jueves, 31 de agosto de 2023

GRAVE CAMBIO CLIMÁTICO


Glaciares. Cuatro estudiantes de Princeton confirman el retroceso de los ventisqueros
Estudian en Estados Unidos disciplinas distintas, pero los reúne la preocupación por el cambio climático y los devastadores efectos que tiene para la humanidad y la naturaleza
Texto Matías Avramow | Foto Fernando ArmaniSalama y Green encuentran el ángulo exacto para hacer una fotografía sobre el retroceso de los ventisqueros
Quedaban pocas horas para tomar el vuelo. Los cuatro, Michael Salama, Jack Green, Byron Zhang y William Hartman, seguían rindiendo exámenes en Princeton. El reloj corría y debían ir a sus dormitorios, tomar los bolsos y partir cuanto antes al aeropuerto JFK de Nueva York.
Todos ellos son aún estudiantes de aquella prestigiosa universidad estadounidense y, aunque ninguno supera los 25 años, no sería un error llamarlos exploradores. Han recorrido zonas remotas de su país, América Latina y China. Estudian carreras distintas –Historia, Política, Computación y Letras–, pero tienen algo en común: la desesperada necesidad de actuar ante el calentamiento global y el impacto que genera en el medio ambiente.
Se conocieron en Princeton, unos años antes. Todos formaban parte del conjunto musical Princeton Footnotes, que se transformó en espacio de debate y un punto de inflexión para todos. Año tras año, las olas de calor e inundaciones eran cada vez más palpables.
Empezaron a leer más y a recorrer lugares para entender el fenómeno. Desde hace un par de años sus viajes se convirtieron en procesiones científicas y artísticas para documentar la gravedad de la crisis climática. A comienzos de marzo de este año, mientras sus compañeros de facultad se preparaban para sus vacaciones, decidieron comprar cuatro pasajes de avión y venir a la Argentina, al Parque Nacional Los Glaciares.
Varias instituciones nacionales e internacionales han advertido el rápido derretimiento de los glaciares. MapBiomas registró que el 42% de los glaciares andinos desaparecieron. Y según datos del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla) del Conicet, la cantidad de hielo que los glaciares argentinos pierden por año podría abastecer a todos los argentinos por un año y medio. Zalama, Green, Zhang y Hartman buscaban presenciar esta devastación.
“Hace un año, estuve en Perú investigando el derretimiento de los glaciares y cómo afecta a la gente. Tienen una temporada seca durante gran parte del año y la única agua que reciben proviene de estos hielos. Algunas personas me mostraron fotos de hace mucho tiempo y las compararon con lo que vemos ahora. Cuando las vi, algo se movió en mí. Así que, hablando con los chicos, decidimos planear hacer lo mismo en los glaciares argentinos”, describe Michael 
–¿Por qué en la Argentina y no en otro sitio?
Michael: –Porque empezamos a investigar por allí. Tengo familia en la Argentina y empecé a buscar fotos. Recuerdo haber visto una foto del glaciar Viedma de 1910. Luego la comparé con una satelital de ese mismo lugar y calculé un retroceso de cuatro kilómetros de 1910 a 1980, cuando se tomó la imagen satelital.
Los cuatro decidieron buscar más fotografías de glaciares sacadas hace décadas, encontrar el punto exacto en donde fueron tomadas y reproducirlas para comprobar si se estaban derritiendo. En la biblioteca de Princeton encontraron varias fotografías tomadas entre 1910 y 1945 por Alberto María de Agostini, un misionero salesiano italiano que se asentó en Tierra del Fuego a principios del siglo pasado, y el español Cándido Veiga Iglesias.
Eligieron cuatro de ellas y trazaron una ruta de 170 kilómetros que debían recorrer en ocho días, por los glaciares de los cerros Fitz Roy, Río Blanco, Poincenot, Torre y Ventisquero Viedma. Después compararían las fotos y mostrarían una transición de cómo cambiaron estos glaciares a lo largo de los años.
Con financiamiento de varios institutos universitarios, compraron el equipo necesario y el 11 de marzo de 2023 salieron de Princeton al aeropuerto JFK, tomaron el último vuelo a Buenos Aires, subieron a un segundo avión hasta El Calafate y, después de ocho horas en colectivo, llegaron al inicio del sendero que se habían propuesto recorrer. “Así que estábamos allí. Con 42 horas de viaje encima. Habiendo desayunado solo unas medialunas secas y sin haber dormido demasiado, pero pronto olvidamos todo eso”, repasa Jack.
–¿Qué pensaron cuando vieron el primer glaciar?
William: –El paisaje era superaislado y la escala, masiva. Los colores, por ejemplo. Apenas se podía distinguir dónde terminaba el glaciar y comenzaba el cielo. Había un volcán que se elevaba del interior del hielo en la distancia, se llama Nunatak.
Michael: –Nunca había visto algo así, eran columnas gigantescas de hielo, pero me detuve y pensé, “esto va a desaparecer”.
–¿Tenían eso en mente durante su viaje?
