domingo, 27 de febrero de 2022

LO QUE SUENA...


Metronomy canta que todo va a estar bien...
Diego MancusiLa agrupación pop apuesta a los placeres simples

Empecemos por lo que el séptimo disco de Metronomy no es: una colección de himnos para la pista de baile, una reelaboración radical de su sonido, una catarsis explícita del encierro por pandemia. Dicho esto: también hay algo de cierto en todas esas negaciones sobre Small World, un trabajo en el que Joseph Mount (el cerebro de la banda) encara el mal momento global con tranquilidad y algo de optimismo mientras redescubre su costado orgánico. Puede adivinarse una instancia de reflexión previa a la composición de los temas de Small World de parte de Mount, una en la que -lejos de desesperarse por la crisis decidió que de alguna manera las cosas iban a estar bien (acá no hay que inferir mucho: “Things Will Be Fine” se llama el segundo track del álbum). Esa impresión es menos alegría que relax, un intento filosófico de desabrumarse con los escenarios posibles y saborear la existencia real que linkea tanto con la meditación budista como con el refrán “cuando el carro se mueve los melones se acomodan”. Sin embargo, más allá del mencionado título motivador, el autor no expresa su posición en letras en las que uno pueda verle de cerca la cara al conflicto; por el contrario, esta idea de paz mental es una pátina fina que recubre los cuatro costados del disco, incluido el aspecto musical. Así es como su esencia synth termina dialogando con arreglos más humanos y cálidos en un álbum mitad acero, mitad madera. Sobran muestras de que Mount quiso que su obra hablara de lo cotidiano, lo auténtico, lo lindo, como una forma de escapismo o de respuesta pacífica a tanto barullo. De arranque: el mundo pequeño del nombre, que puede interpretarse como un gesto de empatía que habla de cómo las distancias se borran en situaciones dolorosas y lo que le pasa a un desconocido al otro lado del planeta no es tan distinto de lo que nos pasa a nosotros. El tracklist es otro indicio: nueve canciones, todo a mano, controlable, sin gestos grandilocuentes, menos es más. La portada y su paisaje bucólico de vegetación y agua transparente nos ubica desde lo visual en un clima amigable: lo contrario de la rosca mental y la alienación de cemento que vinieron con el confinamiento. Y después, claro, la música, que empieza “Life and Death”, una melodía casi susurrada y un arreglo -cómo no- minimalista en el que un ritmo artificial a propósito (no sorprendería que haya sido sacado de un teclado de juguete) se cruza con un piano y con una letra que habla de “una luz de esperanza” y de calma y resignación ante la muerte (el gran cuco mundial, siempre, pero más en estos dos años) como parte de la vida. “It’s Good to Be Back” es otro ejemplo de canción positiva en la que una base de videojuego ochentoso gana en la superposición con guitarras acústicas, en una especie de versión sintética del power pop que sin problemas podría ser parte de la discografía de Miranda!.

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