domingo, 30 de abril de 2023

DIÁLOGO CON MARTÍN CAPARRÓS


Martín Caparrós. “¿Quién tiene derecho a establecer lo que se puede decir y lo que no?”
Su salud, el “ñamericano”, la pelea con Pérez-Reverte y la cancelación, en un diálogo con un autor que tiene colección propia
 Daniel GigenaCaparrós vive en España, pero por una semana estará en Buenos Aires
De visita para presentar una colección con catorce de sus libros que lanza Penguin Random House, Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) comenta que, desde hace más de un año, tiene una debilidad muscular en las piernas que lo obliga a usar una silla de ruedas. Así se lo vio al recibir el Premio Ortega y Gasset a la trayectoria profesional, semanas atrás. “Hago un tratamiento de fisioterapia, pero no parece que vaya a cambiar mucho –dice . Al principio era más leve y andaba con bastón y muletas, pero bueno, ahora me sorprende que haya tanta gente que mantenga esa costumbre arcaica de caminar, habiendo máquinas que te lleven de un lado a otro”. Admite que hay cosas que no puede hacer. “Como salir a dar unas vueltas con la silla por las calles de Buenos Aires –ejemplifica–. Las veredas están destruidas, con baldosas distintas, y las rampas están mal hechas, son una farsa, una metáfora de la Argentina contemporánea”.
En el lobby del hotel donde se aloja, el escritor cuenta que vio en internet algunas partes del discurso de Martín Kohan en la Rural. “Parece que estuvo bien”, dice. La colección que presentó ayer en la Feria del Libro incluye sus primeras novelas y sus libros más recientes, como Sarmiento, y este año se completará con una ficción en verso dedicada a José Hernández. “Algunos no se publicaban desde hacía treinta años, como No velas a tus muertos, que terminé de escribir cuando tenía 23”.
–¿Cómo encarás los proyectos de libros tan ambiciosos como El hambre y El interior?
–Publiqué Ñamérica en 2021, y lo había empezado en 2018. Antes de hacerlo, los pongo a prueba. Cuando se me ocurre algo en lo que imagino que voy a tener que invertir mucho tiempo y esfuerzo, lo rechazo, tres o cuatro veces, por las dudas que después no me parezca tan interesante. Pero si al cabo de un tiempo prudencial sigo con ganas de trabajarlo, avanzo. No tengo un método general; para cada libro encuentro un mecanismo. Con Ñamérica me interesaba ver qué había cambiado en América Latina en los últimos cincuenta años, y como vi que el cambio decisivo era que había pasado de ser una región de población rural a una de población urbana, con la mayor proporción de población urbana del mundo, decidí entrar por el lado de esas nuevas metrópolis.
–Después de tu intervención en el Congreso de la Lengua, algunos tomaron en serio lo de cambiar el nombre del idioma.
–No lo dije en broma. La diferencia entre lo que traté de decir y lo que muchos entendieron es que no proponía llamar “ñamericano” al español, sino que buscáramos nombres para nuestra lengua porque me parece curioso que 450 millones de personas hablemos un idioma que no sabemos cómo se llama, si castellano o español, y que cualquiera de esas dos alternativas es el gentilicio de un lugar lejano. Además, en época de tanta “susceptibilidad nominativa”, es raro que nadie se moleste por usar el nombre del país que los conquistó, como pasa también con el francés y el inglés. Propongo simplemente que busquemos un nombre que nos represente.
–¿Y lo de Pérez-reverte quedó en ese intercambio de tuits?
–Intercambio es una forma de llamarlo, pero sí. Le salió esa cosa de macho ibérico. Casi no lo conozco a él, pero recuerdo que una vez le presenté un libro en Buenos Aires, Territorio comanche. Veinte años después lo encontré, en el Congreso de la Lengua en San Juan de Puerto Rico nos volvimos a ver.
–¿Los invitaron a debatir?
–Sé que va a estar (en la Feria), pero no me dijeron nada.
–Twitter todo lo magnifica.
–Uso muy poco las redes sociales para decir cosas. Me sirve para enterarme de artículos o libros que se han publicado y para hacer yo mismo eso mismo. Ese aspecto me resulta útil. La parte de pelearse e insultarse me aburre mucho y me sorprende la cantidad de gente que está dispuesta a hacerlo.
–¿Seguís el caso de la sucesión de María Kodama?
–No mucho, pero que alguien sólido administre la obra es importante. Tendría que haber un orden un poco más claro para que, por ejemplo, no aparezca una novela inédita de Gabriel García Márquez casi diez años después de su muerte, algo poco verosímil. Y también la cuestión de qué se publica y qué no. Kodama empezó a publicar libros que Borges no había querido reeditar y que dejó fuera de sus obras completas.
–¿Qué pensás de las cancelaciones en el ámbito de la cultura?
–En España hubo menos que en otros lugares. Hubo y al mismo tiempo no hubo, fijate el caso de Plácido Domingo. Es más laxo. Creo que esto de las cancelaciones viene de cierta cultura mágico-religiosa, de esta creencia en la palabra eficaz, de la palabra como una forma de crear realidad. Si uno dice “negro”, produce un efecto. No decir “negro” no cambia las condiciones de vida de las personas de color. Lo que hay que hacer es trabajar sobre las realidades, no sobre las palabras.
–En su discurso de anteayer, Alejandro Vaccaro recordó que no permitirían en la Feria la participación de aquellos que apoyaron y apoyan la dictadura militar.
–No estoy de acuerdo con eso. Creo que hay que soportar que cada uno diga lo que quiera y después habrá que rebatirlo. Es volver a creer que la palabra crea realidades. ¿Quién tiene derecho a establecer lo que se puede decir y lo que no? No me parece, hay que poder discutir abiertamente y creer menos en el poder de las palabras.

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