William: –Era algo que pensamos desde el principio. Lo que no estaba preparado antes de llegar era la escala y el poder de la naturaleza que me rodeaba. Era difícil conceptualizar que estaba desapareciendo. Recuerdo que bajábamos del primer punto en donde tomamos fotografías para nuestro proyecto, desde allí podíamos ver de cerca el lago Viedma. Había un pedazo grande de hielo flotando. Y mientras seguíamos bajando, se agrietó al medio y comenzó a desintegrarse. Comencé a pensar que esto iba a suceder sin importar el tamaño. Más tarde, pusimos la fotografía al lado de la que recién habíamos hecho. Me di cuenta de que todo ese hielo había desaparecido y no pude sacarme una sensación agridulce de encima: estábamos viendo algo hermoso y todo esto simplemente estaba desapareciendo.
¿Por qué retroceden?
Lucas Ruiz nació en Esquel pero vive en Mendoza y, desde que iba al colegio, siempre tuvo algún glaciar a la vista. Hoy es uno de los científicos que los monitorean en todo el país. Trabaja en el Ianigla, además de integrar el Grupo 1 del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), y destaca que el cambio climático propicia el derretimiento de las “nieves eternas”, como llamaba a los glaciares cuando era pequeño.
En la Argentina hay unos 16.000 glaciares a lo largo de la cordillera. La mayoría se encuentran en Santa Cruz, Tierra del Fuego, Mendoza y Chubut. Varios de ellos son columnas de hielo gigantescas y móviles. Durante mucho tiempo crecieron en tamaño, pero los datos del Inventario Nacional de Glaciares muestran que en 1990 empezaron a retroceder sostenidamente y cada vez lo hacen más rápido. Según Lucas, esto se ve especialmente en la Patagonia.
“Entre 2000 y 2020, los glaciares argentinos perdieron en promedio 4 kilómetros cúbicos de masa cada año. Unos pierden más que otros, pero en el último tiempo esta pérdida ha ido en aumento, y en su lugar, empezamos a ver cada vez más lagos”, explica 
No son esas columnas de hielo del tamaño de edificios que se desprenden de los glaciares la causa del retroceso. Eso es un ciclo natural. La pérdida se da en donde nacen.
Los glaciares se forman por las nevadas que se acumulan en las alturas de las montañas. Esta masa se compacta una y otra vez, y esa misma fuerza provoca que, montaña abajo, el hielo avance y que luego se rompa y caiga, como se observa en el Perito Moreno. “Sin embargo, en los últimos años hemos registrado sequías muy prolongadas. Y las temperaturas, no importa la altitud, han ido en aumento”, repasa Lucas.
Durante varios años, el IPCC ha destacado que una de las principales causas del aumento de las temperaturas globales es la actividad humana, en virtud de la continua emisión de diversos gases a la atmósfera. Entre estos gases, el dióxido de carbono (CO2), el óxido nitroso (N2O), el metano (CH4) y el ozono (O3) son los protagonistas, ya que poseen la capacidad de retener calor. Los expertos advierten que, en los últimos 150 años, se ha observado un alza constante en la concentración de estos gases, y este aumento se ha vinculado con el proceso de industrialización.
Este calentamiento influye en que la nieve que tendría que caer en las partes altas de la montaña llega menos, o con intermitencias. También ocasiona que el hielo se derrita más rápido por lo que cada año, en lugar de avanzar, los glaciares retroceden.
Esto se volvió evidente para los cuatro exploradores estadounidenses y para quienes viven allí, como Fernando Armani, que hace 20 años es guía en el glaciar Perito Moreno. Según cuenta, hasta hace más o menos una década, ese glaciar crecía. “Era como una topadora de hielo. Iba avanzando hacia los lados y a su paso se comía todas las rocas que había. Pero esto cambió en el último tiempo”, describe.
El Perito Moreno no ha logrado recuperar la masa de hielo de los años anteriores. “Tuvimos que mover nuestro campamento 500 metros hacia la montaña para estar cerca de los senderos hacia el glaciar. Donde estamos ahora, era todo hielo hace algunos años”, apunta Fernando. La sequía y el calor explican este retroceso.
En la cordillera, particularmente en la parte chilena, sufren desde hace más de 10 años una “megasequía”. “Esto tiene que ver con los cambios en los patrones de circulación, de los centros de alta presión, etc. Y nos afecta de este lado de la cordillera. Se ven patrones más secos a lo largo del centro y del norte de la Patagonia”, explicó a José Luis Stella, investigador del Servicio Meteorológico Nacional.
“Los glaciares son como un reservorio que tenemos cuando hay sequías, especialmente en las ciudades asentadas cerca de la cordillera, pero hay varios ríos que llegan hasta el Atlántico”, describe. En mayor o menor medida, estos 16.000 glaciares suministran de agua a alrededor de siete millones de personas.
En la actualidad, el agua de deshielo ha generado conflictos entre las poblaciones cercanas y las industrias, especialmente las mineras. Leandro Gómez, coordinador del programa Inversiones y Derechos del área de Política Ambiental de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), explica que ha sido una ardua pelea en tribunales para que las provincias acaten la ley nacional de glaciares y piensen en ellos como un recurso estratégico.
Además, los intensos deshielos pueden generar aluviones más fuertes de los usuales, como pasó en 2009 en el lago Ventisquero Negro, en San Carlos de Bariloche. Durante ese episodio, las poblaciones cercanas al glaciar debieron ser evacuadas en helicóptero a causa de las inundaciones que provocó.

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