Eso sí: antes de ir, dejó avanzada en Buenos Aires la decisión de comprarle material rodante. Seguramente escuchó “gracias” en ruso. Y después le reiteraron las promesas que ya llevan décadas.
Enarsa llegó a firmar acuerdos para explorar la energía “mareomotriz”
Alguna vez estuvo la promesa de financiar la hidroeléctrica Chihuido I

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